Laertes desarma de un único golpe en el plexo solar al sicario que encañona con un subfusil ametrallador a Adán, la agente del CSID con la que ha coincidido en diversas ocasiones por motivos profesionales, y en tan solo una muy placentera ocasión por motivos carnales y emocionales. Adán aprovecha el momento y con sorprendente velocidad recupera del suelo el cuchillo que tuvo que arrojar al recibir la orden de desarmarse, y de un único y preciso tajo secciona la yugular del sicario con la precisión cirujana adquirida tras muchos años de oficio. El rubio asesino de bigote bicolor guiña uno de sus azules ojos a la esbelta agente especial, mientras con habilidad y podría decirse que especial cuidado, sostiene el cuerpo del finado antes de que se desplome sobre una de las mesas llenas de relucientes copas colocadas con orden simétrico en función del número de comensales y de las botellas de champagne francés de una conocida y exclusiva bodega que patrocina el evento empresarial del año en la pequeña ciudad de provincias.
—Gracias por estar –dice Adán sabedora de que de no ser por Laertes, las cosas hubieran dado un giro muy diferente.
—Siempre es un placer poder serte de utilidad, princesa. –contesta Laertes galante y sincero–Pero ahora a lo nuestro, el tiempo se nos echa encima.
Aunque tanto los políticos asistentes al acto, como los chicos de la prensa, los representantes de las fuerzas vivas de la ciudad y de los distintos sectores económicos que han hecho de la capital de provincias la envidia de muchas ciudades españolas, conocen sin lugar a dudas los turbios negocios que rozan la legalidad unas veces y que la traspasan la mayoría de ellas, que han conseguido hacer de Julio San Segundo el empresario del año. San Segundo está recibiendo en ese momento el galardón de manos del alcalde socialista que gracias a los votos de distintas fuerzas políticas consiguió arrebatar la alcaldía al candidato más votado, y de manos del representante de la cámara de comercio el cheque por valor de 10.000€, cantidad que se podrá depositar íntegramente en la organización sin ánimo de lucro que el premiado escoja. Casualmente San Segundo ha elegido la fundación creada y dirigida por uno de sus hombres de confianza. Los chiquillos desarrapados de la periferia que deberían ser los receptores finales del premio, nunca llegarán a disfrutar de él, pero los sicarios del capo vallisoletano contarán con nuevos juguetes adquiridos una semana atrás en la subasta realizada por un corrupto general del desaparecido ejército unificado de la URS.
Adán ha sido elegida para eliminar al recién premiado hombre de negocios y Laertes ha recibido el ingreso de una sustanciosa suma en su cuenta corriente mediante la que se pretende asegurarse de que Julio San Segundo no llegue a acostarse esta noche con la barriobajera celebridad de las revistas del corazón con la que mantiene un nada económico afer desde hace más de un mes.
A Adán la paga el estado, a Laertes los tiburones que infestan los mercados y se pelean por la carnaza embadurnada con la sangre derramada por los señores del IBEX 35. En cualquier caso Laertes desnuda a Adán con la mirada y ella, juguetona y preciosa, le permite despojarle visualmente de cada prenda poco a poco, muy despacio. El rubio y mortífero asesino a sueldo rememora la noche de placer que disfrutó en el piso franco de la agente del CESID y no puede olvidar el agradable tacto de sus pezones erectos ni el delicioso sabor de su humedad más privada. Adán sonríe al percatarse de que el despiadado asesino está sufriendo una erección mientras no puede apartar de ella la mirada, y a punto está de abalanzarse sobre él y sacarlo de allí buscando el lugar más cercano donde entregarse a cuantos minutos de placer pueda regalarle el fornido y despiadado hombre enviado para asegurarse de que San Segundo no verá nunca más la luz del día.
Ocultan el cadáver del sicario del homenajeado en un cercano cuarto para guardar menaje, en el que Adán habría cabalgado con placer a Laertes y que de momento servirá únicamente para un propósito menos delicioso. Laertes adivina la lujuria en su mirada y le devuelve la misma cantidad de deseo con una mirada similar y la cínica sonrisa de medio lado que lo caracteriza. Pero ahora lo primero es lo primero y hay que trabajar. Ambos profesionales deciden que le concederán a San Segundo el placer de disfrutar de aquel líquido carbonatado de a cojón de mico la botella, y esperarán a eliminarlo cuando baje al parking del hotel en cuyos salones se celebra el evento. Y así lo hacen, quitando de en medio de paso a tres guardaespaldas y al chofer.
Un par de horas después, cuando Adán alcanza su tercer orgasmo no puede evitar recordar a Laertes disparando en pleno corazón con puntería olímpica a San Segundo, y eso la pone aún más cachonda. Excitada hasta más no poder se lanza sobre el miembro de Laertes para besarlo y lamerlo hasta devolverle el esplendor y la dureza que consiga llevarla hasta el cuarto orgasmo. Y una vez más Laertes cumple con las expectativas y realiza el mejor de los trabajos. Los dos profesionales de la muerte follan como si realmente fueran a morir mañana y no quisieran dejarse nada en el tintero ni privarse del menor de los placeres.
