jueves, 6 de junio de 2024

Vuelta a lo oscuro

 

Hoy escribo utilizando el dictado de Word.

La verdad es que la herramienta es muy útil, pero tengo un hándicap considerable puesto que no sé pronunciar la r, y muchas de las palabras se convierten en términos sin sentido,

En cualquier caso, ya me conocéis y sabéis que necesito escribir para sentirme vivo. Escribir no es una afición ni un hobby es una necesidad vital.

El pasado sábado me rompí el brazo derecho por dos sitios y estoy escayolado, y aunque fumo, como, bebo y juegos al ping pong con la mano izquierda, escribo con la derecha y a fecha de hoy, escayolado hasta el codo escribir me resulta más que difícil.

Duele, pero la química es maravillosa y entre antiinflamatorios y analgésicos la vida es más llevadera.

Más allá de lo aparatoso del golpe y de lo humillante de la caída, sufrí una salvaje bofetada en la dignidad, cuando la doctora que redactó el parte de urgencias escribió en él y cito literalmente, “varón de 49 años que cae desde su propia altura”. Comienza a escocer que digan mi edad, pero podía haber explicado que a veces caer desde 1 m 65 centímetros puede ser mortal de necesidad, porque con mi tamaño suena jocoso. Y yo que creía que todos los gatos caen de pie, puede que por silogismo no sea un gato, y mira que me jode.

La verdad es que he salido de cosas mucho peores y esto, más allá de la humillación, de los dolores, y lo ridículo de la caída, no es más que un incordio y es cuestión de paciencia, pero ya estoy un poquito harto.

Vuelta al luto, back to Black. Vuelta a las radiografías, a las exploraciones, a las anestesias, a los calmantes, a las salas de espera, y a lo tedioso de pasar meses convaleciente.

Y yo me pregunto, ¿encima tengo que estar agradecido? Y lo cojonudo es que sí, por qué no me di en la cabeza, y con la lesión cerebral que me produjo el accidente de ahora hace diez años, un golpe en la cabeza puede ser mortal o cuando menos muy grave.

Así que nada, a ejercer de ambidiestro, a practicar cuanto pueda, a no desesperarme  escribiendo con  el dictado y a no venirme a bajo. Y a darle gracias a Dios, a supergato, a los hados o a quien sea que corta el bacalao, por no haber sufrido un daño mayor.

Paso de caer en victimismos, en derrotismos o en depresiones innecesarias, hoy al fin le encuentro sentido al progreso y puedo hacer de él un compañero de viaje. Por si acaso me pondré el cinturón y trataré de que no sea un viaje peligroso.

 


sábado, 1 de junio de 2024

Resquebrajado


 Pero no roto.

Muchas veces he sentido el más intenso de los dolores en el interior del pecho al asumir que aquel te quiero que escuché de su boca, no era más que una frase oportuna para distraer mi atención de la verdad, conseguir un fin, ocultar una infamia, justificar un medio o pagar una deuda.

Quizás es por eso que nunca digo "te quiero" a no ser que sea incapaz de contenerlo en el interior de mi pecho, que no pueda ponerle freno, o que si no permito que brote, se corrompa, se pudra y termine enquistándose en mi alma envenenándolo todo.

Me han hecho mucho daño, sí, pero no me han roto el corazón. Sigue latiendo, sigue funcionando, sigue sintiendo y condicionando mi vida. Si bien es cierto que lo han maltratado y lo han atravesado varias veces con la daga de la traición y la mentira, no lo han conseguido romper. Aún rige mi destino, aún define mi condición y aún alimenta mis textos. Resquebrajado sí, pero no roto.

Es por ello por lo que de un tiempo a esta parte, desde que descubrí lo que realmente significaba hacer el amor, tan solo pido que no lo maltraten, que me quieran bien que no me destrocen el alma. No hace falta que me quieran mucho ni más que a nadie, pero eso sí, por favor, que me quieran bien. 

