miércoles, 14 de septiembre de 2022

El vals


 Y es que en la vida a veces hay que bailar, y atreverse a salir a la pista de baile sin miedo a perder el ritmo, a tropezar, a marearte dando vueltas y a pisar a tu pareja. Los miedos no te llevan a ninguna parte y es muy triste quedarse sentado viendo como los demás bailan y disfrutan y tu tan solo llevas el ritmo con el pie por miedo a hacer el ridículo. El fracaso es no intentarlo. El peor de los desastres llega cuando te das cuenta de que podías haber sido el rey de la pista y haber bailado con la más deliciosa de las parejas y no fuiste capaz por temer que rechazara tu mano para acompañarte al centro y comenzar el vals.

El valiente no nace, se hace. Y el valor se consigue enfrentado los temores, preparándote para la victoria y descartando la derrota. Rendirse nunca es una opción y el fracaso es tan solo una posibilidad, no una certeza. Asusta, sí, pero es mejor sufrir una derrota que esconderse y no plantar batalla.

Así que toca armarse de valor y aferrarse a todo lo que hace de ti un ser especial, una persona diferente. Un personaje singular que nunca encajó con los supuestos, y aquel que al escuchar la pieza adecuada encontró entre la multitud a la bailarina más hermosa y más grácil de cuantas acudieron al baile al que te invitó el destino. El hado ríe sabedor de que reconocerías en el acto a aquella que eligió para completar tu alma desde un principio, y de que si renunciabas al miedo, te atreverías a volver a pedirle que te hiciera el honor de concederte ese vals. Y ella bailaría contigo.

Y es que es una delicia verla danzar agarrada a tus caderas, clavando en tus ojos su mirada y sonriendo con una sonrisa que ilumina por completo la sala y llena de color el mundo, ese mundo gris y difícil en el que la música te aturde a menudo, ese mundo que tantas veces has pedido que se pare para bajarte escapando de lo triste, lo duro, lo injusto y lo cruel, pero que mientras giras como una peonza enamorado de la partitura y de la esencia de aquella que baila contigo, de repente se convierte en el único lugar en el que quieres estar.

 Bailando con ella este vals, quieres creer que la pieza durará por  lo menos el resto de tus vidas y estar vivo se te antoja un regalo de los dioses y una bendición.

Que no pare la música, que se detenga el tiempo, que la orquesta te colme de bises. Que al derrotar a tus demonios la felicidad consiga hacerse un hueco en tu porvenir. Que San Juan no te queme en la hoguera y que ella te vea como quieres que te vea, y te sienta como quieres que te sienta. Que consigas hacer que este baile merezca la pena. Y  que no termine nunca.

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