En camerinos, el actor que huye de aplausos y gloria se sienta frente al espejo, y extrae de un compartimento de la maleta que utiliza en las giras una afilada daga y la foto de aquella mujer a la que no solo entregó su corazón, sino también el alma, el futuro y la ilusión. Y con su traición sintió rompérsele el alma y lo perdió todo. Todo. La maldice en cada una de las lágrimas que corren por sus mejillas y en un último gesto de amor verdadero, se atraviesa el corazón de parte a parte muriendo en el acto.
sábado, 25 de noviembre de 2023
Telón
lunes, 20 de noviembre de 2023
No lo es en absoluto
Tengo muchos defectos, muchas debilidades y muchas limitaciones, pero el egoísmo nunca formó parte de la lista de mis imperfecciones.
Y no presumo de generosidad, en todo caso de estupidez, pues muchas veces esa ausencia de egoísmo ha ido asociada a la pérdida, al permitir que se saquearan mis reservas de felicidad, de alegría y de cariño. No voy a entrar en el saqueo económico, que también lo consentí, porque al fin y al cabo lo material me importa menos que lo emocional y muchísimo menos que lo esencial, que es invisible a los ojos. Duele mucho más que te vacíen el alma que la cuenta corriente,
No sé porqué desde muy jovencito decidí que debía darme a los demás sin reservas, que entregarme por completo era la forma de pagar el cariño ajeno, la aceptación de mi entorno y la aprobación de la mayoría.
Y esa mal entendida generosidad fue el más absoluto de los errores, la peor de las decisiones y el desgaste más tremendo.
Al no haber entendido bien que debía abrirme sí, pero no vaciarme, permití el abuso y la rapiña, el robo manifiesto y el saqueo.
Siento que al introducir las manos en los bolsillos de mi espíritu apenas encuentro unas monedas de esperanza, que no quedan ya ilusiones, y que tan solo conservo los sueños más pequeños, los más insignificantes. Y me aterra llegar a perder la creatividad, la inspiración que se convirtió en el motor de mi vida, en la fuerza que me hacía avanzar enfrentando vendavales, en la energía que me ayudaba a levantarme de la lona antes de que el arbitro contase hasta diez, y me devolvía al combate dispuesto a todo. Tengo que pelear, aunque duelan los golpes, aunque la sangre me impida ver con claridad. Rendirse no puede ser nunca opción, aunque a veces resulte demasiado tentador.
Ayer escribí en mi estado de wasap:
Muy cerca de B612 hay un asteroide donde residen las ilusiones perdidas. Al principio era muy pequeño, como el mío, pero crece a diario, y es triste ver como su sol se oscurece, su luna sangra y en él, siempre hace frio y solo llueven lágrimas.
En ocasiones me acerco para cuidar los jardines de metáforas que crecen salvajes, abonarlos con versos y regarlos con desengaños. Allí también hay volcanes y a veces entran en erupción expulsando ríos de angustia que abrasan toda esperanza. Lo bautizaron tristeza, y orbita peligrosamente sobre nuestros sueños.
y al releer hoy el estado he recordado no solo El principito, que sin lugar a dudas influye constantemente en mi vida, sino también ese demoledor pasaje de La historia interminable, en el que Atreyu llega al pantano de la tristeza y Artax, su caballo y fiel amigo, se hunde en ella y perece al abandonarse a su suerte y no querer salir.´
Cuando he vuelto a leer lo escrito ayer en mi estado de wasap, me he dado cuenta de que esa costumbre de no mirar por donde piso me ha llevado a dar un mal paso, y he caído en las aguas cenagosas de ese peligroso pantano. Y voy a luchar por alcanzar tierra firme y salir de ellas. Voy a cuidarme, a escucharme, a intentar perdonarme y a mirar por mi; a hacerme caso y a permitirme reír cuando pueda y llorar cuando lo necesite. Y voy a regalarme aquello que he derrochado siempre con quien no lo merecía. Se acabó ser y estar únicamente para quien pueda necesitar de mi esencia y mi presencia, porque yo también me necesito. Y mucho.
No es egoísmo. No lo es en absoluto. Es supervivencia.
Y pese a que siempre habrá quien no lo considere así, y no sepa valorarme, soy suficiente. Puede que en cualquier caso no sea "bastante" para cubrir las necesidades ajenas, sobre todo las de quienes reclaman mucho más de lo que dan, pero voy a convencerme de que llegaré a ser suficiente para cubrir las mías.
miércoles, 15 de noviembre de 2023
Cuando estábamos unidos.
Valgo para esto.
