sábado, 28 de noviembre de 2020

¿Un chico malo?


Ya he escrito en diferentes ocasiones que este blog me sirve como campo de pruebas en el que trabajar temáticas, personajes y proyectos que luego cobrarán forma de libro de relatos o de novelas.

En la entrada de hoy os presento al inspector Iván Pinacho, protagonista de las novelas de la trilogía Temporada de crímenes, de la que ya ha visto la luz la primera entrega, Temporada de setas, está a punto de pasar a la corrección editorial el segundo volumen Temporada de sustos (Los crímenes del archivo) y en  2021 trataré de concluir Temporada de caza, la novela con la que se cerrará esta colección.

Charlando con la historiadora del arte y dibujante Eva Garcia, que junto al talento de su padre, el pintor y montañero Pepe García, ilustrarán esta segunda entrega, traté de explicarle un poco en profundidad la verdadera naturaleza de ese alter ego creado para vivir las aventuras que en la vida real, no se me permiten disfrutar.

Con todos ustedes, este atípico y buen rollista  policía torturado por su pasado, pero deseoso de hacer de la vida el libro que le hubiera gustado leer. O escribir.



 El condecorado inspector de la brigada de homicidios y desaparecidos del Cuerpo Nacional de la Policía, Iván Pinacho, destinado en la comisaria del distrito centro de la ciudad no es ni con mucho un chico malo, aunque como todos, tiene sus cositas.

 Pinacho se crio en un entorno muy particular, que de alguna manera condicionó su carácter y sus valores a lo largo de la adolescencia y de la juventud, asentándose durante la madurez, y a sus más de cuarenta años, ya son difíciles de corregir. Y sinceramente, no piensa hacerlo.

De familia tradicional, de clase media acomodada, estudió en un colegio de Jesuitas donde se relacionó con otros muchachos como él, que nacidos en una capital de provincias de manifiesta tradición conservadora y afín al alzamiento militar del año treinta y seis que dio lugar a la guerra civil española, mamaron en sus casas y en sus familias el sentimiento nacional y patriótico que se vio reforzado por los docentes y educadores de un colegio de férrea educación católica.

Hombre aficionado a la literatura, a la historia, a la buena música y al mejor yantar y beber, Iván Pinacho descubrió placeres dignos de un César en las paginas de los libros, en el fondo de una copa y en las mesas de distintos restaurantes a lo largo de toda España y de un buen número de países.

Poco a poco fue educando su criterio en cuanto a lo cultural, al tiempo que fue desarrollando un paladar exquisito y muy sibarita y con los años, alcanzó frente a una copa de buen vino  maneras de sumiller.

Ávido lector de cuanta prosa y poesía caía en sus manos, tiene especial preferencia por las tragedias del bardo inmortal, por la novela histórica y por los escritores del romanticismo más radical. 

Victor Hugo, Poe, Byron, Walter Scott o José Zorrilla entre otros muchos, definieron su carácter y lo llevaron a buscar la evolución literaria alcanzada por  Greaves, Eco, García Márquez, Vargas Llosa, Pérez Reverte y un sinfín de autores con los que alimentar su espíritu. Puede que estas lecturas  fueran las que despertaron en él cierta inquietud de aventurero y caballero literario y lo que le hizo preparar su ingreso en el Cuerpo Nacional de Policía, deseoso de defender a los más débiles, de vivir aventuras y de proteger los valores que le inculcaron desde muy pequeño.

De constitución media pero capaz de aumentar de volumen y masa muscular con facilidad, Pinacho nunca ha sido un tipo alto. Digamos que los doctores del Cuerpo al ver su disposición, su entrega y la inquebrantable fe en sus  posibilidades, hicieron un poco la vista gorda cuando fue tallado durante el reconocimiento médico de la Academia de Policía y se le permitió presentarse a las pruebas de acceso que superó sin problemas.

Siempre fue un tipo de naturaleza confiada, amable y particularmente enamoradiza, lo que le hizo blanco fácil de desaprensivos, aprovechados y mujeres con aviesas intenciones. Acumula un buen número de fracasos sentimentales, aunque en la segunda entrega de la trilogía ya ha conseguido encontrar a la mujer adecuada con la que compartir destino y planes de futuro.

Pero el tiempo, la experiencia y el buen puñado de desagradables circunstancias que le reservó el destino han ido haciendo de él un hombre diferente, que aunque mantiene mucho de lo que lo define como persona, ha aprendido a reservarse para quien debe y a no caer en cuantas trampas le tienden los hados.

Es un tipo simpático, educado, correcto y muy irónico y a veces esa ironía y cierta incontinencia oral lo llevan a las más inoportunas meteduras de pata, y a malentendidos que se esfuerza constantemente en aclarar para que sus interlocutores no se hagan una idea equivocada sobre lo que realmente opina de muchos de los aspectos de la sociedad actual, en la que pese a su inclinación por tiempos pasados, que para él fueron indiscutiblemente mejores, le toca vivir.

