lunes, 16 de octubre de 2023

Reflexión


 Entiendo que si sé gestionar las circunstancias que rodean mi existencia soy el único dueño de mi vida, o al menos tengo el usufructo de esta vida que se me  concedió vivir hace ya más de nueve años. Veremos si sé rentabilizar la propiedad y hago de ella algo digno, o si termino vendiéndola a demasiado bajo precio.  O regalándola a aquella que me haya conquistado el alma, pues solo sé querer sin reservas y sin medida, hasta la última gota de mi sangre y hasta la última lágrima que llore mi alma. Sería mucho peor empeñarla de nuevo en una relación con la persona errónea, o perderla por descuidado, acelerado, excesivamente intenso, inconsciente y arrogante, como hice ya una vez.
En cuanto a las emociones ya no tengo tan claro si soy su dueño, o si por el contrario les pertenezco a ellas. Para mi desgracia soy jodidamente emocional, tanto que a veces tengo que esconderme y esperar a que se me recoloque el alma, pues son muy pocas las personas que comprenden mi forma de entender la vida y de vivirla sujeto a lo que se cocina en continua ebullición en el interior de mi pecho.
Y ojo...que esto no me hace una mejor persona, ni es una ventaja de ningún tipo, ni un superpoder ni nada que me destaque de manera favorable entre todos los demás, sino una especie de maldición, pues  aunque he de reconocer que cuando descubrí el verdadero significado de eso que erróneamente acostumbramos a llamar, "hacer el amor" y nada tiene que ver con ese placentero ejercicio que es el sexo, casi me desmayo, y que aún saco el reclinatorio y me arrodillo dándole gracias a Dios por haberme  permitido reconocer unas pocas  almas afines, también es cierto que al ver como esas almas se alejan sin volver la vista atrás, siento que me va a estallar el corazón y me voy a morir de pena. Que al fracasar en aquello en lo que realmente me he esforzado hasta el agotamiento me quisiera morir  (literalmente hablando) y que llorar a escondidas ya se está convirtiendo en una rutina, más que en una costumbre.

No hace demasiado me pusieron una de esas etiquetas que están tan de moda para explicarme  porqué todo me golpeaba tan fuerte y era capaz de ser el que más disfrutaba de lo bueno y el que más sufría lo malo. Resulta que según la terminología médica soy una Persona Altamente Sensible. Pero discrepo del etiquetado, porque no tengo el monopolio del dolor, de la angustia y  del sufrimiento ni el  del paroxismo del gozo y del deleite. Además estoy convencido de que todos somos PAS en según qué momento. Y el que no se haya sentido en ocasiones la persona más feliz del mundo o la más desdichada del universo conocido, en realidad debería hacérselo mirar, pues vivir es disfrutar de unos momentos y padecer otros. Y tener las emociones planas o vivir sin altibajos debe de ser lo más parecido al automatismo.
Lo que si que he aprendido es que en mi mano está aprovechar al máximo las oportunidades, no tirar la toalla y no permitir que me roben más ilusiones ni más sueños. Lo que consiga lo habré conseguido por mis medios y lo que pierda, no me llevará a desesperarme, simplemente  trataré de recuperarlo.
Y así, con esta reflexión que hoy os comparto, arranco la semana.
Que la vida nos sea propicia. 

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