Al sentarme frente al teclado me descubro totalmente apático y falto de ganas. Y eso no me ha sucedido nunca, ni siquiera en los momentos más difíciles o más duros, en los más tristes y en los más amargos. Siempre he dicho que para mí escribir es una necesaria catarsis emocional y suelo ser un escritor ágil, rápido, muy creativo y en ocasiones bastante ingenioso. Como escritor soy capaz de construir metáforas y analogías lo bastante poderosas como para trasladar sentimientos, emociones y experiencias de forma que el lector pueda ocupar un espacio de mi piel, de mi alma, de mi cerebro y de mi corazón. Pero hace unos días ya que no le encuentro a la escritura el placer que le he encontrado siempre.
Necesito retirarme a mis cuarteles de invierno, necesito esconderme un poco del mundo, de mí mismo, de los amores imposibles y de las realidades dolorosas, de los sueños por cumplir y de los cadáveres por enterrar en la enorme fosa común que esconde el jardín de mi pasado
Solo pienso en los fracasos, en las pérdidas, en el recuerdo de unos labios, que se borra poco a poco y se difumina angustiándome con su marcha, en una sonrisa que se apagó de repente, en unos ojos que me iluminaban y también sonreían, pero que ya no se abren para mí. En un cuerpo que al permitírseme acariciarlo me hizo sentir el tipo más feliz del universo conocido, y del que queda por conocer. Un privilegiado, una persona con ángel, alguien tocado por los hados. Y ya no debo serlo. Bueno...ya no sé lo que soy.
Ahora solo me tengo a mi y es a mí a quien más necesito, así que aprenderé a escribirme aquello que quiero entregarme, aquello a lo que estoy dispuesto a llegar para hacerme feliz y aquello que siempre me negué pero que ahora voy a regalarme. Me tengo, me recibo, me escucho y me hablo. Al propiciar ese dialogo interior aprendo a perdonarme y a decirme que me quiero.
Llevaba demasiado tiempo esperándome sin saberlo, pero ya he llegado. Estoy aquí y llamo a mi puerta. Voy a abrirme y a dejarme pasar. Me recibiré como merezco y seré conmigo el mejor anfitrión.
Puede que recupere las ganas de escribir, puede que estos párrafos que ahora termino sean una buena señal.
Hoy tu recuerdo es un pájaro que bate sus alas detrás de mí, y aunque detengo el paso deseando que me alcance nunca llega a hacerlo, como en la más triste y terrorífica de las pesadillas.
Me duele vivir sin escuchar tus trinos al amanecer y sin besar y acariciar tu plumaje, tan hermoso. Me duele vivir con la certeza de que lo nuestro era la crónica de una muerte anunciada, de que aguantaste mi mano aun cuando el pulso ya no era constante y que la soltaste justo cuando comenzaba a latir de nuevo el corazón que se creyó difunto, pero que resucitó en tus ojos, y arrojaste a la basura mi carrete velado. Nunca es tarde para la amnesia y daría el resto de mis vidas por olvidarte. Pero estoy condenado al recuerdo y a caer en un océano de lágrimas cuando resbalo al pisar un día más sin ti. Fuiste mi venus y puse el mundo en tus brazos. Mi mundo, el único mundo que me importa, el único mundo que bauticé con tu nombre, pero tu silueta es un pájaro que me silba y me enreda atrapándome con el lazo de la tristeza y del amor no correspondido.
Llévame contigo al cuento que no explotó, al muro que crece en mi mano, al santuario donde siempre rezaré a tus labios esperando que un día silben la llamada definitiva con el trino de la esperanza. Por favor, salva de la ruina nuestra historia, permite que vuele alto, ábrele las puertas de esta jaula en la que se ha convertido mi pecho.
Hubo un tiempo en que escuchar una canción a tu lado era parte de esa comunión que recibía de tu boca y que me daba la vida, pero hoy te siento en cada letra, en cada melodía, en cada ritmo, y huyo. Escapo de la música porque ya no me ayuda a sonreír ni me calma. Me aturde y me abre las venas desangrándome con cada nota que no podré tararear junto a ti, ni bailar siguiendo el compás de tus caderas.
Necesito ese consejo de los sabios que conseguirán que todo vuelva a tener sentido. Necesito descubrir el resquicio por el que entren la luz y el oxígeno que me permitan ver que hay amor entre las sombras y respirar una nueva bocanada de ilusión. Necesito reventar las paredes con el martillo de mis letras, de mis textos, de mis versos, y que la palabra se haga día radiante.
