lunes, 6 de mayo de 2024

Nadie es perfecto, pero eso no es una disculpa

Lo siento mucho, pequeño.

Qué te voy a decir que no sepas, porque lo sufres en tus carnes. Nada salió bien, todo fue un desastre, todo se fue a la mierda. Y sí...no voy a intentar engañarte ni señalar otros culpables, la culpa siempre ha sido mía.

Puedo apoyarme en que las circunstancias se dieron la vuelta en muchas ocasiones y puedo tratar de que empatices conmigo y comprendas que me destrozaron las zancadillas, las traiciones, la crueldad innecesaria y las derrotas emocionales.

Puedo explicarte que soy como soy y que tengo la estúpida costumbre de creerme que las ilusiones son gigantes y no molinos, confiar en que todo terminará llegando y agarrarme a la tozuda pero débil esperanza que aun resiste en la trinchera, aterrada al ver caer a sus compañeras. Quiero ofrecerte el yo que te prometí y que mereces, pero vuelvo a quedarme solamente en las mejores intenciones. Y sé que eso no te basta.

Puedo apelar a tu clemencia y exigirte nuevas oportunidades, Puedo intentar convencerte con mil y un argumentos de que rendirme nunca será una opción, de que mientras me quede un soplo de vida me pondré en pie y volveré al combate, de que soy peleón y no acepto fácilmente la derrota, pero no eres gilipollas y sabes que todo eso te lo estoy diciendo con la boca pequeña porque hay días en los que lo  que de verdad me apetece es mandarlo todo a tomar por el culo y sentarme a la sombra de mis angustias para auto compadecerme y dejarme llevar por la nada. Llorar es terriblemente fácil y además a fecha de hoy, ya no es algo que deba ocultarte. 

Te necesito, pequeño. Sé que aún permaneces dentro de mi, que aún crees que seré capaz de reponerme una vez más y que volveré a rescatarte del ataque de esos monstruos que tanto miedo te dan.

Te he explicado muchas veces eso de que vivir consiste en identificar, afrontar y superar, pero ya no puedo hacerlo solo. Ahora necesito tu coraje, tu energía , tu inocencia y tus ganas de avanzar.

No te voy a contar más milongas, no te voy a prometer que serás feliz, porque mucho me temo que eso de la felicidad es algo que me va a costar demasiado conseguirte. De momento te he apañado sucedáneos disfrazados de te quiero adulterados por oscuros intereses y aviesas intenciones. Te he suministrado pequeñas dosis de maravillosos momentos en los que te convencí para creyeras en el éxito, en el amor, en la fama y en la gloria. Pero un fracaso tras otro comprendiste que no eran más que quimeras y ahora me pides que te ayude a pasar el mono, que tire por el inodoro el contenido de esas papelinas de peligroso y mortal futuro adulterado, y que renuncia a los embusteros chutes de mentiras, deseos y sueños.

No quiero fallarte, no quiero fallarme, pero cada vez lo veo más jodido. No soy perfecto y lo sabes, no conseguí ser el Juan que siempre quisiste llegar a ser, pero eso no es una disculpa. Solo puedo ser el Juan que he forjado a fuerza de decepciones, de tropiezos, de sorprendentes y cálidos besos y de necesarios abrazos. De encadenar palabras con ocasional acierto y de comprender que al decírtelo por escrito todo cobra un sentido diferente, Una vez nuestro padre dijo que escribir es fijar ideas en el alma, y que lo escrito queda, 

Y por eso te escribo hoy. Porque hoy te estoy pidiendo una última oportunidad y te prometo que hoy el que me des esa oportunidad será suficiente, porque conseguiré ser quien queremos ser o moriré en el intento y esta vez será para siempre, no solo un ratito.

Perdóname, pequeño. Ayúdame, pequeño. Dame fuerzas para alejarme de lo que me consume y me mata, de lo que me destroza el alma y te priva del futuro que soñaste. Échame una mano para hilvanar el hilo que ha de coser el corazón allá donde aún podamos lucir más cicatrices. Ayúdame a  apagar la mecha que tan estúpidamente encendí pensando que tendría tiempo para ponerme a salvo de la  explosión de la carga de decisiones  plásticas que volarían los puentes entre la mujer a la que soñé amar y nuestro maltrecho espíritu.

