martes, 26 de abril de 2022

Con los ojos cerrados


 Pues no. Vivir no es fácil ni con los ojos cerrados y es mucho mejor que alguien se atreva a prevenirte de lo difícil que será todo, y trate de avisarte de que toda decisión conlleva una consecuencia, de que cada acción lleva aparejada una reacción y de que construirás el futuro a base de decisiones y es mejor que frenes, que te detengas a pensar, que sopeses bien el resultado de tus actos y que abras bien los ojos.

Como canta Rayden en este hermosísimo tema que encabeza el texto, los cerramos cuando besamos, lloramos y soñamos, y le pone música a esa gran verdad de  que si hablamos de mirar los ojos son de quien te los hace brillar. Quizás es por eso que yo no cierro los ojos cuando beso, ni cuando lloro. La estupidez y la arrogancia me los cerraron para siempre durante unos minutos hasta que la perseverancia de un médico agarrado a su desfibrilador consiguió que tuviera la oportunidad de volver a abrirlos una semana después de que sus compañeros alimentaran mis pulmones mediante tubos y mantuvieran los latidos de este corazón reventado y lleno de parches conectado a una máquina que nadie quiso ni se atrevió a apagar. Y no dejo de agradecerlo.

Para mi los ojos han sido siempre la antesala de la verdad y el lugar donde deleitarme con lo que habría de llegar. He encontrado muchos ojos traidores y embusteros y muchos ojos llenos de ganas y de vida. El destino quiso que descubriera unos increíbles ojos del color del sol que me devolvieron la fe y la esperanza, pero que tras haber iluminado mi camino se ciñeron a las circunstancias de la tormenta más dura y decidieron mirar hacia otro lado, y de nuevo mi horizonte se lleno de grandes nubarrones. Y cuando pensé que volvería a perderme en medio de la más triste tormenta, de repente me rescató una muy sonriente mirada y me cubrió con su manto y secó mis cabellos. Y de nuevo la vida pareció un lugar amable y cálido.

He recuperado la ilusión y la fuerza, he vuelto a creer en mi y he decidido que el pago de mi deuda con los hados lo realizaré previniendo a los más jóvenes de las tretas del Fatum, de las zancadillas del porvenir y de los socavones en ese peligroso asfalto por el que circulamos todos con mayor o menor fortuna y acierto en la conducción. Y una vez más encuentro en los ojos y en las miradas el sentido de todo. Cuando un estudiante me escucha clavando en mi sus ojos para no perder detalle, cuando una alumna de las que se sientan en las últimas filas empatiza con mi dolor a través de sus pupilas, parece que por fin he encontrado aquello que buscaba y que se me ha aceptado la forma de pago. Y podré saldar mi deuda porque siempre pago mis deudas y siempre cumplo mis promesas.

Y soy yo el que previene, el que avisa y el que suplica que por favor vivan con los ojos bien abiertos y traten de sostener la mirada al futuro, que el pestañeo no les aparte del camino elegido y de que besen, amen, lloren, sueñen y vivan con los ojos bien abiertos.

viernes, 15 de abril de 2022

In dubio pro reo


 —¡En pie!–ordena el alguacil en la sala anunciando la entrada del  celestial magistrado y pidiendo que los asistentes a la vista muestren el debido respeto a la autoridad legal –Preside la sesión su señoría Fatum Iustus, juez del tribunal supremo del destino, cuyo veredicto será inapelable.

El reo traga saliva y nota como una gruesa gota de sudor frío resbala por su mejilla hasta detenerse en el peculiar bigote bicolor. Cuando el togado personaje ocupa su lugar presidiendo la sala, él hace lo propio sentándose en la bancada reservada a los acusados y cruza una mirada con la atractiva mujer que desde la primera fila le guiña un ojo de complicidad y le dedica una de sus hermosas sonrisas.

—En esta causa se juzgara la demanda interpuesta por el mundo contra el acusado, Don Laertes Fenix, de oficio escritor , de pasado convulso y de futuro incierto, quien ha renunciado a ser asistido por un abogado y se ocupara él mismo de su propia defensa. Se le acusa de haber errado en distintas ocasiones poniendo en peligro su propia integridad emocional y física y de haber reincidido en el contrabando desmedido de emociones sin adulterar en redes sociales y blogs, sin atender a la seguridad de otros usuarios y consumidores, con el consiguiente perjuicio que pudiera ocasionar a quienes adquirieran su producto. El acusado puede comenzar con su defensa. Tiene la palabra.

