jueves, 27 de junio de 2024

Afortunado


 Este bellezón que posa para la foto junto a mi bigote bicolor, y con uno de sus pequeños colgado de la mochilita que la ayuda a transportarlo, se llama Teté. Bueno, en realidad se llama Teresa, pero todos cuantos la queremos la llamamos Teté de forma cariñosa.

A fecha de hoy Teté ha consolidado la familia que decidió construir junto a Jose Luis, su marido, y ya tiene tres hijos, uno de ellos llamado Juan (lo bueno abunda).

Conozco a Teté desde hace muchos años, pues forma parte de la pandilla de amigas de mi hermana Sandra y mi prima Rocío, y junto a ellas he podido disfrutar muchas veces de su compañía, de su presencia, de su sonrisa y de su inmenso cariño. Pero os preguntaréis porqué coño me ha dado hoy por escribir una entrada homenaje a una amiga, así por las buenas, y sin nada más al parecer que lo de la famosa exaltación de la amistad (pero sin haber bebido, que todos sabemos que lo de la exaltación de la amistad es la fase previa a lo de los cánticos regionales cuando te has tomado siete vinos de más) o el lucimiento de una foto en la que aunque ella sale preciosa como siempre, yo tampoco salgo especialmente desagradable.

Pero no se trata de un tema de nostalgia, de cariño, de ego o de otras banalidades, esto es un texto reivindicativo.

Podría contaros muchas cosas sobre Teté, pues ella, Teresa, es la fisio terapeuta de amplia experiencia y, consolidada buena reputación, a la que debo en gran parte haber vuelto a caminar, a coordinar mis movimientos, a escribir, y a seguir dándoos la chapa desde el blog a unos, y en vivo y en directo a otros.

Tras aquella catastrófica desdicha sufrida hace poco más de diez años y que ahora mismo no viene al caso, Teté se hizo cargo de mi recuperación y trabajó duro conmigo a diario, hasta que me recuperé de la hemiplejia y abandoné primero a silla de ruedas y posteriormente el bastón.

Pero tampoco es de eso de lo que quiero hablaros, aunque ella sabe que se lo agradeceré eternamente.

Seguramente quienes me leéis con asiduidad, estaréis hartos de leerme lo de "todo termina llegando, incluso lo bueno", y Teté es el ejemplo vivo de esa afirmación que he convertido en leitmotiv de mi vida. Y es que es una gran verdad, si haces por merecerlo y alimentas el karma.

Esta adorable mujercita de envidiable sonrisa, insuperables cualidades humanas y excepcionales habilidades como fisioterapeuta, tuvo que vivir días oscuros, noches interminables y muchas horas de lágrimas, miedo y angustia.  Y solo porque permitió que la persona equivocada ocupara un lugar en su corazón y en su vida, matando al poco el amor, la ilusión y los sueños, y convirtiéndola en lo que conocemos como "víctima de la violencia de género". 

Pero en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y cuando con la ayuda de familiares y amigos logró escapar de ese infierno, volvió a sonreír y su radiante sonrisa enamoró esta vez a la persona adecuada, y el hombre de gran corazón que tuvo el arrojo y el acierto de pedir su mano, le devolvió la fe en el ser humano y le regaló un proyecto de futuro en común, al que de momento ya han incorporado los tres primeros frutos de su amor.

Teté es una mujer  tan especial y buena como bonita, o más incluso, y para mi es mucho más que una amiga, es el ejemplo vivo de que tan solo hay que confiar en que un día la vida premiará tus actos y te recompensará con esa felicidad que en muchos momentos parece imposible de alcanzar.

Gracias, Tete, por tanto, por todo, pero hoy quiero agradecerte especialmente que me demuestres que en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno, y  que me hayas hecho muy afortunado al regalarme tu amistad.



miércoles, 19 de junio de 2024

Un rayo de sol


 A veces eso es lo único que necesito para afrontar el día, sin más pretensiones, sin más expectativas. Tan solo un rayo de sol, un poco de luz que me saque de las sombras. Esperanza e ilusión colándose por las rendijas de la persiana y animándome a comenzar una nueva jornada.

Hubo un tiempo en el que era capaz de identificar el sol en unos ojos, en una sonrisa, en una caricia, en una palabra bonita o en un beso. Amanecía en la persona amada  y aunque el cielo estuviese encapotado, en mi corazón lucia un sol radiante. 

