martes, 23 de abril de 2024

En los libros



Me harto de recomendar la lectura como el tratamiento ideal para muchos de los males que afligen al ser humano, y de proclamar a los cuatro vientos que la literatura salva vidas. Y es que esta es una de las grandes verdades que me ha enseñado la vida, que tiende a ratificar eso de que la letra con sangre entra.

Leyendo a diario no solo entrenamos nuestro cerebro y lo preparamos para afrontar las más peligrosas circunstancias y retrasar nuestra inevitable obsolescencia programada, sino que también enriquecemos nuestra cultura con tantos conocimientos y tantos datos que asusta, pues todo está en los libros. Si a esto le sumamos el que es el mejor y más económico de los planes de ocio, que la lectura nos permite viajar por todo el universo sin movernos del sillón, que nos permite besar a princesas, descubrir impostores, apalear villanos, luchar en mil batallas y conquistar infinitas metas sin sudar, sin fatigarnos y sin derramar una sola gota de sangre, pues apaga y vámonos. Leer debería ser una rutina diaria y no una distracción ocasional.

Y para colmo llega un día en el que descubres que necesitas escribir tus propias historias y perpetrar tus propios libros para ser feliz, para soportar la existencia que te han adjudicado los dioses, para evitar que cuando menos lo esperes, tu corazón se termine de resquebrajar. Para demostrarte que tienes algo que ofrecer al mundo y para rendir homenaje a aquellos que en el pasado también sintieron que tenían que compartir con la humanidad las historias que llevaban dentro, y nos regalaron Hamlet, El Principito o El amor en los tiempos del cólera, por poner algún ejemplo de esos libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida.

Llega el momento en el que te sientas a escribir y te entregas por completo a esa impresionante catarsis emocional que es la escritura, y comprendes que al escribir, purgas tu alma, vomitas las penas, expulsas demonios, planificas los más felices finales para la vida que te hubiera gustado vivir, o cometes el más atroz de los crímenes que en la vida real jamás cometerías.

Eres el dios de tu propio universo literario y más allá de publicaciones, premios, ventas, firmas y charlas, te sientes bien porque al ser el único dueño del destino de tus personajes, te permites el lujo de escribirles el beso perfecto, la sonrisa ideal, el abrazo más cálido, el puñetazo más oportuno o el más certero disparo entre los ojos.

Un escritor no se mide en el número de ejemplares que la editorial consiga vender, sino en esa necesidad vital que lo lleva a desnudarse en negro sobre blanco, a entregarse por completo a la persona amada a través de las palabras adecuadas y a evitar esa liberadora muerte que todos los escritores hemos deseado en algún momento, al ser conscientes de que nuestra vida real atesora excesivo dolor, excesiva miseria, excesiva frustración y un montón de baúles abarrotados de ilusiones perdidas.

En mis libros soy valiente, soy decidido, soy apasionado y soy necesario. Incluso soy un poco más alto. Pero lo mejor de todo es que en mis libros consigo derrotar al mal, impartir justicia, construir una sociedad mejor y perderme en sus labios porque en mis libros Ella no mira hacia otro lado cuando dice que me ama, ni teme preguntarse si en realidad soy yo aquel que el destino decidió presentarle para completar su existencia.

En mis libros no tengo miedo a vivir, no me duele vivir, no me aterra vivir. En mis libros nada temo, pues si quiero, el sol iluminará el interior de todas las grietas y eliminará las sombras que insisten en perseguirme a cada paso, en cada lágrima y en cada tropiezo aquí en la vida real.

En mis libros soy valiente, y soy bueno. En mis libros me ama y no me miente. 

Y por eso, sobre todo y por encima de todo, soy escritor.

Feliz día del libro.

 



 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy Ana, tu alumna y espero que también amiga. Me ha gustado mucho leer esto, me ha servido para reafirmarme aún más en que necesito escribir casi como respirar. Y sí, de lo que escribimos somos los dueños absolutos. Podemos crear, soñar e inventarnos cualquier personalidad cualquier personalidad. Poder hacer todo esto es maravilloso. Gracias por tus aportaciones al universo literario. Besos

lacantudo dijo...

Hola, Ana. Un placer encontrarte por aquí. Obviamente te considero más una amiga que alumna, aunque trato de que quienes participáis en mis talleres no o sintáis alumnos, sino amigos, y es que todos los integrantes de los talleres nos aportamos mucho y nos ayudamos a aprender y a avanzar.
Como ya os he dicho en alguna ocasión, y habrás leído en mis textos, pues así lo creo, todo escritor es el único Dios en su universo literario.
Me hace una particular ilusión tu agradecimiento a mis aportaciones al universo literario. Me esfuerzo en compartir lo que me nace en el interior del pecho y me motiva saber que hay quien lo recibe y lo valora.
Un beso.