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sábado, 20 de julio de 2024

Maldita llama eterna


 Yo no la buscaba y no creo que ella me buscase, simplemente llegó hasta mi, nació, cobró sentido y se instaló en mi novela como si llevará allí desde el principio.

Y esto no es una novedad, no es la primera vez que me sucede, pero no por habitual deja de sorprenderme.

Parece como si algunos personajes de mis historias cobrasen vida de repente, y se acercaran susurrándome al oído que ya están aquí, que ya han llegado, que debo escribir sobre ellos y que no me preocupe, porque me inspirarán las palabras adecuadas, las circunstancias oportunas, los sucesos necesarios y yo solo deberé seguir su dictado obediente y sumiso.

Hace apenas dos días, durante la última de las sesiones del taller de dramaturgia que imparto en Simancas, uno de estos personajes se presentó de repente y sin previo aviso. Si bien es cierto que al avanzar en la trama de Inocentes me estaba dando cuenta de que necesitaba algo o a alguien que dotara de frescura y de emoción a la historia del decurión Lucio Galvano, aún no tenía claro qué o quien debía comenzar a ocupar su lugar en las páginas en blanco. Y entonces de pronto llegó ella, Diana, la viuda de otro de aquellos soldados que conquistaron Judea para mayor gloria de Roma, ampliando el imperio y llevando a una nueva tierra lo que ellos consideraban la civilización, la razón y el orden. 

Diana es una pizpireta y atractiva troyana que siguió hasta Judea a su marido y al caer este, decidió permanecer en la nueva provincia del imperio y labrarse allí el futuro que cree merecer.

Ha entrado con fuerza, con mucha energía y con pasión, cualidades estas que la definen y que están ayudando a mi protagonista a confundirse y a replantearse si aquello que teme y de lo que había decidido alejarse no le iba a permitir poner distancia bajo ningún concepto.

Lucio jamás había dedicado atención, tiempo, esfuerzo ni ganas a las mujeres, pues en su condición de guerrero, nacido e instruido para una vida de milicia, creyó no necesitar lastre alguno, ni cargar con más peso que el de su coraza, su escudo y su gladio. Pero su barco naufragó y al conseguir llegar a tierra, los dioses además de una nueva vida, le regalaron su primer amor al descubrir luz y futuro en la sonrisa de la hebrea Jiyuj. Su corazón le enseñó que hay vida en el terreno fértil que habitan los sueños, y supo que si había logrado salvarse de una muerte segura en el mar, fue para morir o matar por la mujer más hermosa y valiente que había conocido nunca. Pero los dioses son caprichosos y cuando estaba dispuesto a renunciar a su vida, sus aspiraciones, sus proyectos y sus sueños, por el sentimiento que le inundaba el pecho, el destino le cruzó con Diana, y algo se rompió en el dique que contenía la pasión almacenada durante años liberando torrentes de deseo que confundieron sus emociones y lo llevaron a replantearse todo, a maldecir su suerte y a ocupar la primera fila en cada carga contra el enemigo buscando en la espada de un zelota el más sencillo remedio  sus males.

 Los dioses no se lo van a poner fácil y Diana ha venido a contarme qué es lo que ha visto en este aguerrido y profundo romano que sirvió con su difunto esposo, porqué lo ha elegido a él de entre tantos hombres que beben los vientos por ella y cómo conseguirá hacerle entender que un mismo corazón puede alojar a distintas personas,.

Esa llama eterna que cuando prende no se apaga jamás, ha comenzado a arder dentro del pecho de Lucio, y Jiyuj y Diana avivan el fuego con su sola presencia, calcinándolo todo.

Hace mucho calor en mi novela. 

Intentaré escribir a la sombra y refrescarme en los labios de Diana hidratándome con su humedad, sumergirme en los recuerdos de lo vivido y compartido con la irremplazable Jiyuj, y no desesperarme al permitir que Lucio Galvano trate de comprender lo incomprensible.

miércoles, 12 de junio de 2024

De lo más espantoso a lo realmente bello


 Aquello que define al ser humano y ayuda a auparlo al ansiado título de especie superior es la imaginación.