Permíteme seguir intentándolo. Tírame de las orejas. Dame una colleja, grítame y llámame imbécil. Hazme reaccionar.

Puede que merezca la pena. Vamos a verlo.

  


lunes, 29 de abril de 2024

Aquellos que habitan mi literatura


 Acostumbro a decir a mis alumnos de los distintos talleres literarios donde comparto lo que he aprendido a lo largo de mi trayectoria como escritor, que uno es el único dios de su universo literario y que puede crear y quitar vida sin ningún tipo de trauma ni repercusión legal. Pero esto no es del todo cierto.

Y no lo es quizás porque yo no escojo a los personajes que habitan mis historias, sino que son ellos quienes me buscan y me convencen para protagonizar aquello que escribo.

El problema radica en que siguiendo el consejo de una excelente editora y amiga, llevo tiempo tratando de escribir desde fuera de mi, tratando de construir un personaje que  no solamente viva por mi aquello que me gustaría vivir, que no necesariamente sufra aquello que ya no soporto más en la vida real y que no  obligatoriamente  consiga cuanto me gustaría conseguir en mi día a día. Que escriba evitando que aquellos que me conocen, me tratan y me sufren, puedan ponerle mi rostro al alter ego seleccionado, y eso no es en absoluto nada fácil.

Escribo mucho, mucho, y me esfuerzo mucho, mucho en despojar de mi apariencia tanto física como sicológica y emocional a mis personajes, pero es este un hueso muy duro de roer.

El inspector del grupo de homicidios del cuerpo nacional de policía de Valladolid, Iván Pinacho, protagonista de las novelas de mi trilogía Crímenes de temporada  nació en las páginas de Temporada de setas como un atípico policía con quien guardo demasiadas semejanzas, pese a que yo no llevo placa ni pistola. Pinacho es rubio,tiene los ojos azules, un particular bigote bicolor y una intensidad excesiva a la hora de enfrentarse a la vida. Pinacho es un enamoradizo compulsivo y un servidor de la ley excesivamente confiado, con tendencia a querer salvar al mundo y una natural buena disposición para matar o a morir por aquellos que ama. Aunque evolucionó un poco en Temporada de sustos y muchos lectores reconocieron cierta madurez en él, al llegar a Temporada de caza ha dejado bien claro que el que nace lechón muere cochino, y renace más lechón que nunca.

El teniente John Dumas, de la caballería de Carolina del sur, protagonista de Incluso lo bueno fue a nacer en el continente americano a mediados del siglo XIX y pese a que no frecuenta mis ambientes ni a mi gente, no habla como yo y no se me parece en exceso(bueno...es rubio y tampoco excesivamente alto) no puede evitar enamorarse hasta las cejas de Ella, pues Ella también protagoniza mis textos y en ellos parece estar a punto de confirmarme que es la mujer que el destino decidió que se cruzara en mi camino, para lo bueno, y para lo malo.

Rizando el rizo y el "más difícil todavía", al comprobar que no era capaz de separarme de mi en las novelas, construí a Lucio Galvano, recién ascendido a decurión de la Legión Primera, destinada en la Judea del año 0.

Lucio es un tipo moreno, reflexivo, podría decirse que incluso algo antipático y que prioriza lo práctico por encima de lo hermoso y lo romántico. Bravo servidor de las fuerzas al servicio de su emperador, decidió renunciar al amor en pos del mejor servicio que pudiera aportar a Roma. Y aunque sus compañeros de armas lo respetan y lo aprecian en la batalla, lo prefieren mantener a distancia en los tiempos de paz, pues no juega y no bebe con ellos, ni tan siquiera disfruta de los saqueos en las poblaciones ocupadas para hacerse con el botín de guerra que complementa el estipendio de los soldados victoriosos.