Hubo un tiempo en el que mis mañanas siempre resplandecían soleadas incluso antes de subir las persianas y abrir las cortinas. He llegado a despertar dándole gracias a Dios al comprobar que Ella dormía a mi lado y me he sentido la persona más afortunada del universo conocido al poder disfrutar de la paz de su rostro entregado al sueño, del calor de su cuerpo junto al mio, del contacto de su piel. 

Me obceco en recordar aquellos tiempos en los que creí ser feliz entre unos brazos pasajeros y al forzar la memoria olvido que la felicidad es tan efímera como la fama, y que las palabras de amor suelen escribirse con una tinta especial que se desvanece con el tiempo. Pero al descubrir el verdadero significado de esa emoción que condiciona mi vida, supe que la tinta de con la que se escriben los pasajes más románticos y más hermosos no desaparece nunca, tan solo va perdiendo nitidez, pero puede recuperarse si se le aplica el calor necesario. Y la quise tanto que si no controlaba mis palabras corría el peligro de incendiar párrafos enteros , de calcinar las metáforas y de cauterizar sus besos. Y sin quererlo lo abrasé todo.

Yo no pedí conocerla. Yo no pedí enamorarme. Yo no pedí sufrir por su ausencia. Pero los dioses y el destino juegan a un juego cruel en el que no soy más que la ficha que mueven avanzando entre las casillas de los siglos, y los tahúres de las ilusiones perdidas me hacen cruzar océanos de tiempo para regresar junto a Ella, para reencontrarla con otro nombre, con otro cuerpo, aunque con el mismo corazón. Un juego en el que soy yo el que pierde aunque no quiera, aunque los dados me apoyen, porque una vez tras otra tengo que renunciar a despertar a su lado, porque  una vida tras otra se me obliga a soportar el dolor de saber que debo aceptar las reglas  y porque una lágrima tras otra tengo que llorar la amarga despedida.

Al caer en la casilla de las oportunidades desaprovechadas los hados cosieron mi alma a la suya con un hilo rojo invisible y cada vez que me besa una mujer, intento bucear en sus ojos buscando el brillo bermejo de la costura infinita. Y sueño con que es Ella. Y despierto buscando un haz de luz a través de la ventana de una mirada sincera. Y tarareo que los ojos son de quien te los hace brillar.

Por eso cada mañana busco ese sol que me rescate de la oscuridad de un futuro sin Ella.

Hubo un tiempo en el que yo también sonreía al despertar.

Hubo un tiempo.


miércoles, 12 de junio de 2024

De lo más espantoso a lo realmente bello


 Aquello que define al ser humano y ayuda a auparlo al ansiado título de especie superior es la imaginación.

Hay muchos animales inteligentes, no somos los únicos. Animales que diseñan y emplean estrategias para la caza, el cortejo, la crianza...animales que utilizan herramientas para conseguir sus objetivos. Animales que intrigan para hacerse con el liderazgo de la manada, o con la hembra de un congénere más poderoso, en fin...animales muy humanos. Pero nuestra imaginación nos define y nos distingue de ellos. Y nuestra capacidad de hacer de lo más espantoso algo realmente bello, como es el caso de la novela y gran best seller  de finales del siglo XIX, Drácula.

El tema que encabeza esta entrada y que ya he utilizado e alguna otra ocasión, porque me encanta, es la canción de Blow, Oceans of time, versión en la que  la deliciosa Roció Torío suma su portentosa voz a la de mi gran y querido amigo, Pablo Acebal, para la grabación del video clip y para el último trabajo discográfico de la talentosa banda vallisoletana.

Esta canción, habla de los "océanos de tiempo" que en el libro del irlandés Bram Stoker, el príncipe de Valaquia, Vlad Tepes, más conocido como Drácula, o Vlad Dracul, el empalador, afirma haber atravesado para reunirse con su amada. 

Este héroe transilvano del sigo XV fue un tipo realmente cruel. Su sobrenombre de "El empalador" no es algo casual. Le viene de su simpática costumbre de empalar a sus enemigos y a sus prisioneros, tras haber practicado esa salvajada con miles de soldados turcos invasores de su tierra, con comerciantes sajones a los que saqueó y asesinó, e incluso con mujeres a las que empaló según cuentan las crónicas, con sus hijos lactantes en los brazos.

El escritor Bram Stoker convirtió su historia en una de las más románticas historias de amor que he leído nunca, convirtiendo a este diabólico noble rumano en un vampiro que condenó su alma inmortal por amor y que tres siglos después de la muerte de Justina, la que fue su esposa en vida, afirma haberla reencontrado en el cuerpo de Mina, la prometida del joven pasante que debe poner en orden la compra de sus propiedad en la Inglaterra victoriana. Cuando Drácula conoce a Mina, afirma mirándola a los ojos que ha atravesado océanos de tiempo para volver junto a ella.