Al menos los españoles hemos aprendido bien las enseñanzas de nuestros antepasados en cuanto a la guerra de guerrillas.
Viriato, que era un caudillo con bastantes malas pulgas pero con una más que demostrada inteligencia de campaña, nos enseño como combatir un enemigo superior en número y en formación militar.
No voy a comparar al ejército napoleónico con las legiones romanas que ocuparon estas tierras hace cientos y cientos de años pero lo que sí puedo comparar es el valor de los españoles que actualmente forman las partidas guerrilleras con el de los hombres del famoso caudillo hispano.
En mi partida hay de todo, predominamos los andaluces pero también tenemos compañeros madrileños, castellano, extremeños e incluso hay un gallego muy simpático que se pasa el día cantando en su lengua natal y llevando el ritmo sobre la cantimplora de cuero que apoya en su pecho como si estuviera tocando uno de esos “pandeiros” que tocan ellos en sus fiestas populares y romerías.
Él dice que se llama Xoan pero aquí todos le llamamos “Juanito el gallego”.
Lo cierto es que le debo la vida y si no fuera por su habilidad con la faca, un endemoniado “dragón” francés me habría atravesado la tripa de lado a lado con su bayoneta.
Aquella noche emboscamos a los gabachos a la salida de Linares, cuando se dirigían a reforzar a las tropas destacadas en Jaén y caímos sobre ellos en cuanto entraron en el olivar donde les esperábamos ocultos entre los benditos olivos.
A una señal de nuestro jefe, abrimos fuego gritando como demonios, blasfemando y jurando en arameo, en el más castizo madrileño e incluso un compañero granadino se iba cagando en los muertos de Napoleón mientras le cortaba el cuello con su albaceteña de siete muelles a los gabachos que habían caído heridos y que le pedían en su maldito idioma que tuviera piedad o algo por el estilo.
Piedad…si claro, la misma que tuvieron ellos al entrar a degüello y pasar a cuchillo a todos los que encontraron en la iglesia, mujeres y niños incluidos.
Aquello fue lo que me llevó a echarme al monte y juntarme con esta partida de guerrilleros.
Mi mujer y mis padres se encontraban en la iglesia del pueblo el día que llegaron los gabachos con sus hermosos uniformes azules sus altos morriones y sus largas bayonetas caladas.
Dicen que venían descompuestos de rabia y de ira pues uno de los pocos regimientos regulares españoles que aún conservaba su artillería les había dado para el pelo días antes y necesitaban vengarse de aquella afrenta a su honor.
Honor, esa palabra les viene grande a los franceses.
Honor el de mi paisano “Miguelillo” que con su escaso metro y medio se enfrento a culatazos con dos coraceros y al derribarles de sus monturas aún les permitió que se pusieran en pie para intentar defenderse antes de reventarles el cráneo con la culata de su trabuco.
Cuando terminó aquello “Miguelillo” tuvo que quitarse trozos de sexos franceses de la chaquetilla y hasta de la coleta.
En cuanto a bravura he de decir que los polacos que han venido acompañando a los franceses son quizás los soldados más valientes del mundo, después de los españoles claro.
Aquí están matándose soldados franceses, polacos, ingleses, portugueses y españoles.
De todos ellos los polacos destacan por una valentía que raya incluso en la locura pues he visto cargar a media docena de lanceros polacos contra todo un batallón inglés que se dirigía al asedio de Badajoz.
Por supuesto no fue una acción premeditada, los polacos son valientes pero no idiotas. Sencillamente se dieron de morros con ellos y lejos de arredrarse picaron espuelas y se lanzaron contra los ingleses pensando que podrían abrirse camino entre ellos ya que no tenían posibilidad de retirada pues un regimiento portugués les cerraba la salida por la retaguardia.
La guerra saca lo mejor de cada hombre pero también lo peor.
Uno de mis compañeros de partida es un educado señorito castellano, al que todo esto le sorprendió de vacaciones en el cortijo de unos amigos de la familia y al tratar de regresar a su tierra no le quedó más remedio que unirse a nosotros cuando un destacamento francés iba a lincharle por considerarlo un espía, ya que solo a él se le ocurrió hablarles en su idioma y de manera afectada.
Le rescatamos con la soga al cuello, literalmente.
Acabamos con los gabachos que no se esperaban que una partida de guerrilleros les aguara la fiesta y no habían puesto vigilancia ninguna, cosa que nos vino fenomenal para pillarles por la espalda y terminar con ellos sin sufrir una sola baja.
Don Nicolás, el señorito que iba a ser colgado, no ha olvidado nunca lo cerca que estuvo de la muerte y en cuanto tiene oportunidad gusta de cortar las orejas y la nariz de los prisioneros heridos.