Pero esta vez, el Juan Pizarro que habita todos sus alter egos, ha visto la luz en la sonrisa y el valor de una hermosa hebrea por la que Lucio descubre que si en verdad existen los dioses, su mayor creación es la mujer que le ha robado el corazón. Ella ha viajado desde los recién constituidos EEUU y se ha apropiado de la que espero sea mi mejor novela hasta la fecha y sé que tomará posesión de todas y cada una de mis obras, sean o no del gusto de la crítica y el público.

Sé también que lo haga mejor o peor, nací para escribir y sé para mi desgracia, que lo haga mejor o peor, nací para amar.

Mucho me temo que en mi universo, lejos de ser el único dios, no soy más que un evolucionado primate que salta de párrafo en párrafo y de verso en verso intentando no romperse el cuello y no recibir más cuchilladas en el corazón.

A ver como explico esto a mis alumnos.


martes, 23 de abril de 2024

En los libros



Me harto de recomendar la lectura como el tratamiento ideal para muchos de los males que afligen al ser humano, y de proclamar a los cuatro vientos que la literatura salva vidas. Y es que esta es una de las grandes verdades que me ha enseñado la vida, que tiende a ratificar eso de que la letra con sangre entra.

Leyendo a diario no solo entrenamos nuestro cerebro y lo preparamos para afrontar las más peligrosas circunstancias y retrasar nuestra inevitable obsolescencia programada, sino que también enriquecemos nuestra cultura con tantos conocimientos y tantos datos que asusta, pues todo está en los libros. Si a esto le sumamos el que es el mejor y más económico de los planes de ocio, que la lectura nos permite viajar por todo el universo sin movernos del sillón, que nos permite besar a princesas, descubrir impostores, apalear villanos, luchar en mil batallas y conquistar infinitas metas sin sudar, sin fatigarnos y sin derramar una sola gota de sangre, pues apaga y vámonos. Leer debería ser una rutina diaria y no una distracción ocasional.

Y para colmo llega un día en el que descubres que necesitas escribir tus propias historias y perpetrar tus propios libros para ser feliz, para soportar la existencia que te han adjudicado los dioses, para evitar que cuando menos lo esperes, tu corazón se termine de resquebrajar. Para demostrarte que tienes algo que ofrecer al mundo y para rendir homenaje a aquellos que en el pasado también sintieron que tenían que compartir con la humanidad las historias que llevaban dentro, y nos regalaron Hamlet, El Principito o El amor en los tiempos del cólera, por poner algún ejemplo de esos libros que todos deberíamos leer al menos una vez en la vida.

Llega el momento en el que te sientas a escribir y te entregas por completo a esa impresionante catarsis emocional que es la escritura, y comprendes que al escribir, purgas tu alma, vomitas las penas, expulsas demonios, planificas los más felices finales para la vida que te hubiera gustado vivir, o cometes el más atroz de los crímenes que en la vida real jamás cometerías.

Eres el dios de tu propio universo literario y más allá de publicaciones, premios, ventas, firmas y charlas, te sientes bien porque al ser el único dueño del destino de tus personajes, te permites el lujo de escribirles el beso perfecto, la sonrisa ideal, el abrazo más cálido, el puñetazo más oportuno o el más certero disparo entre los ojos.

Un escritor no se mide en el número de ejemplares que la editorial consiga vender, sino en esa necesidad vital que lo lleva a desnudarse en negro sobre blanco, a entregarse por completo a la persona amada a través de las palabras adecuadas y a evitar esa liberadora muerte que todos los escritores hemos deseado en algún momento, al ser conscientes de que nuestra vida real atesora excesivo dolor, excesiva miseria, excesiva frustración y un montón de baúles abarrotados de ilusiones perdidas.

En mis libros soy valiente, soy decidido, soy apasionado y soy necesario. Incluso soy un poco más alto. Pero lo mejor de todo es que en mis libros consigo derrotar al mal, impartir justicia, construir una sociedad mejor y perderme en sus labios porque en mis libros Ella no mira hacia otro lado cuando dice que me ama, ni teme preguntarse si en realidad soy yo aquel que el destino decidió presentarle para completar su existencia.