Hace unos días, le conté a una pizpireta y encantadora alumna a quien conocí al impartir un curso de dramaturgia en Simancas, y con quien he creado una bonita amistad nacida de la común facilidad para desnudar el alma, que lo dicho por el conde Drácula lo he sentido yo también al mirar a los ojos de una mujer a la que al no comprender como podía haber amado tanto sin apenas conocerla, supe que sencillamente aquello se debía a que ya la había amado antes, en otro tiempo, con otro nombre, en otro cuerpo. Y que había atravesado océanos de tiempo para volver a su lado.

Mi amiga de Simancas es una persona romántica y tierna, de las que  a pesar de haber sufrido injusta e innecesariamente en nombre de un amor mal entendido, sigue creyendo que ese sentimiento es el que mueve el mundo, el que construye la felicidad y el que da sentido a nuestras vidas. Quizás por eso mismo nos caímos bien desde el primer momento. Ella leyó en mis ojos y en mis palabras que compartíamos la misma manera de entender el amor, y yo identifiqué en su sonrisa, en sus movimientos y en su aura, restos de esos polvos mágicos que ayudan a volar a las hadas. Porque las hadas existen, aunque tú no puedas verlas.

Y como no podía ser de otra forma ayer mismo le pasé el enlace al video que rodó Fran (bajista de Blow, técnico de sonido, realizador de video, enfermero de cuidados intensivos en activo, humanista del siglo XXI y gran persona) a orillas del Pisuerga, y que hoy encabeza esta entrada. Y como tampoco podía ser de otra forma. le encantó.

La crueldad de Vlad Tepes de Valaquia inspiró a Bram Stoker para escribir una novela soberbia, a Pablo Acebal y a Francisco Fernández para grabar un tema espectacular y a mi para identificar en negro sobre blanco algunas verdades que rigen mi forma de afrontar la vida.

La imaginación nos hace libres, el amor nos atrapa y encadena, y la literatura y la música nos liberan de esas prisiones donde insistimos en acomodarnos para cumplir allí penas que van desde los cinco segundos de un beso robado al destino, a toda la eternidad al descubrir que la encontraste a Ella y la amarás una vida tras otra, pase lo que pese y le pese a quien le pese. 

Igual no somos la especie superior, pero podremos imaginar que lo somos y soñar con serlo.




jueves, 6 de junio de 2024

Vuelta a lo oscuro

 

Hoy escribo utilizando el dictado de Word.

La verdad es que la herramienta es muy útil, pero tengo un hándicap considerable puesto que no sé pronunciar la r, y muchas de las palabras se convierten en términos sin sentido,

En cualquier caso, ya me conocéis y sabéis que necesito escribir para sentirme vivo. Escribir no es una afición ni un hobby es una necesidad vital.

El pasado sábado me rompí el brazo derecho por dos sitios y estoy escayolado, y aunque fumo, como, bebo y juegos al ping pong con la mano izquierda, escribo con la derecha y a fecha de hoy, escayolado hasta el codo escribir me resulta más que difícil.

Duele, pero la química es maravillosa y entre antiinflamatorios y analgésicos la vida es más llevadera.

Más allá de lo aparatoso del golpe y de lo humillante de la caída, sufrí una salvaje bofetada en la dignidad, cuando la doctora que redactó el parte de urgencias escribió en él y cito literalmente, “varón de 49 años que cae desde su propia altura”. Comienza a escocer que digan mi edad, pero podía haber explicado que a veces caer desde 1 m 65 centímetros puede ser mortal de necesidad, porque con mi tamaño suena jocoso. Y yo que creía que todos los gatos caen de pie, puede que por silogismo no sea un gato, y mira que me jode.

La verdad es que he salido de cosas mucho peores y esto, más allá de la humillación, de los dolores, y lo ridículo de la caída, no es más que un incordio y es cuestión de paciencia, pero ya estoy un poquito harto.

Vuelta al luto, back to Black. Vuelta a las radiografías, a las exploraciones, a las anestesias, a los calmantes, a las salas de espera, y a lo tedioso de pasar meses convaleciente.

Y yo me pregunto, ¿encima tengo que estar agradecido? Y lo cojonudo es que sí, por qué no me di en la cabeza, y con la lesión cerebral que me produjo el accidente de ahora hace diez años, un golpe en la cabeza puede ser mortal o cuando menos muy grave.