Hay muchos animales inteligentes, no somos los únicos. Animales que diseñan y emplean estrategias para la caza, el cortejo, la crianza...animales que utilizan herramientas para conseguir sus objetivos. Animales que intrigan para hacerse con el liderazgo de la manada, o con la hembra de un congénere más poderoso, en fin...animales muy humanos. Pero nuestra imaginación nos define y nos distingue de ellos. Y nuestra capacidad de hacer de lo más espantoso algo realmente bello, como es el caso de la novela y gran best seller  de finales del siglo XIX, Drácula.

El tema que encabeza esta entrada y que ya he utilizado e alguna otra ocasión, porque me encanta, es la canción de Blow, Oceans of time, versión en la que  la deliciosa Roció Torío suma su portentosa voz a la de mi gran y querido amigo, Pablo Acebal, para la grabación del video clip y para el último trabajo discográfico de la talentosa banda vallisoletana.

Esta canción, habla de los "océanos de tiempo" que en el libro del irlandés Bram Stoker, el príncipe de Valaquia, Vlad Tepes, más conocido como Drácula, o Vlad Dracul, el empalador, afirma haber atravesado para reunirse con su amada. 

Este héroe transilvano del sigo XV fue un tipo realmente cruel. Su sobrenombre de "El empalador" no es algo casual. Le viene de su simpática costumbre de empalar a sus enemigos y a sus prisioneros, tras haber practicado esa salvajada con miles de soldados turcos invasores de su tierra, con comerciantes sajones a los que saqueó y asesinó, e incluso con mujeres a las que empaló según cuentan las crónicas, con sus hijos lactantes en los brazos.

El escritor Bram Stoker convirtió su historia en una de las más románticas historias de amor que he leído nunca, convirtiendo a este diabólico noble rumano en un vampiro que condenó su alma inmortal por amor y que tres siglos después de la muerte de Justina, la que fue su esposa en vida, afirma haberla reencontrado en el cuerpo de Mina, la prometida del joven pasante que debe poner en orden la compra de sus propiedad en la Inglaterra victoriana. Cuando Drácula conoce a Mina, afirma mirándola a los ojos que ha atravesado océanos de tiempo para volver junto a ella.

Hace unos días, le conté a una pizpireta y encantadora alumna a quien conocí al impartir un curso de dramaturgia en Simancas, y con quien he creado una bonita amistad nacida de la común facilidad para desnudar el alma, que lo dicho por el conde Drácula lo he sentido yo también al mirar a los ojos de una mujer a la que al no comprender como podía haber amado tanto sin apenas conocerla, supe que sencillamente aquello se debía a que ya la había amado antes, en otro tiempo, con otro nombre, en otro cuerpo. Y que había atravesado océanos de tiempo para volver a su lado.

Mi amiga de Simancas es una persona romántica y tierna, de las que  a pesar de haber sufrido injusta e innecesariamente en nombre de un amor mal entendido, sigue creyendo que ese sentimiento es el que mueve el mundo, el que construye la felicidad y el que da sentido a nuestras vidas. Quizás por eso mismo nos caímos bien desde el primer momento. Ella leyó en mis ojos y en mis palabras que compartíamos la misma manera de entender el amor, y yo identifiqué en su sonrisa, en sus movimientos y en su aura, restos de esos polvos mágicos que ayudan a volar a las hadas. Porque las hadas existen, aunque tú no puedas verlas.

Y como no podía ser de otra forma ayer mismo le pasé el enlace al video que rodó Fran (bajista de Blow, técnico de sonido, realizador de video, enfermero de cuidados intensivos en activo, humanista del siglo XXI y gran persona) a orillas del Pisuerga, y que hoy encabeza esta entrada. Y como tampoco podía ser de otra forma. le encantó.

La crueldad de Vlad Tepes de Valaquia inspiró a Bram Stoker para escribir una novela soberbia, a Pablo Acebal y a Francisco Fernández para grabar un tema espectacular y a mi para identificar en negro sobre blanco algunas verdades que rigen mi forma de afrontar la vida.

La imaginación nos hace libres, el amor nos atrapa y encadena, y la literatura y la música nos liberan de esas prisiones donde insistimos en acomodarnos para cumplir allí penas que van desde los cinco segundos de un beso robado al destino, a toda la eternidad al descubrir que la encontraste a Ella y la amarás una vida tras otra, pase lo que pese y le pese a quien le pese. 