Y sé que en realidad esto es mucho pedir, pues yo mismo tengo que aprender a querer sin perjuicio, sin fisuras, sin dobleces, sin egoísmo y sin pérdidas. En ocasiones quiero tanto que me asusta querer, y querer nunca debería dar miedo. Quiero mucho, sí, pero a veces, la intensidad y la extrema sensibilidad que condicionan mi naturaleza y mis emociones, me llevan a no querer de la forma adecuada, exigiendo y exigiéndome que el amor que comparta con la mujer que se adueñe del sentido de mi existencia, sea el más increíble y más pleno,  y que como un caballo salvaje y libre, galope sin bocado, sin estribos y sin necesaria contención.

Hay días en los que al detenerme a pensar y a cuestionarme los te quiero que disfruté de los labios ansiados, me doy cuenta de que tengo el corazón lleno de heridas, pero que gracias a los hados, Ella supo suturarlas cerrando cada corte con un resistente hilo rojo que me permite avanzar sin desangrarme, aunque en ocasiones deba frenar un poco y coger aire, saborear el calmante en sus caricias, aguantar el dolor, aceptar el miedo y seguir el rastro de las ilusiones perdidas. 

Puede que como quiero creer, todo termine llegando, incluso lo bueno. Puede que Incluso lo bueno sea mucho más que el nombre de esa novela en la que pude ser feliz a su lado antes de escribir FIN.

Puede que en próximas novelas, mi corazón ya se haya recuperado por completo.

Puede.



viernes, 17 de mayo de 2024

Cuentos de hadas


 "Todos los adultos fueron una vez niños, pero pocos lo recuerdan". Esta gran verdad es otra de esas muchas grandes verdades que podemos encontrar en El principito. El joven príncipe también nos dice que solo  los niños saben realmente lo que buscan. Por eso aprendí a buscarla a Ella con ojos de niño al no encontrarla mirando con ojos de adulto. Entonces comprendí que no debía buscarla mirando con los ojos, sino con el corazón, porque solo mirando con el corazón podría encontrarla y es que lo esencial es invisible a los ojos.

Cuando la busqué con el corazón la encontré, pero al hacerlo supe que tendría que renunciar a todo lo que había aprendido sobre las mujeres, porque Ella no es una mujer, es un hada. Es el hada que mi infantil fantasía ha diseñado, la criatura perfecta que me querría tanto como yo a Ella. Me querría bien y  nunca me haría daño.  Pero es un ser nacido de la magia y no consigo alcanzarla, se oculta, me esquiva, parece que me teme.

Es un hada a la que han robado su magia con traiciones y engaños. Llora por dentro y esas lágrimas que se derraman desde el corazón pueden encharcar el alma y convertirla en una criatura tan  frágil y delicada que si se la quiere mal se marchitará para siempre.

Más allá de que los mortales no podamos identificar con facilidad su verdadera identidad al no ver sus alas, Ella no se siente a salvo entre nosotros. Los hombres que la descubrieron danzando entre la lluvia la engañaron encerrándola en la jaula de una vida triste fabricada con mentiras. Quisieron robarle su magia y utilizarla para conseguir lo que no pudieron alcanzar por sus propios medios y así, usurpando su magia, su sonrisa y su corazón, ser felices. 

Le han hecho daño, mucho daño. Apenas puede volar y se oculta tras los colores del arco iris esperando a que un hombre puro la descubra y le ofrezca ese amor que a día de hoy solo se encuentra en los cuentos, en el corazón de los niños, o en el de quienes han perdido todas las ilusiones y aún sienten la necesidad de poner el nombre de un hada a las emociones que los llevan a creer que solo la magia podrá devolverles la razón más importante para vivir.

Una vez fui un niño, y comienzo a recordarlo porque eso no me hace más débil ni menos capaz, al contrario, rescatar al niño que fui me permitirá reconocer en el brillo de sus alas que una vez nos quisimos y que volveremos a querernos siempre. Y eso me hace grande y poderoso.

En mi cuento de hadas el arco iris es un puente tendido entre las circunstancias terrenales y su mágica esencia.

Quizás un día consiga demostrar a las hadas que soy digno de sus hechizos y logre que una de ellas me quiera como necesito que me quieran y entonces todo habrá tenido sentido y podré irme en paz y volver a su lado una y otra vez en nuevas vidas, en otro cuerpo, con otro nombre, pero siempre yo para estar junto a Ella.