En mis libros no tengo miedo a vivir, no me duele vivir, no me aterra vivir. En mis libros nada temo, pues si quiero, el sol iluminará el interior de todas las grietas y eliminará las sombras que insisten en perseguirme a cada paso, en cada lágrima y en cada tropiezo aquí en la vida real.

En mis libros soy valiente, y soy bueno. En mis libros me ama y no me miente. 

Y por eso, sobre todo y por encima de todo, soy escritor.

Feliz día del libro.

 



 

lunes, 15 de abril de 2024

Un pie delante del otro


 Suena sencillo eso de poner un pie delante del otro y comenzar el camino hasta donde quieres y necesitas llegar, pero no lo es. Por desgracia, según vas cumpliendo años, te aburguesas y te dejas llevar por la comodidad de las rutinas sencillas, por la amabilidad de las palabras condescendientes, por la seguridad de tu espacio de confort y por la tranquilidad de la ausencia de difíciles objetivos.

Pero casualmente acabo de cumplir diez añitos (metafóricos por supuesto, aunque por mi tamaño, y de no ser por las visibles marcas de la vida, podría dar el pego).

En estos últimos años de mi nueva temporada me he relajado un poco y me he entregado a vivir sin exigirme demasiado, algo peligroso pues cuando te das cuenta de que necesitas avanzar para llegar al lugar que te gustaría ocupar, emprender el camino resulta más costoso y requiere de un verdadero alarde de fuerza de voluntad.

Me jacto de ser peleón, de no rendirme, de no tirar jamás la toalla y de ser muy cabezota cuando me propongo algo. Por eso lo estoy verbalizando ahora, porque ayer sentí como si mi mente y mi alma hubieran hecho un motivado clic y tras un buen rato de reflexión y de introspección, me he recordado que en ocasiones he librado  peores y más duras batallas y he conseguido salir victorioso. Así que me he decido a avanzar, y pienso hacerlo.

Toca esforzarse en muchos y en muy distintos ámbitos de mi vida. Me harto de escribir que sueño con llegar a ser el escritor que me gustaría llegar a ser y cuento con la ilusión, la creatividad, las herramientas, las ganas y las personas que pueden ayudarme a ello. Quiero recuperar la forma física que conseguí alcanzar hace un par de años y que poco a poco he ido abandonando. Necesito poner paz en mi mente y orden en mi corazón, y optimizar cuantos recursos tengo a mi alcance. Puedo conseguir que muchos de esos proyectos laborales y cultuales que he ido desarrollando al generar sinergias entre lo que  se hacer, lo que me gustaría hacer, lo que puedo aportar a la sociedad, y por lo que puedo ganar un digno salario, dejen de ser proyectos y se conviertan en realidades. He encontrado mi ikigai, mi camino, y lejos de emprenderlo, me he detenido en el punto de salida a contemplar lo hermoso de su trazado.

Toca avanzar. Y me he conjurado para hacerlo. Ahora viene la parte más dura, que es la de agarrarme a esa decisión y no decepcionarme.

Gracias a Dios, la profesional con la que acudo a menudo a reforzar mi psique, me ha dado las pautas para aprender a escucharme, a perdonarme, a quererme y a demostrarme que si quiero, puedo. Hoy es 15 de abril de 2024, y he comenzado una nueva vida. Es curioso, pero lo de las nuevas vidas se ha convertido en el leit motiv de mi historia.

Ya veremos que sucede, pero no pienso dejarme nada en el tintero, tirar toallas, cortar hilos rojos o agotar munición. Tan solo me esforzaré en aprovechar bien la tinta, mantenerme en pie, no tensar hilos ni disparar sin apuntar con precisión.


viernes, 5 de abril de 2024

Aún no está todo perdido


 Ni para mi, ni para el planeta.

Supongo que todos habréis escuchado esa frase que dice que, hace siglos, una ardilla podía recorrer de lado a lado la península ibérica saltando de rama en rama. Imagino que debía de tratarse de una ardilla en buena forma y con espíritu aventurero, pero como metáfora era bastante bonita.