Así que nada, a ejercer de ambidiestro, a practicar cuanto pueda, a no desesperarme  escribiendo con  el dictado y a no venirme a bajo. Y a darle gracias a Dios, a supergato, a los hados o a quien sea que corta el bacalao, por no haber sufrido un daño mayor.

Paso de caer en victimismos, en derrotismos o en depresiones innecesarias, hoy al fin le encuentro sentido al progreso y puedo hacer de él un compañero de viaje. Por si acaso me pondré el cinturón y trataré de que no sea un viaje peligroso.

 


sábado, 1 de junio de 2024

Resquebrajado


 Pero no roto.

Muchas veces he sentido el más intenso de los dolores en el interior del pecho al asumir que aquel te quiero que escuché de su boca, no era más que una frase oportuna para distraer mi atención de la verdad, conseguir un fin, ocultar una infamia, justificar un medio o pagar una deuda.

Quizás es por eso que nunca digo "te quiero" a no ser que sea incapaz de contenerlo en el interior de mi pecho, que no pueda ponerle freno, o que si no permito que brote, se corrompa, se pudra y termine enquistándose en mi alma envenenándolo todo.

Me han hecho mucho daño, sí, pero no me han roto el corazón. Sigue latiendo, sigue funcionando, sigue sintiendo y condicionando mi vida. Si bien es cierto que lo han maltratado y lo han atravesado varias veces con la daga de la traición y la mentira, no lo han conseguido romper. Aún rige mi destino, aún define mi condición y aún alimenta mis textos. Resquebrajado sí, pero no roto.

Es por ello por lo que de un tiempo a esta parte, desde que descubrí lo que realmente significaba hacer el amor, tan solo pido que no lo maltraten, que me quieran bien que no me destrocen el alma. No hace falta que me quieran mucho ni más que a nadie, pero eso sí, por favor, que me quieran bien. 

Y sé que en realidad esto es mucho pedir, pues yo mismo tengo que aprender a querer sin perjuicio, sin fisuras, sin dobleces, sin egoísmo y sin pérdidas. En ocasiones quiero tanto que me asusta querer, y querer nunca debería dar miedo. Quiero mucho, sí, pero a veces, la intensidad y la extrema sensibilidad que condicionan mi naturaleza y mis emociones, me llevan a no querer de la forma adecuada, exigiendo y exigiéndome que el amor que comparta con la mujer que se adueñe del sentido de mi existencia, sea el más increíble y más pleno,  y que como un caballo salvaje y libre, galope sin bocado, sin estribos y sin necesaria contención.

Hay días en los que al detenerme a pensar y a cuestionarme los te quiero que disfruté de los labios ansiados, me doy cuenta de que tengo el corazón lleno de heridas, pero que gracias a los hados, Ella supo suturarlas cerrando cada corte con un resistente hilo rojo que me permite avanzar sin desangrarme, aunque en ocasiones deba frenar un poco y coger aire, saborear el calmante en sus caricias, aguantar el dolor, aceptar el miedo y seguir el rastro de las ilusiones perdidas. 

Puede que como quiero creer, todo termine llegando, incluso lo bueno. Puede que Incluso lo bueno sea mucho más que el nombre de esa novela en la que pude ser feliz a su lado antes de escribir FIN.

Puede que en próximas novelas, mi corazón ya se haya recuperado por completo.

Puede.



viernes, 17 de mayo de 2024

Cuentos de hadas


 "Todos los adultos fueron una vez niños, pero pocos lo recuerdan". Esta gran verdad es otra de esas muchas grandes verdades que podemos encontrar en El principito. El joven príncipe también nos dice que solo  los niños saben realmente lo que buscan. Por eso aprendí a buscarla a Ella con ojos de niño al no encontrarla mirando con ojos de adulto. Entonces comprendí que no debía buscarla mirando con los ojos, sino con el corazón, porque solo mirando con el corazón podría encontrarla y es que lo esencial es invisible a los ojos.

Cuando la busqué con el corazón la encontré, pero al hacerlo supe que tendría que renunciar a todo lo que había aprendido sobre las mujeres, porque Ella no es una mujer, es un hada. Es el hada que mi infantil fantasía ha diseñado, la criatura perfecta que me querría tanto como yo a Ella. Me querría bien y  nunca me haría daño.  Pero es un ser nacido de la magia y no consigo alcanzarla, se oculta, me esquiva, parece que me teme.