Los miembros de la dotación de la Policía Nacional que atendieron la llamada a primera hora de la mañana, han tenido que solicitar refuerzos para controlar a los vecinos de la zona, y ya son media docena de agentes los que se esfuerzan en contener a los curiosos alimentados por el morbo feroz que se nutre del afán de realizar con sus teléfonos móviles fotos y videos para inundar redes sociales y conseguir likes. Los odiosos "me gusta" son las nuevas monedas con las que comprar ego. Más de medio centenar de ciudadanos tratan por todos los medios de saltarse el cordón policial y conseguir los post perfectos para sus perfiles en la red.
El juez de guardia y el secretario judicial están siendo informados por los agentes de la científica que han hecho un primer balance de la situación tras estudiar el cadáver, y más allá de la pintoresca imagen que ofrece el difunto, parece obvio que se trata de un suicidio.
El escenario no es en absoluto casual, todo está muy bien preparado y al parecer la nueva víctima de la desesperación alimentada por el colapso de unas emociones mal gestionadas, debía de ser una persona muy aficionada al teatro, al drama o a las tragicomedias, por lo particular de la escenografía que acompaña a su muerte.
El cuerpo rígido de un varón caucásico de edad comprendida entre los cuarenta y los cincuenta años, ataviado con levita, chaleco y pajarita, pende con la chistera aun cubriendo sus claros cabellos de una soga atada al extremo de la chimenea de la locomotora del tren burra que decora el apeadero de la línea en desuso que atravesaba el centro de la ciudad, y que desde hace ya casi un siglo, recuperado y mantenido por la concejalía de Turismo del ayuntamiento de la urbe castellana, sirve de decoración y de recordatorio de un tiempo en el que el ferrocarril era la mejor forma de unir la ciudad con el resto de municipios de la provincia.
Según el primer análisis el curioso suicida eligió para la puesta en escena de su último acto, una hora comprendida entre las once y media de la noche y la una de la mañana, pero el inspector Pinacho, uno de los mejores investigadores del grupo de homicidios que nada tiene que ver en este tipo de asuntos, y al que sus compañeros han pedido que se acerque a echar un ojo, se jugaría el salario del mes a que apretó el nudo en torno a su cuello y se dejó caer exactamente a las doce en punto. La hora perfecta para su fatal declaración de intenciones.
Las mayúsculas en caligrafía victoriana, escritas con spray de grafiti sobre la puerta de acero y madera de roble de la decorativa y turística locomotora, permiten leer una escueta y reveladora frase para la que las fuerzas del orden aún no han encontrado el sentido correcto, pero que el inspector Pinacho ha comprendido en la primera lectura: "AL FINAL... SI QUE ERA UNA OPCIÓN".
De entre sus frías y rígidas manos muertas, los miembros de la científica desplazados al parque del centro de la ciudad donde se halló el cadáver, extrajeron dos objetos tipificados como pruebas A y B. En la mano derecha sus dedos aferraban un carrete de hilo rojo y en la izquierda, una cuartilla en la que con letra menuda, y correcta caligrafía escrita a mano y seguramente con la pluma que guardaba en el bolsillo interior de la levita, podía leerse: "Sé que eres tú. Volveremos a encontrarnos, mi amor. Te querré el resto de mis vidas."
Pinacho sonríe con cierta tristeza nacida de la más absoluta empatía, y sus ojos azules y melancólicos se detienen en la expresión del finado al reconstruir en su mente los hechos, y los últimos minutos de vida de aquel anacrónico suicida. Dicen que el rostro es el espejo del alma, y el gesto en el que se detuvo para siempre el tiempo de aquel hombre, transmite de forma indescriptible paz. Y amor.
Camino de su despacho en la comisaria, respirando el frio aire que empuja y disipa la niebla que se enseñoreaba de los márgenes del rio de la ciudad castellana donde presta servicio, Pinacho no puede evitar pensar en el dolor que debía de haber sufrido el hombre que decidió que luchar ya no merecía la pena, que rendirse sí que era una opción, que el amor era algo que le estaba vetado y que el mañana no tenía sentido sin ella. Él también es un hombre muy romántico y sabe que mataría o moriría por la mujer que ama, y quizás un día tenga que hacerlo. Pero aún no. Rendirse aún no es una opción.
Antes de entrar en la comisaria, la pantalla del teléfono móvil que extrae con rapidez del bolsillo de los desgastados pantalones vaqueros, le indica que tiene una llamada de su compañera, la subinspectora Clara Nogueira. Puede que el rubio difunto del parque del centro de la ciudad no sea el único muerto que vaya a visitar hoy. En cualquier caso ningún juez dictaminará nunca que el hombre al que ya han descolgado de la soga y trasladado al depósito anatómico forense, falleció víctima de un homicidio. Y Pinacho tendrá que guardarse para él su verdadera opinión, pues cree firmemente que cualquier persona que decidide poner fin a sus días a causa de un amor no correspondido, ha sido asesinado por el sentimiento más hermoso y a la vez más despiadado que existe, pero al que nunca podrán llevar ante un tribunal.