No hace mucho pudimos ratificar que el auténtico virus que está asolando el planeta es el ser humano, ya que durante el confinamiento al que se nos sometió durante los peores momentos de la pandemia del Covid 19, volvimos a ver corzos por las calles de las ciudades, cientos de jabalíes circulando por las carreteras, millones de pájaros en el cielo, lobos bajando a las playas y osos visitando municipios de las  sierras españolas. Durante esos duros meses en los que se detuvo la actividad humana, la atmósfera se limpió, se cerró un poco el agujero de la capa de ozono y hasta que llenamos los océanos de mascarillas, los mares, infestados de increíbles criaturas de todo tipo, eran un hervidero de vida. Pero no tardamos en volver a tomar las calles y se restauró esa esperada "nueva normalidad", a la que yo llamo "vieja barbaridad", y no aprendimos nada. Nada.

Hoy no he podido evitar sonreír y que un escalofrió de placer recorriera mi espalda hasta la nuca cuando casualmente me he topado en el Facebook con esta foto de Inés Vaquero.

De inmediato me han venido a la cabeza ideas  a cual más bonitas. Primero he recordado a mi querida Cristina Calleja, una mágica artista de la gravedad, que junto a la música y el talento de su chico, David, nos ayudan a flotar cuando disfrutamos de la altura de sus espectáculos. 

Acto seguido ha sido esa famosa ardilla la que me ha venido a la mente (mi dañado y maltrecho, pero resistente cerebro, ahora funciona llevando al extremo la asociación de ideas) y una hermosa ardilla circense y juguetona ha sustituido en mi imaginación la silueta de esta hermosa y circense artista que es Inés Vaquero, quien posa para la cámara demostrando que como escribió Antoine de Saint Exhupery en ese libro imprescindible que es El principito , "lo esencial es invisible a los ojos".

Gracias a Dios también he pensado que puedo aportar mi grano de arena para que la sociedad comprenda que el planeta Tierra nos necesita y que no podemos seguir haciendo como si no pasase nada, pues ahora nuestras ardillas apenas podrían llegar a coger unas nueces en el pueblo de al lado.

Por favor...hagamos un esfuerzo. Seamos responsables. Que esta preciosa fotografía  sacuda nuestras conciencias y nos ayude a salvar el planeta.

miércoles, 3 de abril de 2024

Tatuajes

A fecha de hoy el tatuaje ya no es un elemento decorativo que pueden lucir en exclusiva pictos,  marineros, presidiarios, legionarios, miembros de maras, de la Yakuza y de la mafia rusa, o guerreros maoríes.

Quien más quien menos exhibe tinta perpetua en su cuerpo y yo mismo, que luzco mucha tinta perpetua en el alma, he decorado antebrazos, codo, muñeca y tobillo con dibujos que cuentan un momento de la historia de mis vidas, y que si acaso volviera a quedarme en blanco, su sola contemplación me ayudaría a recordar el porqué de esas horas de dolor en el sillón de un profesional al que pagué para mancillar mi piel.

Quizás el único tatuaje que no me borraría jamás es la pequeña marca azul que decora mi tabique nasal, marca casi imperceptible ya, pero presente desde hace 9 años y 355 días. Ese tatuaje sin aguja y sin tinta, es el recuerdo de la estupidez que me llevó a perder una de mis vidas, y que el tatuador celestial, diseñó con la ayuda de la visera de la casqueta al romperme el tabique durante el impacto contra el asfalto. Aquella noche se rompieron muchas cosas más, y al margen de secuelas, cicatrices y marcas, lo que más daño causó no puede señalarse a simple vista.

Nunca cometí el error de tatuarme en el cuerpo un nombre de mujer, pues esos nombres grabados a fuego en mi corazón no se borrarán jamás ni serán exhibidos públicamente. Quien de verdad quiera conocer la lista de musas que inspiraron mis versos, deberá bajar al fondo de mi alma para solicitar una visita guiada por los rincones más ocultos de mi corazón, por esos lugares que no se abren a los turistas y ni tan siquiera se permite la entrada  a quienes tienen pase VIP o carné de socio.

