domingo, 15 de noviembre de 2020

Al calor de las palabras, de los sabores y de la danza del fuego.


 Este relato ha nacido de mi asombro al descubrir en el jardín a esta rosa, que desafiando las inclemencias del tiempo, se empeña en florecer. Y de la idea que Henar Pérez García ha compartido conmigo en una red social donde compartí esta foto, y en la que me explicaba como cierto "molinillo de viento" galán y seductor, podría acompañar perfectamente a mi rosa en un relato. 

Espero que os guste lo escrito al recoger el guante de Henar.

La chimenea cobra fuerza a medida que devora los leños que Laertes arroja a su interior para que ardan entre las llamas nacidas de las piñas y las pequeñas ramas secas sacrificadas ritualmente como promesa de un inminente y hermoso fuego con el que calentar el interior de la cabaña en la montaña que hermana las comunidades de Asturias, Cantabria y Castilla y León.

Se acerca la noche y ella no tardará en llegar. Sale de trabajar siempre un poco más tarde de la hora que marca su contrato, porque la implicación personal y emocional con los niños discapacitados con los que trabaja suele retenerla junto a ellos más tiempo del que le obliga su convenio laboral.

Hoy Laertes ha echado el resto en los preparativos de una noche perfecta. El frio de la noche montañesa en pleno invierno no impedirá que compartan unas horas maravillosas alejados del mundanal ruido.

Cuando su amigo Jonás le ofreció la cabaña para pasar el fin de semana con su chica, Laertes aceptó agradecido y le pidió que pudiese ir por delante para preparar todo y esperarla con la temperatura adecuada y la mesa preparada, pues aunque ella es una mujer muy solícita, muy valida y completamente independiente, de alguna manera él quiere que desde que se baje del coche y traspase la puerta simplemente disfrute, se relaje y se olvide de los problemas y los agobios cotidianos en una ciudad sitiada por la pandemia que asola a la humanidad, cebándose en aquellos con patologías severas  previas que viven angustiados por el temor al contagio de un virus que les supondría con seguridad una sentencia de muerte.

En la montaña Laertes sabe que estarán a salvo y sabe que ella estará mejor que bien, pues las raíces de la rubia y menuda doctora provienen de un valle cercano y entre bosques, riachuelos, escarpadas cimas  y poderosas rocas cubiertas de musgo se siente libre y feliz.

Aficionado a la cocina, Laertes ha abandonado la novela en la que trabaja con ilusión y ahínco y a la que concede un reponedor paréntesis hasta el próximo lunes para dedicarse plenamente a diseñar la cena perfecta con la que agasajar a su amada.

Tras encender la chimenea, adecentar un poco el refugio y llevar hasta la pequeña cocina las bolsas con los ingredientes adquiridos unas horas antes en el pueblo más cercano, comienza a preparar el menú.

De primero prepara un entrante caliente a base de crema de remolacha y tras asegurarse del adecuado punto de sal y de la presentación perfecta en unos cuencos de cerámica de Sargadelos encontrados en la cocina, se centra en el pollo estofado con ciruelas pasas y piñones que será el plato fuerte de la cena.

Como postre prepara una crema de fresas con gelatina de nata y fresa y unos clásicos buñuelos de viento con nata montada.

El tiempo pasa muy despacio entre fogones y cazuelas y antes de encender el pitillo que separará la labor de cocina de la de metre de sala, echa un ojo al reloj para darse cuenta de que en menos de una hora escuchará el motor del coche de su chica.

Prepara la mesa con esmero y no olvida poner a enfriar la botella de Yllera cinco punto cinco rosado, el delicioso frizzante  con el que maridará la comida. 

Al echar un vistazo con el que valora el aspecto de la mesa y del entorno, observa que aunque ha sido un acierto colocar la mesa a pocos metros de la chimenea, no ha preparado un detalle floral con el que decorar  adecuadamente lo dispuesto junto al fuego. 

Apenas cuenta con unos minutos para buscar desesperadamente con qué preparar el centro de mesa. La suerte o los hados o el destino o llamémoslo X acompañan al enamorado y detallista escritor. A pocos metros de la cabaña crece un rosal de la montaña en el que una única rosa roja se atreve a desafiar el frio de la temporada y comienza a florecer con fuerza. Quedará preciosa junto a la sonrisa de su chica y tras hacerse con un recipiente adecuado en el que vierte el agua necesaria para conservar la lozanía de la hermosa flor, se hace con algo de verde, unas flores silvestres y un perfecto y enorme molinillo de viento con el que completar el centro.

Al acomodar esta última adquisición junto a la rosa, Laertes no es capaz de percibir como ambas flores se saludan y como el elegante molinillo comienza a cortejar a la bella rosa.
Menos de un cuarto de hora después  de haber terminado con la decoración y de haberse cerciorado de que la cena está lista y será perfecta, el coche de su chica sube el sendero hasta la cabaña y aparca junto al pequeño Renault Clio azul con el que Laertes se enfrenta con éxito a cuanto desplazamiento necesita realizar en su día a día. 
El vallisoletano autor de bigote bicolor sirve el espumoso y fresco rosado, y como es su costumbre desde hace ya más de seis años levanta su copa brindando por la vida. Tras brindar y beber, la linda montañesa se acerca hasta él y lo besa con dulzura. Melody Gardot canta junto a Sting un tema que amplifica el altavoz bluetooth que Laertes ha vinculado a su teléfono móvil y colocado sobre la chimenea y los felices comensales comienzan a bailar muy despacio sin percatarse de que otra pareja los acompaña en la silenciosa danza. El molinillo de viento lleva con maestría a la joven rosa quien nerviosa por el desconocido sentimiento que le atenaza el pecho, no puede evitar que una de sus espinas atraviese el delgado tallo de su pareja de baile y que la sabia derramada por el herido bailarín salpique una de sus hojas.
A veces la vida nos lastima sin querer y del momento más delicioso se puede pasar al más triste en menos de lo que una pavesa se eleva hacía las alturas.
La romántica pareja de humanos que han querido escapar durante un par de días de la realidad más angustiosa, disfrutan del vino, de la cena, del silencio con el que se regalan mil palabras de amor mirándose a los ojos, y de una noche de pasión en la que convierten en caricias y gemidos de placer lo que sienten el uno por el otro.
Y más allá de la colchoneta hinchable cubierta por unas sábanas de franela y un edredón nórdico, el mundo, el planeta, los virus y la muerte no tienen sentido al calor de la chimenea que ilumina la estancia proyectando misteriosas sombras sobre las paredes de madera.




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