—Con la venía, señoría. En primer lugar quiero explicar ante este tribunal que he renunciado a la asistencia de un letrado del turno de oficio, pues el que fue mi mejor abogado y aquel de quien aprendí cuanto sé, ha prometido asesorarme desde el lugar que ocupa a la derecha del padre, por lo que en ocasiones y con la venía del tribunal él será quien hable por mi boca.

—Proceda pues –concede el juez Iustus.

—Se me enseñó a amar, se me educó en el respeto y en la igualdad entre todas las criaturas de Dios, venenosas víboras, traicioneros escorpiones y adorables felinos incluidas, y jamás pretendí con mis palabras ni con mis escritos despreciar a ningún espécimen de cuantas especies abundan en la creación, fuera del género que fuera.

También se me alentó a poner por escrito cuanto necesitase compartir mi alma y se me instruyó en el noble arte literario, ayudándome a  hacer de esta necesidad vital un medio de vida, un diario de mi existencia y la indispensable catarsis mediante la cual sobrevivir al corazón defectuoso debido a su alta sensibilidad y a las secuelas de cuantas heridas se me infringieron en el alma, que late cada día acompasando su ritmo con cada beso y con cada caricia que el destino ha tenido a bien concederme, y que desde hace poco tiempo a esta parte, son de la mayor calidad a la que un simple mortal como yo podría aspirar. No se me previno de la terrible maldad a la que habría de enfrentarme, ni de la envidia y el rencor  que quienes han interpuesto la demanda albergaban en sus almas, y es por ello, por lo que he sido preso y expuesto al escarnio público–. El reo hace una pequeña pausa y vuelve a girarse para mirar a los ojos de la mujer amada y buscar en su sonrisa la fuerza necesaria para terminar su exposición. —Me declaro inocente de los cargos de los que se me acusa y en todo caso solo podría declararme culpable de haber confundido en exceso mis sentimientos, y de haber creído amar cuando en realidad aún no conocía el significado de  ese verbo. De haber puesto estos sentimientos por escrito y de haberlos compartido públicamente a través de distintas publicaciones físicas y virtuales, de haber podido crear adictos a la droga más potente que es aquella cuya ingesta actúa sobre el alma, y de haber sentido en cada palabra, de haberme vaciado en negro sobre blanco y edulcorado en exceso mis metáforas, con el consiguiente perjuicio para los posibles consumidores diabéticos. Pero –finaliza con rotundidad–no voy a renunciar a aquello que me hace sentir realmente vivo, ni a aquella a la que durante mis dos últimas vidas estuve buscando y por fin encontré. Sea pues lo que el tribunal sentencie, y si he de ser ajusticiado en la via pública para servir de escarmiento a otros corazones sensibles, ruego a este tribunal que no se me venden los ojos durante el tormento y que se me permita clavar en las suyas mis pupilas azules y decirla con la mirada que la querré siempre, pase lo que pase y le pese a quien le pese.

—En virtud de que la acusación no ha presentado ninguna evidencia o prueba con la que sostener su demanda ante este juzgado de instrucción, la causa queda vista para sentencia. El acusado será devuelto a los calabozos de la amargura hasta que falle al respecto en un plazo no superior a tres suspiros–expresa el juez con voz serena y potente mientras golpea la mesa con su maza de ilusiones rotas–. Alguacil, el público puede abandonar la sala.

Dos custodios armados con flamígeras hojas acompañan al acusado a la puerta que comunica directamente con el pasillo que lleva hasta los citados calabozos, y este, antes de abandonar la sala vuelve a mirar a su amada, quien forzando una sonrisa pues sabe que alimentan el coraje del hombre que supo conquistar su inmenso corazón, lo besa en la distancia y le desea la mayor de las fortunas.

Sin perder un ápice de dignidad y con el corazón sanado y desbordante del amor que se le había vetado en el pasado, Laertes sonríe también y sus labios pronuncian un silencioso y comedido te quiero que solo ella puede apreciar. 