Rubio y con los ojos azules, como los príncipes de los cuentos clásicos, Pinacho no es precisamente el ideal actual de hombre atractivo y, aunque nunca será modelo de pasarela ni icono de la belleza, siempre tuvo su público. Dotado de una especial sensibilidad y de una natural labia que maneja con soltura, sabe suplir las carencias físicas con su encantadora y siempre afable personalidad.

Tiende a escapar del conflicto, pero se aplica aquello que aconsejó Polonio a su hijo Laertes en Hamlet, "si tienes enemigos, que te teman". Pinacho no tiene reparos en apretar el gatillo en caso de necesidad y cuando no queda otro remedio. Él nunca tendrá que pasar por el gabinete psicológico de la unidad después de utilizar su arma reglamentaria. Prefiere no tener que hacerlo y siempre busca una salida sin sangre, pero en más de una ocasión  ha tenido que elegir entre vivir con muescas en la culata del arma o una condecoración con la que adornar el uniforme de gala para su cadáver. Y siempre se decantó por sumar muescas antes que por adecentar su mortaja.

Pinacho es un hombre bueno, pero no es perfecto, ni quiere serlo. Se considera demasiado humano para ello. No obstante va aprendiendo con cada nueva aventura, con cada dolor en el alma y con cada cicatriz en el cuerpo.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Juan


 Hace mucho tiempo que sigo a Residente, el alias bajo el que se esconde el cantante y compositor portorriqueño René Pérez Joglar, quien a mi juicio es el mejor letrista del continente americano.

Hace escasos días su tema autobiográfico René ha recibido el galardón de los premios Grammy latinos a la mejor canción. Y es cierto que esta es una de esas canciones que si escuchas poniéndote en el pellejo de quien la compuso, te emocionas de verdad.

Su biografía es dura y triste, pero tiene lugar para la esperanza y destaca su amor por la familia y su amor por su patria y por sus amigos. Algo con lo que me siento muy identificado. También me identifico con él cuando habla de su necesidad de escribir y de esa necesidad de llenar vacíos por medio de la literatura.

Así que hoy he decidido, queridos lectores, hablaros de mi historia y compartir con vosotros las circunstancias que me han hecho quien soy y lo que soy.

Nací por primera vez en Valladolid un veinticuatro de julio de mil novecientos setenta y cuatro, en el seno de una familia de clase media. Mi padre, quien falleció hace ahora seis años dejándome un enorme vacío y la terrible sensación de haberme dejado muchas cosas en el tintero, fue un abogado militar, oficial superior del ejército español que tras pasarse a la reserva transitoria ejerció como abogado especializado en la rama de empresa. Pero ante todo y por encima de todo fue un intelectual amante de la cultura que me enseñó que todo está en los libros y me concedió una oportunidad tras otra por mucho que lo decepcionase y lo fallase una y otra vez. Fue un hombre bueno, honrado, correcto y sabio que destacó principalmente por su humanidad, su saber estar y su ejemplo, mostrándome el camino a seguir para evitar perderme y la importancia de cosas como el respeto o el valor de la palabra empeñada. Y siempre lo querré, aunque me duela no habérselo dicho lo suficiente en vida.

Mi madre es una mujer muy especial, entregada por completo a su familia y al cuidado de aquellos que la necesitan. En su tiempo se formó y trabajó como secretaria de empresa y después al casarse con mi padre, como secretaría de este, puesto que abandonó porque mis hermanos y yo la reclamamos a nuestro lado a jornada completa y dado que somos una familia numerosa bastante movidita, no se negó a renunciar a su vida profesional para dedicarse por completo a la vida familiar.

Mi madre además cantaba, tocaba la guitarra y pintaba con acierto, de hecho muchos de sus cuadros decoran distintas estancias de la casa junto a otras pinturas de más renombre, pero no más hermosas. 

Del amor de mis padres, que aún a fecha de hoy se mantiene intacto, nacimos cinco hijos, tres hembras y dos varones.

Yo ocupo el tercer lugar en cuanto a nacimientos, lo que es maravilloso pues para algunas cosas soy de los mayores y para otras de los pequeños. En el término medio está la virtud, dicen.

Mi hermano, el mayor de la prole, fue el primero en ganar premios literarios y en publicar libros y aunque somos muy distintos tanto físicamente (el es más alto y más delgado, pero yo tengo este pelazo) como en cuanto a personalidad (yo soy mucho más extrovertido y no concibo vivir sin reírme y sin compartir cada día con amigos y parejas), nos llevamos bien y nos queremos.

A mi hermano le sigue la mayor de las chicas, a quien siempre defino como un cincuenta por ciento de corazón, un treinta por ciento de creatividad y talento y un veinte por ciento de cabeza loca. También ha ganado premios literarios y ha publicado libros. 