Es un hada a la que han robado su magia con traiciones y engaños. Llora por dentro y esas lágrimas que se derraman desde el corazón pueden encharcar el alma y convertirla en una criatura tan  frágil y delicada que si se la quiere mal se marchitará para siempre.

Más allá de que los mortales no podamos identificar con facilidad su verdadera identidad al no ver sus alas, Ella no se siente a salvo entre nosotros. Los hombres que la descubrieron danzando entre la lluvia la engañaron encerrándola en la jaula de una vida triste fabricada con mentiras. Quisieron robarle su magia y utilizarla para conseguir lo que no pudieron alcanzar por sus propios medios y así, usurpando su magia, su sonrisa y su corazón, ser felices. 

Le han hecho daño, mucho daño. Apenas puede volar y se oculta tras los colores del arco iris esperando a que un hombre puro la descubra y le ofrezca ese amor que a día de hoy solo se encuentra en los cuentos, en el corazón de los niños, o en el de quienes han perdido todas las ilusiones y aún sienten la necesidad de poner el nombre de un hada a las emociones que los llevan a creer que solo la magia podrá devolverles la razón más importante para vivir.

Una vez fui un niño, y comienzo a recordarlo porque eso no me hace más débil ni menos capaz, al contrario, rescatar al niño que fui me permitirá reconocer en el brillo de sus alas que una vez nos quisimos y que volveremos a querernos siempre. Y eso me hace grande y poderoso.

En mi cuento de hadas el arco iris es un puente tendido entre las circunstancias terrenales y su mágica esencia.

Quizás un día consiga demostrar a las hadas que soy digno de sus hechizos y logre que una de ellas me quiera como necesito que me quieran y entonces todo habrá tenido sentido y podré irme en paz y volver a su lado una y otra vez en nuevas vidas, en otro cuerpo, con otro nombre, pero siempre yo para estar junto a Ella.

O quizás la magia se encuentra en que eso ya pasó hace mucho, mucho tiempo y en un país muy muy lejano, y he vuelto junto a Ella, pero aún no he sido capaz de darme cuenta.

Por cierto...las hadas si existen.

martes, 14 de mayo de 2024

De musas de laboratorio y espléndidos mojones.

El eterno aprendiz de escritor se introduce el comprimido en la boca y bebe un largo trago del vaso de agua que lo ayudará a pasarlo por la glotis.
Según lo escrito en el prospecto del producto y lo que señala la impresionante y costosa campaña publicitaria con la que lo han lanzado al mercado que satura de anuncios la televisión y la radio, La Musina 500 ayuda a los artistas a potenciar su creatividad y a conseguir grandes éxitos en los distintos campos de expresión en los que trabajen su talento. La verdad es que, a razón de 500 euros la caja de veinte comprimidos, ya podría hacer honor a su nombre y que al menos fueran quinientas las musas que lo visitaran cada día al sentarse frente al teclado del ordenador.
El tratamiento a seguir, según los científicos del laboratorio que ha desarrollado el supuesto potenciador neurológico milagroso, es de un comprimido de 500mg al día. Con una caja no conseguirá cubrir un mes, ni tan siquiera en febrero, así que el motivado escritor tiene que convencer a su padre para que lo avale en el crédito que pide a una entidad financiera para poder costearse la fama. Según sus cálculos, en aproximadamente seis meses de tratamiento con Musina 500 podrá enviar un manuscrito ganador al Premio Planeta que, con cientos de miles de euros de premio, pagará el crédito, comprará más comprimidos y se preparará para ir a por el Nobel de Literatura. Pero sin darse cuenta, fruto de su ego y de su vanidad, comete un terrible error. Ignora que el afán de riqueza de la farmacéutica y la falta de escrúpulos de quienes aprobaron la milagrosa medicina sin haber esperado los tiempos necesarios tras los experimentos, primero con animales y después con seres humanos voluntarios, no vienen indicadas en el prospecto y trágicamente no puede prepararse para lo que se le viene encima.
Tras dos meses de tratamiento, más de mil euros invertidos y un buen número de relatos distópicos, fantásticos y podría decirse que incluso cómicos (aunque no buscara la carcajada al escribirlos) el aprendiz de escritor sufre un infarto cerebral que lo deja postrado en el lecho sin poder siquiera controlar sus esfínteres. Si tan solo hubiera comprendido que el éxito en su campo, como en casi todos los ámbitos artísticos, se debe a un noventa por ciento de trabajo y a un diez por ciento de inspiración, otro gallo le habría cantado. Aquel ictus le llega al poco de comenzar el tercer mes de tratamiento, cuando siente que todo le inspira un texto y que sus neuronas circulan a una velocidad vertiginosa. Excesiva, tal vez.
Mientras la asistente enviada por la Seguridad Social le limpia con esmero y cuidado sus otrora relucientes posaderas, no logra contener una lágrima, pues daría lo que fuera por poder, al menos, hacer de vientre a voluntad para dedicarle el más lustroso y espléndido mojón a la ambición humana.
Sueña con que un día podrá volver a sentarse frente al teclado de su ordenador y conseguirá escribir el texto perfecto, pero ese sueño no es más que la reminiscencia del exceso de oxitocina generado por los comprimidos y, aunque lo aguarda un espantoso futuro hasta que su organismo se limpie por completo de la química ingerida, de momento seguirá soñando, porque la vida es sueño y ahora se encuentra en esa difícil disyuntiva: soñar, dormir, tal vez morir.
 