La aguja del tatuador en el salón de tatuajes duele cuando se percute en las zonas del cuerpo más próximas al hueso, pero la del tatuador celestial que trabaja los diseños en tu alma, es mil veces más dolorosa y no se te permite anestesiar tu razón con drogas ni alcohol, tan solo en un gesto de clemencia se te permite morder fuerte una ilusión y ahogar tus gritos con el estruendo que provoca un corazón cuando estalla en mil pedazos.

Hay muchas historias tatuadas y no todas son de amor, abandono u olvido. Muchas hablan de muertes a cambio de una pesada bolsa repleta de monedas de plata, de balas sin destinatario fijo ni acuse de recibo, de sueños cumplidos y de pesadillas por cumplir, de ilusiones pérdidas o de quimeras conquistadas, de fortuna, de azar y suerte, de dados golpeando el canto de la mesa para sumar la cifra adecuada al tercer bote, y de animales que son tu pasado, tu presente, tu futuro y tu tótem.

En mi próxima vida tan solo me dibujaré un pequeño felino en el exterior del pecho, porque en el interior del pecho ELLA ya se instaló para el resto de mis vidas y mi corazón no necesita más adornos que su sonrisa.


sábado, 23 de marzo de 2024

Oscuras golondrinas


Puede que vuelvan a tu balcón, puede que equivoquen el camino y se pierdan sobrevolando el olvido. Pero esas oscuras golondrinas un día anidaron en mi pecho, y sus trinos pusieron la banda sonora en directo a la más hermosa de cuantas historias de amor llegué a disfrutar, a sufrir y a permitir que alimentara mi ilusión, mi creatividad y mi alma.

Al despertar a su lado me sentí poeta,  y corrí a imaginar versos en los que busqué la rima a sus caricias y los escribí con lágrimas al permitir que alguien mecanografiara FIN después de la primera estrofa.

Nunca llegué a decirle que poesía era ELLA. Ni siquiera cuando sonriendo después de enseñarme lo que significaba  hacer el amor, clavó su pupila en mi pupila azul y me dijo que me quería.

Y sí, soy escritor, me dejo llevar por ese rio de emociones que fluye a través de la palabra escrita y convierto mis sueños en declaraciones de amor de ciento ochenta páginas, en el poema que describe a la perfección la calidez de su alma y en el cuento perfecto en el que somos felices, me harto de perdices regadas con el mejor Ribera del Duero o con la más deliciosa y simbólica botella de Azpilicueta,  y me hago un bolso con la piel de la bruja que trató de arruinarnos la vida al ver que el espejito ya no supo mentirle y no le dijo que era la más bella del reino.

El violín de Ara Malikian acompaña las palabras que en boca del rapero rinden homenaje a Gustavo Adolfo, quien también debió de ser un PAS refugiado tras la pluma y el tintero. La música despeja la oscuridad que se cierne sobre mi cabeza y apaga los fuegos fatuos del sufrimiento perpetuo.

El eco del silencio que domina las noches en mi asteroide me taladra la cabeza tratando de gritarle a mi mente salvaje que no me preocupe, que no me asuste, que no desespere porque todo terminará llegando, incluso lo bueno.

Solo es cuestión de paciencia, de tinta y de folios en blanco.



lunes, 18 de marzo de 2024

Ganar, perder, pelear, vivir.


Vivimos en una sociedad en la que solo parece haber espacio para los triunfadores, y se nos entrena para perseguir la victoria a toda costa. La competitividad es algo positivo, siempre y cuando sea una lucha por mejorar y avanzar, por conseguir un objetivo a fuerza de trabajo, talento, sacrificio, esfuerzo... pero nunca a cualquier precio. Lo de que "el fin justifica los medios", ha sustituido al despreciado "lo importante es participar". Nos confunden alimentando egos y tratando de convencernos de que solo se puede ser un ganador en aquello que te propongas, y que no vale solo el pelear por aquello que deseas. Según los estándares actuales si no consigues el premio , la medalla, el contrato, el título, la casa perfecta, el coche perfecto, el cuerpo perfecto, el hijo perfecto, la vida perfecta... eres simplemente un perdedor y tienes que aprender a vivir con la derrota y agachar la cabeza, o directamente quitarte del medio. Y  el verdadero fracaso es no intentarlo, porque si no lo intentas siquiera, es cuando realmente fracasas. Intentar conseguir tu objetivo, ponerle ilusión, alma, corazón y ganas, ya es de por si una victoria.