O quizás la magia se encuentra en que eso ya pasó hace mucho, mucho tiempo y en un país muy muy lejano, y he vuelto junto a Ella, pero aún no he sido capaz de darme cuenta.

Por cierto...las hadas si existen.

martes, 14 de mayo de 2024

De musas de laboratorio y espléndidos mojones.

El eterno aprendiz de escritor se introduce el comprimido en la boca y bebe un largo trago del vaso de agua que lo ayudará a pasarlo por la glotis.
Según lo escrito en el prospecto del producto y lo que señala la impresionante y costosa campaña publicitaria con la que lo han lanzado al mercado que satura de anuncios la televisión y la radio, La Musina 500 ayuda a los artistas a potenciar su creatividad y a conseguir grandes éxitos en los distintos campos de expresión en los que trabajen su talento. La verdad es que, a razón de 500 euros la caja de veinte comprimidos, ya podría hacer honor a su nombre y que al menos fueran quinientas las musas que lo visitaran cada día al sentarse frente al teclado del ordenador.
El tratamiento a seguir, según los científicos del laboratorio que ha desarrollado el supuesto potenciador neurológico milagroso, es de un comprimido de 500mg al día. Con una caja no conseguirá cubrir un mes, ni tan siquiera en febrero, así que el motivado escritor tiene que convencer a su padre para que lo avale en el crédito que pide a una entidad financiera para poder costearse la fama. Según sus cálculos, en aproximadamente seis meses de tratamiento con Musina 500 podrá enviar un manuscrito ganador al Premio Planeta que, con cientos de miles de euros de premio, pagará el crédito, comprará más comprimidos y se preparará para ir a por el Nobel de Literatura. Pero sin darse cuenta, fruto de su ego y de su vanidad, comete un terrible error. Ignora que el afán de riqueza de la farmacéutica y la falta de escrúpulos de quienes aprobaron la milagrosa medicina sin haber esperado los tiempos necesarios tras los experimentos, primero con animales y después con seres humanos voluntarios, no vienen indicadas en el prospecto y trágicamente no puede prepararse para lo que se le viene encima.
Tras dos meses de tratamiento, más de mil euros invertidos y un buen número de relatos distópicos, fantásticos y podría decirse que incluso cómicos (aunque no buscara la carcajada al escribirlos) el aprendiz de escritor sufre un infarto cerebral que lo deja postrado en el lecho sin poder siquiera controlar sus esfínteres. Si tan solo hubiera comprendido que el éxito en su campo, como en casi todos los ámbitos artísticos, se debe a un noventa por ciento de trabajo y a un diez por ciento de inspiración, otro gallo le habría cantado. Aquel ictus le llega al poco de comenzar el tercer mes de tratamiento, cuando siente que todo le inspira un texto y que sus neuronas circulan a una velocidad vertiginosa. Excesiva, tal vez.
Mientras la asistente enviada por la Seguridad Social le limpia con esmero y cuidado sus otrora relucientes posaderas, no logra contener una lágrima, pues daría lo que fuera por poder, al menos, hacer de vientre a voluntad para dedicarle el más lustroso y espléndido mojón a la ambición humana.
Sueña con que un día podrá volver a sentarse frente al teclado de su ordenador y conseguirá escribir el texto perfecto, pero ese sueño no es más que la reminiscencia del exceso de oxitocina generado por los comprimidos y, aunque lo aguarda un espantoso futuro hasta que su organismo se limpie por completo de la química ingerida, de momento seguirá soñando, porque la vida es sueño y ahora se encuentra en esa difícil disyuntiva: soñar, dormir, tal vez morir.
 

lunes, 6 de mayo de 2024

Nadie es perfecto, pero eso no es una disculpa

Lo siento mucho, pequeño.

Qué te voy a decir que no sepas, porque lo sufres en tus carnes. Nada salió bien, todo fue un desastre, todo se fue a la mierda. Y sí...no voy a intentar engañarte ni señalar otros culpables, la culpa siempre ha sido mía.

Puedo apoyarme en que las circunstancias se dieron la vuelta en muchas ocasiones y puedo tratar de que empatices conmigo y comprendas que me destrozaron las zancadillas, las traiciones, la crueldad innecesaria y las derrotas emocionales.

