viernes, 7 de octubre de 2022

Pegar los cachitos


Al final un día te das cuenta de que todo es mucho más sencillo de lo que parece. Y de que siempre has sido tan ingenuo como estúpido, consintiendo que terceras personas decidieran si eras digno de alcanzar tus sueños o si por el contrario tu misión en la vida consistía en ayudar a alcanzar los suyos a quienes fagocitaban tus energías y solamente esperaban todo de ti sin darte nada a cambio, vaciándote de ilusión y de esperanza.
El día en el que se te cae el velo y ves con nitidez, comprendes que a la felicidad  no se llega pretendiendo que los demás sean felices, sino haciendo lo imposible por serlo tu mismo. Que no sabrás encontrar el amor en el corazón de otra persona si no has sido capaz de buscarlo en el tuyo y que por mucho que te gustase hacerlo, no llegarás jamás a querer de verdad a nadie si eres incapaz de quererte a ti mismo. Suena duro, pero la única forma de pegar los cachitos que sobrevivieron a las continuas implosiones de un  alma dinamitada por la traición las mentiras y la ambición ajenas, es aprender a valorarte, a escucharte, a intentar comprenderte y a quererte. 
El camino que has de seguir aparece cuando menos lo esperas lleno de neones y de flechas indicando la desviación y tienes  que tener la decisión, el valor y la audacia de coger la salida adecuada para llegar a ese destino en el que tu pasión, aquello que realmente amas, tus habilidades y tus capacidades, lo que puedes aportar al mundo y aquello que te permitirá vivir dignamente, confluyen. Los japoneses tienen una palabra para esa confluencia de caminos, Ikigai. Y yo estoy comenzando a reconocer mi Ikigai. Y por primera vez en muchos, muchos años siento que he de pelear por ello, porque al hacerlo estaré peleando por mi y si soy capaz de plantar batalla sin rendirme y encajando los golpes necesarios sin derrumbarme, el premio será un futuro mejor.
Se acabó vivir apegado al pasado, lamerme continuamente las heridas y no permitir que cicatricen de una vez por todas. Se terminó lo de aventurar sucesos y predecir un futuro que aún está en el aire  y que no se sabe si va a llegar o de que forma.
Toca vestirse con una coraza de prudencia y responsabilidad, y blandir la espada del porvenir. Toca colocarse un casco que te proteja de los golpes del destino y ceñirse la cota de mallas que libre a mi corazón de recibir más saetas envenenadas atravesándolo de parte a parte.
Toca hacer examen de conciencia y acto de contrición y aplicarse eso que acostumbro a escribir sobre que ni reclamo amor ni mendigo cariño. Y es que me estoy conociendo de verdad y sinceramente no me caigo tan mal ni creo que deba renunciar a mis valores ni a mis principios. Puedo tratar de mejorar en muchas cosas, por supuesto, pero de momento esto es lo que soy y esto es lo que hay, y si gusta bien, y sino también. No voy a confundirme de nuevo tratando de ser aquello que no soy, ni de ocultar mi forma de sentir, de pensar y de vivir. Soy intenso, si, ¿Pasa algo? Si mi intensidad  angustia mejor aléjate y si mi intensidad  cansa no pierdas el tiempo. No me siento en absoluto culpable por ser una persona sensible. Ni me avergüenzo por ello.
Hay un antes y un después de esta luz que me ha iluminado en el oscuro túnel donde me adentré buscando un atajo y una huida confundido y asustado. Y esa luz nace de mi interior y durante años no permití que brillase porque  concedí a terceras personas la capacidad de oscurecerme. Pero ya no. Ahora todo dependerá de mi y solo de mi. 
Adelante. Ahora sí que avanzo. Ya era hora.

 

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