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jueves, 5 de septiembre de 2024

Donde habitan las hadas


 A su funeral acudieron ilustres personajes de la cultura del país, políticos de distintas ideologías, y cientos de personas que aguardaron en un respetuoso silencio en el exterior de la iglesia elegida para el sepelio, hasta que el féretro que contenía el cuerpo del trágicamente fallecido  escritor, fue sacado a hombros por algunos destacados compañeros de trinchera literaria, quienes lo trasladaron con paso firme hasta el vehículo funerario que lo llevaría en su último viaje hasta el vecino cementerio de la ciudad.

Según el comunicado oficial, Iván Nogueira había fallecido víctima del accidente que sufrió al realizar espeleología en las cuevas de los acantilados de una conocida y muy turística población costera asturiana. El informe policial elaborado con la colaboración de los efectivos de la unidad de montaña de la Guardia Civil y del SAMUR que realizaron el rescate del cuerpo del malogrado novelista, certifica la muerte del mismo por los politraumatismos sufridos al despeñarse desde el resbaladizo saliente de la cueva situada en una zona extremadamente peligrosa, pues las corrientes subterráneas que surcan y horadan el  interior de la montaña han creado una laguna en el interior de aquella cavidad, susceptible al crecimiento de las mareas y al aumento del caudal por las lluvias. El fatídico accidente se produjo cuando el finado escaló por una de las cornisas sin contar con las medidas de sujeción adecuadas. Dos experimentados geólogos que se encontraban en la zona realizando un estudio para el Principado de Asturias, declararon haber escuchado un repentino desprendimiento de rocas sobre el lugar en el que se encontraban tomando muestras minerales y al levantar la cabeza vieron caer a un hombre que impactó de lleno contra las piedras que la pleamar había dejado al descubierto. Al intentar auxiliar a la víctima y ver que les era imposible llegar hasta el lugar en el que se encontraba el cuerpo sin arriesgar sus propias vidas, se pusieron en contacto de inmediato con el 112 y desde la central de emergencias se coordinó el rápido rescate por medio de distintos efectivos de las fuerzas de seguridad y de cuerpos medicalizados. 

Cuando los efectivos del SAMUR lograron acceder al escarpado y peligroso macizo rocoso sobre el que agonizaba Nogueira, le aplicaron cuantas técnicas de reanimación pudieron realizar en una situación tan precaria como delicada e incluso intentaron desfibrilarlo al cerciorarse de que estaba entrando en parada cardiaca, pero no hubo forma de revertir la situación y allí mismo certificaron su muerte.

El brigada y el subteniente de la unidad de montaña de la Guardia Civil desplazados hasta allí con tres de sus más experimentados subalternos, tan solo pudieron rescatar el cadáver y trasladarlo hasta tierra firme.

Al proceder al ascenso al lugar desde sonde se produjo el accidente para investigar el desgraciado suceso y descartar cualquier otra causa de la mortal caída, el agente Martínez. quien además es un fiel seguidor de la obra del difunto, encontró junto a la laguna natural una agenda moleskine de tapas rojas en cuya portada se podía leer con la particular caligrafía de Iván Nogueira, el título del manuscrito en el que estaba trabajando en el momento de su muerte: Los acantilados. Allí donde residen las hadas.

La prestigiosa editorial internacional con la que Noguira publicó en exclusiva sus últimas obras, entre las que destaca el aplaudido premio Planeta, La leyenda del yo que fui, ha hecho pública  la última página escrita, legible pese a haber estado sumergida en las aguas subterráneas, gracias al arduo trabajo de reconstrucción y transcripción efectuado por los técnicos de restauración de originales e incunables de la Biblioteca Nacional. En las últimas frases escritas del puño y letra del siempre sorprendente y emocional escritor, puede leerse:

Te encontré, Diana. Sabía que no eras un sueño, que existías, que una vez te hiciste mujer para amarme y permitir que te amara, y que volviste a tu mundo para convencer a los dioses de que no exterminasen aún a la raza humana. Desde que vi tu sonrisa, supe que eras Ella, el ser que he amado una reencarnación tras otra. No me dejes por favor. He venido a buscarte. Llévame contigo allí donde habitan las hadas, aunque para ello deba renunciar a esta vida humana, a este cuerpo mortal, a esta razón que me pierde. 