Puedo explicarte que soy como soy y que tengo la estúpida costumbre de creerme que las ilusiones son gigantes y no molinos, confiar en que todo terminará llegando y agarrarme a la tozuda pero débil esperanza que aun resiste en la trinchera, aterrada al ver caer a sus compañeras. Quiero ofrecerte el yo que te prometí y que mereces, pero vuelvo a quedarme solamente en las mejores intenciones. Y sé que eso no te basta.

Puedo apelar a tu clemencia y exigirte nuevas oportunidades, Puedo intentar convencerte con mil y un argumentos de que rendirme nunca será una opción, de que mientras me quede un soplo de vida me pondré en pie y volveré al combate, de que soy peleón y no acepto fácilmente la derrota, pero no eres gilipollas y sabes que todo eso te lo estoy diciendo con la boca pequeña porque hay días en los que lo  que de verdad me apetece es mandarlo todo a tomar por el culo y sentarme a la sombra de mis angustias para auto compadecerme y dejarme llevar por la nada. Llorar es terriblemente fácil y además a fecha de hoy, ya no es algo que deba ocultarte. 

Te necesito, pequeño. Sé que aún permaneces dentro de mi, que aún crees que seré capaz de reponerme una vez más y que volveré a rescatarte del ataque de esos monstruos que tanto miedo te dan.

Te he explicado muchas veces eso de que vivir consiste en identificar, afrontar y superar, pero ya no puedo hacerlo solo. Ahora necesito tu coraje, tu energía , tu inocencia y tus ganas de avanzar.

No te voy a contar más milongas, no te voy a prometer que serás feliz, porque mucho me temo que eso de la felicidad es algo que me va a costar demasiado conseguirte. De momento te he apañado sucedáneos disfrazados de te quiero adulterados por oscuros intereses y aviesas intenciones. Te he suministrado pequeñas dosis de maravillosos momentos en los que te convencí para creyeras en el éxito, en el amor, en la fama y en la gloria. Pero un fracaso tras otro comprendiste que no eran más que quimeras y ahora me pides que te ayude a pasar el mono, que tire por el inodoro el contenido de esas papelinas de peligroso y mortal futuro adulterado, y que renuncia a los embusteros chutes de mentiras, deseos y sueños.

No quiero fallarte, no quiero fallarme, pero cada vez lo veo más jodido. No soy perfecto y lo sabes, no conseguí ser el Juan que siempre quisiste llegar a ser, pero eso no es una disculpa. Solo puedo ser el Juan que he forjado a fuerza de decepciones, de tropiezos, de sorprendentes y cálidos besos y de necesarios abrazos. De encadenar palabras con ocasional acierto y de comprender que al decírtelo por escrito todo cobra un sentido diferente, Una vez nuestro padre dijo que escribir es fijar ideas en el alma, y que lo escrito queda, 

Y por eso te escribo hoy. Porque hoy te estoy pidiendo una última oportunidad y te prometo que hoy el que me des esa oportunidad será suficiente, porque conseguiré ser quien queremos ser o moriré en el intento y esta vez será para siempre, no solo un ratito.

Perdóname, pequeño. Ayúdame, pequeño. Dame fuerzas para alejarme de lo que me consume y me mata, de lo que me destroza el alma y te priva del futuro que soñaste. Échame una mano para hilvanar el hilo que ha de coser el corazón allá donde aún podamos lucir más cicatrices. Ayúdame a  apagar la mecha que tan estúpidamente encendí pensando que tendría tiempo para ponerme a salvo de la  explosión de la carga de decisiones  plásticas que volarían los puentes entre la mujer a la que soñé amar y nuestro maltrecho espíritu.

Permíteme seguir intentándolo. Tírame de las orejas. Dame una colleja, grítame y llámame imbécil. Hazme reaccionar.

Puede que merezca la pena. Vamos a verlo.

  


lunes, 29 de abril de 2024

Aquellos que habitan mi literatura


 Acostumbro a decir a mis alumnos de los distintos talleres literarios donde comparto lo que he aprendido a lo largo de mi trayectoria como escritor, que uno es el único dios de su universo literario y que puede crear y quitar vida sin ningún tipo de trauma ni repercusión legal. Pero esto no es del todo cierto.