Creo que disfruta haciéndolo y la verdad es que me da un poco de miedo. Mientras les rebana la nariz suele reírse a voz en grito y sus carcajadas se escuchan a cientos de metros.
A mí que el muchacho ha enloquecido al pensar que no volvería a su finca donde seguramente se acueste con las criadas de sus padres y se entretenga amargándoles la vida a los campesinos que recogen el trigo de la familia allá en Tierra de campos.
Es curioso que el guerrillero que le salvó de aquella muerte segura fuese precisamente Miguelito “El limonero”, un malagueño de Alhaurin el grande al que llamábamos “el limonero” porque se dedicaba a su cultivo allá en sus tierras junto al Guadalhorce en la sierra de Mijas.
El limonero con el paso del tiempo y ya conociendo la clase de persona a la que habíamos salvado de una muerte segura, siempre le afeó esa costumbre de mutilar a cuanto gabacho podía y no se llevaban nada bien pero aquella tarde cuando el malagueño vio que iban a colgar a un compatriota algo se le debió revolver en las entrañas y se lanzó como un salvaje a su rescate.
Nicolás no podía creer que aquel hombre al que conocía de nada fuera capaz de jugarse el tipo por salvarle y creo que aquello fue lo que le animo a quedarse con nosotros y unirse a la partida guerrillera.
Los españoles somos así, si encontramos un motivo para unirnos contra alguien no nos lo pensamos ni por un segundo, igual que si vemos a un compatriota en apuros echamos el resto para ayudarle.
Parece que las cosas empiezan a cambiar.
Nos ha contado un oficial de caballería de Salamanca, con el que solemos encontrarnos de vez en cuando para recibir información y órdenes del ejército español, que en Cádiz se ha proclamado una constitución, “La Pepa”, menuda guasa tienen los gaditanos, no podían haberla puesto otro nombrecito.
Nos ha contado un poco por encima de qué va esto de la constitución y al margen de resultarnos algo utópica, a todos nos ha dado un alegrón ver que los políticos empiezan a apostar por buscar puntos de unión entre todas las culturas que comparten territorio y que ya se han hermanado para echar a los franceses del país.
Vamos a ver si conseguimos organizarnos también para darle el golpe de gracia al ejército de Napoleón.
Yo ya llevo más de un año desjarretando gabachos y polacos y aunque ya no me espera nadie en casa, me gustaría regresar al pueblo con los que han sobrevivido a esta locura y volver a mi taller de carpintería. Creo que con todo lo que han robado y quemado estos
malnacidos voy a tener muchos encargos, por no hablar de la cantidad de ataúdes que tendré que hacer.
De todas formas creo que aún me queda mucha faena aquí. Aún hay demasiados extranjeros por estas tierras y me parece que no se van a ir por las buenas así que habrá que gastar a aún mucha pólvora y muchas balas para indicarles el camino de regreso a su hogares.
Mañana tenemos que atacar a una columna francesa que está moviéndose hacia Cádiz. Parece que les ha escocido lo de La Pepa y pretenden dar un escarmiento con los gaditanos para que toda España se entre que aquí no hay constitución que valga, solo los designios de su enano general en jefe.
Se están reuniendo diversas partidas de guerrilleros que nos desplegaremos a lo largo de su trayecto hasta Cádiz para darles un poco de su propia medicina y si quieren escarmientos que no se preocupen, que van a tener uno bien gordo.
La Virgen de la Macarena me ha protegido hasta ahora y seguro que mañana me acompañará durante la emboscada.
Los gabachos también son cristianos por lo que ningún bando puede apropiarse de la ayuda divina pero creo que en cuanto a justicia y derecho moral, nosotros somos los ofendidos y los ocupados a traición y Cristo dijo hermanos, no primos.
Por si acaso llevo mi medallita de la Virgen junto al corazón y cada noche cuando me tumbo a dormir las horas que me corresponden después de mi turno de guardia, echo un trago de la bota y aprovecho para rezarle a la Virgen.
Me han contado que en otra partida que se mueve por este territorio hay un par de seminaristas que consiguieron escapar con vida del seminario y ahora se han convertido en dos fieras que mucho latinajo y mucho persignarse doscientas veces antes de entrar en combate pero luego son auténticos bárbaros sanguinarios que no hacen prisioneros.
Con la iglesia hemos topado.
Toca volver al campamento y descansar unas horas. Mañana será un día duro y seguramente caerán algunos compañeros e incluso puede que yo mismo.