CONTINUARÁ


lunes, 11 de abril de 2022

Puro


 Mientras te desangras de ilusiones y maldices al destino juguetón,

la vida se divierte diseñando la jugada perfecta, 

 te reserva la mayor de las sorpresas, la sonrisa más bonita, la caricia más correcta,

consiguiendo que despojes de lamentos tu  dañado corazón.

Confundiste la estrategia y  el designio de los hados,

suplicando que te traten con clemencia y te construyan un futuro,

cuando estabas condenado a morir enamorado,

y a que iniciaras el viaje con un sentimiento puro.

Regresaste cuando nadie te esperaba, confundido y asustado,

pues la pálida señora se apiadó de los lamentos,

de aquellos que pese a todo te entendieron personaje de tus más  funestos cuentos,

y decidieron entonces que serias indultado.

Ella te ha redimido de todo, te ha curado de ti mismo,

ha llegado con sus besos de esperanza y sus labios sanadores,

para limpiar la maldad de aquellos días traidores,

y te ha tendido una mano desde el borde del abismo.

Cómo no vas a quererla si es lo que siempre has soñado,

cómo no abrirle las puertas de tu alma, tu ilusión,

adorando su presencia en este nuevo corazón,

donde nada es como antes y el círculo se ha cerrado.

Por fin te sientes seguro y no temes al mañana,

ahora puedes con el viento con la lluvia con el fuego,

y te has descubierto fuerte desde dentro de esta llama,

que en su boca crea el beso incandescente y verdadero.

sábado, 9 de abril de 2022

Recompensa del destino


 Kurdo, el rubio felino de bigote bicolor supo que era ella. No le cupo la menor duda, y esa verdad que lo cegó al instante fue tan poderosa que a un tiempo lo aterró y lo convirtió a la vez en el gato más feliz del mundo.

"De algo hay que morir", pensó echando cuentas al enamorarse por séptima vez. "Sin duda esta es la buena, la definitiva".

Esta última existencia que ahora ponía en juego se le antojó que sería la más feliz de todas, la más intensa, la más plena, la más real y la más satisfactoria, y se armó de valor para vivirla y disfrutarla como merecía.

Ricci era una preciosa gatita de ojos pícaros y sonrisa prodigiosa, de extremada sensibilidad y de alma plena, como él. Detrás de su hermosa apariencia física (pues Kurdo jamás había conocido una gata más bonita) se encontraba un corazón que albergaba toneladas de amor por compartir y  mil y una deliciosas sorpresas. Y Kurdo quería conocerla todas.

Ricci tenía el corazón herido. El último galán de las azoteas que había conocido y que había conseguido conquistarla con sus maullidos embusteros y nocturnos, no supo estar a la altura de una hembra como ella, y sabedor de que nunca sería capaz de dar lo que una gatita así necesitaba, se marchó buscando la felicidad en otro tejado y con otra minina y abandonándola junto a Baro, el cachorro de Ricci, que durante un tiempo creyó que aquel felino de afiladas uñas lo enseñaría a cazar, a desenvolverse en la vida y a protegerse de los ataques de las más despiadadas criaturas de la noche.

Kurdo se encontró con Ricci lamiéndose las heridas y disputándole a la vida un día más, y unas briznas de felicidad para compartir con Baro. 

El rubio felino de bigote bicolor reparó en la luz que desprendía la presencia de aquella ideal gatita y por un momento todo dejó de dolerle, pues él también agonizaba al desangrarse en emociones y al arrastrar la herida más grande que jamás le había causado un fracaso. Consiguió acercarse a ella, presentarse sin atemorizarla al mostrarle su mirada más franca y sus maullidos más sinceros y acertados. y prometiéndole regresar cuanto antes, no tardo en cazar lo necesario para compartir con la irresistible belleza felina y su cachorro una cena que pensó tan solo alimentaría su cuerpo, pero que por arte de la magia del destino comenzó a alimentarle también el espíritu.

—Mastica despacio–le aconsejó Ricci a su cachorro– en ocasiones la vida te sienta a una mesa llena de exquisiteces, pero has de contener tu instinto y no pretender saciarte de inmediato, sino aprender a saborear con tiempo y prudencia cada bocado.