El médico forense que examinó el cuerpo de Iván Nogueira, comentó con sus compañeros y amigos que cuando le llevaron el cadáver, lo primero que le llamó la atención fue la inmensa sonrisa que se mostraba en sus labios, y la evidente sensación de paz que transmitía su rostro, algo inusual en las víctimas de ese tipo de sucesos. Lo que el galeno desconocía, era que el enamoradizo escritor se encontraba ya donde quería estar. Y con quien quería estar.



viernes, 4 de noviembre de 2016

Al final del túnel


Cuando llegó  la ambulancia, lo encontraron arrodillado junto a la joven sin sentido,  llorando desconsoladamente mientras agarraba con fuerza su mano llevándosela a los labios, como si así fuese a insuflarle vida.
Al menos había tenido la prudencia de no quitarle el casco. Él, también lo llevaba puesto aun y los sanitarios del servicio de urgencias decidieron no despojarlos de ellos, hasta llegar al hospital.
Un agente de la unidad de tráfico de la Guardia Civil, reflejó en su informe que el accidente se produjo al invadir el  conductor de la moto el carril contrario para realizar un adelantamiento, pero que  no calculó bien la distancia y viendo que iba a colisionar frontalmente contra un turismo, optó por salirse de la calzada, perdiendo el control del vehículo e impactando contra la cuneta hormigonada. La pasajera de la motocicleta salió despedida del vehículo y fue embestida por un turismo que aunque había clavado los frenos, no pudo hacer nada por esquivarla.
Camino del hospital, el personal médico de la UVI móvil,  intentó reanimar a la joven con el desfibrilador y unidades de adrenalina y, procedió a suministrar  una fuerte dosis de calmante por vía intravenosa al varón, que  presentaba politraumatismos faciales y una herida abierta en la extremidad superior derecha pero que acusaba una fuerte crisis de ansiedad con enajenación y delirios. Repetía constantemente que había matado al amor de su vida y trataba de autolesionarse, golpeándose la cabeza contra el extintor que colgaba en el habitáculo junto a él.
La paciente entró a quirófano en parada cardio respiratoria y tras extraerle el casco, se confirmó un severo traumatismo craneoencefálico. A él se le intervino de diversas fisuras en el rostro y se le suturó, tras una intensa desinfección , la herida del brazo.
Avisaron a sus familiares por la información encontrada en los teléfonos móviles de ambos y, la pareja fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos. El conductor de la motocicleta recuperó la conciencia a las doce horas de las distintas intervenciones y al comprobar que estaba fuera de peligro, se le reubicó en planta. Ella, dado que continuaba en estado comatoso y el pronóstico era de extrema gravedad, continuó en la UCI.
En cuanto él pudo caminar por su propio pie, a las setenta y dos horas, insistió en verla y el personal sanitario temiendo que al no permitírselo volviese a experimentar episodios de alteración y confusión psicológica que podían derivar en un brote psicótico o en una crisis esquizofrénica, le concedieron una visita de cuatro minutos acompañado por un médico residente.
El doctor que acompañó al muchacho, necesitó un café y un cigarrillo junto otro MIR, al que le contó que aquel chico al que supervisó en la visita, le había hecho  llorar. Los médicos residentes, solían ser jóvenes que acaban de terminar la carrera y aún no estaban preparados para enfrentarse al factor humano. Según le contó a su compañero; el muchacho se arrodilló junto a la cama donde yacía ella sondada y entubada. Tras pedir permiso al personal de la UCI, le tomo delicadamente la mano y comenzó a cantar. Aunque por respeto al lugar donde se encontraba , cantó en voz muy queda, el chico tenía buena voz, o al menos eso le pareció a él y con un tono muy  nostálgico y perfectamente afinado, cantó "Adoro", el famoso bolero de Antonio Machín. 
Debía de ser "su canción" porque al poco de comenzar a cantar, los gráficos de los monitores, registraron actividad cerebral en la paciente. Saltaron las alarmas. Parecía que iba a despertar. El oscilómetro cardiovascular también empezó a reflejar alteraciones.
Al cantar "y hasta cuando suspiras, yo te adoro vida mía", la paciente abrió los ojos. 
El muchacho se incorporó muy despacio y acercó sus labios a los de ella, ignorando la sonda nasogástrica y el resto de tubos. La besó con una dulzura, que el joven residente no había visto en la vida pero, lo que más impresionó al doctor no fue eso. La paciente clavó la mirada en los ojos de su novio y reunió las energías suficientes para pronunciar: "Sabía que te encontraría al final del túnel", dicho lo cual volvió a caer en un sueño profundo, pero con una enorme sonrisa en los labios.
El romántico piloto de la moto accidentada. también sonrió, aunque entre lágrimas y con una de esas sonrisas capaces de iluminar un estadio de fútbol.
Por la noche, ya en su casa, el médico residente escribió en su diario: "Hoy he comprobado clínicamente que el amor lo puede todo. Una paciente ha despertado de un coma severo para tranquilizar a su novio, quien presa de un espantoso sentimiento de culpa y del más horrible miedo por lo que pudiese sucederle a ella, parecía haber comenzado a perder el juicio. Esto no se enseña en la facultad"
Y aunque a veces no lo creamos, esto es cierto, el amor es milagroso y todos tenemos derecho a conocer a la persona que nos devolverá con su sincero cariño, la vida y la ilusión. Debería recetarse por prescripción facultativa.