Y lo peor llega cuando has puesto toda tu energía en conseguir algo y lo consigues, porque entonces las envidias, los celos y todo ese conjunto de miserias humanas afloran en aquellos que prefieren echar por tierra tu esfuerzo y sugieren que simplemente has tenido suerte, que era un fin  más sencillo de lo que pensabas, o que de haberlo intentado ellos, te habrían arrebatado el triunfo. Pero lo que no saben es que podrían arrebatarte la medalla, el contrato, el título...podrían quitártelo todo, pero nunca podrán quitarte la sensación de haber conseguido superar el reto, vencer el límite o alcanzar tu sueño. Que nadie podrá arrebatarte la satisfacción del deber cumplido, y que nadie usurpará el lugar que te corresponde en el alma al saber que lograste cumplir con tu objetivo, aunque intenten empequeñecer y despreciar tu logro. Aunque te obliguen a bajar un escalón, aunque le entreguen a otra persona los merecidos laureles que debían ceñir tu frente, atendiendo a intereses particulares, compromisos ocultos, o a cualquier motivo que justifique el despojarte de ellos, en tu interior sabrás siempre que ganaste, que lo conseguiste y que si lo hiciste una vez podrás volver a hacerlo cuantas veces te propongas. Y aprendes a perder, a renunciar a tu galardón y a asumir la derrota, justa o no.

La vida es una continua lucha, un eterno campo de juego, una suma de victorias y de derrotas y un continuo caer para volver a levantarte. Cae las veces que tengas que hacerlo, pero nunca hagas caer a otro solo por el deseo de cruzar antes la linea de meta, nunca trates de desdeñar su triunfo y nuca te quedes llorando en el suelo. La verdadera derrota es renunciar a la lucha y acomodarte en la lona.

Vivir duele, el adversario tiene mil rostros, músculos de acero, un increíble juego de piernas y unos puños demoledores, pero no tengas miedo. Prepárate a encajar, a resistir y a encontrar el momento para conectar el golpe perfecto que lo mande al suelo. Y ten en cuenta que cuando veas al arbitro contando hasta diez sobre él y consigas estudiar su rostro agotado y lleno de sangre, será tu cara la que veas, porque el más implacable enemigo y el más duro adversario eres tu mismo cuando te exiges demasiado, cuando caes en el juego sucio y cuando permites que te digan si vales o no vales, si eres o no suficiente.

Hazme caso, porque sé bien lo que se siente al abandonarte a la lástima y a la ira. Sé bien lo que es quedarse llorando en tu rincón sin atreverte a levantar la cabeza y a sostenerle la mirada al destino. Si te decides a saltar al cuadrilátero, pase lo que pase, vales, sirves y eres suficiente. Al menos para ti. Y eso es lo más importante. El único perdedor es el que rehúye el combate. Te hagas o no con el cinturón en tu peso, consigas o no levantar la copa, te ciñan o no los laureles o te cuelguen o no la medalla, si lo has intentado de verdad y te has decidido a luchar por tus sueños, ya has ganado. Si tienen que acompañarte al rincón y limpiarte las heridas porque la sangre no te permite ver, si deben llevarte a la enfermería porque apenas eres capaz de respirar por ti mismo, o si  los jueces entregan a quien no ha merecido tanto como tú  la corona de laurel, quédate con la experiencia, con el aprendizaje, con el intento, coge aire, ajústate los guantes y vuelve a saltar al ring. Si lo haces levanta los puños y siéntete como el campeón que eres.

jueves, 14 de marzo de 2024

Lunático


 Está más que demostrada científicamente la influencia de la luna en la conducta de algunas personas, además de su poderoso influjo en las mareas, en los animales y en muchos fenómenos naturales.