Y no lo es quizás porque yo no escojo a los personajes que habitan mis historias, sino que son ellos quienes me buscan y me convencen para protagonizar aquello que escribo.

El problema radica en que siguiendo el consejo de una excelente editora y amiga, llevo tiempo tratando de escribir desde fuera de mi, tratando de construir un personaje que  no solamente viva por mi aquello que me gustaría vivir, que no necesariamente sufra aquello que ya no soporto más en la vida real y que no  obligatoriamente  consiga cuanto me gustaría conseguir en mi día a día. Que escriba evitando que aquellos que me conocen, me tratan y me sufren, puedan ponerle mi rostro al alter ego seleccionado, y eso no es en absoluto nada fácil.

Escribo mucho, mucho, y me esfuerzo mucho, mucho en despojar de mi apariencia tanto física como sicológica y emocional a mis personajes, pero es este un hueso muy duro de roer.

El inspector del grupo de homicidios del cuerpo nacional de policía de Valladolid, Iván Pinacho, protagonista de las novelas de mi trilogía Crímenes de temporada  nació en las páginas de Temporada de setas como un atípico policía con quien guardo demasiadas semejanzas, pese a que yo no llevo placa ni pistola. Pinacho es rubio,tiene los ojos azules, un particular bigote bicolor y una intensidad excesiva a la hora de enfrentarse a la vida. Pinacho es un enamoradizo compulsivo y un servidor de la ley excesivamente confiado, con tendencia a querer salvar al mundo y una natural buena disposición para matar o a morir por aquellos que ama. Aunque evolucionó un poco en Temporada de sustos y muchos lectores reconocieron cierta madurez en él, al llegar a Temporada de caza ha dejado bien claro que el que nace lechón muere cochino, y renace más lechón que nunca.

El teniente John Dumas, de la caballería de Carolina del sur, protagonista de Incluso lo bueno fue a nacer en el continente americano a mediados del siglo XIX y pese a que no frecuenta mis ambientes ni a mi gente, no habla como yo y no se me parece en exceso(bueno...es rubio y tampoco excesivamente alto) no puede evitar enamorarse hasta las cejas de Ella, pues Ella también protagoniza mis textos y en ellos parece estar a punto de confirmarme que es la mujer que el destino decidió que se cruzara en mi camino, para lo bueno, y para lo malo.

Rizando el rizo y el "más difícil todavía", al comprobar que no era capaz de separarme de mi en las novelas, construí a Lucio Galvano, recién ascendido a decurión de la Legión Primera, destinada en la Judea del año 0.

Lucio es un tipo moreno, reflexivo, podría decirse que incluso algo antipático y que prioriza lo práctico por encima de lo hermoso y lo romántico. Bravo servidor de las fuerzas al servicio de su emperador, decidió renunciar al amor en pos del mejor servicio que pudiera aportar a Roma. Y aunque sus compañeros de armas lo respetan y lo aprecian en la batalla, lo prefieren mantener a distancia en los tiempos de paz, pues no juega y no bebe con ellos, ni tan siquiera disfruta de los saqueos en las poblaciones ocupadas para hacerse con el botín de guerra que complementa el estipendio de los soldados victoriosos.

Pero esta vez, el Juan Pizarro que habita todos sus alter egos, ha visto la luz en la sonrisa y el valor de una hermosa hebrea por la que Lucio descubre que si en verdad existen los dioses, su mayor creación es la mujer que le ha robado el corazón. Ella ha viajado desde los recién constituidos EEUU y se ha apropiado de la que espero sea mi mejor novela hasta la fecha y sé que tomará posesión de todas y cada una de mis obras, sean o no del gusto de la crítica y el público.

Sé también que lo haga mejor o peor, nací para escribir y sé para mi desgracia, que lo haga mejor o peor, nací para amar.

Mucho me temo que en mi universo, lejos de ser el único dios, no soy más que un evolucionado primate que salta de párrafo en párrafo y de verso en verso intentando no romperse el cuello y no recibir más cuchilladas en el corazón.

