sábado, 3 de septiembre de 2022

De senderos tortuosos y autoescuelas invisibles





Y es que la vida es básicamente un camino sin asfaltar por el que nos toca transitar a todos para llegar hasta ese destino que tanto asusta a unos y tanto motiva a otros. A veces nos entran unas ganas irresistibles de tomar atajos y abandonar el trayecto, desesperados y cansados de conducir en las peores condiciones, sin cinturón ni airbag y con la certeza de que el al menor descuido perderemos el control y nos estallará el alma. Entonces la angustia nos lleva a lo más dañino y peligroso, y pretendemos llegar a la meta saltándonos el obligatorio peaje en el que debemos abonar con lágrimas y sonrisas en efectivo, o con la tarjeta de esperanzas y sueños. Da miedo parar frente a la barrera de control que bloquea el camino porque no hay un precio fijo por el uso de la vía, y a cada uno se nos exige el importe que el destino decide  para el trayecto.

A lo largo del desplazamiento contamos con la inestimable ayuda de esos seres de luz, que aparecen cuando te pierdes, o se te avería el motor de la híbrida ilusión que escogiste para viajar contaminando lo menos posible los sueños de los demás. Del mismo modo debemos tener mucho cuidado con esos autoestopistas a los que subimos creyendo estar ayudando a corazones con menos medios o con poca suerte, y no nos damos cuenta de que muchos de esos viajeros que solicitan billete levantando el pulgar y guiñándote un ojo, en realidad tan solo quieren apropiarse de nuestros vehículos tras degollarnos a traición y robarnos cuanto pueden.

Puede que haga falta un carnet especial para conducir por este sendero de doble dirección. Puede que se nos examine a diario del práctico y del teórico. Puede que desde la celestial DGT sean excesivamente rígidos con las infracciones y sin darnos cuenta vayamos perdiendo un punto tras otro, puntos que solo recuperaremos identificando los errores, afrontando las consecuencias y superando el circuito existencial sin derribar ninguno de los conos colocados para controlar que seamos precisos en el manejo de nuestros objetivos y deseos. 

Menos mal que sin darnos cuenta, desde que subimos a bordo nos asesoran esos profesores que se van turnando con diferentes roles de padres, amigos o amores. A veces frenan o aceleran por ti, pues tienen una pedalera de emergencia en el puesto de copiloto. Y te ayudan a evitar la colisión. A veces te das cuenta de que te estas quedando sin combustible cuando pasas una noche tras otra llorando y dando vueltas en la cama y necesitas una sonrisa que te ayude a repostar , un alma afín que te llene el depósito de caricias y de besos y que de paso compruebe el aire de los neumáticos para evitar reventones. No olvides que el anticongelante que necesitas para que todo avance a veces tiene nombre y duerme abrazado a ti. 

Una vez más he abandonado mi averiada esperanza en el desguace con un terrible diagnóstico de siniestro total, pero una vez más voy a hacerme con un modelo fiable, manejable y a buen precio para continuar siguiendo las señales, porque he aprendido a leerlas y a interpretarlas y sé que esas señales no son casuales y las han puesto por algo. 

Me pondré los guantes de cuero, las gafas de sol, encenderé un pitillo y dejaré que suene la música perfecta para amenizar el viaje. Y si ella quiere venir conmigo que suba. Y sino le enviaré una postal desde allí donde podríamos haber sido felices juntos, exactamente donde nace el arcoíris.

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