Después de ella va el que suscribe, y a mi me sigue por debajo la hermana más cabal, más consciente y mas resuelta, en quien siempre he visto reflejados los valores de mi padre y su profesionalidad y acierto a la hora de afrontar un problema o de tomar decisiones. Ella también escribe, pero demandas, recursos, alegatos  y en general todo tipo de literatura jurídica. Su trabajo concienciudo y peleón le ha reportado un gran número de sentencias a su favor, algunas  de gran calado social y que han sentado jurisprudencia reportándole no solo el agradecimiento y el reconocimiento de sus clientes, sino también el de multitud de juristas que han visto en ellas la luz que alumbra las zonas de penumbra del Derecho.

En último lugar nació ese angelito de alitas de plumón blanco del que ya he hablado en este blog y cuya adorable presencia sirvió de argamasa para mantener a la familia unida. Es la niña eterna que con su inocencia y su sonrisa perenne es capaz de endulzar los momentos más duros y más difíciles por los que inevitablemente pasa una familia extensa,

Desde bien pequeño he crecido con animales en casa, generalmente perros, aunque al independizarme compartí vida y espacio también con gatos, especie con la que creo que tengo mucho en común y que me sedujo desde que entró en mi vida.

Mi vida...

Fui un niño de mi generación , de colegio de curas y aficiones normales como leer, escribir,  juegos de mesa y naipe; deportes como tenis, judo o rugby, que aprendió a montar a caballo y a asistir en una misa y que aunque nunca destaqué por unas notas brillantes, muchos docentes me consideraban especialmente culto e instruido (devoraba novelas y libros desde los cuatro años) y por eso me duele haber decepcionado tanto a mis padres que vieron mi potencial y se dolieron horrores de que lo desperdiciase al llegar a B.U.P y empezar a faltar a clase, a repetir cursos y a estropear mi expediente académico. Y es que al pasar a bachillerato sucedió algo que me cambió la vida por completo: las clases pasaron a ser mixtas y la mujer llegó a mi vida.

Siempre he sido un tipo particularmente enamoradizo y obsesionado con la pareja como vínculo perfecto al que dedicar la existencia al completo. Así de iluso soy y así de mal entendía a autores como García Márquez, Benedetti o  Neruda.

Desde los 14 años he pasado de una relación a otra sin que haya habido a lo largo de mi vida "adulta" un periodo superior a cinco meses sin estar emparejado. Obviamente he sufrido multitud de desengaños, he sentido romperse el alma y el corazón en numerosas ocasiones y he llorado lo que no está escrito. pero también he disfrutado de lo mejor de amar y sentirse amado, de la experiencia del amor carnal y de la sensación de que eres lo más importante para alguien (aunque muchas veces no fuese cierto). Muchas veces me enamoré o creí estar enamorado de quien no debía. Y no solo porque no fuesen las mujeres adecuadas para mi, sino porque yo no era el hombre adecuado para ellas. Me confundí y confundí en igual medida y ya que me desnudo (literariamente claro, no os voy a someter a semejante tortura) ante vosotros, reconoceré que también me porté mal en alguna ocasión y no respeté las reglas del juego, no supe ser fiel y no fui sincero. Pero he aprendido de ello y la vida ya se ha ocupado de lo de la justicia kármica y me ha devuelto con creces lo que di. Lo bueno y lo malo. Cono canta Drexler, "todo se transforma".

Tras renunciar a quien creí durante muchos años que era el único y verdadero amor de mi vida, me enamoré de otra mujer y pensando que hacía lo correcto, me casé con ella. Craso error. Al dolor de su traición y de su falta de respeto tuve que sumar el producido por aquel a quien consideré un amigo excepcional y que con su intrusismo y expolio, me destrozó el alma.

Pero lo que no te mata te hace más fuerte y gracias al cariño y al apoyo de mi vieja guardia, de mis verdaderos amigos y de mi familia, conseguí levantarme una vez más. Volví a enamorarme y a compartir ilusión, cama y proyectos de futuro con una adorable castañita de ojos tristes con quien me sentí en paz con Dios y con los hombres, pero se nos rompió el amor de tanto usarlo y con el corazón completamente destrozado, me quise morir. Y se me concedió. Sufrí un completamente evitable accidente de moto y pasé por unos minutos de muerte clínica y por unos cuantos días en coma, del que desperté volviendo a nacer en el año dos mil catorce confundido y hemipléjico perdido, pero con un increíble deseo de vivir. La neuróloga jefe del hospital donde estuve un mes y medio ingresado ,me dijo que no se explicaban como con la lesión cerebral resultante del accidente había despertado así de enérgico, de capaz y de recuperado. Y sinceramente, si no lo sabe ella que es neuróloga, yo tampoco lo sé. Soy católico y creo que de alguna manera se me concedió una segunda oportunidad y los santos a los que rezaron mis familiares se inclinaron a interceder por mi ante un Dios que es todo bondad y sabiduría y que sus razones tendrá para haber levantado el pulgar en este coliseo que es la vida. Pero también creo en las energías positivas y sé que hubo mucha, mucha gente, que deseó de corazón que despertase y regresase de aquella oscuridad.