Ahora sé que valgo para esto y nunca pensé que se me diera bien algo que no fuera la carpintería pero ya he demostrado que soy disciplinado, leal, arrojado y certero.
Espero que no tenga que seguir mucho más tiempo matando franceses, que la maldita guerra termine lo antes posible y que nos dejen tranquilos con nuestras creencias, nuestra nueva constitución y nuestros fandangos. Si no que se atengan a las consecuencias.
De regreso a nuestro escondite pude charlar un rato con “el limonero” quien me dijo que creía haber reconocido a uno de los oficiales que mandaban las tropas invasoras el día que llegaron a su pueblo.
Hoy mientras le clavaba la faca en el costado, Miguelito aprovechó para preguntarle si le había gustado la limonada de su pueblo.
En Andalucía hay una guasa muy particular y por las buenas la gente es encantadora pero por las malas no conozco mayores cabronazos
Napoleón, igual es mi faca la que te llevas de recuerdo a tu país, clavada en la espalda.
Un trago de la bota y a descansar, que mañana será otro día.
¡¡¡Viva España, copón!!!
lunes, 13 de noviembre de 2023
Gira
Y es verdad. Las cosas pasan, por norma suceden sin haberlas planeado, y la incertidumbre te machaca.
Tenemos la absurda creencia de que las cosas malas solo les pasan a los demás, pero te pueden pasar a ti.
Laertes escucha El mundo sigue girando de El Chojin mientras municiona el cargador de su Pietro Beretta preparando todo para culminar sus planes antes de que sea demasiado tarde, porque en efecto, no se detiene la rueda y todo gira.
Esa misma mañana , durante el seguimiento del sujeto por el que le pagarán una interesante suma cuando lo haya quitado de en medio, se encontró con la sorpresa de ver que Adán también estaba controlando la situación y los movimientos del que creyó que era únicamente su objetivo. La vio entre la multitud que abarrotaba las calles del centro de la ciudad en una jornada de verdadero tumulto, pues casi a la misma hora, coincidían las manifestaciones convocadas por diferentes partidos políticos para demostrar el descontento popular contra la ley de amnistía que el presidente en funciones había elaborado a medida de un prófugo de la justicia. Este político huido y con orden de búsqueda y captura, haciendo valer los necesarios votos de los representantes de su partido en el congreso, había humillado al actual presidente de la nación en funciones, y a costa de la poca dignidad que a este le quedaba, había conseguido la amnistía para todos los delitos cometidos por el mismo y su camarilla de secuaces.
Adán era un nuevo factor en la ecuación y despejar la incógnita podría convertirse en algo más que peligroso. Pese a su aspecto frágil, inofensivo y delicado, Adán era la más peligrosa y letal asesina con un cuchillo en la mano, pero ella mataba únicamente para la agencia que pagaba su nómina,y Laertes no entendía aún que coñó pintaba la CIA en todo esto.. Si bien es cierto que Adán también era la más sensual y deliciosa de las amantes, como pudo comprobar en alguna ocasión, su eficacia y su crueldad le habían granjeado una reputación envidiable y en el sector todos la conocían bien, la temían y la respetaban.
En el mismo instante en el que iba a encender un cigarrillo con su viejo y fiable mechero de gasolina, la pantalla del smartphone reflejó la identidad de la llamada entrante que al ritmo de Creep, el tono asignado en el teléfono para ese contacto, le anunció que la agente Ulises, directora ejecutiva de la organización internacional para la defensa de España, El Faro del norte, necesitaba de nuevo de sus servicios.
Descolgó y tras dos minutos de conversación, colgó asombrado por la identidad del objetivo que Ulises le había encargado eliminar.
No sería un trabajo fácil, ya que la secreta organización insistió en que debía parecer un accidente, para evitar peligrosos conflictos en la sociedad española, pero al menos Laertes cambiaría de ambiente y el cliente le pagaría el viaje con falsas credenciales hasta Waterloo y el alojamiento en un hotel discreto y confortable los días en los que defina el plan de acción y consiga elaborar las pautas necesarias para llevar a cabo la misión que a tenor del importe prometido si todo salía como quería Ulises, podría retirarle del ejercicio de la profesión durante al menos un par de años.
Laertes necesita esas vacaciones, el corrupto ex president de la generalitat tiene las horas contadas.
Dos horas más tarde, tras haber llegado a un acuerdo con Adán y haberla permitido apuntarse la muerte del objetivo común por el que se habían reencontrado, celebraron el acuerdo entre copas de espumoso y orgasmos igual de frescos y refrescantes.
lunes, 6 de noviembre de 2023
Y que nadie se confunda
Porque todo tiene un límite. Y mi paciencia también.
