Quien más quien menos exhibe tinta perpetua en su cuerpo y yo mismo, que luzco mucha tinta perpetua en el alma, he decorado antebrazos, codo, muñeca y tobillo con dibujos que cuentan un momento de la historia de mis vidas, y que si acaso volviera a quedarme en blanco, su sola contemplación me ayudaría a recordar el porqué de esas horas de dolor en el sillón de un profesional al que pagué para mancillar mi piel.
Quizás el único tatuaje que no me borraría jamás es la pequeña marca azul que decora mi tabique nasal, marca casi imperceptible ya, pero presente desde hace 9 años y 355 días. Ese tatuaje sin aguja y sin tinta, es el recuerdo de la estupidez que me llevó a perder una de mis vidas, y que el tatuador celestial, diseñó con la ayuda de la visera de la casqueta al romperme el tabique durante el impacto contra el asfalto. Aquella noche se rompieron muchas cosas más, y al margen de secuelas, cicatrices y marcas, lo que más daño causó no puede señalarse a simple vista.
Nunca cometí el error de tatuarme en el cuerpo un nombre de mujer, pues esos nombres grabados a fuego en mi corazón no se borrarán jamás ni serán exhibidos públicamente. Quien de verdad quiera conocer la lista de musas que inspiraron mis versos, deberá bajar al fondo de mi alma para solicitar una visita guiada por los rincones más ocultos de mi corazón, por esos lugares que no se abren a los turistas y ni tan siquiera se permite la entrada a quienes tienen pase VIP o carné de socio.
La aguja del tatuador en el salón de tatuajes duele cuando se percute en las zonas del cuerpo más próximas al hueso, pero la del tatuador celestial que trabaja los diseños en tu alma, es mil veces más dolorosa y no se te permite anestesiar tu razón con drogas ni alcohol, tan solo en un gesto de clemencia se te permite morder fuerte una ilusión y ahogar tus gritos con el estruendo que provoca un corazón cuando estalla en mil pedazos.
Hay muchas historias tatuadas y no todas son de amor, abandono u olvido. Muchas hablan de muertes a cambio de una pesada bolsa repleta de monedas de plata, de balas sin destinatario fijo ni acuse de recibo, de sueños cumplidos y de pesadillas por cumplir, de ilusiones pérdidas o de quimeras conquistadas, de fortuna, de azar y suerte, de dados golpeando el canto de la mesa para sumar la cifra adecuada al tercer bote, y de animales que son tu pasado, tu presente, tu futuro y tu tótem.
En mi próxima vida tan solo me dibujaré un pequeño felino en el exterior del pecho, porque en el interior del pecho ELLA ya se instaló para el resto de mis vidas y mi corazón no necesita más adornos que su sonrisa.
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