Kurdo se maravilló del acierto del consejo pronunciado por aquella madre que evidenciaba con cada palabra y con cada gesto que su cachorro podría estar tranquilo mientras ella estuviera a su lado. Y supo que se había enamorado completamente de ella cuando observó como con la patita le acercó a Baro el último bocado para que se alimentase bien y recobrase fuerzas. 

Entonces Kurdo vio la luz y su pechó se colmó de cariño, de paz y de un firme y decidido deseo de morir o matar por ella y su cachorro si llegara el caso.

Cuando hubieron ultimado los restos de aquella primera cena compartida, Ricci lo invitó con la mirada a seguirlos a su refugio al otro lado del rio que cruzaba la ciudad, y Kurdo decidió también que la seguiría al fin del mundo. Y es que realmente el mundo que había conocido hasta que se encontró con ella en la noche, había dejado de existir y había dado paso a un impresionante universo de amor concentrado en la sonrisa más bella que había visto jamás. 

"Sea", pensó Kurdo. "Puede que el destino vuelva a golpearme y esta vez termine con mi historia definitivamente, pero al menos moriré sabiendo que he vencido, pues la recompensa más hermosa a una vida de sufrimiento me sonríe ronroneando y esta noche dormirá junto a mi".


jueves, 7 de abril de 2022

Emociones


 No pienso disculparme nunca más por sentir como siento y por compartir mis emociones en negro sobre blanco. Esto es lo que soy, esto es lo que hay. No tengo porqué justificar que en ocasiones se me hinche el corazón y solo quiera escribir y decir cosas hermosas, porque mojo la pluma en el tintero de la belleza más absoluta.

Ya he demostrado que también puedo cambiar el recipiente en mi escritorio y escribir con ese oscuro pigmento extraído de los momentos más dolorosos, y crear textos de extrema crueldad en los que literariamente descuartizo y consigo que sufran hasta la saciedad aquellos y aquellas (sí, voy a ser paritario porque en mis vidas el dolor y la crueldad que he padecido en muchas ocasiones también se presentaron con nombre de mujer y disfrazados de falsas caricias y besos impostores) por lo que aquellos que quieran tacharme de ñoño o de pastelososo, sinceramente se pueden ir a tomar por el culo cogiditos de la mano. Soy escritor y aunque alimente muchas de mis obras de fragmentos de realidad disimulados, también he sido y soy capaz de nutrirlas con fantasía y con imaginación, y combinarlos en la coctelera para crear relatos, poemas o novelas que si se sirven con hielo, una rodaja de limón y unos arándanos pueden resultar hasta agradables al trago y a la lectura. Aunque sé que si abuso de algún ingrediente también pueden resultar cocteles excesivamente indigestos.

Un día, cuando menos te los esperas y cuando más lo necesitas, el destino te cruza en el momento adecuado con la persona acertada y de repente la vida  deja de doler y te sonríe con una sonrisa increíble y unos labios deliciosos, y la rueda vuelve a girar porque han desaparecido los palos que te había colocado a mala leche el porvenir. Y en ese momento sientes la necesidad de gritar a pleno pulmón que eres suficiente, que te sientes capaz y válido, que por muy jodido que pueda ponerse todo siempre encontrarás la salida agarrado a la mano que te tiende la felicidad, y que pase lo que pase y le pese a quien le pese, no te rendirás y desde la ilusión y la esperanza te reconstruirás y seguirás adelante. Y si has nacido con esa enfermedad que es al mismo tiempo maldición y bendición y que hace de la catarsis literaria el necesario tratamiento ambulatorio, lo pondrás por escrito. Y ya puestos a ser borde, al que no le guste leer algo así que no lo lea, que no emponzoñe el momento con su desprecio y que se abstenga de desearme más desgracias porque ya vinieron demasiadas y a todas conseguí saltarlas o dejarlas atrás.