Igual no somos la especie superior, pero podremos imaginar que lo somos y soñar con serlo.




viernes, 31 de marzo de 2017

Vuelta la burra al trigo.

Y vuelta la burra al trigo.
No termino de entender lo que me pasa por dentro, lo que me revuelve el alma y lo que me inflama el corazón, llevándolo a cotas de deformación desmesuradas.
Me prometí que no volvería a enamorarme. Me prometí no caer de nuevo en la terrible incertidumbre del que espera una respuesta que no llega nunca, una caricia que se queda tan solo en el conato del gesto inconcluso y unos labios que dibujan besos en el aire pero no atinan a llenar con sus húmedos bocetos, el lienzo de los mios. La terrible incertidumbre deja paso a la más jodida de las certezas al darme cuenta de que  es un ángel, es muy especial y yo no pertenezco a este mundo, soy un tipo raro y bastante idiota, que sueña con tener un alma perfecta y se machaca a diario tratando de conseguir un cuerpo perfecto.
No está hecha para mi. Realmente no está hecha para ningún mortal, por suave y cuadrada que sea su mandíbula, grande y potente que sea su moto y duro que sea su trasero. Ninguno de entre nosotros la merece, ni siquiera los mejores y al ser consciente de ello, me retrotraigo en mi desesperación y asumo que al no poder optar a ella, no me atrevo a optar a nadie. Pero quiero amar, necesito amar, no puedo evitar amar. El amor me da y me quita la energía que mueve mi cuerpo, que alimenta mi cerebro, que dirige mis dedos sobre el teclado y que convierte en palabras el fuego que me abrasa el pecho.
He aprendido a disfrutar de las dosis del cariño que como la metadona, sustituyen al opiáceo del amor verdadero y me permiten abandonar la adicción y superar el mono que no deja de invitarme a realizar las más absurdas locuras, como descolgar el teléfono y marcar su número, salir corriendo hasta su puerta o enviarle una legión de palomas mensajeras con desesperados S.O.S en versos dodecasílabos y en rima asonante, atados a sus patas. 
Soy un jodido yonki de las noches perfectas que acompasan los jadeos con  abrazos intensos y lágrimas de satisfacción, al sentir que no se puede ser más feliz. Un yonki del puto subidón que  produce el inyectarte algo así en el alma o absorvelo por los poros de la piel al recorrer su cuerpo de arriba abajo. Esto es física pura: todo lo que sube tiene que bajar. Y cuanto más suba, más dura será la caída. Y estoy más que cansado de arrastrarme en chándal, con la mirada perdida y sin afeitar, por las calles que conducen a sus ojos.
He decidido abrirme otra vez y probar sustancias desconocidas. Puede que mi droga perfecta aún esté por descubrir y cuando la descubra, su recuerdo se quedará en simple y vulgar THC.
Lo que está más que claro es que soy un declarado adicto a las emociones fuertes, a los sentimientos profundos y a las despedidas que saben a cicuta.
No hay clínicas, terapias o medicamentos capaces de desintoxicarme. Y esto a la larga, va a terminar conmigo. 
Y mientras tanto los Radiohead, seguirán cantando la canción que me hubiese gustado escribirle y que tan bien nos describe a ambos.
Me han dicho que soy un tipo muy intenso. Es cierto, lo soy y no quisiera serlo. Quiero ser un tipo normal que no sufre mas de lo necesario con cada despedida.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Al final del túnel