El término lunático, comúnmente asociado a los enfermos mentales, se acuñó hace ya muchos muchos años, al percatarse los estudiosos de las conductas humanas, de las reacciones de algunos hombres y mujeres ante la luna llena. 

El folclore popular también construyó el mito de la licantropía , según el que ciertos mortales podían transformarse en lobos durante las noches de luna llena. 

El lobo le canta a la luna, pero no es la única especie animal que rinde pleitesía al blanco satélite.

Los gatos también sienten una poderosa atracción por la luna y es muy común verlos en los tejados hipnotizados ante el reflejo del astro y maullando sin cesar como si estuvieran charlando con Selene.

A mi la luna me atrae con una poderosa fuerza y me transporta como al niño yuntero para mecerme agarrado a su polisón de nardos.

He escrito en alguna ocasión que todos los besos que no llegan a darse, se conservan en la luna y en ella oculto también mis ilusiones perdidas, mis lágrimas nacidas del amor no correspondido y de las ausencias inevitables, y mis miedos más atávicos.

Hay noches en que sentado ante a luna, recibo la visita de las más acertadas musas y mi cerebro se abarrota de imágenes, de metáforas y de todas las palabras bonitas que llenan en mi alma multitud de volúmenes sin escribir aún, pero dedicados siempre a Ella, al amor que despertó en mi y que nunca me dejará, aunque imposible sea la palabra que lo definió siempre.

¿Soy un lunático? Puede que lo sea, pero parafraseando a aquel, "francamente, querida...me importa un bledo".


viernes, 8 de marzo de 2024

Un mundo mejor


 Y como canta Pablo en esta versión de su tema Wonder girl, acompañado por las maravillosas voces de estas artistas vallisoletanas, la mujer hace cada día del mundo un mundo mejor.

Poco tengo que decir sobre el 8 M, pues aunque nos parezca mentira en pleno siglo XXI todavía hay que reivindicar cada día esa necesaria y lógica igualdad entre hombres y mujeres, y hoy es la fecha en que a  muchos de esos ineptos que pretenden ignorarla, no les queda más remedio que escuchar los gritos de las mujeres que tratan de hacerse oír  por ellos.

He crecido rodeado de esas actitudes conocidas como micro machismos, y aunque desde niño se me enseñó en casa a respetar y a valorar a la mujer de la misma manera que respeto y valoro al hombre, no puedo evitar haber nacido hombre en la década de los setenta y haberme formado y desarrollado en una sociedad machista.

No voy a aprovechar la efeméride de aquella huelga y aquellas manifestaciones de las obreras textiles norteamericanas del siglo diecinueve, para enarbolar una bandera que han sostenido manos mucho más validas que la mía, pero si para mostrar mi apoyo a las justas reivindicaciones de las mujeres que hoy saldrán a las calles a exigir lo que les corresponde por derecho.

Y no por ello pretendo ser más majete ni caer mejor, porque como ser humano que soy (por mucho que quisiera ser un gato) mi comportamiento y mis actos en el día a día definirán mi paso por este valle de lágrimas. No me define como persona el que hoy 8 de marzo me sume a las voces de mis amigas, mi pareja, mi madre, mis hermanas, mis compañeras de trabajo y en definitiva a las de todas aquellas cuyo cariño se conjuga en femenino y que saben que pueden contar conmigo los 365 días del año, me define el aprender de mis errores del pasado y actuar en consecuencia, respetando la igualdad de género cada segundo de mis vidas.

Hoy quizás tan solo puedo unir mi voz a las suyas con más fuerza, aprovechando que habrá mucho imbécil al que no le quedará más remedio que escucharlas.

Y no voy a entrar a valorar los increíbles y desastrosos errores de aquellos que han tratado de hacer del feminismo un campo de cultivo en el que cosechar votos para mantenerse en la poltrona, simplemente escribiré que la única manera de acabar con la violencia contra la mujer es educando en valores y castigando con mano dura y sin concesiones a quienes la ejercen.

Fuerza y honor,