Ha sonado la campana y comienza un nuevo asalto, Me he ajustado los guantes, me he colocado el protector y he abandonado el rincón deseando hacerme con el título, por muchas hostias que tenga que encajar y mucha sangre que pueda derramar por el camino, porque el destino pega duro, te abre la ceja, te rompe los dientes y te machaca las costillas, pero a veces consigues levantarte antes de que el árbitro termine de contar y vuelves a lanzar tu mejor directo y tus ganchos más demoledores buscando recuperar terreno y poner contra las cuerdas al contrincante. Quizás me haga con el cinturón en mi categoría y llegue a saborear la victoria, o quizás no, pero si he de volver a morirme lo haré peleando, sonriendo y besando unos labios que saben a mañana.

Y eso es todo, amigos (y amigas, claro).


miércoles, 6 de abril de 2022

Es más que necesario


 A veces hay que detenerse a escuchar y a pensar con todos los sentidos, con los seis. A veces el destino se empeña en ponerte las cosas claras y señala con luminosos neones ciertas personas, ciertos momentos, ciertas circunstancias y ciertas verdades.

Durante las charlas que estoy compartiendo con estudiantes de toda mi comunidad autónoma, les hablo desde mi verdad, desde mi experiencia vital, desde la más absoluta sinceridad y entre otras cosas, no me importa reconocerles que he sido el tipo más estúpido de mi provincia y que seguramente sea el fulano más enamoradizo del universo conocido. Y probablemente también del universo por conocer. Todo es posible.

Escuchando a Macaco siempre disfruto con los minutos musicales y con los minutos emocionales resultantes de la escucha de sus canciones y de lo que estas me aportan, que es mucho.

En una primera lectura de este tema no pude evitar asociarlo a mi realidad pasada, en concreto a esas ocasiones en las que me dijeron que me querían mientras me destrozaban la vida, me machacaban la autoestima y me convertían en una sombra descosida de mis zapatos que se quedaba en tierra mientras yo intentaba volar. Y es que puede que no fuera mentira, puede que me quisieran, pero desde luego no me quisieron bien.  A esa primera lectura le siguió otra en la que asociaba la letra de la canción con la realidad de personas muy queridas para mi, a las que desde luego no han sabido querer y han querido muy mal; y desde el cariño más sincero, y mi a veces torpe y poco afortunada empatía, he tratado de aportar cuanto he podido, consiguiendo en ocasiones el efecto contrario al deseado al pensar que mi cariño desmedido y esa jodida sensibilidad extrema que acompaña a cuanto digo o cuanto escribo, podría ser el tratamiento perfecto para las dolencias del alma, pero levantando sin desearlo un muro de seguridad entre corazones que deberían caminar de la mano.

En mi última interpretación de este tema, he llegado a la conclusión de que me debo el quererme bien y que si yo no soy capaz de quererme como necesito, seguramente nadie sepa o quiera hacerlo.

Tengo que dejar de buscar el ser suficiente para otras personas y trabajar en serlo para mi mismo. Y eso no es egoísmo. En absoluto. Es supervivencia. El verdadero amor hacía uno mismo se desnuda de pretensiones cuando se enfoca desde la necesidad de convertir el miedo en valentía, la ignorancia en acierto y la autocompasión en el empuje necesario para salir del pozo. Cuando identificamos nuestras carencias, nuestros errores y también nuestras habilidades, nuestras cualidades y nuestras necesidades.

Por eso os invito hoy a pasar un rato con vosotros mismos, a conoceros mejor y a ponerle nombre a aquello por lo que creáis que estar vivo merece la pena. Y hay muchas cosas que hacen que la vida sea algo realmente increíble. En mi caso pensaba que esas cosas siempre tenían nombre de mujer, pero puede que alguna se llame Juan, y voy a colocarla en el lugar que merece, voy a tratar de pulirla y abrillantarla para que cuando la persona adecuada la identifique y sepa que era exactamente lo que estaba buscando, se lleve el mejor artículo de la exposición.

No permitáis que os quieran mal, no consintáis su amor de saldo, corrupto, interesado y en muchas ocasiones envenenado al haber sobrepasado la fecha de caducidad. El verdadero amor no caduca, no envejece y no se corrompe. El verdadero amor puede mover el mundo, vuestro mundo, nuestras vidas.