A ver como explico esto a mis alumnos.


martes, 23 de abril de 2024

En los libros



Me harto de recomendar la lectura como el tratamiento ideal para muchos de los males que afligen al ser humano, y de proclamar a los cuatro vientos que la literatura salva vidas. Y es que esta es una de las grandes verdades que me ha enseñado la vida, que tiende a ratificar eso de que la letra con sangre entra.

Leyendo a diario no solo entrenamos nuestro cerebro y lo preparamos para afrontar las más peligrosas circunstancias y retrasar nuestra inevitable obsolescencia programada, sino que también enriquecemos nuestra cultura con tantos conocimientos y tantos datos que asusta, pues todo está en los libros. Si a esto le sumamos el que es el mejor y más económico de los planes de ocio, que la lectura nos permite viajar por todo el universo sin movernos del sillón, que nos permite besar a princesas, descubrir impostores, apalear villanos, luchar en mil batallas y conquistar infinitas metas sin sudar, sin fatigarnos y sin derramar una sola gota de sangre, pues apaga y vámonos. Leer debería ser una rutina diaria y no una distracción ocasional.

Y para colmo llega un día en el que descubres que necesitas escribir tus propias historias y perpetrar tus propios libros para ser feliz, para soportar la existencia que te han adjudicado los dioses, para evitar que cuando menos lo esperes, tu corazón se termine de resquebrajar. Para demostrarte que tienes algo que ofrecer al mundo y para rendir homenaje a aquellos que en el pasado también sintieron que tenían que compartir con la humanidad las historias que llevaban dentro, y nos regalaron Hamlet, El Principito o El amor en los tiempos del cólera, por poner algún ejemplo de esos libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida.

Llega el momento en el que te sientas a escribir y te entregas por completo a esa impresionante catarsis emocional que es la escritura, y comprendes que al escribir, purgas tu alma, vomitas las penas, expulsas demonios, planificas los más felices finales para la vida que te hubiera gustado vivir, o cometes el más atroz de los crímenes que en la vida real jamás cometerías.

Eres el dios de tu propio universo literario y más allá de publicaciones, premios, ventas, firmas y charlas, te sientes bien porque al ser el único dueño del destino de tus personajes, te permites el lujo de escribirles el beso perfecto, la sonrisa ideal, el abrazo más cálido, el puñetazo más oportuno o el más certero disparo entre los ojos.

Un escritor no se mide en el número de ejemplares que la editorial consiga vender, sino en esa necesidad vital que lo lleva a desnudarse en negro sobre blanco, a entregarse por completo a la persona amada a través de las palabras adecuadas y a evitar esa liberadora muerte que todos los escritores hemos deseado en algún momento, al ser conscientes de que nuestra vida real atesora excesivo dolor, excesiva miseria, excesiva frustración y un montón de baúles abarrotados de ilusiones perdidas.

En mis libros soy valiente, soy decidido, soy apasionado y soy necesario. Incluso soy un poco más alto. Pero lo mejor de todo es que en mis libros consigo derrotar al mal, impartir justicia, construir una sociedad mejor y perderme en sus labios porque en mis libros Ella no mira hacia otro lado cuando dice que me ama, ni teme preguntarse si en realidad soy yo aquel que el destino decidió presentarle para completar su existencia.

En mis libros no tengo miedo a vivir, no me duele vivir, no me aterra vivir. En mis libros nada temo, pues si quiero, el sol iluminará el interior de todas las grietas y eliminará las sombras que insisten en perseguirme a cada paso, en cada lágrima y en cada tropiezo aquí en la vida real.

En mis libros soy valiente, y soy bueno. En mis libros me ama y no me miente. 

Y por eso, sobre todo y por encima de todo, soy escritor.

Feliz día del libro.

 



 

lunes, 15 de abril de 2024

Un pie delante del otro


 Suena sencillo eso de poner un pie delante del otro y comenzar el camino hasta donde quieres y necesitas llegar, pero no lo es. Por desgracia, según vas cumpliendo años, te aburguesas y te dejas llevar por la comodidad de las rutinas sencillas, por la amabilidad de las palabras condescendientes, por la seguridad de tu espacio de confort y por la tranquilidad de la ausencia de difíciles objetivos.

