El problema comienza cuando no sabes interpretar las señales ni los mapas, cuando te pierdes recorriendo tramos que te desvían de tu meta, y cuando te obcecas en prescindir de faros y brújulas, y eres tan arrogante que piensas que eres capaz de alcanzar el verdadero destino tu solito.
No existen los atajos para llegar a ser la persona que quieres llegar a ser, ni estacionamientos donde abandonar todo lo que te sobra y entorpece la marcha. Tampoco hay pistas de frenado habilitadas para que consigas reducir la velocidad cuando no sabes frenar de forma natural y te ves tan acelerado, que te la terminarás pegando si no escuchas los consejos de aquellos que te quieren y se preocupan por ti. Y podéis creerme, esas cosas pasan y a raíz de cierta catastrófica desdicha sufrida hace unos años, acostumbro a decirle a la gente que me importa, "frena, que si no frenas tú, te frenará la vida de la forma que sea, con un infarto, un accidente, una crisis mental...".
La vida me frenó, y la experiencia fue tan devastadora que mi camino parecía haber terminado y durante mucho tiempo supe que estaba realmente perdido, y asustado. Pero he encontrado el verdadero camino a seguir y en esta senda puedo guiar a otros y ayudarlos a alcanzar sus destinos.
El año pasado comencé a interactuar con estudiantes y a explicarles como la literatura es mucho más que ocio, entretenimiento y diversión, más que una interminable fuente de conocimientos y mucho más que un arte. Es además una formidable terapia para prevenir el deterioro cognitivo y para superar el daño cerebral adquirido, y desde la literatura pude explicarles como leer y escribir son las disciplinas perfectas de ese entrenamiento diario que necesita nuestro cerebro, el verdadero músculo que merece la pena mantener en la mejor forma posible.
El feddback recibido de mi interacción con los estudiantes fue tan increíble que he reconocido en esta relación el canino asfaltado bien pavimentado y sin baches por el que debo conducir mis pasos para alcanzar aquello que me hará feliz. Y voy a seguir las señales. El destino, que es el cartógrafo burlón pero exquisito que diseña mapas e indicadores, no deja de colocar luminosos letreros y desconcertantes neones para que a lo largo de la ruta pueda identificar otras muchas cosas igual de importantes en mi trayectoria vital, y también estoy aprendiendo a orientarme siguiendo estos oportunos avisos. Y a detenerme cuando debo hacerlo y disfrutar de esos merecidos descansos para el alma en los que puedo avituallar mi corazón con el necesario combustible de la emoción. Repostar en los labios adecuados y sentir que otras luces iluminan mi camino alumbrando las zonas más oscuras. es algo realmente hermoso y de agradecer, y aunque soy yo el que deberá enfrentarse a los obstáculos y superarlos por mis medios y con mi pericia y mi valor, siempre es un lujo haber encontrado quien te acompañe en el viaje y comparta la fatiga del camino.
Un nuevo yo despierta y AVANZO.
He encontrado el camino y no pienso abandonarlo. Sueño con que ella ocupará el puesto de copiloto y algún día viajará junto a mí. Pero de momento no voy a detenerme a esperar a nadie ni voy a mirar atrás. Si quiere hacerlo, sé que aquella que sostenga el otro extremo del hilo rojo que unirá nuestras almas podrá alcanzarme y subirá en marcha, sé que estará más que preparada para ello. Pero ahora yo me necesito más que a nadie y además hay muchos chavales a los que servir de guía o de coche escoba en caso de que se fatiguen o se pierdan.
Nos veremos junto al cartel que indica la entrada a la felicidad. Por fin me veo más que listo para este viaje.
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