lunes, 6 de mayo de 2024

Nadie es perfecto, pero eso no es una disculpa

Lo siento mucho, pequeño.

Qué te voy a decir que no sepas, porque lo sufres en tus carnes. Nada salió bien, todo fue un desastre, todo se fue a la mierda. Y sí...no voy a intentar engañarte ni señalar otros culpables, la culpa siempre ha sido mía.

Puedo apoyarme en que las circunstancias se dieron la vuelta en muchas ocasiones y puedo tratar de que empatices conmigo y comprendas que me destrozaron las zancadillas, las traiciones, la crueldad innecesaria y las derrotas emocionales.

Puedo explicarte que soy como soy y que tengo la estúpida costumbre de creerme que las ilusiones son gigantes y no molinos, confiar en que todo terminará llegando y agarrarme a la tozuda pero débil esperanza que aun resiste en la trinchera, aterrada al ver caer a sus compañeras. Quiero ofrecerte el yo que te prometí y que mereces, pero vuelvo a quedarme solamente en las mejores intenciones. Y sé que eso no te basta.

Puedo apelar a tu clemencia y exigirte nuevas oportunidades, Puedo intentar convencerte con mil y un argumentos de que rendirme nunca será una opción, de que mientras me quede un soplo de vida me pondré en pie y volveré al combate, de que soy peleón y no acepto fácilmente la derrota, pero no eres gilipollas y sabes que todo eso te lo estoy diciendo con la boca pequeña porque hay días en los que lo  que de verdad me apetece es mandarlo todo a tomar por el culo y sentarme a la sombra de mis angustias para auto compadecerme y dejarme llevar por la nada. Llorar es terriblemente fácil y además a fecha de hoy, ya no es algo que deba ocultarte. 

Te necesito, pequeño. Sé que aún permaneces dentro de mi, que aún crees que seré capaz de reponerme una vez más y que volveré a rescatarte del ataque de esos monstruos que tanto miedo te dan.

Te he explicado muchas veces eso de que vivir consiste en identificar, afrontar y superar, pero ya no puedo hacerlo solo. Ahora necesito tu coraje, tu energía , tu inocencia y tus ganas de avanzar.

No te voy a contar más milongas, no te voy a prometer que serás feliz, porque mucho me temo que eso de la felicidad es algo que me va a costar demasiado conseguirte. De momento te he apañado sucedáneos disfrazados de te quiero adulterados por oscuros intereses y aviesas intenciones. Te he suministrado pequeñas dosis de maravillosos momentos en los que te convencí para creyeras en el éxito, en el amor, en la fama y en la gloria. Pero un fracaso tras otro comprendiste que no eran más que quimeras y ahora me pides que te ayude a pasar el mono, que tire por el inodoro el contenido de esas papelinas de peligroso y mortal futuro adulterado, y que renuncia a los embusteros chutes de mentiras, deseos y sueños.

No quiero fallarte, no quiero fallarme, pero cada vez lo veo más jodido. No soy perfecto y lo sabes, no conseguí ser el Juan que siempre quisiste llegar a ser, pero eso no es una disculpa. Solo puedo ser el Juan que he forjado a fuerza de decepciones, de tropiezos, de sorprendentes y cálidos besos y de necesarios abrazos. De encadenar palabras con ocasional acierto y de comprender que al decírtelo por escrito todo cobra un sentido diferente, Una vez nuestro padre dijo que escribir es fijar ideas en el alma, y que lo escrito queda, 

Y por eso te escribo hoy. Porque hoy te estoy pidiendo una última oportunidad y te prometo que hoy el que me des esa oportunidad será suficiente, porque conseguiré ser quien queremos ser o moriré en el intento y esta vez será para siempre, no solo un ratito.