Pero casualmente acabo de cumplir diez añitos (metafóricos por supuesto, aunque por mi tamaño, y de no ser por las visibles marcas de la vida, podría dar el pego).

En estos últimos años de mi nueva temporada me he relajado un poco y me he entregado a vivir sin exigirme demasiado, algo peligroso pues cuando te das cuenta de que necesitas avanzar para llegar al lugar que te gustaría ocupar, emprender el camino resulta más costoso y requiere de un verdadero alarde de fuerza de voluntad.

Me jacto de ser peleón, de no rendirme, de no tirar jamás la toalla y de ser muy cabezota cuando me propongo algo. Por eso lo estoy verbalizando ahora, porque ayer sentí como si mi mente y mi alma hubieran hecho un motivado clic y tras un buen rato de reflexión y de introspección, me he recordado que en ocasiones he librado  peores y más duras batallas y he conseguido salir victorioso. Así que me he decido a avanzar, y pienso hacerlo.

Toca esforzarse en muchos y en muy distintos ámbitos de mi vida. Me harto de escribir que sueño con llegar a ser el escritor que me gustaría llegar a ser y cuento con la ilusión, la creatividad, las herramientas, las ganas y las personas que pueden ayudarme a ello. Quiero recuperar la forma física que conseguí alcanzar hace un par de años y que poco a poco he ido abandonando. Necesito poner paz en mi mente y orden en mi corazón, y optimizar cuantos recursos tengo a mi alcance. Puedo conseguir que muchos de esos proyectos laborales y cultuales que he ido desarrollando al generar sinergias entre lo que  se hacer, lo que me gustaría hacer, lo que puedo aportar a la sociedad, y por lo que puedo ganar un digno salario, dejen de ser proyectos y se conviertan en realidades. He encontrado mi ikigai, mi camino, y lejos de emprenderlo, me he detenido en el punto de salida a contemplar lo hermoso de su trazado.

Toca avanzar. Y me he conjurado para hacerlo. Ahora viene la parte más dura, que es la de agarrarme a esa decisión y no decepcionarme.

Gracias a Dios, la profesional con la que acudo a menudo a reforzar mi psique, me ha dado las pautas para aprender a escucharme, a perdonarme, a quererme y a demostrarme que si quiero, puedo. Hoy es 15 de abril de 2024, y he comenzado una nueva vida. Es curioso, pero lo de las nuevas vidas se ha convertido en el leit motiv de mi historia.

Ya veremos que sucede, pero no pienso dejarme nada en el tintero, tirar toallas, cortar hilos rojos o agotar munición. Tan solo me esforzaré en aprovechar bien la tinta, mantenerme en pie, no tensar hilos ni disparar sin apuntar con precisión.


viernes, 5 de abril de 2024

Aún no está todo perdido


 Ni para mi, ni para el planeta.

Supongo que todos habréis escuchado esa frase que dice que, hace siglos, una ardilla podía recorrer de lado a lado la península ibérica saltando de rama en rama. Imagino que debía de tratarse de una ardilla en buena forma y con espíritu aventurero, pero como metáfora era bastante bonita.

No hace mucho pudimos ratificar que el auténtico virus que está asolando el planeta es el ser humano, ya que durante el confinamiento al que se nos sometió durante los peores momentos de la pandemia del Covid 19, volvimos a ver corzos por las calles de las ciudades, cientos de jabalíes circulando por las carreteras, millones de pájaros en el cielo, lobos bajando a las playas y osos visitando municipios de las  sierras españolas. Durante esos duros meses en los que se detuvo la actividad humana, la atmósfera se limpió, se cerró un poco el agujero de la capa de ozono y hasta que llenamos los océanos de mascarillas, los mares, infestados de increíbles criaturas de todo tipo, eran un hervidero de vida. Pero no tardamos en volver a tomar las calles y se restauró esa esperada "nueva normalidad", a la que yo llamo "vieja barbaridad", y no aprendimos nada. Nada.

Hoy no he podido evitar sonreír y que un escalofrió de placer recorriera mi espalda hasta la nuca cuando casualmente me he topado en el Facebook con esta foto de Inés Vaquero.