Por unos motivos u otros he tenido mucha, demasiada suerte y me considero un tipo muy afortunado. Sé que esta oportunidad no ha sido gratuita y que algo tendré que hacer, pero estoy dispuesto a ello, si bien es cierto que aunque estoy bien, no he vuelto igual de aquel viaje. Con la ayuda de la fisioterapeuta y amiga que se esforzó por sacarme adelante, de multitud de médicos, psiquiatras, psicólogos y coatchs, aparento completa recuperación, pero las secuelas de aquello me limitan bastante en mis relaciones con los demás y sufro miedos y angustias que antes desconocía, pues era un auténtico animal social y ahora no soy capaz de acudir solo a lugares donde no sé qué me puedo encontrar, e incluso me cuesta mucho caminar solo por la calle. En cualquier caso rendirse no es una opción y sigo pelando a diario. Como acostumbro a escribir, sé que todo terminará llegando, incluso lo bueno. 

En los pocos años de esta nueva temporada de mi serie he sufrido con la muerte de mi padre, la de una gran amiga a la que el destino se llevó antes de tiempo y la del mejor y más adorable y sinvergüenza felino que se ha cruzado en mi camino.

A nivel cognitivo y a base de trabajo y esfuerzo, he conseguido recuperarme sorprendentemente y he vuelto a ganar premios literarios, a publicar libros y a colocarme detrás de un micrófono en un programa de radio que llegué a dirigir  y presentar, y en el que me sentía cómodo y a gusto, puesto que no me suponía un trato directo y presencial con nadie.

Me duele mucho haber perdido algo que alimentaba mi alma con deliciosos y suculentos manjares: el teatro. Antes de este dichoso accidente actué, formé y dirigí mi propia compañía de teatro llegando a recibir un premio a la ciudadanía por una de mis iniciativas teatrales y, por desgracia, ahora ya no soy capaz de enfrentarme al público a cara descubierta. pero quien sabe, la vida da muchas vueltas y he aprendido que hay que agarrarse bien en las curvas para no salir despedido y estrellarse contra el asfalto de la realidad más insoportable.

Las circunstancias me han llevado a vivir precavido y observando el devenir de las cosas desde ese burladero tras el que me pongo a salvo de los peligros que me acechan, ese burladero que es vivir en negro sobre blanco. A veces me atrevo a salir y recibo como premio nuevas oportunidades para aspirar a una vida normal y, cosas tan formidables como no cesar en mi empeño de encontrar a la mujer que lo único que quiera de mi sea a mi, y con la que compartir una relación basada en el respeto, la buena comunicación y la confianza. Estuve muy cerca de haberla encontrado al fin, pero por desgracia, volví a fracasar y durante un tiempo dejé de creer en el amor. Pero el que nace lechón, muere cochino, y renace más lechón que nunca. Así que nunca abandonaré la ilusión de que el destino termine cruzándome con la persona adecuada. Sé que está en algún lado esperándome.

René me ha hecho pensar, me ha llevado a realizar una fuerte introspección y he descubierto que ahora hacer introspección no es un autocastigo, aunque al hacerla identifique mis muchos defectos y mis muchos errores, como en el pasado cuando escribí que cuando quería hacerme daño hacia introspección. De hecho de un tiempo a esta parte me he propuesto mejorar en todos los terrenos y ofrecerme y ofrecerle al mundo la mejor versión del Juan que vive, reza, ama y evoluciona con la experiencia. Y creo que si no me desvío del camino que me he trazado, puede que un día llegue a ser el Juan que quiero llegar a ser.

Espero no haberos cansado con estas líneas, pero así, antes de juzgarme, sabréis a quien condenáis o a quien aplaudís.

Y eso es todo amigos.

jueves, 19 de noviembre de 2020

No a lugar


 Peter respira hondo y levanta la cabeza. El juez ha pedido al jurado que haga público su veredicto y uno de los doce desconocidos que ocupan la bancada reservada a quienes decidirán sobre su final o su puesta en libertad, se acerca al estrado para leer el fallo.

El eterno adolescente traga saliva y procura que no se note que le tiemblan las piernas. 

Su imponente abogado, que se pasea ante el tribunal arrastrando su sable y dándose aire con el tricornio, intenta con un alegato soberbio convencer a la sala de que Peter es tan solo un personaje  nacido de la mente del escocés Matthew Barrie y, que el estar sometido a la tortura de no crecer jamás, le convierte por definición en no responsable de sus actos, pues aunque cobró vida en mil novecientos cuatro ni siquiera se afeita y mucho menos puede ser considerado un hombre adulto. 

