jueves, 12 de octubre de 2023

Una novela


 Es para mi mucho más que un ejercicio literario. Al sentarme a escribir una novela y abrir el documento que lleva su nombre, estoy acomodando mi creatividad sobre una mullida nube blanca y girando la llave que me abre la puerta a un mundo desconocido, a un universo por explorar. 

Juego con la ventaja de que en ese universo yo seré el único Dios todopoderoso, y de que en él podré dar vida y arrebatarla, diseñar los paisajes y jugar con las emociones humanas, y con las circunstancias que rodean la vida y la muerte de toda creación.

En mi novela decido y mando, asumo y arriesgo, pero nunca pierdo, pues pase lo que pase será algo mío, algo nacido de mi, de mi realidad, de mis inquietudes, de mis intereses, de mis aficiones, de mis angustias, de mis miedos, de mis pesares y de mis alegrías, de mis sueños y de mis pesadillas, de todo aquello que en definitiva me hace sentir vivo.

Esta mañana le he pasado a mi editora la versión definitiva de una nueva novela, construida sobre una novela que creía haber terminado hace ya unos cuantos meses, pero que aún no quise enviar a la editorial con la que he publicado mis dos últimas novelas. Sabía que de alguna manera, podía mejorarla, corregirla aún más, desarrollar la trama y dotarla de nuevas escenas, de nuevas pasiones, de nuevas sorpresas, de nuevos personajes y de nuevos giros.

Y es ahí donde se aprecia la verdadera labor del editor (editora en mi caso) pues desde que le presenté el original  de aquella historia que le fui haciendo llegar poco a poco, me dijo que aún no estaba lo suficientemente maduro.

Dijo Vargas Llosa que la gran ventaja de publicar era dejar de corregir. Y sé que aún me quedarán unas cuantas correcciones de esta nueva obra antes de sacarla al mercado.

Más allá de todo lo aprendido al trabajar sus páginas (porque he debido de realizar una variada y compleja labor de documentación al haber situado la acción en otra época y en otro continente), he crecido como escritor pues yo mismo he tratado de despojarme del ego para ser mi mayor crítico y juzgarme severamente con cada lectura de lo escrito, buscando avanzar en el camino que recorro hasta llegar a la meta que me he marcado.

En esta novela, cuya trama nada tiene que ver con mi realidad cotidiana, he convertido mis ilusiones en realidades y he regalado a mi protagonista el placer de alcanzar el sueño que a mi se me resiste. Y antes de escribir el correspondiente FIN, le he permitido brindar por la vida junto a la persona amada, con una copa de tinto reserva de la Ribera del Duero (me he permitido el lujo de concederme esa licencia).

Es por eso por lo que animo a todos a enfrentarse al reto de escribir una novela, porque más allá de ser un trabajo duro y exigente, que robará mucho tiempo y mucha energía, es terapéuticamente algo sublime, pues la catarsis literaria ayuda a respirar hondo, a disfrutar de aquello que en la vida resulta realmente difícil conseguir y a eliminar en un párrafo o quizás en tan solo un par de frases el problema vital o moral que crees que nunca lograrás erradicar.

Escribir novela de ficción es también una droga a la que es muy sencillo engancharse y cuando cierras el archivo definitiva y lo envías por fin a imprenta, el síndrome de abstinencia hace que no puedas resistir la necesidad de comenzar otra. Para algunos escribir es algo terriblemente adictivo y corremos el serio peligro de convertirnos en yonkis de la palabra escrita. Y para esto no hay metadona que valga.

Y en ello estoy.

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