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jueves, 6 de junio de 2024

Vuelta a lo oscuro

 

Hoy escribo utilizando el dictado de Word.

La verdad es que la herramienta es muy útil, pero tengo un hándicap considerable puesto que no sé pronunciar la r, y muchas de las palabras se convierten en términos sin sentido,

En cualquier caso, ya me conocéis y sabéis que necesito escribir para sentirme vivo. Escribir no es una afición ni un hobby es una necesidad vital.

El pasado sábado me rompí el brazo derecho por dos sitios y estoy escayolado, y aunque fumo, como, bebo y juegos al ping pong con la mano izquierda, escribo con la derecha y a fecha de hoy, escayolado hasta el codo escribir me resulta más que difícil.

Duele, pero la química es maravillosa y entre antiinflamatorios y analgésicos la vida es más llevadera.

Más allá de lo aparatoso del golpe y de lo humillante de la caída, sufrí una salvaje bofetada en la dignidad, cuando la doctora que redactó el parte de urgencias escribió en él y cito literalmente, “varón de 49 años que cae desde su propia altura”. Comienza a escocer que digan mi edad, pero podía haber explicado que a veces caer desde 1 m 65 centímetros puede ser mortal de necesidad, porque con mi tamaño suena jocoso. Y yo que creía que todos los gatos caen de pie, puede que por silogismo no sea un gato, y mira que me jode.

La verdad es que he salido de cosas mucho peores y esto, más allá de la humillación, de los dolores, y lo ridículo de la caída, no es más que un incordio y es cuestión de paciencia, pero ya estoy un poquito harto.

Vuelta al luto, back to Black. Vuelta a las radiografías, a las exploraciones, a las anestesias, a los calmantes, a las salas de espera, y a lo tedioso de pasar meses convaleciente.

Y yo me pregunto, ¿encima tengo que estar agradecido? Y lo cojonudo es que sí, por qué no me di en la cabeza, y con la lesión cerebral que me produjo el accidente de ahora hace diez años, un golpe en la cabeza puede ser mortal o cuando menos muy grave.

Así que nada, a ejercer de ambidiestro, a practicar cuanto pueda, a no desesperarme  escribiendo con  el dictado y a no venirme a bajo. Y a darle gracias a Dios, a supergato, a los hados o a quien sea que corta el bacalao, por no haber sufrido un daño mayor.

Paso de caer en victimismos, en derrotismos o en depresiones innecesarias, hoy al fin le encuentro sentido al progreso y puedo hacer de él un compañero de viaje. Por si acaso me pondré el cinturón y trataré de que no sea un viaje peligroso.