El problema radica una vez más en mi y en mi forma de ser. Llevo demasiado tiempo ejerciendo de adorable gatito, pero hasta aquí hemos llegado y toca sacar las uñas, erizarse, bufar y repartir zarpazos llegado el caso. Se acabó lo de regalar ronroneos constantes y tumbarme panza arriba confiado y despreocupado, cambiando la dignidad por las tan necesarias caricias que pese a todo me hacían feliz. Este era un trueque demasiado peligroso y la recompensa solía ser efímera. Se acabó lo de tratar de evitar los conflictos, las polémicas y los desacuerdos. Se acabó darme sin medida, vaciarme sin remedio y entregarme sin garantías. Se terminó ya el peligroso funambulismo emocional sobre un cable sin red. No creo que vuelva a caer de pie, no creo que se me permita malgastar más vidas.
Pero insisto, la culpa ha sido mía. Hay un dicho popular que en forma de uno de tantos consejos que siempre he ignorado, debería haber calado en mi hace ya mucho tiempo, "cuidado con lo que toleras porque estás enseñando cómo tratarte". Y es que son demasiadas las personas que confunden sensibilidad con debilidad. Pero lo siento mucho. Soy altamente sensible, sí, pero también soy mucho más fuerte de lo que parece. Y eso ya lo he demostrado. No voy a desearle a nadie mal alguno, pero me gustaría que aquellos que se burlaron de mis circunstancias y se aprovechan de esta personalidad tan dócil, pasarán tan solo por una décima parte de lo que yo he pasado. Ya veríamos donde quedaban sus mofas. Y quien es el débil.
Acostumbro a escribir que rendirse no es una opción y suelo describir la vida como un combate de boxeo en el que al saltar al ring has de pelear contra el destino, el más poderoso contrincante, el amo del cuadrilátero y dueño del cinturón que anhelo. Hasta el momento he conseguido mantenerme en pie con un hábil y muy metafórico juego de piernas que me permitía escapar de su impresionante zurda, o soportar puñetazo tras puñetazo, encajando con estoico sufrimiento los potentes directos de derecha al corazón, pero ya está. Hasta aquí hemos llegado. Cambio de estrategia. Ya no bailo, no escapo, no encajo. Ahora toca pegar, buscar el gancho perfecto que le rompa la mandíbula, la serie demoledora que le abra ambas cejas y le haga tragarse el protector bucal, el definitivo cuerpo a cuerpo que destroce sus costillas.
Al abandonar mi esquina cuando suene la campana ya nos seré ese lindo gatito, sino el peligroso felino que escondo tras los rugidos que disfracé de maullidos.
Y sí, siento, sufro, padezco, lloro, suspiro y maldigo en soledad las tretas de los hados, pero lo haré en soledad, en la intimidad de mi prosa y de mis versos. He decidido que se terminó ese yo lastimero que creía poder con todo, y que invertía su esperanza y su energía en negocios tiernos, románticos y realmente seductores y bonitos, aunque imposibles y vacíos de toda posibilidad de éxito. Ahora me necesito y he decidido ayudarme. Estoy entrenando con ganas y decisión hasta el agotamiento diario. Me cuidaré y me protegeré más que nunca, y si he de golpear lo haré con tanta fuerza como Dios me de, porque ya no le pido paciencia. Ni la quiero. Ya no. No todo termina llegando. Hay cosas que tienes que ganártelas o no llegarán jamás, por mucho que reces para que se cumplan tus sueños.
No perderé más ilusiones, recuperaré las perdidas. Y si fuera necesario, moriré en combate, y esta vez lo haré peleando únicamente por mi.
A por ello. A por todo.
miércoles, 1 de noviembre de 2023
Como quiera que sea
Me llamo, me invito a venir, me insisto y trato de convencerme, me espero en silencio fumando un pitillo tras otro y tratando de disimular las lágrimas y la impaciencia. Pero no dejo de darme plantones, de ponerme excusas y de rechazar ofertas.
No sé como llegaré hasta mi si es que un día llego, aunque me harto de escribir y de decir que todo termina llegando, incluso lo bueno. ¿Y si no soy lo bueno? ¿Si no soy lo que necesito?¿ Si no soy el que espero?
Puede que llegue disfrazado de un pasado que no debería volver jamás, bailando claqué y tarareando un tema de Sinatra mientras juega con la chistera. Puede que intente pasar hasta adentro ataviado del futuro que anhelo, sonriendo como ELLA y repitiendo una y otra vez antes de negarse definitivamente a entrar, la explicación más verosímil de porqué lo nuestro es imposible, pero no me atreveré a escucharlo para no romperme el alma, para no aceptar que no quiero una vida sin su presencia y que por mucho que rece y suplique, el destino no cejará en su empeño de volverme loco. Por lo que sintiéndolo tanto que apenas soporto el dolor, me despido con un beso y cierro la puerta.