Esto de ser una persona altamente sensible a veces suena a chiste, pero realmente es la más incómoda denominación de origen y en ocasiones es algo francamente difícil de sobrellevar. Hay quien desprecia la sensibilidad ajena, quien se ríe de ella y la convierte en un defecto o en un signo de debilidad, pero que nadie se confunda, ser sensible no es ser débil. Probablemente cuando me enfrente al miserable o al inmisericorde y traspase su pecho con el puñal de mi justa defensa, simplemente me dolerá el no haber podido encontrar una solución más dulce. Y en ese dolor, mientras clavo la hoja hasta la empuñadura mi corazón también sufra. Pero luego limpiaré la daga en la piel del enemigo derrotado y volveré a mis escritos, a mis ilusiones y a mis sueños.

Vivir es mucho más que sufrir y aunque la vida pase y pese, también te colma de alegrías. 

domingo, 3 de abril de 2022

El ¿crimen?


 Mientras camina hacia Jerusalén atendiendo las indicaciones de los sorprendidos pastores a los que preguntó el rumbo a seguir para alcanzar el lugar donde debía haber llegado junto al resto de su legión, de no haber naufragado la embarcación en la que cruzaba el Mediterráneo junto a otros confiados compañeros, Lucio Galvano se pregunta qué es lo que ofendió tanto a Neptuno para que este decidiera hundir su nave. El afortunado legionario curtido en docenas de  combates en las campañas de Britania, Hispania y La Galia sabe bien que los dioses son caprichosos y que las cosas nunca pasan porque sí, pasan porque así lo deciden quienes en su majestad  juegan con los hombres y los manejan a su antojo.

Al alcanzar la cima de una pequeña colina ve una diminuta población que se asienta a los pies del promontorio, junto a las aguas de un pequeño riachuelo. En el poco más de una jornada que lleva caminando por Judea, Lucio ha podido valorar la importancia del agua para los habitantes de estas tierras. Desciende hasta las primeras casas buscando quien pueda orientarlo en su camino o a quien entienda su lengua y pueda ayudarlo a conseguir una montura con la que finalizar el trayecto hasta el destacamento romano más cercano. Cuando está a punto de entrar en la aldea, se encuentra con algo que le sobrecoge y lo lleva a actuar sin perder tiempo. Un hombre uniformado y armado de escudo y lanza atraviesa con una curva daga el pecho del bebé que sostiene frente a él sujeto por el cuello. En el suelo, a los pies del despiadado soldado yacen los cadáveres de otros dos infantes de corta edad y el de una mujer, seguramente la madre de alguna de las víctimas o del lactante que acaba de atravesar con su daga. Otro niño de apenas un año de edad aguarda llorando en tierra que le llegue su turno.  Desenvainando su gladio Lucio salta sobre el sorprendido asesino y le rebana el cuello de un único y fatal tajo. El soldado cae junto a los cadáveres de sus víctimas tratando de contener con ambas manos la abundante hemorragia de su seccionada yugular, pero no hay nada que hacer y en cuestión de segundos se reúne con sus  antepasados. Lucio limpia la sangre de la hoja de su espada de hoja corta, ancha y letalmente afilada en el ligero tejido del uniforme del soldado caído y trata de hacer callar al pequeño que no deja de llorar sin saber que aquel moreno y musculado guerrero extranjero vomitado por el mar acaba de salvarle la vida.

Estrechando al pequeño contra su pecho y palmeándole la espalda como recordaba que hacía con él su madre muchos años atrás, el legionario trata de recuperar la calma y de analizar la situación. Judea no es el lugar de descanso al que pensaba los habían enviado como recompensa tras el esfuerzo en las últimas campañas del Cesar.

sábado, 2 de abril de 2022

¿Qué quiero? ¿A quien quiero?


 A veces me desespero, pero no pienso tirar la toalla porque cada día tengo más claro lo que estoy haciendo aquí, lo que tengo que hacer, porqué se me ha permitido quedarme, para qué se me dejó regresar de allí a donde todos tendremos que comprar un billete solo de ida y donde asusta tanto trasladarse.

Me esfuerzo en aprender a escribir, en mejorar cada día, con cada relato, con cada novela, con cada poema, con cada texto. Me defino como el eterno aprendiz de escritor y sueño con llegar a ser el escritor que me gustaría llegar a ser, pero hoy he despertado sabiendo que equivoqué la meta.

