Hoy tu recuerdo es un pájaro que bate sus alas detrás de mí, y aunque detengo el paso deseando que me alcance nunca llega a hacerlo, como en la más triste y terrorífica de las pesadillas.
Me duele vivir sin escuchar tus trinos al amanecer y sin besar y acariciar tu plumaje, tan hermoso. Me duele vivir con la certeza de que lo nuestro era la crónica de una muerte anunciada, de que aguantaste mi mano aun cuando el pulso ya no era constante y que la soltaste justo cuando comenzaba a latir de nuevo el corazón que se creyó difunto, pero que resucitó en tus ojos, y arrojaste a la basura mi carrete velado. Nunca es tarde para la amnesia y daría el resto de mis vidas por olvidarte. Pero estoy condenado al recuerdo y a caer en un océano de lágrimas cuando resbalo al pisar un día más sin ti. Fuiste mi venus y puse el mundo en tus brazos. Mi mundo, el único mundo que me importa, el único mundo que bauticé con tu nombre, pero tu silueta es un pájaro que me silba y me enreda atrapándome con el lazo de la tristeza y del amor no correspondido.
Llévame contigo al cuento que no explotó, al muro que crece en mi mano, al santuario donde siempre rezaré a tus labios esperando que un día silben la llamada definitiva con el trino de la esperanza. Por favor, salva de la ruina nuestra historia, permite que vuele alto, ábrele las puertas de esta jaula en la que se ha convertido mi pecho.
Hubo un tiempo en que escuchar una canción a tu lado era parte de esa comunión que recibía de tu boca y que me daba la vida, pero hoy te siento en cada letra, en cada melodía, en cada ritmo, y huyo. Escapo de la música porque ya no me ayuda a sonreír ni me calma. Me aturde y me abre las venas desangrándome con cada nota que no podré tararear junto a ti, ni bailar siguiendo el compás de tus caderas.
Necesito ese consejo de los sabios que conseguirán que todo vuelva a tener sentido. Necesito descubrir el resquicio por el que entren la luz y el oxígeno que me permitan ver que hay amor entre las sombras y respirar una nueva bocanada de ilusión. Necesito reventar las paredes con el martillo de mis letras, de mis textos, de mis versos, y que la palabra se haga día radiante.
Me necesito como nunca he necesitado a nadie.
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