Al final un día te das cuenta de que todo es mucho más sencillo de lo que parece. Y de que siempre has sido tan ingenuo como estúpido, consintiendo que terceras personas decidieran si eras digno de alcanzar tus sueños o si por el contrario tu misión en la vida consistía en ayudar a alcanzar los suyos a quienes fagocitaban tus energías y solamente esperaban todo de ti sin darte nada a cambio, vaciándote de ilusión y de esperanza.
El día en el que se te cae el velo y ves con nitidez, comprendes que a la felicidad no se llega pretendiendo que los demás sean felices, sino haciendo lo imposible por serlo tu mismo. Que no sabrás encontrar el amor en el corazón de otra persona si no has sido capaz de buscarlo en el tuyo y que por mucho que te gustase hacerlo, no llegarás jamás a querer de verdad a nadie si eres incapaz de quererte a ti mismo. Suena duro, pero la única forma de pegar los cachitos que sobrevivieron a las continuas implosiones de un alma dinamitada por la traición las mentiras y la ambición ajenas, es aprender a valorarte, a escucharte, a intentar comprenderte y a quererte.
El camino que has de seguir aparece cuando menos lo esperas lleno de neones y de flechas indicando la desviación y tienes que tener la decisión, el valor y la audacia de coger la salida adecuada para llegar a ese destino en el que tu pasión, aquello que realmente amas, tus habilidades y tus capacidades, lo que puedes aportar al mundo y aquello que te permitirá vivir dignamente, confluyen. Los japoneses tienen una palabra para esa confluencia de caminos, Ikigai. Y yo estoy comenzando a reconocer mi Ikigai. Y por primera vez en muchos, muchos años siento que he de pelear por ello, porque al hacerlo estaré peleando por mi y si soy capaz de plantar batalla sin rendirme y encajando los golpes necesarios sin derrumbarme, el premio será un futuro mejor.
Se acabó vivir apegado al pasado, lamerme continuamente las heridas y no permitir que cicatricen de una vez por todas. Se terminó lo de aventurar sucesos y predecir un futuro que aún está en el aire y que no se sabe si va a llegar o de que forma.
Toca vestirse con una coraza de prudencia y responsabilidad, y blandir la espada del porvenir. Toca colocarse un casco que te proteja de los golpes del destino y ceñirse la cota de mallas que libre a mi corazón de recibir más saetas envenenadas atravesándolo de parte a parte.
Toca hacer examen de conciencia y acto de contrición y aplicarse eso que acostumbro a escribir sobre que ni reclamo amor ni mendigo cariño. Y es que me estoy conociendo de verdad y sinceramente no me caigo tan mal ni creo que deba renunciar a mis valores ni a mis principios. Puedo tratar de mejorar en muchas cosas, por supuesto, pero de momento esto es lo que soy y esto es lo que hay, y si gusta bien, y sino también. No voy a confundirme de nuevo tratando de ser aquello que no soy, ni de ocultar mi forma de sentir, de pensar y de vivir. Soy intenso, si, ¿Pasa algo? Si mi intensidad angustia mejor aléjate y si mi intensidad cansa no pierdas el tiempo. No me siento en absoluto culpable por ser una persona sensible. Ni me avergüenzo por ello.
Hay un antes y un después de esta luz que me ha iluminado en el oscuro túnel donde me adentré buscando un atajo y una huida confundido y asustado. Y esa luz nace de mi interior y durante años no permití que brillase porque concedí a terceras personas la capacidad de oscurecerme. Pero ya no. Ahora todo dependerá de mi y solo de mi.
Es curioso, pero la vida es un trayecto a recorrer y el viaje únicamente cobra sentido cuando aciertas con el sendero correcto y descubres que hay un camino que debes seguir si quieres realizarte como persona, y entregar lo mejor de ti para que tu existencia esté justificada.
El problema comienza cuando no sabes interpretar las señales ni los mapas, cuando te pierdes recorriendo tramos que te desvían de tu meta, y cuando te obcecas en prescindir de faros y brújulas, y eres tan arrogante que piensas que eres capaz de alcanzar el verdadero destino tu solito.
No existen los atajos para llegar a ser la persona que quieres llegar a ser, ni estacionamientos donde abandonar todo lo que te sobra y entorpece la marcha. Tampoco hay pistas de frenado habilitadas para que consigas reducir la velocidad cuando no sabes frenar de forma natural y te ves tan acelerado, que te la terminarás pegando si no escuchas los consejos de aquellos que te quieren y se preocupan por ti. Y podéis creerme, esas cosas pasan y a raíz de cierta catastrófica desdicha sufrida hace unos años, acostumbro a decirle a la gente que me importa, "frena, que si no frenas tú, te frenará la vida de la forma que sea, con un infarto, un accidente, una crisis mental...".
La vida me frenó, y la experiencia fue tan devastadora que mi camino parecía haber terminado y durante mucho tiempo supe que estaba realmente perdido, y asustado. Pero he encontrado el verdadero camino a seguir y en esta senda puedo guiar a otros y ayudarlos a alcanzar sus destinos.