Cuando llegó  la ambulancia, lo encontraron arrodillado junto a la joven sin sentido,  llorando desconsoladamente mientras agarraba con fuerza su mano llevándosela a los labios, como si así fuese a insuflarle vida.
Al menos había tenido la prudencia de no quitarle el casco. Él, también lo llevaba puesto aun y los sanitarios del servicio de urgencias decidieron no despojarlos de ellos, hasta llegar al hospital.
Un agente de la unidad de tráfico de la Guardia Civil, reflejó en su informe que el accidente se produjo al invadir el  conductor de la moto el carril contrario para realizar un adelantamiento, pero que  no calculó bien la distancia y viendo que iba a colisionar frontalmente contra un turismo, optó por salirse de la calzada, perdiendo el control del vehículo e impactando contra la cuneta hormigonada. La pasajera de la motocicleta salió despedida del vehículo y fue embestida por un turismo que aunque había clavado los frenos, no pudo hacer nada por esquivarla.
Camino del hospital, el personal médico de la UVI móvil,  intentó reanimar a la joven con el desfibrilador y unidades de adrenalina y, procedió a suministrar  una fuerte dosis de calmante por vía intravenosa al varón, que  presentaba politraumatismos faciales y una herida abierta en la extremidad superior derecha pero que acusaba una fuerte crisis de ansiedad con enajenación y delirios. Repetía constantemente que había matado al amor de su vida y trataba de autolesionarse, golpeándose la cabeza contra el extintor que colgaba en el habitáculo junto a él.
La paciente entró a quirófano en parada cardio respiratoria y tras extraerle el casco, se confirmó un severo traumatismo craneoencefálico. A él se le intervino de diversas fisuras en el rostro y se le suturó, tras una intensa desinfección , la herida del brazo.
Avisaron a sus familiares por la información encontrada en los teléfonos móviles de ambos y, la pareja fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos. El conductor de la motocicleta recuperó la conciencia a las doce horas de las distintas intervenciones y al comprobar que estaba fuera de peligro, se le reubicó en planta. Ella, dado que continuaba en estado comatoso y el pronóstico era de extrema gravedad, continuó en la UCI.
En cuanto él pudo caminar por su propio pie, a las setenta y dos horas, insistió en verla y el personal sanitario temiendo que al no permitírselo volviese a experimentar episodios de alteración y confusión psicológica que podían derivar en un brote psicótico o en una crisis esquizofrénica, le concedieron una visita de cuatro minutos acompañado por un médico residente.
El doctor que acompañó al muchacho, necesitó un café y un cigarrillo junto otro MIR, al que le contó que aquel chico al que supervisó en la visita, le había hecho  llorar. Los médicos residentes, solían ser jóvenes que acaban de terminar la carrera y aún no estaban preparados para enfrentarse al factor humano. Según le contó a su compañero; el muchacho se arrodilló junto a la cama donde yacía ella sondada y entubada. Tras pedir permiso al personal de la UCI, le tomo delicadamente la mano y comenzó a cantar. Aunque por respeto al lugar donde se encontraba , cantó en voz muy queda, el chico tenía buena voz, o al menos eso le pareció a él y con un tono muy  nostálgico y perfectamente afinado, cantó "Adoro", el famoso bolero de Antonio Machín. 
Debía de ser "su canción" porque al poco de comenzar a cantar, los gráficos de los monitores, registraron actividad cerebral en la paciente. Saltaron las alarmas. Parecía que iba a despertar. El oscilómetro cardiovascular también empezó a reflejar alteraciones.
Al cantar "y hasta cuando suspiras, yo te adoro vida mía", la paciente abrió los ojos. 
El muchacho se incorporó muy despacio y acercó sus labios a los de ella, ignorando la sonda nasogástrica y el resto de tubos. La besó con una dulzura, que el joven residente no había visto en la vida pero, lo que más impresionó al doctor no fue eso. La paciente clavó la mirada en los ojos de su novio y reunió las energías suficientes para pronunciar: "Sabía que te encontraría al final del túnel", dicho lo cual volvió a caer en un sueño profundo, pero con una enorme sonrisa en los labios.
El romántico piloto de la moto accidentada. también sonrió, aunque entre lágrimas y con una de esas sonrisas capaces de iluminar un estadio de fútbol.
Por la noche, ya en su casa, el médico residente escribió en su diario: "Hoy he comprobado clínicamente que el amor lo puede todo. Una paciente ha despertado de un coma severo para tranquilizar a su novio, quien presa de un espantoso sentimiento de culpa y del más horrible miedo por lo que pudiese sucederle a ella, parecía haber comenzado a perder el juicio. Esto no se enseña en la facultad"
Y aunque a veces no lo creamos, esto es cierto, el amor es milagroso y todos tenemos derecho a conocer a la persona que nos devolverá con su sincero cariño, la vida y la ilusión. Debería recetarse por prescripción facultativa.