Perdóname, pequeño. Ayúdame, pequeño. Dame fuerzas para alejarme de lo que me consume y me mata, de lo que me destroza el alma y te priva del futuro que soñaste. Échame una mano para hilvanar el hilo que ha de coser el corazón allá donde aún podamos lucir más cicatrices. Ayúdame a  apagar la mecha que tan estúpidamente encendí pensando que tendría tiempo para ponerme a salvo de la  explosión de la carga de decisiones  plásticas que volarían los puentes entre la mujer a la que soñé amar y nuestro maltrecho espíritu.

Permíteme seguir intentándolo. Tírame de las orejas. Dame una colleja, grítame y llámame imbécil. Hazme reaccionar.

Puede que merezca la pena. Vamos a verlo.

  


lunes, 29 de abril de 2024

Aquellos que habitan mi literatura


 Acostumbro a decir a mis alumnos de los distintos talleres literarios donde comparto lo que he aprendido a lo largo de mi trayectoria como escritor, que uno es el único dios de su universo literario y que puede crear y quitar vida sin ningún tipo de trauma ni repercusión legal. Pero esto no es del todo cierto.

Y no lo es quizás porque yo no escojo a los personajes que habitan mis historias, sino que son ellos quienes me buscan y me convencen para protagonizar aquello que escribo.

El problema radica en que siguiendo el consejo de una excelente editora y amiga, llevo tiempo tratando de escribir desde fuera de mi, tratando de construir un personaje que  no solamente viva por mi aquello que me gustaría vivir, que no necesariamente sufra aquello que ya no soporto más en la vida real y que no  obligatoriamente  consiga cuanto me gustaría conseguir en mi día a día. Que escriba evitando que aquellos que me conocen, me tratan y me sufren, puedan ponerle mi rostro al alter ego seleccionado, y eso no es en absoluto nada fácil.

Escribo mucho, mucho, y me esfuerzo mucho, mucho en despojar de mi apariencia tanto física como sicológica y emocional a mis personajes, pero es este un hueso muy duro de roer.

El inspector del grupo de homicidios del cuerpo nacional de policía de Valladolid, Iván Pinacho, protagonista de las novelas de mi trilogía Crímenes de temporada  nació en las páginas de Temporada de setas como un atípico policía con quien guardo demasiadas semejanzas, pese a que yo no llevo placa ni pistola. Pinacho es rubio,tiene los ojos azules, un particular bigote bicolor y una intensidad excesiva a la hora de enfrentarse a la vida. Pinacho es un enamoradizo compulsivo y un servidor de la ley excesivamente confiado, con tendencia a querer salvar al mundo y una natural buena disposición para matar o a morir por aquellos que ama. Aunque evolucionó un poco en Temporada de sustos y muchos lectores reconocieron cierta madurez en él, al llegar a Temporada de caza ha dejado bien claro que el que nace lechón muere cochino, y renace más lechón que nunca.

El teniente John Dumas, de la caballería de Carolina del sur, protagonista de Incluso lo bueno fue a nacer en el continente americano a mediados del siglo XIX y pese a que no frecuenta mis ambientes ni a mi gente, no habla como yo y no se me parece en exceso(bueno...es rubio y tampoco excesivamente alto) no puede evitar enamorarse hasta las cejas de Ella, pues Ella también protagoniza mis textos y en ellos parece estar a punto de confirmarme que es la mujer que el destino decidió que se cruzara en mi camino, para lo bueno, y para lo malo.

Rizando el rizo y el "más difícil todavía", al comprobar que no era capaz de separarme de mi en las novelas, construí a Lucio Galvano, recién ascendido a decurión de la Legión Primera, destinada en la Judea del año 0.

Lucio es un tipo moreno, reflexivo, podría decirse que incluso algo antipático y que prioriza lo práctico por encima de lo hermoso y lo romántico. Bravo servidor de las fuerzas al servicio de su emperador, decidió renunciar al amor en pos del mejor servicio que pudiera aportar a Roma. Y aunque sus compañeros de armas lo respetan y lo aprecian en la batalla, lo prefieren mantener a distancia en los tiempos de paz, pues no juega y no bebe con ellos, ni tan siquiera disfruta de los saqueos en las poblaciones ocupadas para hacerse con el botín de guerra que complementa el estipendio de los soldados victoriosos.