Alguien me va a quemar el telefonillo y cuando acierto a contestar a la llamada del video portero, asustado pero audaz, esquivo pero confiado, terriblemente triste pero deseando cambiar el gesto, veo que soy lo más parecido a mi con un moderno traje a medida confeccionado con el más exclusivo paño de presente. Pantalones pitillo negros, botas del mismo color, camisa también negra y chaqueta ajustada, a juego con mi espíritu y que a duras penas impide adivinar el arma que oculto bajo la axila.
Sé que vengo a por mi, que voy a matarme, que quien insiste en verme no es más que una de mis ilusiones perdidas jugando con las pocas esperanzas que me quedan, y suplantando mi sueño más hermoso, aquel en el que me veo feliz sabiendo que por una vez en mis vidas he hecho las cosas bien, he elegido con acierto, he atinado con los besos y me he despertado junto a la persona adecuada. Pero claro, aunque recurrente no deja de ser un sueño. El hijo de puta rencoroso de Morfeo se ha aliado con el destino para gastarme la más endiablada y cruel de las bromas. Y al abrir la puerta descubro que quien insistía tanto no era otro que el yo que ya no quiero ser, el que he dejado de lado, el que intento apartar de mi. El que debería haberse largado muy lejos ya. Pero como siempre he sido yo, me conoce demasiado bien y se frota contra mis piernas como un gatito, maullando lastimero, y pidiéndome por favor que lo deje entrar en casa porque fuera llueve casi tanto como en el interior de mi pecho. Y no sé decir que no.
Sirvo dos cuencos de leche, adultero el mío con whisky escocés de malta, le ofrezco un pitillo que enciendo con un viejo mechero de gasolina, aspiro dos profundas caladas, lo acompaño hasta el ordenador y abro el archivo de la novela plagada de correcciones en rojo, en la que por fin soy feliz al lado de la única mujer que sé que realmente amaré jamás. Y sentados en la misma silla comenzamos a escribir a cuatro manos, temiendo llegar a un final que no nos convenza, aunque a ELLA le pueda valer.
Puede que en efecto, todo termine llegando. Puede que nunca sea lo bueno.
domingo, 22 de octubre de 2023
Todo por la patria
Rosa y yo fuimos amigas desde pequeñas, ambas nacimos y nos criamos en la acera de San Francisco, muy cerquita de la plaza mayor de la ciudad. Cuando llegaron los gabachos Rosa tenía su vida más o menos formada, cuidando como podía de sus dos hijas. El padre de las niñas nunca llegó a casarse con Rosa, pero eso no fue impedimento para que Rosa, mujer hermosa y de una cuidada educación, pudiese codearse con lo mejor de la ciudad, frecuentando los bailes del casino, las cenas y las fiestas en las casas nobles. Rosa comenzó a jugar a un peligroso juego, pues era de conocimiento popular tanto su relación con Tomás Príncipe, el guerrillero vallisoletano al mando de los Húsares francos de Valladolid, como su amancebamiento con el general Kellermann, el francés verdugo, cruel y avaricioso, que nos tocó en suerte a los vallisoletanos.
Los franceses trajeron sus costumbres y sus placeres cotidianos al ocupar la ciudad y no tardó en abrirse en nuestra propia calle, una especie de tasca a la que llamaron “Café de los franceses”, pues en ese establecimiento tan solo se servía esa infusión del fruto de la planta del café, que se había puesto de moda en Francia como alternativa al típico té de los ingleses, y, en torno a una taza de ese excitante y nigérrimo brebaje, se organizaban tertulias y se soltaban las lenguas. Al parecer fue en el Café de los franceses, donde fue presentada al nuevo gobernador militar de Valladolid, Palencia, Zamora y Burgos, el general Kellermann.
Mi amiga Rosa no tardó mucho en seducir al gabacho, quien, lejos de las mujeres de su país, no dudó en confraternizar con una vallisoletana bien parecida, morena y de carnes prietas. Rosita de Valladolid supo utilizar sus armas de mujer para vencer en singular combate a Kellermann y sonsacarle tras cada noche de pasión, todo lo que podría ser de utilidad a los patriotas que servían a las órdenes de Príncipe.