Ver a los miembros del jurado negar con la cabeza y cuchichear entre ellos antes de retirarse para deliberar asusta a los niños perdidos y al resto de presentes en la sala.  El mismísimo Capitán Garfio se mesa las barbas con ansiedad sabedor de que poco se puede hacer ya por su eterno enemigo para el que la acusación particular y la fiscalía de Nunca Jamás piden que sea condenado a morir mediante la administración por vía intravenosa  de un compuesto de tiopental sódico,bromuro de pancuromio y cloruro de potasio. Cuando supo que podría ser ejecutado de forma tan vil y miserable, el terrible pirata se hizo cargo de la defensa y tras prepararse el juicio con el máximo interés y con la creencia de que podría librar a Peter de morir a manos de la justicia y reservarse para si mismo el final del culpable de su miembro amputado, se dispuso a pelear como nunca, pero esta vez sin necesidad de desenvainar su acero ni de cebar sus pistolas.

El hombrecillo que sube al estrado y extiende el papel que recoge la decisión de los doce hombres sin piedad carraspea antes de hablar y adecua el volumen de la voz a lo solemne de la situación.

—Este jurado ha encontrado al señor Pan culpable de los crímenes de  los que se le acusan.

Un murmullo de estupor , de incredulidad y de rabia se extiende por los juzgados. De repente una luz brillante inunda la sala, todo se ilumina y el resplandor ciega a Peter quien confundido, no sabe que está sucediendo. Campanilla revolotea junto a él y al abrir del todo los ojos, Peter se da cuenta de que está en su cama, de que el sol entra a raudales por la ventana de la casa árbol y de que tan solo ha sido un sueño. Otro sueño.

Al fin y al cabo lleva ya más de un siglo pagando el precio por los delitos de los que su subconsciente lo acusa en cuanto baja la guardia y, aunque en su interior se absuelve una y otra vez, no consigue evitar que algo dentro de él lo vuelva a llevar ante el juez de su conciencia durante las noches en las que se acuesta tras abusar del grog que roba a la tripulación del barco de Garfio.

Tras levantarse, saludar al hada diminuta que lo mira con adoración, y apurar el vaso de agua que reposa en la mesilla de noche, cacarea con orgullo y se eleva unos centímetros del suelo suspendido en el aire por el polvo de hadas y por sus ganas de comerse la vida a bocados. Aunque Garfio hizo un buen trabajo y se esmeró en su imaginaria defensa, nada le apetece más que volar hasta su nave y desafiarlo a un duelo a muerte. Sigue siendo Peter Pan y, cuando haya vencido al fiero pirata, hará escala en la laguna de las sirenas para permitirse un poquito de placer sin compromiso y sin remordimientos. Y a la mierda con la tan soñada madurez negada por las circunstancias de una vida que nunca eligió. A la mierda con crecer. A la mierda con una existencia normal y a la mierda con lo que muchos esperan de él. Lo que verdaderamente importa, es lo que lo hace ser quien es y lo que aquel escocés del demonio escribió para darle sentido a su fantástica realidad, envidiada por aquellos que ven como su inocencia se escapa con la rapidez de una sombra que no se ha cosido precavidamente a los pies.

Todo lo demás sencillamente no ha lugar.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Al calor de las palabras, de los sabores y de la danza del fuego.


 Este relato ha nacido de mi asombro al descubrir en el jardín a esta rosa, que desafiando las inclemencias del tiempo, se empeña en florecer. Y de la idea que Henar Pérez García ha compartido conmigo en una red social donde compartí esta foto, y en la que me explicaba como cierto "molinillo de viento" galán y seductor, podría acompañar perfectamente a mi rosa en un relato. 

Espero que os guste lo escrito al recoger el guante de Henar.

La chimenea cobra fuerza a medida que devora los leños que Laertes arroja a su interior para que ardan entre las llamas nacidas de las piñas y las pequeñas ramas secas sacrificadas ritualmente como promesa de un inminente y hermoso fuego con el que calentar el interior de la cabaña en la montaña que hermana las comunidades de Asturias, Cantabria y Castilla y León.

Se acerca la noche y ella no tardará en llegar. Sale de trabajar siempre un poco más tarde de la hora que marca su contrato, porque la implicación personal y emocional con los niños discapacitados con los que trabaja suele retenerla junto a ellos más tiempo del que le obliga su convenio laboral.

Hoy Laertes ha echado el resto en los preparativos de una noche perfecta. El frio de la noche montañesa en pleno invierno no impedirá que compartan unas horas maravillosas alejados del mundanal ruido.