De inmediato me han venido a la cabeza ideas  a cual más bonitas. Primero he recordado a mi querida Cristina Calleja, una mágica artista de la gravedad, que junto a la música y el talento de su chico, David, nos ayudan a flotar cuando disfrutamos de la altura de sus espectáculos. 

Acto seguido ha sido esa famosa ardilla la que me ha venido a la mente (mi dañado y maltrecho, pero resistente cerebro, ahora funciona llevando al extremo la asociación de ideas) y una hermosa ardilla circense y juguetona ha sustituido en mi imaginación la silueta de esta hermosa y circense artista que es Inés Vaquero, quien posa para la cámara demostrando que como escribió Antoine de Saint Exhupery en ese libro imprescindible que es El principito , "lo esencial es invisible a los ojos".

Gracias a Dios también he pensado que puedo aportar mi grano de arena para que la sociedad comprenda que el planeta Tierra nos necesita y que no podemos seguir haciendo como si no pasase nada, pues ahora nuestras ardillas apenas podrían llegar a coger unas nueces en el pueblo de al lado.

Por favor...hagamos un esfuerzo. Seamos responsables. Que esta preciosa fotografía  sacuda nuestras conciencias y nos ayude a salvar el planeta.

miércoles, 3 de abril de 2024

Tatuajes

A fecha de hoy el tatuaje ya no es un elemento decorativo que pueden lucir en exclusiva pictos,  marineros, presidiarios, legionarios, miembros de maras, de la Yakuza y de la mafia rusa, o guerreros maoríes.

Quien más quien menos exhibe tinta perpetua en su cuerpo y yo mismo, que luzco mucha tinta perpetua en el alma, he decorado antebrazos, codo, muñeca y tobillo con dibujos que cuentan un momento de la historia de mis vidas, y que si acaso volviera a quedarme en blanco, su sola contemplación me ayudaría a recordar el porqué de esas horas de dolor en el sillón de un profesional al que pagué para mancillar mi piel.

Quizás el único tatuaje que no me borraría jamás es la pequeña marca azul que decora mi tabique nasal, marca casi imperceptible ya, pero presente desde hace 9 años y 355 días. Ese tatuaje sin aguja y sin tinta, es el recuerdo de la estupidez que me llevó a perder una de mis vidas, y que el tatuador celestial, diseñó con la ayuda de la visera de la casqueta al romperme el tabique durante el impacto contra el asfalto. Aquella noche se rompieron muchas cosas más, y al margen de secuelas, cicatrices y marcas, lo que más daño causó no puede señalarse a simple vista.

Nunca cometí el error de tatuarme en el cuerpo un nombre de mujer, pues esos nombres grabados a fuego en mi corazón no se borrarán jamás ni serán exhibidos públicamente. Quien de verdad quiera conocer la lista de musas que inspiraron mis versos, deberá bajar al fondo de mi alma para solicitar una visita guiada por los rincones más ocultos de mi corazón, por esos lugares que no se abren a los turistas y ni tan siquiera se permite la entrada  a quienes tienen pase VIP o carné de socio.

La aguja del tatuador en el salón de tatuajes duele cuando se percute en las zonas del cuerpo más próximas al hueso, pero la del tatuador celestial que trabaja los diseños en tu alma, es mil veces más dolorosa y no se te permite anestesiar tu razón con drogas ni alcohol, tan solo en un gesto de clemencia se te permite morder fuerte una ilusión y ahogar tus gritos con el estruendo que provoca un corazón cuando estalla en mil pedazos.

Hay muchas historias tatuadas y no todas son de amor, abandono u olvido. Muchas hablan de muertes a cambio de una pesada bolsa repleta de monedas de plata, de balas sin destinatario fijo ni acuse de recibo, de sueños cumplidos y de pesadillas por cumplir, de ilusiones pérdidas o de quimeras conquistadas, de fortuna, de azar y suerte, de dados golpeando el canto de la mesa para sumar la cifra adecuada al tercer bote, y de animales que son tu pasado, tu presente, tu futuro y tu tótem.

En mi próxima vida tan solo me dibujaré un pequeño felino en el exterior del pecho, porque en el interior del pecho ELLA ya se instaló para el resto de mis vidas y mi corazón no necesita más adornos que su sonrisa.