El año pasado comencé a interactuar con estudiantes y a explicarles como la literatura es mucho más que ocio, entretenimiento y diversión, más que una interminable fuente de conocimientos y mucho más que un arte. Es además una formidable terapia para prevenir el deterioro cognitivo y para superar el daño cerebral adquirido, y desde la literatura pude explicarles como leer y escribir son las disciplinas perfectas de ese entrenamiento diario que necesita nuestro cerebro, el verdadero músculo que merece la pena mantener en la mejor forma posible.
El feddback recibido de mi interacción con los estudiantes fue tan increíble que he reconocido en esta relación el canino asfaltado bien pavimentado y sin baches por el que debo conducir mis pasos para alcanzar aquello que me hará feliz. Y voy a seguir las señales. El destino, que es el cartógrafo burlón pero exquisito que diseña mapas e indicadores, no deja de colocar luminosos letreros y desconcertantes neones para que a lo largo de la ruta pueda identificar otras muchas cosas igual de importantes en mi trayectoria vital, y también estoy aprendiendo a orientarme siguiendo estos oportunos avisos. Y a detenerme cuando debo hacerlo y disfrutar de esos merecidos descansos para el alma en los que puedo avituallar mi corazón con el necesario combustible de la emoción. Repostar en los labios adecuados y sentir que otras luces iluminan mi camino alumbrando las zonas más oscuras. es algo realmente hermoso y de agradecer, y aunque soy yo el que deberá enfrentarse a los obstáculos y superarlos por mis medios y con mi pericia y mi valor, siempre es un lujo haber encontrado quien te acompañe en el viaje y comparta la fatiga del camino.
Un nuevo yo despierta y AVANZO.
He encontrado el camino y no pienso abandonarlo. Sueño con que ella ocupará el puesto de copiloto y algún día viajará junto a mí. Pero de momento no voy a detenerme a esperar a nadie ni voy a mirar atrás. Si quiere hacerlo, sé que aquella que sostenga el otro extremo del hilo rojo que unirá nuestras almas podrá alcanzarme y subirá en marcha, sé que estará más que preparada para ello. Pero ahora yo me necesito más que a nadie y además hay muchos chavales a los que servir de guía o de coche escoba en caso de que se fatiguen o se pierdan.
Nos veremos junto al cartel que indica la entrada a la felicidad. Por fin me veo más que listo para este viaje.
Ni para disculparse si la disculpa es sincera y nace del corazón.
Estoy trabajando mucho la reconciliación con la persona más importante en mi vida, yo mismo.
A fuerza de cometer errores y de mirar para otro lado, había llegado a enfadarme conmigo y a descartar la opción de perdonarme, por eso necesitaba tanto la aceptación de terceras personas y por eso pensaba que solo llegaría a ser feliz si otra persona me quería. Y he sido tan gilipollas que he supeditado al paso de otros el avance en mi camino. Y me dolía no avanzar, pero no entendía por qué por mucho que quisiera poner un pie delante del otro era incapaz de moverme. Y por fin lo he entendido. No me movía porque esas arenas movedizas que son los reproches y los miedos me tenían atrapado y no he sido capaz de levantar los pies hasta que no he buscado dentro de mí la forma de salir de esa trampa mortal en la que sin darme cuenta ya me estaba ahogando.
No quería reconocer mis fallos, no me atrevía a darme la oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva, y de aprender de un pasado doloroso y confuso, pero que tenía mucho que enseñarme. Y ahora he reunido el valor suficiente para escucharme, para pedirme perdón y lo más importante, para perdonarme.
Sentía que algo me atenazaba el pecho, que había una mano que apretaba fuerte mi corazón y lo estrangulaba, que me empeñaba en querer a los demás, que consideraba que el amor era el verdadero motor de mi vida y no entendía como queriendo tanto nadie me quería al menos la mitad de lo que yo era capaz de querer. Pero he descubierto que ese amor que tanto ansío debe comenzar en mí. Debo quererme lo suficiente para limpiarme de culpas, para concederme la tregua que me permita despegar y recuperar la fuerza. Necesito quererme bien, como intento querer a otra persona.
He entendido que soy importante en mi vida, que si me refugio en la aprobación y el cariño ajenos, pero me niego el mío, la vida la construiré sobre unos endebles cimientos que harán que vuelva a derrumbarme al menor temblor, a la primera sacudida. Y el destino me ha preparado un futuro tan sísmico como sorprendente. Me ha cruzado con las personas adecuadas y con las oportunidades necesarias, pero al negarme la capacidad de ver la luz, mi luz, he optado por caminar a oscuras y he ido cayendo en un agujero tras otro. Pero se acabó. He abierto los ojos y me he descubierto en el fondo del túnel asustado y enojado, confundido y obcecado en el error de necesitar tanto el amor de otros, que era incapaz de percibir que yo también me quería.