Llevo unas semanas compartiendo mi experiencia vital con alumnos de institutos de toda Castilla y Leon, y aún no he terminado, todavía me faltan cuatro capitales de provincia y algunos pueblos.

En mi confusión y dada mi extrema sensibilidad diagnosticada por profesionales médicos, creía que debía aprender a escribir para poder cantar al amor de la mejor manera posible, para conseguir hacer de ese sentimiento que me domina y me ahoga el texto perfecto, el poema perfecto, la perfecta conjunción de letras y recursos que plasmar en negro sobre blanco. Pero hoy he amanecido sabiéndome equivocado. Llevo más de la mitad de mi primera vida y buena parte de esta segunda cantando al amor romántico, al ideal de pareja a la belleza de lo que despierta en mi una mujer. Y resulta que de unos días a esta parte he descubierto que el amor se encuentra en otros muchos lugares y es aún más potente que el que he encontrado al acariciar la piel desnuda de la mujer amada y al haber sido invitado a entrar en ella.

El amor también nace y crece en el deseo de ayudar, en la necesidad de aportar cuanto pueda dar de mi y en el firme convencimiento de que un día sere realmente suficiente para mi mismo y para aquellos a los que quiero llegar.



Cuando interactúo con los jóvenes durante mis charlas, descubro en sus ojos sensaciones y sentimientos que me golpean directamente en el pecho, y que me descolocan y me hacen sentir de nuevo inseguro porque temo fallarlos y no servirlos de ayuda. Me asusta no llegar a convencerlos de los increíbles  beneficios de la literatura, y aunque aporto informes médicos y evidencias científicas, puede que algunos pasen por encima de ello sin darse cuenta de que les estoy proporcionando una herramienta brutal para conservar sus vidas en caso de enfrentarse a algo como a lo que me enfrenté yo, y a llenarlas de ocio, de pasión, de conocimientos y de libertad, porque nadie será nunca un esclavo con un libro en la mano. Temo no ser capaz de convencerlos de que las cosas pasan y que no solo les pasan a los demás, que también te pueden pasar a ti, Temo no encontrar las palabras adecuadas, como cuando escribía mis primeros poemas de amor buscando con mis versos alcanzar los labios de la chica que me robaba el sentido. Me aterra que me ignoren y que renuncien a la terrible verdad de  lo que la vida me ha enseñado. Y es que cómo decía mi padre que en paz descanse, la juventud es más atrevida que la ignorancia. Pero yo también fui joven una vez, y ahora pese a los cuarenta y siete años que confiesa mi D.N.I, de alguna manera soy joven de nuevo.

Hace unos días al terminar mi charla en un instituto palentino, varios alumnos se acercaron a hablar conmigo, cosa que ya se ha convertido en habitual y no me sorprendió en exceso, pero lo que casi me hizo perder el sentido, fue escuchar a una estudiante de quince años que avergonzada y pasándolo realmente mal, hizo el esfuerzo de sacar fuerzas de flaqueza, de intentar no tartamudear  y de sostenerme la mirada para decirme que le había gustado mucho mi exposición, y que le parecía una persona muy valiente y muy motivadora. Y en esa valiente felicitación me demostró que el amor se alimenta en muy distintos pastos.

A ver, el que nace lechón muere cochino y renace más lechón que nunca, es decir, nunca dejaré de buscar la felicidad en los ojos y en los labios de una mujer, pero ahora sé cual es el precio a pagar por esta segunda oportunidad que me concedió el destino. Y no se me ha ido la olla, no soy ningún mesías ni ningún tipo bendecido por los hados, sino un perfecto gilipollas, que sin saberlo había ido construyéndose un yelmo y una cota de mallas, forjando e hilvanando el más resistente metal  extraído de las mejores obras de la literatura universal y gracias a tan necesarios elementos de defensa pude volver a levantarme un día tras haber caído en ese letargo del que casi nadie logra despertar. Tengo que conseguir que los chavales para los que hablo sepan llegar hasta el taller y la forja, y les apetezca construirse sus propias corazas y sus propios yelmos, para no matarse al caer del caballo, 

La vida da tantas vueltas que es mejor agarrarse bien en las curvas, porque vivir duele a veces, pero siempre merece la pena.

Carpe diem, pero con cuidadito.