Cuando su amigo Jonás le ofreció la cabaña para pasar el fin de semana con su chica, Laertes aceptó agradecido y le pidió que pudiese ir por delante para preparar todo y esperarla con la temperatura adecuada y la mesa preparada, pues aunque ella es una mujer muy solícita, muy valida y completamente independiente, de alguna manera él quiere que desde que se baje del coche y traspase la puerta simplemente disfrute, se relaje y se olvide de los problemas y los agobios cotidianos en una ciudad sitiada por la pandemia que asola a la humanidad, cebándose en aquellos con patologías severas  previas que viven angustiados por el temor al contagio de un virus que les supondría con seguridad una sentencia de muerte.

En la montaña Laertes sabe que estarán a salvo y sabe que ella estará mejor que bien, pues las raíces de la rubia y menuda doctora provienen de un valle cercano y entre bosques, riachuelos, escarpadas cimas  y poderosas rocas cubiertas de musgo se siente libre y feliz.

Aficionado a la cocina, Laertes ha abandonado la novela en la que trabaja con ilusión y ahínco y a la que concede un reponedor paréntesis hasta el próximo lunes para dedicarse plenamente a diseñar la cena perfecta con la que agasajar a su amada.

Tras encender la chimenea, adecentar un poco el refugio y llevar hasta la pequeña cocina las bolsas con los ingredientes adquiridos unas horas antes en el pueblo más cercano, comienza a preparar el menú.

De primero prepara un entrante caliente a base de crema de remolacha y tras asegurarse del adecuado punto de sal y de la presentación perfecta en unos cuencos de cerámica de Sargadelos encontrados en la cocina, se centra en el pollo estofado con ciruelas pasas y piñones que será el plato fuerte de la cena.

Como postre prepara una crema de fresas con gelatina de nata y fresa y unos clásicos buñuelos de viento con nata montada.

El tiempo pasa muy despacio entre fogones y cazuelas y antes de encender el pitillo que separará la labor de cocina de la de metre de sala, echa un ojo al reloj para darse cuenta de que en menos de una hora escuchará el motor del coche de su chica.

Prepara la mesa con esmero y no olvida poner a enfriar la botella de Yllera cinco punto cinco rosado, el delicioso frizzante  con el que maridará la comida. 

Al echar un vistazo con el que valora el aspecto de la mesa y del entorno, observa que aunque ha sido un acierto colocar la mesa a pocos metros de la chimenea, no ha preparado un detalle floral con el que decorar  adecuadamente lo dispuesto junto al fuego. 

Apenas cuenta con unos minutos para buscar desesperadamente con qué preparar el centro de mesa. La suerte o los hados o el destino o llamémoslo X acompañan al enamorado y detallista escritor. A pocos metros de la cabaña crece un rosal de la montaña en el que una única rosa roja se atreve a desafiar el frio de la temporada y comienza a florecer con fuerza. Quedará preciosa junto a la sonrisa de su chica y tras hacerse con un recipiente adecuado en el que vierte el agua necesaria para conservar la lozanía de la hermosa flor, se hace con algo de verde, unas flores silvestres y un perfecto y enorme molinillo de viento con el que completar el centro.

Al acomodar esta última adquisición junto a la rosa, Laertes no es capaz de percibir como ambas flores se saludan y como el elegante molinillo comienza a cortejar a la bella rosa.
Menos de un cuarto de hora después  de haber terminado con la decoración y de haberse cerciorado de que la cena está lista y será perfecta, el coche de su chica sube el sendero hasta la cabaña y aparca junto al pequeño Renault Clio azul con el que Laertes se enfrenta con éxito a cuanto desplazamiento necesita realizar en su día a día. 
El vallisoletano autor de bigote bicolor sirve el espumoso y fresco rosado, y como es su costumbre desde hace ya más de seis años levanta su copa brindando por la vida. Tras brindar y beber, la linda montañesa se acerca hasta él y lo besa con dulzura. Melody Gardot canta junto a Sting un tema que amplifica el altavoz bluetooth que Laertes ha vinculado a su teléfono móvil y colocado sobre la chimenea y los felices comensales comienzan a bailar muy despacio sin percatarse de que otra pareja los acompaña en la silenciosa danza. El molinillo de viento lleva con maestría a la joven rosa quien nerviosa por el desconocido sentimiento que le atenaza el pecho, no puede evitar que una de sus espinas atraviese el delgado tallo de su pareja de baile y que la sabia derramada por el herido bailarín salpique una de sus hojas.
A veces la vida nos lastima sin querer y del momento más delicioso se puede pasar al más triste en menos de lo que una pavesa se eleva hacía las alturas.
La romántica pareja de humanos que han querido escapar durante un par de días de la realidad más angustiosa, disfrutan del vino, de la cena, del silencio con el que se regalan mil palabras de amor mirándose a los ojos, y de una noche de pasión en la que convierten en caricias y gemidos de placer lo que sienten el uno por el otro.
Y más allá de la colchoneta hinchable cubierta por unas sábanas de franela y un edredón nórdico, el mundo, el planeta, los virus y la muerte no tienen sentido al calor de la chimenea que ilumina la estancia proyectando misteriosas sombras sobre las paredes de madera.