Y no es egoísmo, es supervivencia, por eso me voy a hacer mucho más caso, me voy a tender una mano y me voy a guiar hacia la salida, hacía el final del arcoíris donde podré encontrar a la persona más increíble que el destino decidió que enriqueciera mi vida, y esta entenderá que llego a ella repleto de mí, de ganas de demostrarme que valgo y de auténtica necesidad de ser feliz conmigo mismo. Y que solo así podré ofrecerle algo más que un sueño.
Nunca me costó pedir perdón cuando metí la pata, cosa habitual en aquellos que aunque con la mejor intención, no paramos de idear maneras de hacer de esta vida algo más ameno. y solemos equivocarnos pues no todos necesitamos lo mismo para disfrutar de la existencia. Pero me ha costado mucho, muchísimo pedirme perdón y he tenido que enfrentarme al más siniestro de los demonios que habitaba mis recuerdos, y después de mucho pelear, he conseguido rendirlo y expulsarlo para siempre. Y he decidido perdonarme y hacer acto de contrición con verdadero arrepentimiento y prometiéndome hacer lo imposible por no repetir conductas erróneas y perjudiciales.
Ahora he comenzado a quererme, a escucharme, a intentar comprenderme y a motivarme con mi propia fuerza, con la ilusión que nace de la certeza de que este era el cambio que necesitaba y que solo así podré acceder a aquello que colmará mi esperanza.
Puede que me esté equivocando, no lo sé, pero lo que sí sé es que, si lo estoy haciendo, al menos lo hago con mi apoyo y mi voluntad de mirar hacia adelante sin rencores.
Y que sea lo que Dios quiera. Y lo que yo me permita.
Y es que en la vida a veces hay que bailar, y atreverse a salir a la pista de baile sin miedo a perder el ritmo, a tropezar, a marearte dando vueltas y a pisar a tu pareja. Los miedos no te llevan a ninguna parte y es muy triste quedarse sentado viendo como los demás bailan y disfrutan y tu tan solo llevas el ritmo con el pie por miedo a hacer el ridículo. El fracaso es no intentarlo. El peor de los desastres llega cuando te das cuenta de que podías haber sido el rey de la pista y haber bailado con la más deliciosa de las parejas y no fuiste capaz por temer que rechazara tu mano para acompañarte al centro y comenzar el vals.
El valiente no nace, se hace. Y el valor se consigue enfrentado los temores, preparándote para la victoria y descartando la derrota. Rendirse nunca es una opción y el fracaso es tan solo una posibilidad, no una certeza. Asusta, sí, pero es mejor sufrir una derrota que esconderse y no plantar batalla.
Así que toca armarse de valor y aferrarse a todo lo que hace de ti un ser especial, una persona diferente. Un personaje singular que nunca encajó con los supuestos, y aquel que al escuchar la pieza adecuada encontró entre la multitud a la bailarina más hermosa y más grácil de cuantas acudieron al baile al que te invitó el destino. El hado ríe sabedor de que reconocerías en el acto a aquella que eligió para completar tu alma desde un principio, y de que si renunciabas al miedo, te atreverías a volver a pedirle que te hiciera el honor de concederte ese vals. Y ella bailaría contigo.
Y es que es una delicia verla danzar agarrada a tus caderas, clavando en tus ojos su mirada y sonriendo con una sonrisa que ilumina por completo la sala y llena de color el mundo, ese mundo gris y difícil en el que la música te aturde a menudo, ese mundo que tantas veces has pedido que se pare para bajarte escapando de lo triste, lo duro, lo injusto y lo cruel, pero que mientras giras como una peonza enamorado de la partitura y de la esencia de aquella que baila contigo, de repente se convierte en el único lugar en el que quieres estar.
Bailando con ella este vals, quieres creer que la pieza durará por lo menos el resto de tus vidas y estar vivo se te antoja un regalo de los dioses y una bendición.
Que no pare la música, que se detenga el tiempo, que la orquesta te colme de bises. Que al derrotar a tus demonios la felicidad consiga hacerse un hueco en tu porvenir. Que San Juan no te queme en la hoguera y que ella te vea como quieres que te vea, y te sienta como quieres que te sienta. Que consigas hacer que este baile merezca la pena. Y que no termine nunca.
Cierra el archivo de su última novela y tras comprobar haber guardado una copia de seguridad para no tener que lamentar posibles y devastadoras desgracias, apaga el ordenador y se dispone a pasar un fin de semana alejado de la trama de un libro que sabe será el más especial de cuantos ha escrito. Y lo cierto es que esta afirmación está exenta de fanfarronería o de vanidad. Simplemente será una gran novela porque escuchando el mejor de los consejos de su editora y amiga, la está escribiendo desde lejos de sus vicisitudes cotidianas, y el alter ego que se ha construido para plasmar en ella cuanto le desborda el pecho no se parece en nada a él, no habla como él ni actúa como él, aunque ama de la misma manera (intensa y suicida) y a la misma mujer a la que ama su protagonista, y a ella le ha construido su lugar en las páginas de este canto a la originalidad y la belleza en las circunstancias más terribles.