Los seiscientos cuarenta jinetes que formaban la partida de Tomás Príncipe supieron hacer buen uso de las confidencias de Rosa. Cayeron muchos dragones franceses en las inmediaciones de Valladolid, hasta tal punto que las tropas invasoras se cuidaban bien de moverse por los pueblos que rodeaban a la ciudad, dado que las partidas de Simancas, la de Borbón y otras muchas, habían aprendido que la lujuria suelta la lengua de los franceses, con más eficacia que el tormento que se empleaba con los correos apresados por la guerrilla y en ocasiones todo dependía de la labor de información de Rosa.
Kellerman era un hombre despreciable, e incluso físicamente no era ni con mucho tan atractivo como otros de sus compatriotas que seducían a las españolas con sus elegantes uniformes, sus ojos azules a juego con las casacas y sus cabellos rubios. Era normal que nuestros hombres se echasen al monte con las armas. Aquella traidora invasión napoleónica venció primero a nuestro ejército y después la virtud de muchas mujeres españolas, pero con lo que no se contaba, era con el carácter del patriota español que viendo arriadas sus banderas y deshonradas sus mujeres, robadas sus cosechas y saqueadas sus iglesias, tiró de trabuco y albaceteña y enseño a los gabachos que igual que sacamos a patadas a los romanos, bárbaros y árabes; unos delicados francesitos no iban a ser gran problema. Ellos preparaban sus planes en un café y nuestros hombres se reunían a la sombra de los pinos piñoneros y compartían las botas de buenos vinos de los majuelos de la tierra, vinos que no tenían absolutamente nada que envidiar a los franceses.
Kellerman se ganó el apodo de, “el verdugo de Valladolid”, ordenando la ejecución de cuanto patriota caía en sus manos y como la serpiente que era, constituyó una junta criminal al frente de la cual puso a Vinuesa, un afrancesado que tan solo ponía su marca en las órdenes de ejecución para que Napoleón creyera que los ciudadanos de Valadolid estaban con el invasor y, acataban con satisfacción las nuevas directrices, castigando a los que se levantaban en armas contra la libertad, igualdad y fraternidad que habían venido a traernos al son de la marsellesa. Son este que marcaban los soldados a ritmo de bayoneta y disparos de fusil y tarareaban los pelotones de ejecución, palmeados por las manos de los que aplicaban el garrote vil en las gargantas de nuestros héroes.
Mi Rosa se la jugó constantemente y sé de buena tinta que, en más de una ocasión, fue sorprendida al encontrarse con los hombres de Kellerman, cuando iba a reunirse con un enlace del Empecinado. Ella misma había aprendido a utilizar la albaceteña de seis muelles que llevaba oculta en la liga y según me contó, no le quedó más remedio que desjarretar a un afrancesado que quiso delatarla a un sargento de dragones tras sorprenderla entregando a un patriota el santo y seña que se iba a repartir entre las tropas francesas que debían vigilar la ciudad esa misma noche.
El maldito y enclenque Kellermann fue destituido y enviado de vuelta a Francia, por ser demasiado evidente su rapiña a base de extorsiones y robos manifiestos y según se cuenta en los mentideros públicos, salvó la cabeza por los favores prestados a Napoleón en la batalla de Marengo, donde supo darle la vuelta a la tortilla y despojar a los austriacos de un triunfo que parecía ya seguro.
De las muchas mujeres que cayeron en brazos del invasor, bien por pura supervivencia o bien movidas por menos nobles intereses, mi amiga Rosa y la amante del Barón Dufresse, la también vallisoletana Nicolasa supieron rentabilizar sus ratos de cama con el enemigo para ayudar en la medida de lo posible a los bravos compatriotas que gritaron Merde al paso de la bandera tricolor.
Puede que por ser yo una mujer poco agraciada, no me quedase otra opción como patriota, que pasar armas de contrabando bajo mis enaguas y dar cobijo a los francotiradores que, desde las azoteas de los edificios principales, demostraban a los franceses lo útil que les había sido cazar perdices y codornices en los campos vallisoletanos. También fueron muchos los soldados del emperador que comprobaron en sus propias carnes la habilidad de los matarifes que desangraban los gorrinos para hacer morcillas en las fiestas de los pueblos. Valladolid sufrió mucho durante esos años de ocupación francesa, pero gracias a Dios, contamos con mujeres y hombres que supieron sacrificarse por su tierra y a los que ni nosotros ni la historia, olvidará nunca.
Rosa fue una pieza fundamental en la lucha contra el invasor y recuerdo que cuando al fin se libró de las babas de Kellerman, decidió unirse a la partida de Príncipe y sacar provecho de su experiencia como eficaz navajera para desjarretar algo más que afrancesados.