viernes, 13 de noviembre de 2020

Futuro


 A veces y sin darte cuenta te encuentras con la persona adecuada y descubres en sus ojos que el futuro lleva su nombre y sabe como sus labios. Entonces te descubres escribiendo los pasajes más tiernos en una novela que nada tiene que ver con el romanticismo y los finales más felices para relatos cuyos giros de guion sorprenden al autor antes que a nadie y, te das cuenta de que algo ha pasado, algo está pasando y algo va a pasar.

La vida es una enorme piñata de la que caen caramelos, regalos, confetis y escorpiones en igual cantidad, pero cuando aprendes a sortear las picaduras de los peligrosos artrópodos, llegas a disfrutar de los regalos más originales y  a saborear los dulces más deliciosos. Con la edad y la experiencia te vas haciendo inmune al veneno de los aguijones que buscan alcanzarte durante la caída, pero todos sabemos que un día al acertar el golpe con los ojos vendados, del interior del recipiente sorpresa caerá ese escorpión para cuya picadura no hay antídoto ni inmunidad que valga, y se terminará la fiesta.

Lo sorprendente de todo esto es que uno se empeña inútilmente en encontrar a la persona que te hará verdaderamente feliz y después de llevarte una desilusión tras otra, un desengaño tras otro y otra herida en el alma que se acomoda entre las anteriores; el día que dejas de buscarla, ella se presenta en el baile y de entre todos los hombres presentes que llevan el ritmo con el pie y asumen que la noche terminará en la barra rodeado de vasos vacíos y recordando las mejores piezas que bailó en el pasado, eres el afortunado al que se acerca y con una sonrisa invita a bailar. Y pierdes el miedo. Y bailas. Y al dejarte llevar por la cadencia de sus caderas, esas a las que te agarras con tanta dulzura como firmeza por si de repente la pisas y sale corriendo, descubres que no quieres que termine nunca el baile y que no concibes el futuro sin llevar el ritmo junto a ella.

Con el pasar de los años he aprendido a escribir sentimientos encriptados, sensaciones camufladas, deseos mimetizados y personalidades ficticias para no dejar al descubierto las identidades de quienes se instalaron en  el interior de mi pecho, aunque algunas salieran de él como aquel octavo pasajero que destrozaba la caja torácica del iluso que lo había acomodado en su interior, sin saber la clase de monstruo que se alimentaba y respiraba a través de él, creciendo a su costa hasta dejar ver su terrorífica y destructiva realidad. Incluso de esos monstruos no he permitido que ningún lector (excepto aquellos que conocen la historia de mi vida y mis circunstancias de primera mano) pudiese siquiera intuir el nombre o a quien me refería.

Puede que haya podido ser menos discreto al escribir sobre las mujeres que me enseñaron lo que es el amor en todas sus variedades y en su máxima expresión, pero aún así y todo la vida me ha enseñado que más allá de la ilusión del enamoramiento, lo íntimo no debe exhibirse, que la información es poder y, que en las manos equivocadas, puede ser un arma de destrucción masiva.

Por eso de un tiempo a esta parte cuido tanto de mi pareja de baile, de aquella que se acercó hasta mi cuando ya estaba a punto de salir de la pista haciendo el paso lunar y así llegar disimuladamente hasta la barra más cercana donde tragar un recuero tras otro a base de whisky, hielo y unas gotas de amargura. Esa mujer que para mi sorpresa lo único que quiere de mi es a mi y, que me regala a diario besos de verdad y caricias de sinceridad absoluta .

Es curioso, pero ahora sé que solo seré plenamente feliz si ella lo es y eso me lleva a extremar las precauciones porque cuando expones una joya en el puesto de un bazar callejero, corres el riesgo de que alguien la robe, la ensucie o simplemente te discuta su valor. Esta joya es de un valor incalculable y cada mañana me despierto agradeciendo a los hados la suerte y las circunstancias que me han hecho el más rico de los hombres.

Y eso...que tenía que escribirlo y anudarlo a mi existencia en negro sobre blanco.




domingo, 8 de noviembre de 2020

Reencuentros


 Hola a todos. Me llamo Ari y aquí podéis verme en el momento previo a uno de mis ratitos favoritos, esos en los que Jorge me leía cuentos y relatos mientras me rascaba el lomo sentado junto a mi.