Y es que así entiende la vida. En el peor de los momentos, en las circunstancias más terribles y durante las noches más oscuras, no puede dejar de cantar a la belleza y lo hace de una forma original transformando su realidad en una historia de amor y de sangre inocente en el que quizás haya sido el momento más importante de la historia de la humanidad.
Hace caso a las recomendaciones de amigos, familiares y profesionales de la salud mental y colocándose la mochila de acampada a la espalda, abandona la seguridad del hogar para regalarse un fin de semana de naturaleza, ocio y descubrimientos, alejado de todo lo que le duele y le impide avanzar. Aunque sabe que viajará con su mayor problema y con aquello que teme ama y odia en igual medida, él mismo.
Lleva tabaco de sobra para envenenar agradablemente sus pulmones en medio de la montaña, ropa cómoda y calzado adecuado, agua, un afilado cuchillo por si las cosas se tuercen y no consigue razonar con los osos pardos, y el dinero suficiente para cubrir sus necesidades sin tener que lamentar después este necesario y terapéutico exceso. Al elegir una cartera más pequeña que pueda guardar sin problema en los bolsillos con cremalleras de los pantalones de montaña, se asegura de traspasar a ella lo más importante entre lo que incluye su recién adquirido carné de discapacitado( una oda a la sinrazón obtenida a raíz de las secuelas de la mayor estupidez cometida en uno de esos momentos en los que la insensatez se alió con el corazón y con el alma, decorando con una pátina de imprudencia sus actos y generándole más dolor y sufrimiento del que quiso purgar) y la tarjeta que lo acredita como donante de órganos en caso de toparse con un oso de mal carácter. Busca en el pequeño compartimento donde acostumbra a llevar un único y solitario preservativo por si el exceso de alcohol o de hormonas le juegan una mala pasada y comete la imprudencia de engendrar una persona que heredará tan solo su miedo al mundo y su necesidad vital de escribir cada día, y se percata de que ya no hay nada en él. Vacío. Como su frasco de ilusiones y esperanzas. Se le enciende la bombilla que ilumina la sala donde guarda los recuerdos absurdos y detecta el que conserva las imágenes del momento en el que tuvo que hacer uso de tan engorroso e incómodo invento en pos del control de natalidad y la contención de enfermedades venéreas, para identificar el más preciso en el que se encuentra el rostro de la última mujer que lo convenció de quemar un cartucho para luego salir corriendo de su vida, y abandonar el pequeño apartamento que le había construido en el interior de su pecho con primeras calidades de alta sensibilidad. Quizás debería de hacer caso a un buen amigo, de naturaleza seductora y habilidades de cortesano, que le recomendó dejar de regalar parcelas en su corazón y cambiarlas por contratos de multipropiedad para que quienes decidan pasar sus vacaciones en aquel jardín del alma no se sientan obligadas a abonar los gastos de comunidad. y simplemente disfruten de su estancia los días que cuadren al resto de propietarios. pero él no es así. Lo sabe, lo siente, lo sufre a diario. Quisiera dirigir la cooperativa que construya su futuro y reparta las viviendas, pero es por eso mismo por lo que necesita darse un tiempo de su vida y de sus conflictos morales. Así que lo primero que hace al salir de casa es dirigirse a una farmacia para hacerse con una caja de condones, de esos que terminarán pesimamente empleados con vampiras emocionales o ladronas de felicidad, o caducando recordándole que prefiere amar sin control y sin medida, sin barreras, sin protección y sin sentido común. Amar como no debería. Amar entre metáforas y gruñidos, en un colchón de esperanza al que hay que cambiar los muelles y colocar una funda, pues las desilusiones y las traiciones han dejado huella en él. Aunque adora gruñir de placer en el oído a la rosa que engalana el rincón más amable del invernadero que es su historia.
A poco más de cien metros de la estación de tren que lo llevará a su bucólico retiro encuentra una farmacia y algo avergonzado por tener que explicarle al farmacéutico las particularidades de marca, modelo, talla y unidades, abre la puerta decidido a pasar por ese trago y a superar su natural timidez. Pero el destino es un borracho caprichoso y bravucón con tendencia a la broma, y en lugar de un farmacéutico sesentón de bata blanca y gafas sujetas al cuello con una cadenita, ocupa el mostrador una jovencita preciosa y sonriente a la que debieron entregar el título en la facultad la semana pasada.
Joder...en mala hora decidió proveerse de métodos de contención, si total...ve imposible que durante este fin de semana de necesario cuidado emocional y mental vaya a hacer uso de algo que realmente no necesita (a no ser que su única opción para sobrevivir al ataque de un oso pase por ahí).
Tras superar el apuro de explicarle a la hermosísima joven lo que quiere y, rezar para que no entre en la tienda ningún cliente más, se decanta por el producto acorde a sus gustos y se dispone a pagar. Saca la cartera y descubre con horror que al hacer el trasvase de una cartera a otra ha olvidado trasladar el dinero en efectivo y la tarjeta de crédito. Entonces el suelo se abre entre un gran estruendo, pero no para tragárselo como desearía, sino para que la lava de la vergüenza mane arrasando el local y sus pocas posibilidades de salir airoso de aquella situación.
