jueves, 7 de abril de 2022

Emociones


 No pienso disculparme nunca más por sentir como siento y por compartir mis emociones en negro sobre blanco. Esto es lo que soy, esto es lo que hay. No tengo porqué justificar que en ocasiones se me hinche el corazón y solo quiera escribir y decir cosas hermosas, porque mojo la pluma en el tintero de la belleza más absoluta.

Ya he demostrado que también puedo cambiar el recipiente en mi escritorio y escribir con ese oscuro pigmento extraído de los momentos más dolorosos, y crear textos de extrema crueldad en los que literariamente descuartizo y consigo que sufran hasta la saciedad aquellos y aquellas (sí, voy a ser paritario porque en mis vidas el dolor y la crueldad que he padecido en muchas ocasiones también se presentaron con nombre de mujer y disfrazados de falsas caricias y besos impostores) por lo que aquellos que quieran tacharme de ñoño o de pastelososo, sinceramente se pueden ir a tomar por el culo cogiditos de la mano. Soy escritor y aunque alimente muchas de mis obras de fragmentos de realidad disimulados, también he sido y soy capaz de nutrirlas con fantasía y con imaginación, y combinarlos en la coctelera para crear relatos, poemas o novelas que si se sirven con hielo, una rodaja de limón y unos arándanos pueden resultar hasta agradables al trago y a la lectura. Aunque sé que si abuso de algún ingrediente también pueden resultar cocteles excesivamente indigestos.

Un día, cuando menos te los esperas y cuando más lo necesitas, el destino te cruza en el momento adecuado con la persona acertada y de repente la vida  deja de doler y te sonríe con una sonrisa increíble y unos labios deliciosos, y la rueda vuelve a girar porque han desaparecido los palos que te había colocado a mala leche el porvenir. Y en ese momento sientes la necesidad de gritar a pleno pulmón que eres suficiente, que te sientes capaz y válido, que por muy jodido que pueda ponerse todo siempre encontrarás la salida agarrado a la mano que te tiende la felicidad, y que pase lo que pase y le pese a quien le pese, no te rendirás y desde la ilusión y la esperanza te reconstruirás y seguirás adelante. Y si has nacido con esa enfermedad que es al mismo tiempo maldición y bendición y que hace de la catarsis literaria el necesario tratamiento ambulatorio, lo pondrás por escrito. Y ya puestos a ser borde, al que no le guste leer algo así que no lo lea, que no emponzoñe el momento con su desprecio y que se abstenga de desearme más desgracias porque ya vinieron demasiadas y a todas conseguí saltarlas o dejarlas atrás.

Ha sonado la campana y comienza un nuevo asalto, Me he ajustado los guantes, me he colocado el protector y he abandonado el rincón deseando hacerme con el título, por muchas hostias que tenga que encajar y mucha sangre que pueda derramar por el camino, porque el destino pega duro, te abre la ceja, te rompe los dientes y te machaca las costillas, pero a veces consigues levantarte antes de que el árbitro termine de contar y vuelves a lanzar tu mejor directo y tus ganchos más demoledores buscando recuperar terreno y poner contra las cuerdas al contrincante. Quizás me haga con el cinturón en mi categoría y llegue a saborear la victoria, o quizás no, pero si he de volver a morirme lo haré peleando, sonriendo y besando unos labios que saben a mañana.

Y eso es todo, amigos (y amigas, claro).


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