En esta ocasión Jorge había elegido los relatos de un libro que se publicó con el único fin de echar una mano a la asociación Entre huellas y bigotes, pues absolutamente todo el dinero que genere la venta de ejemplares irá destinado a ayudar a los peluditos que esta gente atiende sin más colaboración que la de socios y amigos. Así que genial, porque además de estar de acuerdo con el autor en que la humana no es la especie superior, me lo pasé muy bien escuchando las historias y sabiendo que al comprar este libro, Jorge ha contribuido no solo a mi entretenimiento, sino también a la supervivencia de compañeros de cuatro patitas. Y a la dedicación y el esfuerzo de Esther, una buena amiga de la familia, que se desvive por conseguir que perros y gatos tengamos el trato que merecemos, devolviendo a muchos de mis amigos la fe en la especie humana.

Como dice el autor de este libro, el ser humano es tan arrogante que se atribuyó la condición de especie superior ignorando que la humana es la única especie que destruye su propio ecosistema y que se cree superior por saberse matar mucho y desde muy lejos. Nosotros a lo primero lo llamamos estupidez y a lo segundo lo llamamos cobardía.

Soy la perrita resultante de la apasionante y tórrida historia de amor acaecida entre un seductor Foxterrier y una hermosísima Teckel hace más de catorce años. 

Y digo soy, no era. A ojos de la humanidad he fallecido, pero los humanos aún no son capaces de entender que lo que ellos denominan como "vida", no es otra cosa que la escuela preparatoria para que cuando nos licenciemos en ella, pasemos al lugar diseñado por los hados para que nos reencontremos con aquellos que forjaron nuestros destinos.

En mi caso, además de volver a ver a mis papis, que se siguen queriendo tanto como antes, me he reencontrado con Rafael, aquel humano que decidió que compartiríamos espacio y tiempo en su hogar, aunque por desgracia el tiempo fue bastante limitado, pues él ya estaba a punto de graduarse y al poco de llegar yo, lo hizo con honores. Pero me dejó en muy buenas manos y su hijo Jorge se hizo cargo de mi cuidado.

Es majete el Jorge este. Enseguida me di cuenta de que era el perfecto humano de compañía y primero repartió su cariño entre mi hermanastro Pol y yo y, cuando Pol obtuvo su diploma tras dieciocho años de escuela, Jorge trajo a Sasha, la compi con la que poso en esta foto

La verdad es que hemos sido una familia muy feliz y mentiría si dijera que no me ha dado un poquito de pena terminar mis estudios, pero ahora con Rafael vuelvo a estar bien y a sentirme querida. Y sé que dentro de un tiempo, Sasha y Jorge conseguirán adquirir los conocimientos suficientes y las horas de prácticas necesarias para que los creadores de todo les entreguen sus títulos y los permitan reunirse con aquellos que disfrutamos de su compañía en la escuela elemental. Mientras tanto yo estaré pendiente desde aquí arriba y cuidaré de que sean lo más felices que puedan llegar a ser. 
Me duele ver a Jorge triste, pero gracias a Ester he encontrado la forma de hacerle llegar mi cariño y mis mejores deseos y de decirle que no se preocupe por mi, que aquí estoy genial, que me lo paso pipa con Rafael (su padre), y con Pol y los míos, y que como estupendamente (Jorge sabe cuan importante es para mi lo de tener la tripita llena). Por medio de Ester me he puesto en contacto con Juan, el humano que escribe cosas sobre nosotros y lo he chantajeado permitiéndole soñar y conservar el recuerdo de los sueños que tenga con Gatete, Kora y Bola, sus queridos amigos de cuatro patas que ya terminaron el cole, y con Jose Andrés, el padre de Juan, que ahora forma parte de la asesoría jurídica de este paraíso.
Así que nada. Jorge, levanta el ánimo pues no ha sido un adiós, ha sido tan solo un hasta luego y te aseguro que volveremos a estar juntos, volveré a ser tu sombra y no me separaré de ti. Se bueno y compórtate lo mejor que puedas con animales y humanos, que la nota de corte para entrar en este centro del saber universal es bastante alta y no todos los que se gradúan en la elemental pueden pasar a esta segunda fase. Hay muchos que se van a una guardería muy calentita (bastante al sur de donde me encuentro ahora) donde los puericultiores tienen cuernos y muy mala leche. Pero mira...sinceramente si los envían allí será por algo, así que tú haz el favor de seguir siendo un buen humano.
Ha sido un placer poder comunicarme.
Cuidaos mucho y no sufráis, que la elemental no es tan horrible y si luego os pasan aquí lo vais a flipar y seremos todos muy felices.
Date por besado y por lameteado. Aunque no puedas verme, estoy moviendo mucho el rabo. Yo sí te veo a ti y quiero verte feliz. Disfruta de nuestros recuerdos hasta que construyamos unos nuevos.
Sasha me ha prometido que cuidará de ti y que si hace falta te pasará los apuntes. Dale un beso de mi parte.