Explica a la bonita profesional de ojos risueños lo sucedido al preparar el equipaje y ella, condescendiente, le pide que no se preocupe y le promete guardar el paquete en el mostrador hasta que vuelva con el importe justo. La delicadeza con la que la muchacha ha tratado la situación, lo ha rescatado de la lava y lo ha llevado hasta una idílica playa de comodidad y calma, hace que tarde un poco más de la cuenta en regresar con el dinero para abonar la compra. Impulsivo y terriblemente enamoradizo como es él, acompaña el importe adeudado con un anillo de brillantes que entrega rodilla en tierra a la sorprendida belleza de bata blanca, pidiéndole que sea su mujer durante el resto de sus vidas, en la más que segura pobreza y en la prácticamente imposible riqueza, y ya puestos también en la salud y en la enfermedad, que para eso trabaja en una farmacia.
Ella, avergonzada y algo nerviosa le pide que se ponga en pie, y mientras pulsa con disimulo el botón de la alarma silenciosa instalado en el mostrador, le ofrece diferentes comprimidos para tratar brotes de enfermedades mentales.
A la mierda la vida sana, el retiro espiritual y la terapia de autocuidado. Este no es más que otro fin de semana de los que jalonan su calendario y enriquecen su literatura, irónica, entretenida, y basada siempre en hechos reales.
Pase lo que pase, le pese a quien le pese y suceda lo que suceda, no puede evitar ser escritor.
Y es que la vida es básicamente un camino sin asfaltar por el que nos toca transitar a todos para llegar hasta ese destino que tanto asusta a unos y tanto motiva a otros. A veces nos entran unas ganas irresistibles de tomar atajos y abandonar el trayecto, desesperados y cansados de conducir en las peores condiciones, sin cinturón ni airbag y con la certeza de que el al menor descuido perderemos el control y nos estallará el alma. Entonces la angustia nos lleva a lo más dañino y peligroso, y pretendemos llegar a la meta saltándonos el obligatorio peaje en el que debemos abonar con lágrimas y sonrisas en efectivo, o con la tarjeta de esperanzas y sueños. Da miedo parar frente a la barrera de control que bloquea el camino porque no hay un precio fijo por el uso de la vía, y a cada uno se nos exige el importe que el destino decide para el trayecto.
A lo largo del desplazamiento contamos con la inestimable ayuda de esos seres de luz, que aparecen cuando te pierdes, o se te avería el motor de la híbrida ilusión que escogiste para viajar contaminando lo menos posible los sueños de los demás. Del mismo modo debemos tener mucho cuidado con esos autoestopistas a los que subimos creyendo estar ayudando a corazones con menos medios o con poca suerte, y no nos damos cuenta de que muchos de esos viajeros que solicitan billete levantando el pulgar y guiñándote un ojo, en realidad tan solo quieren apropiarse de nuestros vehículos tras degollarnos a traición y robarnos cuanto pueden.
Puede que haga falta un carnet especial para conducir por este sendero de doble dirección. Puede que se nos examine a diario del práctico y del teórico. Puede que desde la celestial DGT sean excesivamente rígidos con las infracciones y sin darnos cuenta vayamos perdiendo un punto tras otro, puntos que solo recuperaremos identificando los errores, afrontando las consecuencias y superando el circuito existencial sin derribar ninguno de los conos colocados para controlar que seamos precisos en el manejo de nuestros objetivos y deseos.
Menos mal que sin darnos cuenta, desde que subimos a bordo nos asesoran esos profesores que se van turnando con diferentes roles de padres, amigos o amores. A veces frenan o aceleran por ti, pues tienen una pedalera de emergencia en el puesto de copiloto. Y te ayudan a evitar la colisión. A veces te das cuenta de que te estas quedando sin combustible cuando pasas una noche tras otra llorando y dando vueltas en la cama y necesitas una sonrisa que te ayude a repostar , un alma afín que te llene el depósito de caricias y de besos y que de paso compruebe el aire de los neumáticos para evitar reventones. No olvides que el anticongelante que necesitas para que todo avance a veces tiene nombre y duerme abrazado a ti.
Una vez más he abandonado mi averiada esperanza en el desguace con un terrible diagnóstico de siniestro total, pero una vez más voy a hacerme con un modelo fiable, manejable y a buen precio para continuar siguiendo las señales, porque he aprendido a leerlas y a interpretarlas y sé que esas señales no son casuales y las han puesto por algo.
Me pondré los guantes de cuero, las gafas de sol, encenderé un pitillo y dejaré que suene la música perfecta para amenizar el viaje. Y si ella quiere venir conmigo que suba. Y sino le enviaré una postal desde allí donde podríamos haber sido felices juntos, exactamente donde nace el arcoíris.