Pero esta vez, el Juan Pizarro que habita todos sus alter egos, ha visto la luz en la sonrisa y el valor de una hermosa hebrea por la que Lucio descubre que si en verdad existen los dioses, su mayor creación es la mujer que le ha robado el corazón. Ella ha viajado desde los recién constituidos EEUU y se ha apropiado de la que espero sea mi mejor novela hasta la fecha y sé que tomará posesión de todas y cada una de mis obras, sean o no del gusto de la crítica y el público.

Sé también que lo haga mejor o peor, nací para escribir y sé para mi desgracia, que lo haga mejor o peor, nací para amar.

Mucho me temo que en mi universo, lejos de ser el único dios, no soy más que un evolucionado primate que salta de párrafo en párrafo y de verso en verso intentando no romperse el cuello y no recibir más cuchilladas en el corazón.

A ver como explico esto a mis alumnos.


martes, 23 de abril de 2024

En los libros



Me harto de recomendar la lectura como el tratamiento ideal para muchos de los males que afligen al ser humano, y de proclamar a los cuatro vientos que la literatura salva vidas. Y es que esta es una de las grandes verdades que me ha enseñado la vida, que tiende a ratificar eso de que la letra con sangre entra.

Leyendo a diario no solo entrenamos nuestro cerebro y lo preparamos para afrontar las más peligrosas circunstancias y retrasar nuestra inevitable obsolescencia programada, sino que también enriquecemos nuestra cultura con tantos conocimientos y tantos datos que asusta, pues todo está en los libros. Si a esto le sumamos el que es el mejor y más económico de los planes de ocio, que la lectura nos permite viajar por todo el universo sin movernos del sillón, que nos permite besar a princesas, descubrir impostores, apalear villanos, luchar en mil batallas y conquistar infinitas metas sin sudar, sin fatigarnos y sin derramar una sola gota de sangre, pues apaga y vámonos. Leer debería ser una rutina diaria y no una distracción ocasional.

Y para colmo llega un día en el que descubres que necesitas escribir tus propias historias y perpetrar tus propios libros para ser feliz, para soportar la existencia que te han adjudicado los dioses, para evitar que cuando menos lo esperes, tu corazón se termine de resquebrajar. Para demostrarte que tienes algo que ofrecer al mundo y para rendir homenaje a aquellos que en el pasado también sintieron que tenían que compartir con la humanidad las historias que llevaban dentro, y nos regalaron Hamlet, El Principito o El amor en los tiempos del cólera, por poner algún ejemplo de esos libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida.

Llega el momento en el que te sientas a escribir y te entregas por completo a esa impresionante catarsis emocional que es la escritura, y comprendes que al escribir, purgas tu alma, vomitas las penas, expulsas demonios, planificas los más felices finales para la vida que te hubiera gustado vivir, o cometes el más atroz de los crímenes que en la vida real jamás cometerías.

Eres el dios de tu propio universo literario y más allá de publicaciones, premios, ventas, firmas y charlas, te sientes bien porque al ser el único dueño del destino de tus personajes, te permites el lujo de escribirles el beso perfecto, la sonrisa ideal, el abrazo más cálido, el puñetazo más oportuno o el más certero disparo entre los ojos.

Un escritor no se mide en el número de ejemplares que la editorial consiga vender, sino en esa necesidad vital que lo lleva a desnudarse en negro sobre blanco, a entregarse por completo a la persona amada a través de las palabras adecuadas y a evitar esa liberadora muerte que todos los escritores hemos deseado en algún momento, al ser conscientes de que nuestra vida real atesora excesivo dolor, excesiva miseria, excesiva frustración y un montón de baúles abarrotados de ilusiones perdidas.

En mis libros soy valiente, soy decidido, soy apasionado y soy necesario. Incluso soy un poco más alto. Pero lo mejor de todo es que en mis libros consigo derrotar al mal, impartir justicia, construir una sociedad mejor y perderme en sus labios porque en mis libros Ella no mira hacia otro lado cuando dice que me ama, ni teme preguntarse si en realidad soy yo aquel que el destino decidió presentarle para completar su existencia.

En mis libros no tengo miedo a vivir, no me duele vivir, no me aterra vivir. En mis libros nada temo, pues si quiero, el sol iluminará el interior de todas las grietas y eliminará las sombras que insisten en perseguirme a cada paso, en cada lágrima y en cada tropiezo aquí en la vida real.

En mis libros soy valiente, y soy bueno. En mis libros me ama y no me miente. 

Y por eso, sobre todo y por encima de todo, soy escritor.

Feliz día del libro.