Poco a poco su nombre y su valor cobraron fama en la provincia y los gabachos terminaron poniendo precio a la cabeza de la que decidieron llamar la novia de la resistencia. El noviazgo de rosa con la lucha armada duró lo suficiente como para alumbrar a su primer hijo con Príncipe mientras las tropas francesas se retiraron de España.
lunes, 16 de octubre de 2023
Reflexión
Entiendo que si sé gestionar las circunstancias que rodean mi existencia soy el único dueño de mi vida, o al menos tengo el usufructo de esta vida que se me concedió vivir hace ya más de nueve años. Veremos si sé rentabilizar la propiedad y hago de ella algo digno, o si termino vendiéndola a demasiado bajo precio. O regalándola a aquella que me haya conquistado el alma, pues solo sé querer sin reservas y sin medida, hasta la última gota de mi sangre y hasta la última lágrima que llore mi alma. Sería mucho peor empeñarla de nuevo en una relación con la persona errónea, o perderla por descuidado, acelerado, excesivamente intenso, inconsciente y arrogante, como hice ya una vez.
jueves, 12 de octubre de 2023
Una novela
Es para mi mucho más que un ejercicio literario. Al sentarme a escribir una novela y abrir el documento que lleva su nombre, estoy acomodando mi creatividad sobre una mullida nube blanca y girando la llave que me abre la puerta a un mundo desconocido, a un universo por explorar.
Juego con la ventaja de que en ese universo yo seré el único Dios todopoderoso, y de que en él podré dar vida y arrebatarla, diseñar los paisajes y jugar con las emociones humanas, y con las circunstancias que rodean la vida y la muerte de toda creación.
En mi novela decido y mando, asumo y arriesgo, pero nunca pierdo, pues pase lo que pase será algo mío, algo nacido de mi, de mi realidad, de mis inquietudes, de mis intereses, de mis aficiones, de mis angustias, de mis miedos, de mis pesares y de mis alegrías, de mis sueños y de mis pesadillas, de todo aquello que en definitiva me hace sentir vivo.
Esta mañana le he pasado a mi editora la versión definitiva de una nueva novela, construida sobre una novela que creía haber terminado hace ya unos cuantos meses, pero que aún no quise enviar a la editorial con la que he publicado mis dos últimas novelas. Sabía que de alguna manera, podía mejorarla, corregirla aún más, desarrollar la trama y dotarla de nuevas escenas, de nuevas pasiones, de nuevas sorpresas, de nuevos personajes y de nuevos giros.
Y es ahí donde se aprecia la verdadera labor del editor (editora en mi caso) pues desde que le presenté el original de aquella historia que le fui haciendo llegar poco a poco, me dijo que aún no estaba lo suficientemente maduro.
Dijo Vargas Llosa que la gran ventaja de publicar era dejar de corregir. Y sé que aún me quedarán unas cuantas correcciones de esta nueva obra antes de sacarla al mercado.
Más allá de todo lo aprendido al trabajar sus páginas (porque he debido de realizar una variada y compleja labor de documentación al haber situado la acción en otra época y en otro continente), he crecido como escritor pues yo mismo he tratado de despojarme del ego para ser mi mayor crítico y juzgarme severamente con cada lectura de lo escrito, buscando avanzar en el camino que recorro hasta llegar a la meta que me he marcado.
En esta novela, cuya trama nada tiene que ver con mi realidad cotidiana, he convertido mis ilusiones en realidades y he regalado a mi protagonista el placer de alcanzar el sueño que a mi se me resiste. Y antes de escribir el correspondiente FIN, le he permitido brindar por la vida junto a la persona amada, con una copa de tinto reserva de la Ribera del Duero (me he permitido el lujo de concederme esa licencia).
Es por eso por lo que animo a todos a enfrentarse al reto de escribir una novela, porque más allá de ser un trabajo duro y exigente, que robará mucho tiempo y mucha energía, es terapéuticamente algo sublime, pues la catarsis literaria ayuda a respirar hondo, a disfrutar de aquello que en la vida resulta realmente difícil conseguir y a eliminar en un párrafo o quizás en tan solo un par de frases el problema vital o moral que crees que nunca lograrás erradicar.
Escribir novela de ficción es también una droga a la que es muy sencillo engancharse y cuando cierras el archivo definitiva y lo envías por fin a imprenta, el síndrome de abstinencia hace que no puedas resistir la necesidad de comenzar otra. Para algunos escribir es algo terriblemente adictivo y corremos el serio peligro de convertirnos en yonkis de la palabra escrita. Y para esto no hay metadona que valga.
Y en ello estoy.