Está más que demostrada científicamente la influencia de la luna en la conducta de algunas personas, además de su poderoso influjo en las mareas, en los animales y en muchos fenómenos naturales.
El término lunático, comúnmente asociado a los enfermos mentales, se acuñó hace ya muchos muchos años, al percatarse los estudiosos de las conductas humanas, de las reacciones de algunos hombres y mujeres ante la luna llena.
El folclore popular también construyó el mito de la licantropía , según el que ciertos mortales podían transformarse en lobos durante las noches de luna llena.
El lobo le canta a la luna, pero no es la única especie animal que rinde pleitesía al blanco satélite.
Los gatos también sienten una poderosa atracción por la luna y es muy común verlos en los tejados hipnotizados ante el reflejo del astro y maullando sin cesar como si estuvieran charlando con Selene.
A mi la luna me atrae con una poderosa fuerza y me transporta como al niño yuntero para mecerme agarrado a su polisón de nardos.
He escrito en alguna ocasión que todos los besos que no llegan a darse, se conservan en la luna y en ella oculto también mis ilusiones perdidas, mis lágrimas nacidas del amor no correspondido y de las ausencias inevitables, y mis miedos más atávicos.
Hay noches en que sentado ante a luna, recibo la visita de las más acertadas musas y mi cerebro se abarrota de imágenes, de metáforas y de todas las palabras bonitas que llenan en mi alma multitud de volúmenes sin escribir aún, pero dedicados siempre a Ella, al amor que despertó en mi y que nunca me dejará, aunque imposible sea la palabra que lo definió siempre.
¿Soy un lunático? Puede que lo sea, pero parafraseando a aquel, "francamente, querida...me importa un bledo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario