No quiere verte marchar, pero eres libre de hacer lo que te plazca. Por supuesto.
Quédate a mi lado, sigue sumando sonrisas a la cuenta de mi vida y aportando gemidos de placer al banco de mi felicidad. Haz de nuestro texto el paraíso del punto y seguido y sube conmigo a la cima del título de nuestra historia para contemplar allá en la lejanía esa triste cordillera de puntos y aparte que gracias a Dios ya se divisa muy a lo lejos. Porque después de haber escrito los dolorosos finales de otras historias que nada tienen que ver con esta, estamos inspirados por las musas y la trama de lo nuestro se desenvuelve armoniosa y completa entre copas de vino, caricias generosas y miradas cómplices al despuntar el alba.
Sigue peleando a mi lado, hombro con hombro, espalda contra espalda y labio con labio. Afronta conmigo todo lo que nos echen y desarma con una finta al enemigo que acecha siempre y se esconde en la sombra, y nos teme, aunque no podamos ni necesitemos verlo.
Si hemos podido con este año que por fin hoy dejaremos atrás, seremos capaces de superar cualquier treta del destino. Si hemos sobrevivido a la angustia, al miedo y a la distancia obligada, seremos capaces de arrancarle latidos a la muerte y arena a la clepsidra. Juntos.
Volverán los días de vino y rosas, volverán las canciones y los paseos al sol, la brisa en nuestros rostros y el salitre en nuestros cuerpos desnudos.
Dibujemos el futuro, ilustremos nuestra epopeya y que sea homérica en los logros y en los viajes. Que los rapsodas del mañana canten nuestra hazaña que no es otra que habernos nutrido de amor y de esperanza para avanzar y nadar contra corriente cuando todo parecía perdido.
Que la poesía que vive en ti se instale junto a la necesidad de rimar los versos de arte mayor de tus caderas que mueve mi corazón.
Vamos, no temas, sigue a mi lado. Prometo tatuarme la brújula en el pecho y que las agujas del alma nos marquen ese norte en el que ambos encontraremos Ítaca y seremos coronados como inmortales amantes.
Al llegar el día ven conmigo, te abriré las puertas del Valhala y compartiremos camarote en el crucero de lujo por la laguna Estigia. Porque no habrá muerte ni adiós hasta que decidamos escribirnos un final a medida en el que sigamos comiendo perdices por los siglos de los siglos.
Saca a bailar a los hados que abarrotan esta pista de baile y que sé que matarían y morirían por estrecharte entre sus brazos al son de la orquesta del mañana de arcoíris. Eres la más bonita de entre todas las presentes y sigues bailando mejor que nadie. Yo he aprendido a dejarme llevar y a camuflar mi mediocridad y mis defectos para no restarle luz a tu figura. Apenas te piso y apenas cambio el paso ya.
Quédate a mi lado, pero eres libre de hacer lo que te plazca, por supuesto.
Estaba claro
que esta sería una Navidad muy diferente, pero al fin y al cabo Navidad.
Carmelo
aguarda la llegada de sus primos de Cuenca como quien espera una inspección de
Hacienda, con esa mezcla de miedo, nervios, esperanza y sentimiento de culpa. Los
primos y él nunca se llevaron bien, pero son sus únicos parientes vivos y por
imperativo legal no le queda otro remedio que cenar con ellos. El abuelo se
empeñó en que se reuniesen cada año en Nochebuena, y así lo hizo constar en su
testamento en una cláusula en la que esta era una última voluntad de obligado
cumplimiento so pena de que en caso de no cenar juntos en esa fecha en los diez
años posteriores a su muerte, sus tres nietos herederos perderían la cuantiosa
herencia que les correspondía legítimamente en tres partes exactamente iguales
y, toda la fortuna pasaría a manos de una sociedad protectora de gatos de la
confianza del finado y designada por el difunto a tal efecto. Desde luego es
una vergüenza que en pleno siglo XXI aún haya notarios que consientan
semejantes estupideces. Puede que lo hagan únicamente por divertirse y hacer
apuestas sobre si los herederos perderán las herencias o no al incumplir las estrambóticas
cláusulas de algunos testamentos de los que dan fe.
Las nueve
menos cuarto y aún no tiene noticia de los primos. Puede que con un poco de
suerte se hayan matado en la carretera. Su primo Fermín lo primero que hizo al
conocer la muerte del abuelo fue entregar la entrada del deportivo descapotable
con el que pensó que deslumbraría a la mujer de la que se había enamorado hasta
las cejas y quien tras un corto coqueteo decidió plantarlo. Todos en la empresa
sabían que aquella ambiciosa e interesada advenediza lo largó en el momento en
el que el socio del primo Fermín se compró el avión privado, y subió un peldaño
más en la escala social de la capital de provincias en la que tenían
domiciliada la empresa. Qué bonito es el amor. Sobre todo, cuando lleva detrás
muchos ceros.
La prima
Olga es una mujer decididamente mala. Lo que viene siendo una mala mujer de
esas de las que cantan las coplillas populares. Rabiosamente atractiva y en esa
edad tan difícil que son los cuarenta años, Olga había decidido invertir parte
de su herencia en retoques de todo tipo para devolver a sus pechos y a sus
glúteos la turgencia y la lozanía de veinte años atrás, cuando todos los mozos
del entorno se morían por sus huesos y por sus ojazos verdes. Dicen en los
mentideros populares que los cirujanos plásticos de Cuenca descorcharon
botellas de espumoso al conocer la noticia del fallecimiento del poderoso
magnate y del testamento a favor de sus nietos, entre los que se encontraba
aquella reina de la noche destronada por los años tras un largo y fructífero
reinado.
Carmelo
descorcha y decanta el carísimo reserva de la Ribera del Duero con el que
piensa agasajar a sus primos. Se sirve una copa y bebe un largo trago delicioso
y reponedor. En el buen vino aún encuentra matices de felicidad y de ausencia
de problemas. Seguramente la propiedad ansiolítica del vino sea compatible con
su deseo de cerrar los ojos, beberse la botella entera y despertar mañana tras
haber cumplido con su obligación. Pero las cosas nunca son tan fáciles. En el
mismo momento en el que apura la copa suena el telefonillo y al acercarse a la
pantalla del portero automático instalado junto a la puerta de entrada, ve a
sus primos fingiendo sonrisas ante la cámara. Abre y se resigna, alea jacta
est.
Tras los
forzados e incómodos besos y abrazos de rigor, Carmelo sirve las copas de sus
primos y levanta la suya en un brindis por la memoria del abuelo. Los primos
beben y en la boca de Olga descubre una pequeña mueca irónica, casi
imperceptible a ojos de quien no sabe reconocer la oscuridad de los corazones
en un pequeño gesto fisionómico.
Fermín se
acomoda en su puesto y anuncia que tiene hambre y que mejor comenzar la cena
tras haber enviado al oficial de la notaria la foto de rigor que servirá de
prueba de su obligada reunión. Los torturados comensales tratan de vestir de
alegría el rictus de sus rostros ante el selfie y una vez cumplida la primera
parte del testimonio, que deberá ratificarse con un vídeo a los postres por los
menos noventa minutos después de la primera imagen enviada, se conjuran para
hacer de aquel capricho del abuelo algo al menos llevadero.
Carmelo
descubre las fuentes colocadas sobre la mesa y deja que sus primos se deleiten
con el aroma de los platos encargados al restaurante más caro de la ciudad,
donde las estrellas Michelín han conseguido convertir la factura de una cena
para tres en algo realmente prohibitivo para un bolsillo de la clase media.
Gracias al cielo desde que murió el abuelo esos lujos son simple calderilla
para él.
Sirve con
esmero el primer plato y una vez a atendido a sus primos se entrega a disfrutar
de aquella ensalada de caviar y angulas aliñada con reducción de Moet
Chandony vinagre balsámico de Módena.
Olga le
felicita por la elección del plato mientras se limpia los recauchutados labios
con una servilleta que pasa al instante del blanco inmaculado al rojo pasión
extraído de los varios kilos de barra de labios con los que pretende potenciar
su atractivo.
La velada es
tensa. Fermín y Olga no se llevan precisamente como hermanos, pero ambos
parecen haber decidido cerrar filas en contra de Carmelo y si bien no hay más
que algún reproche velado y alguna recriminación esporádica, la conversación
durante la cena brilla por la frialdad y da el contraste perfecto al calor de
los platos elegidos para la ocasión.
Al servir el
segundo plato, el anfitrión aprovecha para cambiar las copas. Ha elegido un verdejo
de vendimia nocturna de Bodegas Yllera para maridar el rodaballo con patatas
asadas y en un alarde de ingenio, horas antes de la cena vertió un incoloro,
inodoro e insípido veneno mortal de necesidad en el fondo de las copas para el
blanco en las que serviría el vino a sus invitados. Al verlos comer y vaciar
una copa tras otra del exquisito caldo, Carmelo respira tranquilo sabedor de
que sus primos seguramente ni llegarían a ver amanecer y de que, además, el
potente veneno no dejará rastro alguno en las autopsias y nadie podrá
relacionarlo con la muerte de sus odiosos primos.
Tras la
tradicional sopa de almendra, los turrones y el cascajo, a eso de las doce y
media Fermín se levanta y excusa su marcha. Inmediatamente es arropado por su hermana, quien dice que claro, primero tendría que dejarla en su casa y le haría dar un buen rodeo.
Carmelo se despide de buen grado mostrándose comprensivo con las circunstancias
y emplazándolos a futuras quedadas y a más tardar, a la próxima Noche buena.
Efectivamente
Fermín y Olga no llegaron a despertar. La muerte los alcanzó durante el sueño y
no llegaron a saber que Laertes, el asesino profesional al que habían pagado
una suma considerable, se había ganado el salario al entrar en casa de Carmelo
y dispararle una única bala entre ceja y ceja que le causó una muerte
inmediata. El disparo fue amortiguado por el silenciador que colocó a su Piettro
Beretta de 9 mm y por los petardos que los chavales de la urbanización salían arrojar
las noches de fiestas navideñas con el condescendiente beneplácito de su padres. Antes de irse
y según lo acordado, se hizo con unos cuantos objetos de valor, con cuanto
dinero encontró en casa y con las tarjetas de crédito del difunto, dejando
claro a los agentes de homicidios de la Policía Nacional que se ocuparon del
caso, que aquel había sido el típico asalto a la vivienda de un millonario.
Esta Noche
buena, el abuelo se revolvió en su tumba y la figura del angel custodio que
corona el panteón familiar en el cementerio de la villa, se desprendió y se
rompió en mil pedazos al estrellarse contra el suelo.
No entiendo
que está pasando con este mundo pero cada vez me gusta menos.
Llevo
semanas tratando de llevar a mi familia a un lugar seguro donde establecernos
lejos de los bombardeos y en este viaje he descubierto que para aquellos que llevan
una vida normal, como la que yo mismo disfrutaba antes de la guerra, nos hemos convertido
en un problema que prefieren ignorar mirando para otro lado.
Tengo dos
hijas muy pequeñas que mi mujer y yo llevamos en brazos o a hombros durante
cientos de kilómetros yhan sido muy
pocas las personas que nos han ofrecido ayuda.
Hoy he visto
como el mismo europeo orondo y rubicundo que ayer se alejó al vernos llegar
por si le pedíamos limosna, lloraba ante la visión de dos cachorritos que
trataban de amamantar de su madre atropellada por un coche. Mi mujer se
arrodilló ylos alimentó con el biberón
que había preparado para la pequeña y entonces pude ver como aquel hombre
enrojecía de vergüenzay se llevaba la
mano a la cartera para limpiar su conciencia.
Solo pareció
capazde afligirse ante la desgracia de
unos cachorritos y al arrojar un billete de cinco euros a los pies de mi mujer,
parecía estar alimentando así a nuestras cachorritas aunque evitando ensuciarse
las manos.
Somos tan
humanos como vosotros pero con peor fortuna y aviso, la vida da muchas vueltas,
ojalá no os alcance la guerra.
Es curioso, pero me paso la vida aprendiendo lecciones, se conoce que el destino es ese maestro exigente que anota en su gran libro del cosmos con la estela de un cometa las veces que te ha mandado que copies una frase en la pizarra del inconsciente .
Muchas de las lecciones aprendidas han dolido, lo que me lleva a ratificar esa gran verdad de que la letra con sangre entra. Y no solo con sangre, también con lágrimas. Puede que las cicatrices del alma no se aprecien a primera vista excepto en la mirada o en la expresión del rostro, pero al no dejar marcas en el cuerpo como las cicatrices de otras muchas heridas que han dolido menos, parece que puedes acumular tantas como los hados quieran reservarte y no por ello ir llamando la atención cuando te desnudas para sumergirte en el agua, o en una mujer.
Lo que está claro es que la vida es un continuo aprendizaje y todas las lecciones tienen un único fin: enseñarte a vivir. Creo que a mis cuarenta y seis primaveras podrían licenciarme ya en esta escuela, pero no, aquí las clases no terminarán hasta que el médico forense certifique las causas de mi defunción. Y espero que aún tarde mucho en hacerlo. O por lo menos que me dejen disfrutar de las vacaciones y de los recreos.
Al parecer el saber no ocupa lugar, pero yo discrepo, porque ocupa lugar, tiempo y espacio. Espacio en tu cerebro, en tu corazón y en tu conciencia y tiempo, mucho tiempo, miles de horas si sumamos todas las de las noches que he pasado en vela preguntándome que hice mal y que podría hacer bien para no volver a llevarme un desengaño.
Pues al fin parece que voy aprendiendo y empiezo a dormir del tirón, disfrutando del sueño junto a ella y, de los más agradables despertares en los que al sentir su respiración sobre mi pecho y al disfrutar con su sonrisa juguetona que vaticina grandes placeres, reconozco que todo el dolor ha tenido sentido y que para llegar hasta ella tenía que perder muchas ellas.
Y es que todo esto va de pérdidas, también he perdido la inocencia y la confianza en mi estrella. Parece ser que los astros se alinean cuando les conviene y no cuando te conviene a ti. Parece ser que la suerte es un artículo de lujo y que es mejor actuar siempre con cautela y sopesando los pros y los contras de cada acto, porque ser atrevido solo te lleva a que el eterno maestro crea que has levantado la mano para ofrecerte voluntario y salir al encerado donde te utilizará como ejemplo para el resto de la clase y no dudará en castigarte con dureza si no eres capaz de resolver los complicados ejercicios que configuran el resultado de la ecuación de tu vida.
Por eso a veces agradeces tanto recibir una lección sin más, sin dolor, sin cicatrices, sin castigo corporal ni emocional. Pero ojo, no nos confiemos. No hay lección que no requiera de esfuerzo y el esfuerzo es la parte fundamental del aprendizaje. Adquisición de conocimientos, más esfuerzo y propósito de superación es lo que te llevará a superar los exámenes del septiembre de tu vida, porque todos, absolutamente todos, suspenderemos en junio. Y a alguno se nos permitirá incluso repetir curso, cosa a la que llaman segunda oportunidad y que te obligará además de a agradecer su generosidad al creador, a esforzarte desde el primer momento para ser merecedor de la convocatoria extra.
Así que nada, vivamos, amemos, perdamos, suframos y al aprender a superar las derrotas y a ignorar el dolor de cada pérdida terminemos por vencer.
No. Lo último que se pierde es la vida, y esa se va cuando ya has perdido toda esperanza, entre otras muchas cosas.
Agarrarse a la esperanza como a un clavo ardiendo es lo que te da fuerzas para agarrarte a la vida y es que morir es tan solo una suma de perdidas. La muerte llega con la pérdida de la esperanza, de la ilusión, de la fe, de la energía y de la fuerza. Morir es perder. Continuar vivo pese a todo es una victoria, por lo que, queridos lectores, todos somos ganadores dado que ahora mismo estamos aquí, yo escribiendo estas líneas y vosotros leyéndome. Escribir cada día es para mí esa bombona de oxígeno con la que alimento mis pulmones y me permite respirar. Sé que de no vomitar en negro sobre blanco mis inquietudes, mis reflexiones, mis miedos, ms angustias, mis alegrías y mis deseos no me sentiría realmente vivo y perdería la ilusión, la esperanza, la fe, la energía y la fuerza, lo que irremediablemente me llevaría a la muerte en vida o definitivamente a cerrar los ojos para siempre y así no ver lo que me destroza el alma. Porque a veces la muerte es un acto supremo de cobardía y te dejas morir al no atreverte a enfrentar aquello que el destino ha decidido que se cruce en tu camino.
La esperanza es algo maravilloso y en la mayoría de las ocasiones se escapa a toda lógica y nace de la fantasía y del deseo, de negar la realidad y buscar grietas en lo racional, para que entre ellas puedas enfocar ese rayo de luz que ilumine lo más oscuro y así atreverte a seguir caminando.
En demasiadas ocasiones la esperanza es esa gran mentira que nos obcecamos en creer porque mentir es mucho más fácil cuando dices la verdad o cuando crees estar haciéndolo. Tener esperanza cuando todo parece perdido es un ejercicio de fe y de autocomplacencia a partes iguales. Y cuando se alinean los astros y esa esperanza muta de mentira ideal a verdad absoluta, te sientes el ser más afortunado de la creación.
Da igual en que depositemos las esperanzas, eso es tan solo una cuestión de necesidades. Nadie nos puede culpar por tener esperanzas en la vida perfecta, la mujer ideal, el futuro seguro, o en una vacuna infalible contra los males que acechan a la humanidad. La esperanza es soñar, es volver a la infancia y recuperar esa rebeldía contra la razón, contra las fórmulas exactas y las leyes de la ciencia. Es una enajenación mental casi siempre transitoria que traspasa la frontera de la cordura, y te instala cómoda y plácidamente en la locura más amable.
Pero lo siento. La esperanza no es lo último que se pierde. Mi esperanza ya se habrá esfumado por completo justo un segundo antes de que llegue el latido final y el corazón interrumpa definitivamente su trabajo y corte el suministro de sangre al cerebro.
Y entonces volveré a morir y en la muerte recuperaré la esperanza de nacer de nuevo en otra realidad, en otro ser y en otras páginas.
Ya he escrito en diferentes ocasiones que este blog me sirve como campo de pruebas en el que trabajar temáticas, personajes y proyectos que luego cobrarán forma de libro de relatos o de novelas.
En la entrada de hoy os presento al inspector Iván Pinacho, protagonista de las novelas de la trilogía Temporada de crímenes, de la que ya ha visto la luz la primera entrega, Temporada de setas, está a punto de pasar a la corrección editorial el segundo volumen Temporada de sustos (Los crímenes del archivo) y en 2021 trataré de concluir Temporada de caza, la novela con la que se cerrará esta colección.
Charlando con la historiadora del arte y dibujante Eva Garcia, que junto al talento de su padre, el pintor y montañero Pepe García, ilustrarán esta segunda entrega, traté de explicarle un poco en profundidad la verdadera naturaleza de ese alter ego creado para vivir las aventuras que en la vida real, no se me permiten disfrutar.
Con todos ustedes, este atípico y buen rollista policía torturado por su pasado, pero deseoso de hacer de la vida el libro que le hubiera gustado leer. O escribir.
El condecorado inspector de la brigada de homicidios y desaparecidos del Cuerpo Nacional de la Policía, Iván Pinacho, destinado en la comisaria del distrito centro de la ciudad no es ni con mucho un chico malo, aunque como todos, tiene sus cositas.
Pinacho se crio en un entorno muy particular, que de alguna manera condicionó su carácter y sus valores a lo largo de la adolescencia y de la juventud, asentándose durante la madurez, y a sus más de cuarenta años, ya son difíciles de corregir. Y sinceramente, no piensa hacerlo.
De familia tradicional, de clase media acomodada, estudió en un colegio de Jesuitas donde se relacionó con otros muchachos como él, que nacidos en una capital de provincias de manifiesta tradición conservadora y afín al alzamiento militar del año treinta y seis que dio lugar a la guerra civil española, mamaron en sus casas y en sus familias el sentimiento nacional y patriótico que se vio reforzado por los docentes y educadores de un colegio de férrea educación católica.
Hombre aficionado a la literatura, a la historia, a la buena música y al mejor yantar y beber, Iván Pinacho descubrió placeres dignos de un César en las paginas de los libros, en el fondo de una copa y en las mesas de distintos restaurantes a lo largo de toda España y de un buen número de países.
Poco a poco fue educando su criterio en cuanto a lo cultural, al tiempo que fue desarrollando un paladar exquisito y muy sibarita y con los años, alcanzó frente a una copa de buen vino maneras de sumiller.
Ávido lector de cuanta prosa y poesía caía en sus manos, tiene especial preferencia por las tragedias del bardo inmortal, por la novela histórica y por los escritores del romanticismo más radical.
Victor Hugo, Poe, Byron, Walter Scott o José Zorrilla entre otros muchos, definieron su carácter y lo llevaron a buscar la evolución literaria alcanzada por Greaves, Eco, García Márquez, Vargas Llosa, Pérez Reverte y un sinfín de autores con los que alimentar su espíritu. Puede que estas lecturas fueran las que despertaron en él cierta inquietud de aventurero y caballero literario y lo que le hizo preparar su ingreso en el Cuerpo Nacional de Policía, deseoso de defender a los más débiles, de vivir aventuras y de proteger los valores que le inculcaron desde muy pequeño.
De constitución media pero capaz de aumentar de volumen y masa muscular con facilidad, Pinacho nunca ha sido un tipo alto. Digamos que los doctores del Cuerpo al ver su disposición, su entrega y la inquebrantable fe en sus posibilidades, hicieron un poco la vista gorda cuando fue tallado durante el reconocimiento médico de la Academia de Policía y se le permitió presentarse a las pruebas de acceso que superó sin problemas.
Siempre fue un tipo de naturaleza confiada, amable y particularmente enamoradiza, lo que le hizo blanco fácil de desaprensivos, aprovechados y mujeres con aviesas intenciones. Acumula un buen número de fracasos sentimentales, aunque en la segunda entrega de la trilogía ya ha conseguido encontrar a la mujer adecuada con la que compartir destino y planes de futuro.
Pero el tiempo, la experiencia y el buen puñado de desagradables circunstancias que le reservó el destino han ido haciendo de él un hombre diferente, que aunque mantiene mucho de lo que lo define como persona, ha aprendido a reservarse para quien debe y a no caer en cuantas trampas le tienden los hados.
Es un tipo simpático, educado, correcto y muy irónico y a veces esa ironía y cierta incontinencia oral lo llevan a las más inoportunas meteduras de pata, y a malentendidos que se esfuerza constantemente en aclarar para que sus interlocutores no se hagan una idea equivocada sobre lo que realmente opina de muchos de los aspectos de la sociedad actual, en la que pese a su inclinación por tiempos pasados, que para él fueron indiscutiblemente mejores, le toca vivir.
Rubio y con los ojos azules, como los príncipes de los cuentos clásicos, Pinacho no es precisamente el ideal actual de hombre atractivo y, aunque nunca será modelo de pasarela ni icono de la belleza, siempre tuvo su público. Dotado de una especial sensibilidad y de una natural labia que maneja con soltura, sabe suplir las carencias físicas con su encantadora y siempre afable personalidad.
Tiende a escapar del conflicto, pero se aplica aquello que aconsejó Polonio a su hijo Laertes en Hamlet, "si tienes enemigos, que te teman". Pinacho no tiene reparos en apretar el gatillo en caso de necesidad y cuando no queda otro remedio. Él nunca tendrá que pasar por el gabinete psicológico de la unidad después de utilizar su arma reglamentaria. Prefiere no tener que hacerlo y siempre busca una salida sin sangre, pero en más de una ocasión ha tenido que elegir entre vivir con muescas en la culata del arma o una condecoración con la que adornar el uniforme de gala para su cadáver. Y siempre se decantó por sumar muescas antes que por adecentar su mortaja.
Pinacho es un hombre bueno, pero no es perfecto, ni quiere serlo. Se considera demasiado humano para ello. No obstante va aprendiendo con cada nueva aventura, con cada dolor en el alma y con cada cicatriz en el cuerpo.
Hace mucho tiempo que sigo a Residente, el alias bajo el que se esconde el cantante y compositor portorriqueño René Pérez Joglar, quien a mi juicio es el mejor letrista del continente americano.
Hace escasos días su tema autobiográfico René ha recibido el galardón de los premios Grammy latinos a la mejor canción. Y es cierto que esta es una de esas canciones que si escuchas poniéndote en el pellejo de quien la compuso, te emocionas de verdad.
Su biografía es dura y triste, pero tiene lugar para la esperanza y destaca su amor por la familia y su amor por su patria y por sus amigos. Algo con lo que me siento muy identificado. También me identifico con él cuando habla de su necesidad de escribir y de esa necesidad de llenar vacíos por medio de la literatura.
Así que hoy he decidido, queridos lectores, hablaros de mi historia y compartir con vosotros las circunstancias que me han hecho quien soy y lo que soy.
Nací por primera vez en Valladolid un veinticuatro de julio de mil novecientos setenta y cuatro, en el seno de una familia de clase media. Mi padre, quien falleció hace ahora seis años dejándome un enorme vacío y la terrible sensación de haberme dejado muchas cosas en el tintero, fue un abogado militar, oficial superior del ejército español que tras pasarse a la reserva transitoria ejerció como abogado especializado en la rama de empresa. Pero ante todo y por encima de todo fue un intelectual amante de la cultura que me enseñó que todo está en los libros y me concedió una oportunidad tras otra por mucho que lo decepcionase y lo fallase una y otra vez. Fue un hombre bueno, honrado, correcto y sabio que destacó principalmente por su humanidad, su saber estar y su ejemplo, mostrándome el camino a seguir para evitar perderme y la importancia de cosas como el respeto o el valor de la palabra empeñada. Y siempre lo querré, aunque me duela no habérselo dicho lo suficiente en vida.
Mi madre es una mujer muy especial, entregada por completo a su familia y al cuidado de aquellos que la necesitan. En su tiempo se formó y trabajó como secretaria de empresa y después al casarse con mi padre, como secretaría de este, puesto que abandonó porque mis hermanos y yo la reclamamos a nuestro lado a jornada completa y dado que somos una familia numerosa bastante movidita, no se negó a renunciar a su vida profesional para dedicarse por completo a la vida familiar.
Mi madre además cantaba, tocaba la guitarra y pintaba con acierto, de hecho muchos de sus cuadros decoran distintas estancias de la casa junto a otras pinturas de más renombre, pero no más hermosas.
Del amor de mis padres, que aún a fecha de hoy se mantiene intacto, nacimos cinco hijos, tres hembras y dos varones.
Yo ocupo el tercer lugar en cuanto a nacimientos, lo que es maravilloso pues para algunas cosas soy de los mayores y para otras de los pequeños. En el término medio está la virtud, dicen.
Mi hermano, el mayor de la prole, fue el primero en ganar premios literarios y en publicar libros y aunque somos muy distintos tanto físicamente (el es más alto y más delgado, pero yo tengo este pelazo) como en cuanto a personalidad (yo soy mucho más extrovertido y no concibo vivir sin reírme y sin compartir cada día con amigos y parejas), nos llevamos bien y nos queremos.
A mi hermano le sigue la mayor de las chicas, a quien siempre defino como un cincuenta por ciento de corazón, un treinta por ciento de creatividad y talento y un veinte por ciento de cabeza loca. También ha ganado premios literarios y ha publicado libros.
Después de ella va el que suscribe, y a mi me sigue por debajo la hermana más cabal, más consciente y mas resuelta, en quien siempre he visto reflejados los valores de mi padre y su profesionalidad y acierto a la hora de afrontar un problema o de tomar decisiones. Ella también escribe, pero demandas, recursos, alegatos y en general todo tipo de literatura jurídica. Su trabajo concienciudo y peleón le ha reportado un gran número de sentencias a su favor, algunas de gran calado social y que han sentado jurisprudencia reportándole no solo el agradecimiento y el reconocimiento de sus clientes, sino también el de multitud de juristas que han visto en ellas la luz que alumbra las zonas de penumbra del Derecho.
En último lugar nació ese angelito de alitas de plumón blanco del que ya he hablado en este blog y cuya adorable presencia sirvió de argamasa para mantener a la familia unida. Es la niña eterna que con su inocencia y su sonrisa perenne es capaz de endulzar los momentos más duros y más difíciles por los que inevitablemente pasa una familia extensa,
Desde bien pequeño he crecido con animales en casa, generalmente perros, aunque al independizarme compartí vida y espacio también con gatos, especie con la que creo que tengo mucho en común y que me sedujo desde que entró en mi vida.
Mi vida...
Fui un niño de mi generación , de colegio de curas y aficiones normales como leer, escribir, juegos de mesa y naipe; deportes como tenis, judo o rugby, que aprendió a montar a caballo y a asistir en una misa y que aunque nunca destaqué por unas notas brillantes, muchos docentes me consideraban especialmente culto e instruido (devoraba novelas y libros desde los cuatro años) y por eso me duele haber decepcionado tanto a mis padres que vieron mi potencial y se dolieron horrores de que lo desperdiciase al llegar a B.U.P y empezar a faltar a clase, a repetir cursos y a estropear mi expediente académico. Y es que al pasar a bachillerato sucedió algo que me cambió la vida por completo: las clases pasaron a ser mixtas y la mujer llegó a mi vida.
Siempre he sido un tipo particularmente enamoradizo y obsesionado con la pareja como vínculo perfecto al que dedicar la existencia al completo. Así de iluso soy y así de mal entendía a autores como García Márquez, Benedetti o Neruda.
Desde los 14 años he pasado de una relación a otra sin que haya habido a lo largo de mi vida "adulta" un periodo superior a cinco meses sin estar emparejado. Obviamente he sufrido multitud de desengaños, he sentido romperse el alma y el corazón en numerosas ocasiones y he llorado lo que no está escrito. pero también he disfrutado de lo mejor de amar y sentirse amado, de la experiencia del amor carnal y de la sensación de que eres lo más importante para alguien (aunque muchas veces no fuese cierto). Muchas veces me enamoré o creí estar enamorado de quien no debía. Y no solo porque no fuesen las mujeres adecuadas para mi, sino porque yo no era el hombre adecuado para ellas. Me confundí y confundí en igual medida y ya que me desnudo (literariamente claro, no os voy a someter a semejante tortura) ante vosotros, reconoceré que también me porté mal en alguna ocasión y no respeté las reglas del juego, no supe ser fiel y no fui sincero. Pero he aprendido de ello y la vida ya se ha ocupado de lo de la justicia kármica y me ha devuelto con creces lo que di. Lo bueno y lo malo. Cono canta Drexler, "todo se transforma".
Tras renunciar a quien creí durante muchos años que era el único y verdadero amor de mi vida, me enamoré de otra mujer y pensando que hacía lo correcto, me casé con ella. Craso error. Al dolor de su traición y de su falta de respeto tuve que sumar el producido por aquel a quien consideré un amigo excepcional y que con su intrusismo y expolio, me destrozó el alma.
Pero lo que no te mata te hace más fuerte y gracias al cariño y al apoyo de mi vieja guardia, de mis verdaderos amigos y de mi familia, conseguí levantarme una vez más. Volví a enamorarme y a compartir ilusión, cama y proyectos de futuro con una adorable castañita de ojos tristes con quien me sentí en paz con Dios y con los hombres, pero se nos rompió el amor de tanto usarlo y con el corazón completamente destrozado, me quise morir. Y se me concedió. Sufrí un completamente evitable accidente de moto y pasé por unos minutos de muerte clínica y por unos cuantos días en coma, del que desperté volviendo a nacer en el año dos mil catorce confundido y hemipléjico perdido, pero con un increíble deseo de vivir. La neuróloga jefe del hospital donde estuve un mes y medio ingresado ,me dijo que no se explicaban como con la lesión cerebral resultante del accidente había despertado así de enérgico, de capaz y de recuperado. Y sinceramente, si no lo sabe ella que es neuróloga, yo tampoco lo sé. Soy católico y creo que de alguna manera se me concedió una segunda oportunidad y los santos a los que rezaron mis familiares se inclinaron a interceder por mi ante un Dios que es todo bondad y sabiduría y que sus razones tendrá para haber levantado el pulgar en este coliseo que es la vida. Pero también creo en las energías positivas y sé que hubo mucha, mucha gente, que deseó de corazón que despertase y regresase de aquella oscuridad.
Por unos motivos u otros he tenido mucha, demasiada suerte y me considero un tipo muy afortunado. Sé que esta oportunidad no ha sido gratuita y que algo tendré que hacer, pero estoy dispuesto a ello, si bien es cierto que aunque estoy bien, no he vuelto igual de aquel viaje. Con la ayuda de la fisioterapeuta y amiga que se esforzó por sacarme adelante, de multitud de médicos, psiquiatras, psicólogos y coatchs, aparento completa recuperación, pero las secuelas de aquello me limitan bastante en mis relaciones con los demás y sufro miedos y angustias que antes desconocía, pues era un auténtico animal social y ahora no soy capaz de acudir solo a lugares donde no sé qué me puedo encontrar, e incluso me cuesta mucho caminar solo por la calle. En cualquier caso rendirse no es una opción y sigo pelando a diario. Como acostumbro a escribir, sé que todo terminará llegando, incluso lo bueno.
En los pocos años de esta nueva temporada de mi serie he sufrido con la muerte de mi padre, la de una gran amiga a la que el destino se llevó antes de tiempo y la del mejor y más adorable y sinvergüenza felino que se ha cruzado en mi camino.
A nivel cognitivo y a base de trabajo y esfuerzo, he conseguido recuperarme sorprendentemente y he vuelto a ganar premios literarios, a publicar libros y a colocarme detrás de un micrófono en un programa de radio que llegué a dirigir y presentar, y en el que me sentía cómodo y a gusto, puesto que no me suponía un trato directo y presencial con nadie.
Me duele mucho haber perdido algo que alimentaba mi alma con deliciosos y suculentos manjares: el teatro. Antes de este dichoso accidente actué, formé y dirigí mi propia compañía de teatro llegando a recibir un premio a la ciudadanía por una de mis iniciativas teatrales y, por desgracia, ahora ya no soy capaz de enfrentarme al público a cara descubierta. pero quien sabe, la vida da muchas vueltas y he aprendido que hay que agarrarse bien en las curvas para no salir despedido y estrellarse contra el asfalto de la realidad más insoportable.
Las circunstancias me han llevado a vivir precavido y observando el devenir de las cosas desde ese burladero tras el que me pongo a salvo de los peligros que me acechan, ese burladero que es vivir en negro sobre blanco. A veces me atrevo a salir y recibo como premio nuevas oportunidades para aspirar a una vida normal y, cosas tan formidables como no cesar en mi empeño de encontrar a la mujer que lo único que quiera de mi sea a mi, y con la que compartir una relación basada en el respeto, la buena comunicación y la confianza. Estuve muy cerca de haberla encontrado al fin, pero por desgracia, volví a fracasar y durante un tiempo dejé de creer en el amor. Pero el que nace lechón, muere cochino, y renace más lechón que nunca. Así que nunca abandonaré la ilusión de que el destino termine cruzándome con la persona adecuada. Sé que está en algún lado esperándome.
René me ha hecho pensar, me ha llevado a realizar una fuerte introspección y he descubierto que ahora hacer introspección no es un autocastigo, aunque al hacerla identifique mis muchos defectos y mis muchos errores, como en el pasado cuando escribí que cuando quería hacerme daño hacia introspección. De hecho de un tiempo a esta parte me he propuesto mejorar en todos los terrenos y ofrecerme y ofrecerle al mundo la mejor versión del Juan que vive, reza, ama y evoluciona con la experiencia. Y creo que si no me desvío del camino que me he trazado, puede que un día llegue a ser el Juan que quiero llegar a ser.
Espero no haberos cansado con estas líneas, pero así, antes de juzgarme, sabréis a quien condenáis o a quien aplaudís.
Peter respira hondo y levanta la cabeza. El juez ha pedido al jurado que haga público su veredicto y uno de los doce desconocidos que ocupan la bancada reservada a quienes decidirán sobre su final o su puesta en libertad, se acerca al estrado para leer el fallo.
El eterno adolescente traga saliva y procura que no se note que le tiemblan las piernas.
Su imponente abogado, que se pasea ante el tribunal arrastrando su sable y dándose aire con el tricornio, intenta con un alegato soberbio convencer a la sala de que Peter es tan solo un personaje nacido de la mente del escocés Matthew Barrie y, que el estar sometido a la tortura de no crecer jamás, le convierte por definición en no responsable de sus actos, pues aunque cobró vida en mil novecientos cuatro ni siquiera se afeita y mucho menos puede ser considerado un hombre adulto.
Ver a los miembros del jurado negar con la cabeza y cuchichear entre ellos antes de retirarse para deliberar asusta a los niños perdidos y al resto de presentes en la sala. El mismísimo Capitán Garfio se mesa las barbas con ansiedad sabedor de que poco se puede hacer ya por su eterno enemigo para el que la acusación particular y la fiscalía de Nunca Jamás piden que sea condenado a morir mediante la administración por vía intravenosa de un compuesto de tiopental sódico,bromuro de pancuromio y cloruro de potasio. Cuando supo que podría ser ejecutado de forma tan vil y miserable, el terrible pirata se hizo cargo de la defensa y tras prepararse el juicio con el máximo interés y con la creencia de que podría librar a Peter de morir a manos de la justicia y reservarse para si mismo el final del culpable de su miembro amputado, se dispuso a pelear como nunca, pero esta vez sin necesidad de desenvainar su acero ni de cebar sus pistolas.
El hombrecillo que sube al estrado y extiende el papel que recoge la decisión de los doce hombres sin piedad carraspea antes de hablar y adecua el volumen de la voz a lo solemne de la situación.
—Este jurado ha encontrado al señor Pan culpable de los crímenes de los que se le acusan.
Un murmullo de estupor , de incredulidad y de rabia se extiende por los juzgados. De repente una luz brillante inunda la sala, todo se ilumina y el resplandor ciega a Peter quien confundido, no sabe que está sucediendo. Campanilla revolotea junto a él y al abrir del todo los ojos, Peter se da cuenta de que está en su cama, de que el sol entra a raudales por la ventana de la casa árbol y de que tan solo ha sido un sueño. Otro sueño.
Al fin y al cabo lleva ya más de un siglo pagando el precio por los delitos de los que su subconsciente lo acusa en cuanto baja la guardia y, aunque en su interior se absuelve una y otra vez, no consigue evitar que algo dentro de él lo vuelva a llevar ante el juez de su conciencia durante las noches en las que se acuesta tras abusar del grog que roba a la tripulación del barco de Garfio.
Tras levantarse, saludar al hada diminuta que lo mira con adoración, y apurar el vaso de agua que reposa en la mesilla de noche, cacarea con orgullo y se eleva unos centímetros del suelo suspendido en el aire por el polvo de hadas y por sus ganas de comerse la vida a bocados. Aunque Garfio hizo un buen trabajo y se esmeró en su imaginaria defensa, nada le apetece más que volar hasta su nave y desafiarlo a un duelo a muerte. Sigue siendo Peter Pan y, cuando haya vencido al fiero pirata, hará escala en la laguna de las sirenas para permitirse un poquito de placer sin compromiso y sin remordimientos. Y a la mierda con la tan soñada madurez negada por las circunstancias de una vida que nunca eligió. A la mierda con crecer. A la mierda con una existencia normal y a la mierda con lo que muchos esperan de él. Lo que verdaderamente importa, es lo que lo hace ser quien es y lo que aquel escocés del demonio escribió para darle sentido a su fantástica realidad, envidiada por aquellos que ven como su inocencia se escapa con la rapidez de una sombra que no se ha cosido precavidamente a los pies.
Este relato ha nacido de mi asombro al descubrir en el jardín a esta rosa, que desafiando las inclemencias del tiempo, se empeña en florecer. Y de la idea que Henar Pérez García ha compartido conmigo en una red social donde compartí esta foto, y en la que me explicaba como cierto "molinillo de viento" galán y seductor, podría acompañar perfectamente a mi rosa en un relato.
Espero que os guste lo escrito al recoger el guante de Henar.
La chimenea cobra fuerza a medida que devora los leños que Laertes arroja a su interior para que ardan entre las llamas nacidas de las piñas y las pequeñas ramas secas sacrificadas ritualmente como promesa de un inminente y hermoso fuego con el que calentar el interior de la cabaña en la montaña que hermana las comunidades de Asturias, Cantabria y Castilla y León.
Se acerca la noche y ella no tardará en llegar. Sale de trabajar siempre un poco más tarde de la hora que marca su contrato, porque la implicación personal y emocional con los niños discapacitados con los que trabaja suele retenerla junto a ellos más tiempo del que le obliga su convenio laboral.
Hoy Laertes ha echado el resto en los preparativos de una noche perfecta. El frio de la noche montañesa en pleno invierno no impedirá que compartan unas horas maravillosas alejados del mundanal ruido.
Cuando su amigo Jonás le ofreció la cabaña para pasar el fin de semana con su chica, Laertes aceptó agradecido y le pidió que pudiese ir por delante para preparar todo y esperarla con la temperatura adecuada y la mesa preparada, pues aunque ella es una mujer muy solícita, muy valida y completamente independiente, de alguna manera él quiere que desde que se baje del coche y traspase la puerta simplemente disfrute, se relaje y se olvide de los problemas y los agobios cotidianos en una ciudad sitiada por la pandemia que asola a la humanidad, cebándose en aquellos con patologías severas previas que viven angustiados por el temor al contagio de un virus que les supondría con seguridad una sentencia de muerte.
En la montaña Laertes sabe que estarán a salvo y sabe que ella estará mejor que bien, pues las raíces de la rubia y menuda doctora provienen de un valle cercano y entre bosques, riachuelos, escarpadas cimas y poderosas rocas cubiertas de musgo se siente libre y feliz.
Aficionado a la cocina, Laertes ha abandonado la novela en la que trabaja con ilusión y ahínco y a la que concede un reponedor paréntesis hasta el próximo lunes para dedicarse plenamente a diseñar la cena perfecta con la que agasajar a su amada.
Tras encender la chimenea, adecentar un poco el refugio y llevar hasta la pequeña cocina las bolsas con los ingredientes adquiridos unas horas antes en el pueblo más cercano, comienza a preparar el menú.
De primero prepara un entrante caliente a base de crema de remolacha y tras asegurarse del adecuado punto de sal y de la presentación perfecta en unos cuencos de cerámica de Sargadelos encontrados en la cocina, se centra en el pollo estofado con ciruelas pasas y piñones que será el plato fuerte de la cena.
Como postre prepara una crema de fresas con gelatina de nata y fresa y unos clásicos buñuelos de viento con nata montada.
El tiempo pasa muy despacio entre fogones y cazuelas y antes de encender el pitillo que separará la labor de cocina de la de metre de sala, echa un ojo al reloj para darse cuenta de que en menos de una hora escuchará el motor del coche de su chica.
Prepara la mesa con esmero y no olvida poner a enfriar la botella de Yllera cinco punto cinco rosado, el delicioso frizzante con el que maridará la comida.
Al echar un vistazo con el que valora el aspecto de la mesa y del entorno, observa que aunque ha sido un acierto colocar la mesa a pocos metros de la chimenea, no ha preparado un detalle floral con el que decorar adecuadamente lo dispuesto junto al fuego.
Apenas cuenta con unos minutos para buscar desesperadamente con qué preparar el centro de mesa. La suerte o los hados o el destino o llamémoslo X acompañan al enamorado y detallista escritor. A pocos metros de la cabaña crece un rosal de la montaña en el que una única rosa roja se atreve a desafiar el frio de la temporada y comienza a florecer con fuerza. Quedará preciosa junto a la sonrisa de su chica y tras hacerse con un recipiente adecuado en el que vierte el agua necesaria para conservar la lozanía de la hermosa flor, se hace con algo de verde, unas flores silvestres y un perfecto y enorme molinillo de viento con el que completar el centro.
Al acomodar esta última adquisición junto a la rosa, Laertes no es capaz de percibir como ambas flores se saludan y como el elegante molinillo comienza a cortejar a la bella rosa.
Menos de un cuarto de hora después de haber terminado con la decoración y de haberse cerciorado de que la cena está lista y será perfecta, el coche de su chica sube el sendero hasta la cabaña y aparca junto al pequeño Renault Clio azul con el que Laertes se enfrenta con éxito a cuanto desplazamiento necesita realizar en su día a día.
El vallisoletano autor de bigote bicolor sirve el espumoso y fresco rosado, y como es su costumbre desde hace ya más de seis años levanta su copa brindando por la vida. Tras brindar y beber, la linda montañesa se acerca hasta él y lo besa con dulzura. Melody Gardot canta junto a Sting un tema que amplifica el altavoz bluetooth que Laertes ha vinculado a su teléfono móvil y colocado sobre la chimenea y los felices comensales comienzan a bailar muy despacio sin percatarse de que otra pareja los acompaña en la silenciosa danza. El molinillo de viento lleva con maestría a la joven rosa quien nerviosa por el desconocido sentimiento que le atenaza el pecho, no puede evitar que una de sus espinas atraviese el delgado tallo de su pareja de baile y que la sabia derramada por el herido bailarín salpique una de sus hojas.
A veces la vida nos lastima sin querer y del momento más delicioso se puede pasar al más triste en menos de lo que una pavesa se eleva hacía las alturas.
La romántica pareja de humanos que han querido escapar durante un par de días de la realidad más angustiosa, disfrutan del vino, de la cena, del silencio con el que se regalan mil palabras de amor mirándose a los ojos, y de una noche de pasión en la que convierten en caricias y gemidos de placer lo que sienten el uno por el otro.
Y más allá de la colchoneta hinchable cubierta por unas sábanas de franela y un edredón nórdico, el mundo, el planeta, los virus y la muerte no tienen sentido al calor de la chimenea que ilumina la estancia proyectando misteriosas sombras sobre las paredes de madera.
A veces y sin darte cuenta te encuentras con la persona adecuada y descubres en sus ojos que el futuro lleva su nombre y sabe como sus labios. Entonces te descubres escribiendo los pasajes más tiernos en una novela que nada tiene que ver con el romanticismo y los finales más felices para relatos cuyos giros de guion sorprenden al autor antes que a nadie y, te das cuenta de que algo ha pasado, algo está pasando y algo va a pasar.
La vida es una enorme piñata de la que caen caramelos, regalos, confetis y escorpiones en igual cantidad, pero cuando aprendes a sortear las picaduras de los peligrosos artrópodos, llegas a disfrutar de los regalos más originales y a saborear los dulces más deliciosos. Con la edad y la experiencia te vas haciendo inmune al veneno de los aguijones que buscan alcanzarte durante la caída, pero todos sabemos que un día al acertar el golpe con los ojos vendados, del interior del recipiente sorpresa caerá ese escorpión para cuya picadura no hay antídoto ni inmunidad que valga, y se terminará la fiesta.
Lo sorprendente de todo esto es que uno se empeña inútilmente en encontrar a la persona que te hará verdaderamente feliz y después de llevarte una desilusión tras otra, un desengaño tras otro y otra herida en el alma que se acomoda entre las anteriores; el día que dejas de buscarla, ella se presenta en el baile y de entre todos los hombres presentes que llevan el ritmo con el pie y asumen que la noche terminará en la barra rodeado de vasos vacíos y recordando las mejores piezas que bailó en el pasado, eres el afortunado al que se acerca y con una sonrisa invita a bailar. Y pierdes el miedo. Y bailas. Y al dejarte llevar por la cadencia de sus caderas, esas a las que te agarras con tanta dulzura como firmeza por si de repente la pisas y sale corriendo, descubres que no quieres que termine nunca el baile y que no concibes el futuro sin llevar el ritmo junto a ella.
Con el pasar de los años he aprendido a escribir sentimientos encriptados, sensaciones camufladas, deseos mimetizados y personalidades ficticias para no dejar al descubierto las identidades de quienes se instalaron en el interior de mi pecho, aunque algunas salieran de él como aquel octavo pasajero que destrozaba la caja torácica del iluso que lo había acomodado en su interior, sin saber la clase de monstruo que se alimentaba y respiraba a través de él, creciendo a su costa hasta dejar ver su terrorífica y destructiva realidad. Incluso de esos monstruos no he permitido que ningún lector (excepto aquellos que conocen la historia de mi vida y mis circunstancias de primera mano) pudiese siquiera intuir el nombre o a quien me refería.
Puede que haya podido ser menos discreto al escribir sobre las mujeres que me enseñaron lo que es el amor en todas sus variedades y en su máxima expresión, pero aún así y todo la vida me ha enseñado que más allá de la ilusión del enamoramiento, lo íntimo no debe exhibirse, que la información es poder y, que en las manos equivocadas, puede ser un arma de destrucción masiva.
Por eso de un tiempo a esta parte cuido tanto de mi pareja de baile, de aquella que se acercó hasta mi cuando ya estaba a punto de salir de la pista haciendo el paso lunar y así llegar disimuladamente hasta la barra más cercana donde tragar un recuero tras otro a base de whisky, hielo y unas gotas de amargura. Esa mujer que para mi sorpresa lo único que quiere de mi es a mi y, que me regala a diario besos de verdad y caricias de sinceridad absoluta .
Es curioso, pero ahora sé que solo seré plenamente feliz si ella lo es y eso me lleva a extremar las precauciones porque cuando expones una joya en el puesto de un bazar callejero, corres el riesgo de que alguien la robe, la ensucie o simplemente te discuta su valor. Esta joya es de un valor incalculable y cada mañana me despierto agradeciendo a los hados la suerte y las circunstancias que me han hecho el más rico de los hombres.
Y eso...que tenía que escribirlo y anudarlo a mi existencia en negro sobre blanco.
Hola a todos. Me llamo Ari y aquí podéis verme en el momento previo a uno de mis ratitos favoritos, esos en los que Jorge me leía cuentos y relatos mientras me rascaba el lomo sentado junto a mi.
En esta ocasión Jorge había elegido los relatos de un libro que se publicó con el único fin de echar una mano a la asociación Entre huellas y bigotes, pues absolutamente todo el dinero que genere la venta de ejemplares irá destinado a ayudar a los peluditos que esta gente atiende sin más colaboración que la de socios y amigos. Así que genial, porque además de estar de acuerdo con el autor en que la humana no es la especie superior, me lo pasé muy bien escuchando las historias y sabiendo que al comprar este libro, Jorge ha contribuido no solo a mi entretenimiento, sino también a la supervivencia de compañeros de cuatro patitas. Y a la dedicación y el esfuerzo de Esther, una buena amiga de la familia, que se desvive por conseguir que perros y gatos tengamos el trato que merecemos, devolviendo a muchos de mis amigos la fe en la especie humana.
Como dice el autor de este libro, el ser humano es tan arrogante que se atribuyó la condición de especie superior ignorando que la humana es la única especie que destruye su propio ecosistema y que se cree superior por saberse matar mucho y desde muy lejos. Nosotros a lo primero lo llamamos estupidez y a lo segundo lo llamamos cobardía.
Soy la perrita resultante de la apasionante y tórrida historia de amor acaecida entre un seductor Foxterrier y una hermosísima Teckel hace más de catorce años.
Y digo soy, no era. A ojos de la humanidad he fallecido, pero los humanos aún no son capaces de entender que lo que ellos denominan como "vida", no es otra cosa que la escuela preparatoria para que cuando nos licenciemos en ella, pasemos al lugar diseñado por los hados para que nos reencontremos con aquellos que forjaron nuestros destinos.
En mi caso, además de volver a ver a mis papis, que se siguen queriendo tanto como antes, me he reencontrado con Rafael, aquel humano que decidió que compartiríamos espacio y tiempo en su hogar, aunque por desgracia el tiempo fue bastante limitado, pues él ya estaba a punto de graduarse y al poco de llegar yo, lo hizo con honores. Pero me dejó en muy buenas manos y su hijo Jorge se hizo cargo de mi cuidado.
Es majete el Jorge este. Enseguida me di cuenta de que era el perfecto humano de compañía y primero repartió su cariño entre mi hermanastro Pol y yo y, cuando Pol obtuvo su diploma tras dieciocho años de escuela, Jorge trajo a Sasha, la compi con la que poso en esta foto
La verdad es que hemos sido una familia muy feliz y mentiría si dijera que no me ha dado un poquito de pena terminar mis estudios, pero ahora con Rafael vuelvo a estar bien y a sentirme querida. Y sé que dentro de un tiempo, Sasha y Jorge conseguirán adquirir los conocimientos suficientes y las horas de prácticas necesarias para que los creadores de todo les entreguen sus títulos y los permitan reunirse con aquellos que disfrutamos de su compañía en la escuela elemental. Mientras tanto yo estaré pendiente desde aquí arriba y cuidaré de que sean lo más felices que puedan llegar a ser.
Me duele ver a Jorge triste, pero gracias a Ester he encontrado la forma de hacerle llegar mi cariño y mis mejores deseos y de decirle que no se preocupe por mi, que aquí estoy genial, que me lo paso pipa con Rafael (su padre), y con Pol y los míos, y que como estupendamente (Jorge sabe cuan importante es para mi lo de tener la tripita llena). Por medio de Ester me he puesto en contacto con Juan, el humano que escribe cosas sobre nosotros y lo he chantajeado permitiéndole soñar y conservar el recuerdo de los sueños que tenga con Gatete, Kora y Bola, sus queridos amigos de cuatro patas que ya terminaron el cole, y con Jose Andrés, el padre de Juan, que ahora forma parte de la asesoría jurídica de este paraíso.
Así que nada. Jorge, levanta el ánimo pues no ha sido un adiós, ha sido tan solo un hasta luego y te aseguro que volveremos a estar juntos, volveré a ser tu sombra y no me separaré de ti. Se bueno y compórtate lo mejor que puedas con animales y humanos, que la nota de corte para entrar en este centro del saber universal es bastante alta y no todos los que se gradúan en la elemental pueden pasar a esta segunda fase. Hay muchos que se van a una guardería muy calentita (bastante al sur de donde me encuentro ahora) donde los puericultiores tienen cuernos y muy mala leche. Pero mira...sinceramente si los envían allí será por algo, así que tú haz el favor de seguir siendo un buen humano.
Ha sido un placer poder comunicarme.
Cuidaos mucho y no sufráis, que la elemental no es tan horrible y si luego os pasan aquí lo vais a flipar y seremos todos muy felices.
Date por besado y por lameteado. Aunque no puedas verme, estoy moviendo mucho el rabo. Yo sí te veo a ti y quiero verte feliz. Disfruta de nuestros recuerdos hasta que construyamos unos nuevos.
Sasha me ha prometido que cuidará de ti y que si hace falta te pasará los apuntes. Dale un beso de mi parte.
Vas sobrada de ambas cosas, tesoro. Ahora toca demostrarlo, y ser fuerte.
A veces la vida puede ser jodidamente dura y golpear con puño de hierro cuando menos lo esperamos y donde más nos duele. Y en nosotros está mantenernos en pie, no tirar la toalla y resistir sus golpes esperando encontrar el hueco para devolverlos. Hasta que no suene la campana no terminará el combate y tus seguidores aplaudimos tu valor desde las primeras filas junto al ring. Tu madre y tu padre están en el rincón, aguardando el final de cada asalto para refrescarte el rostro, masajearte los hombros, colocarte el protector, limpiarte las heridas y decirte que eres una campeona y que te quieren. No podemos subir todos a tu esquina, pero sabes que somos muchos los que estamos orgullosos de ver como mantienes el cinturón y como estás siendo capaz de hacerle frente a los adversarios más fuertes, más marrulleros y más astutos.
Llevas toda la vida trabajando el juego de piernas y la guardia inglesa, para esquivar esos golpes traidores y despiadados con los que los aspirantes que envía el destino para tratar de arrebatarte el título intentan que muerdas la lona. Pero no lo han conseguido. Y no lo van a conseguir.
Eres la gran esperanza blanca. El futuro de la familia y la sensación en el pabellón. Estamos muy orgullosos de ti, Ale.
Fuerza y honor. Ese lema acompañó a tu abuelo hasta el mismo día en que se retiró de los combates, y con la victoria que supuso mantenerse en pie durante más de 15 años después de que el doctor de la federación recomendase tirar la toalla, dio un ejemplo de verdadera fuerza, y de honor a raudales.
Después me tocó a mi subir al ring y enfrentarme a un boxeador implacable que me tuvo contra las cuerdas, pero con mucho esfuerzo, mucha ayuda y el deseo firme de seguir peleando, aquí estoy, cuando la mayoría del público ya había abandonado el pabellón y daban por concluida la pelea y a mi por perdedor .
Poco tiempo después de aquella épica victoria fue tu prima Belén la que se calzó los guantes y se enfrentó a un descomunal oponente, al que tumbó en dos ocasiones hasta que el árbitro la levantó el brazo en señal de victoria, tras finalizar la cuenta junto al boxeador tendido en la lona.
Te toca, cielo. Y lo estás haciendo muy bien. Eres rápida, inteligente y muy buena encajadora. No tengas miedo. El enemigo es grande y asusta, pero tu eres una gladiadora que sigue la estirpe de su familia de guerreros, y vencerás. He apostado hasta el último céntimo por ti y sé que no me equivoco al hacerlo.
Los caminos del señor son inescrutables, pero es cierto que Dios escribe las obras más hermosas con renglones torcidos. Te toca hacer una lectura en profundidad de todo esto y quedarte con el mensaje. Te aseguro que se aprende, que la letra con sangre entra y que no se olvida jamás lo que han querido enseñarte.
Hay una oración que dice, "creo en ti, confío en ti, espero en ti y clamo a ti pidiendo ayuda para los míos y para mi". Esa es mi oración más repetida, solo que le he añadido un "ayúdame a ayudar, dame las herramientas y el acierto". Estoy aquí para ayudarte en lo que pueda, cielo. Y estaré siempre,
Ahora han anunciado ya el siguiente asalto. Ponte en pie, abandona tu rincón y demuestra de que pasta estás hecha.
Aquellos que me leéis con regularidad, habréis notado que estos últimos meses he reducido la intensidad de las publicaciones en el blog. Esto no solo se debe a que estoy enfrascado en Los crímenes del archivo y a que vuelco en la novela tanto caudal creativo como puedo volcar, reservando a las musas para un libro que aún sin estar acabado, ya me hace sentir muy orgulloso.
Ayer mismo compartí un texto a mi estilo, en el que desde la sinceridad de un alma tan agradecida como atormentada, hablaba de mi experiencia en el amor, pero como también sabéis, para mi escribir es mucho más que un ejercicio intelectual, es una catarsis emocional y al ver esta fotografía de Pilar Pizarro Pizarro (si...somos parientes, pero no de primer grado), el paisaje retratado me inspiró súbitamente un aluvión de emociones muy relacionadas con el texto con el que unas horas antes había sacado del interior del pecho retales de mi vida.
Y es que si ya de por sí ,el otoño invita a la nostalgia, un rio inmóvil flanqueado en sus orillas por árboles vestidos de otoñal belleza, me lleva a poner un disco de Erik Satie, hacer café, encender un pitillo y preguntarme qué es lo que hice tan mal antes para fracasar con ellas, y qué coño es lo que he hecho tan bien ahora para triunfar con ELLA. Así que voy a hacer trampas, echaré un chorrito de guisqui escoces en la taza para mezclarlo con el café, pondré a Extremoduro en el equipo de música y escribiré este texto en el que lejos de llevarme por la nostalgia, os contaré lo inmensamente feliz que me hace el haber llegado hasta una mujer que lo único que quiere de mi, es a mi. Es cierto que ha sido un triste recorrido con multitud de canciones para las noches en vela, pero al mismo tiempo hubo otras muchas noches en las que no dormí, al emplear su horas en un arte que combina el ejercicio físico con el intelectual, el emocional y el sicológico: hacer el amor hasta perder el conocimiento. Esas placenteras noches pasaron con su cortejo de estrellas y sus inoportunos amaneceres, pero al alejarse en el tiempo han servido para orientar mi camino y llevarme hasta la montañesa adecuada. Ahora ha comenzado otra etapa y el otoño y sus colores me hacen sentir vivo, porque a ella le gustan y le evocan sus montañas, unas impresionantes montañas de exuberante vegetación en las que da gusto perderse y aprovechar que solo nos miran los osos y los jabalíes y que son animales discretos que no saldrán corriendo a contarle al resto del mundo que han visto a dos humanos apareándose. El otoño es solo una temporada, y quiero pasarlas todas junto a ella.
Llevo toda la vida despidiéndome y cada vez que lo hago me dejo un trocito de corazón al decir adiós.
Muchas veces me encontré con una despedida repentina y sorprendente cuando todo decía que jamás nos separaríamos (soy así de crédulo y de estúpido). Esas son las que más dolieron.
En ocasiones fue la crónica de una marcha anunciada y no por esperado dejó de doler, pero si es cierto que dolió un poco menos. Me apliqué el tratamiento prescrito por el doctor tiempo y aunque abusé de la morfina en caricias ajenas y sin futuro, conseguí reponerme pronto y volver al camino.
Hubo también partidas que fueron una invitación a abandonar por la puerta de emergencia mi día a día. y cuando las vi marchar respiré tranquilo pues con ellas se iba el tumor que me estaba devorando el alma y si no lo extirpaba acabaría conmigo.
Nunca he sido Brad Pitt, pero siempre he tenido mi público, y gracias a Dios (o a Supergato) el destino me ha permitido conocer a muchas mujeres, enamorarme de la mayoría, renegar de alguna y aprender de todas ellas. La vida es un continuo aprendizaje y llevo más de treinta años formándome en el amor y sus derivados.
A veces y solo a veces, buceo en los recuerdos que por fortuna ya voy recuperando con facilidad y me encuentro reviviendo los besos más cálidos, los abrazos más sinceros, las noches más placenteras y las puñaladas más dolorosas.
Creo que realmente he querido a todas las mujeres que han pasado por mi historia para tatuarme lecciones en el pecho. Obviamente he querido muchísimo más a unas que a otras y no voy a mentir, en alguna ocasión también me equivoqué a la hora de hacer las cosas y no estuve a la altura de algunas de ellas.
En mi estupidez llegué incluso a casarme y a jurar amor eterno a una mujer de la que, confundido y cegado por una luz artificial, me enamoré a los cinco minutos de conocerla y a quien aquél que controla el universo pedirá que le explique muchas cosas el día que reclame su presencia ante la corte suprema. Por suerte el ser humano ideó la forma legal y moral de desatar ciertos nudos que te oprimen aurículas y ventrículos antes de morir estrangulado y ya he adquirido mi localidad para estar presente cuando el jurado celestial lea su veredicto y sea condenada al suplicio eterno. Y como me han hecho un dos por uno por pronto pago en litros de sudor y lágrimas, he conseguido una butaca de primera fila frente al cadalso donde otra de las peores personas con las que he compartido vida y cama pasará los próximos millones de años preguntándose cómo eligió ser tan cruel, tan embustera y tan dañina, para terminar siendo ejecutada cada día y renaciendo al siguiente para sufrir igual suerte.
También construí un inmenso complejo de castillos en el aire junto a una morenita de ojos tristes, a quien le entregué mi ser en el mismo instante en el que decidió que era el momento de probar mis labios, y con ella fue con la única mujer con la que realmente deseaba perpetuar mis apellidos en la forma de un ser que mirase con la misma mirada que su madre y sintiese identica necesidad de ser el blanco de esos ojos, como su padre . Creía que ambos seríamos felices en aquel resort construido con planes de un futuro en común, pero un día se nos rompió el amor de tanto usarlo, el tsunami de la ruptura arrambló con todo y la mujer a quien más quise batió el récord del mundo en rapidez haciendo maletas y destrozando mis sueños. Pero a ella no tengo nada que reprocharle, el amor funciona así. Un día dejas de amar y no hacen falta ni terceras personas ni grandes diferencias de opiniones. Simplemente se vacía la clepsidra y todo se acaba.
Solo siento no haber tenido un hijo con ella. Pero bueno...alimentamos y mimamos a un hermoso gatete y a una adorable perrita.
Cuando ella se fue yo solo me quería morir y después de poco más de una semana llorando coda segundo sin ella me estrellé contra el asfalto y algo cambió en mi interior: mientras los efectivos del SAMUR me desfibrilaban una y otra vez sin tirar la toalla,solo quería vivir. Y se me concedió devolviéndome la vida cuando todo estaba perdido, cuando una máquina controlaba mis inducidos latidos y mi comatoso sueño, que era como nadar en su ausencia sin alcanzar la orilla de los labios que me demostrarían que las islas más bellas se encuentran en lo alto de algunas montañas.
Entonces apareció ella y le dio la vuelta al reloj para regalarme infinitos granos de arena con forma de noches diseñadas para agradecer a Dios el haberla encontrado.
Puede que un día también nos despidamos, puede que no. Ojala nunca lo hagamos.Lo único de lo que estoy seguro es de que si llega el momento de agitar el pañuelo en el anden corriendo junto al vagón que la separe de mi, le agradeceré todos y cada uno de los minutos que me regaló y en los que aprendí que el amor se hace, no se dice.
Y eso. Que aunque a veces solo sepa demostrarlo delante de un folio en blanco, cuando quiero, quiero de verdad.
Tengo la suerte de poder compartir mis alegrías, mis temores, mis pasiones, mis desdichas y mis vicisitudes cotidianas en relatos, novelas, poemas y cuentos. Saber darles forma en negro sobre blanco es al tiempo una maldición y un regalo del cielo.
He aprendido que somos lo que leemos, pero también lo que escribimos y a fuerza de leer, he descubierto que al profundizar en las biografías de mis escritores favoritos, muchos de ellos y yo compartimos esta necesidad de escribir cada día.
Ayer mismo viví un día intenso, completo y placentero y de todo lo que aconteció en esas 24 horas, necesitaba escribir las sensaciones.
Desde asistir con mascarilla y gel desinfectante a un concierto al aire libre de mis colegas los Shower singers con mi chica y una de mis mejores amigas, a repasar y preparar las entrevistas de mi programa de radio de hoy martes, en el que participarían José Sacristán y a Belén Sola, pasando por disfrutar de un par de cientos de páginas de Línea de Fuego, la novela de Pérez Reverte que narra magistralmente los combates entre republicanos y nacionales en la batalla del Ebro, nadar unos cuantos largos como todas las mañanas y jugar una partida de cartas con mi familia. Todas las emociones derivadas de ello hervían dentro de mi y pugnaban por salir en forma de algo interesante que ofrecer a mis lectores.
El texto que podréis leer a continuación no es otra cosa que una demostración de lo que pasa cuando abro la espita del pecho y el caudal de las emociones vividas.
Un paso al frente
Apenas quedan unas gotas de whisky en la petaca que me regaló mi novia y las apuro con ansia antes de que el oficial del C.N. I. al mando nos ordene asaltar por fin el laboratorio.
Desde que me asignaron a operaciones especiales mi vida a cambiado por completo. Aquel romántico deseo de dar la vida por mis compatriotas en el caso de que España así lo pidiera, se ha convertido en hastío al eliminar los blancos que me llegan a través del correo electrónico cifrado que leo desde el teléfono de última generación que me asignó la organización. Es sencillo, rápido y aséptico. Al menos para mi. Supongo que los empleados del servicio de limpieza que tengan que arrancar sexos de los azulejos y limpiar la sangre de los científicos que nos señalaron en el mail con el nombre común de "objetivo" lo encontrarán mucho menos aséptico.
Los compañeros de la unidad acostumbran a adjudicar cartas de Póker a los blancos, según sus rangos e importancia para el éxito de la misión. Suelo ganas las manos con póker de ases o con full de reyes damas. Para algo soy el tirador de élite de mi unidad.
Cuando regreso a la base y me despojo del uniforme, me siento sucio. Más allá de la ducha a presión con gel desinfectante, lo único que me relaja y me hace sentir de nuevo una persona sana y lustrosa es nadar desnudo en la piscina cubierta de mi casa. Al salir del agua mi chica me espera con una toalla y ella misma me seca con esmero y dulzura en idéntica proporción. Que una teniente de los cazadores de alta montaña, con dos distinciones al valor por su coraje y su arrojo en la misión de paz de naciones unidas en la guerra de la antigua Yugoslavia, se preste a servir de descanso del guerrero es cuando menos irónico, pero igual es que nos queremos por lo mucho que hemos combatido ambos, por lo que hemos perdido por el camino y por ser capaces de encontrarnos sin habernos buscado durante nuestras frecuentes noches cuajadas de pesadillas en las que gritamos los nombres de aquellos que ya no volverán a disfrutar de un buen vino, de una obra de teatro, de un concierto en la terraza de un hotel ni de un paseo por la montaña.
Beso a mi chica y la conduzco a la cama mientras tarareo aquella vieja canción de los Temptations que tan bien suena en boca de Pablo Acebál con Marola Varela y Rafa Chail haciéndole los coros. Creo que ella tampoco tiene sueño ahora mismo. Bien... tengo mucho amor que dar.
No quiero tener buscarte en otras bocas, ya te busqué durante demasiado tiempo y el haberte encontrado debería ser una recompensa vitalicia.
Si...puede que escudarme en vivencias pasadas no sea acertado, porque antes de ti no hubo vida de verdad y después de ti la vida no volverá a interesarme.
Es curioso que en las cuatro líneas anteriores he escrito varias veces la palabra vida y derivados. Eso me lleva a pensar que lo que me das es vida, lo que me has enseñado es a vivir y lo que has conseguido es que me guste hacerlo en un momento en el que para mi, la vida era un bosque tenebroso, oscuro y lleno de peligros, donde comenzaban a acumularse las tumbas en las que descansarán para siempre trocitos de mi corazón y de mi alma que se vieron obligados a abandonar sus formas humanas y que dejaron en mi tanta tristeza como hermosos recuerdos.
Uno de esos pedazos de mi corazón que recibió ya cristiana sepultura me enseñó a expresarme a través de un bolígrafo y una cuartilla. Me regaló la capacidad de bucear por el interior de mi pecho, el inmenso poder de exorcizar mis demonios escribiendo y la habilidad de juntar sílabas para decirte que te quiero sin tener que abrir la boca. Siempre le estaré agradecido.
Desde que llegaste, el sol se ha abierto camino entre las ramas de los tétricos árboles que el camino bordea y comencé a ver la luz y a sentir de nuevo el sol en el rostro. El sinuoso y peligroso sendero por el que caminaba apoyado en un bastón fue transformándose poco a poco en una calzada romana que, como todos los caminos que he decidido seguir, conduce hasta ti. Porque todos mis caminos ahora conducen a Roma y al recrearme en tu mirada no tengo más que leer Roma al revés para saber que he llegado.
Así que no te vayas. Concédeme la oportunidad de enmendar viejos errores y de ser capaz de demostrar los sentimientos como nunca supe hacerlo. Con el beso oportuno, el abrazo cálido y la caricia correcta.
Sé que cuando relaje mi espíritu y me permita que lo escrito cobre forma física y se pueda conjugar en gerundio, también te colmaré y estaremos a la par.
En lo que llega ese momento de saltar al vacío sin más red que saber que este amor es correspondido en igual medida, por favor, quédate a mi lado y se paciente.
Estoy en el camino. En tu camino. He comenzado a romper las frases y a transformarlas en versos, a resumir en estrofas lo que solo sabía gritar en capítulos y a darle rima a los momentos más intensos de las tramas.
Estoy aprendiendo a añadir poesía en la proporción adecuada para crear la receta perfecta en la que las letras quieran salir a bailar y galantemente te ofrezcan la mano para invitarte a la pista.
Mi poeta escondido está perdiendo el miedo a la luz y ha decidido subir sus angustias a Wallapop para deshacerse de ellas si recibe una oferta justa. Sabe que tendrá que compartir cuerpo, pero lo hemos hablado y algo me dice que seremos los perfectos compañeros de psique. Al unirnos delante de un teclado, conseguiremos ser el escritor que siempre he querido ser.
No para de crecer dentro de mi. Se hace cada día más grande y pugna por salir al exterior y acomodarse en negro sobre blanco.
Comencé a gestarlo el mismo día que el gobierno confinó a toda la población en sus casas y al principio fue tan solo una forma de evasión, una necesaria abstracción de la realidad, un extenso territorio donde caminar respirando aire puro y exento de peligro. Pero respiré una bocanada de inspiración y el germen de la creación se expandió rápido por el interior de mis venas instalándose junto a los glóbulos blancos y compartiendo con ellos el oxígeno que me alimenta.
El protagonista, que no es más que un alter ego que necesita vivir en la ficción lo que sé que nunca viviré en la realidad, demandaba tiempo y espacio y me susurraba al oído una trama que cada minuto era más y más compleja. No se privó de nada. No quise privarlo de nada, y rápidamente envió invitaciones a la fiesta para que multitud de personajes secundarios, principales e imprescindibles, se sumaran al aquelarre de metáforas, de violentas situaciones, de curiosas coincidencias y de complejas soluciones que a cada segundo mutan y dan lugar a engendros incorpóreos que reclaman su lugar.
Esto ya lo había experimentado y de aquella posesión nació Temporada de setas. Recurrí a mi amiga la editora y escritora Eva Melgar para que me ayudase a exorcizar la criatura que se había adueñado de mi alma y tras un largo y complejo ritual conseguimos sacarla de mi y acomodarla en una cuidada publicación al amparo de Suseya ediciones. Ahora el espíritu de mi alter ego ha vuelto a transmutarse y a adueñarse de lo que no le corresponde y cada día se va haciendo más y más fuerte.
Levantaron el confinamiento y la población se echó a la calle, pero a mi me sujetaban desde dentro y permanecí atrapado en ese lugar donde la ciencia no rige, la realidad es secundaria y tan solo un arduo trabajo de documentación te permite conservar la lucidez.
A fecha de hoy el embrión continua en desarrollo y cada vez está más cerca de asomarse al mundo que intuye más allá de su crisálida.
Se alimenta a través de ese invisible cordón umbilical que lo ata a mi y noto como se revuelve incómodo e impaciente y como trata de obtener el visado que lo haga libre para viajar a otros cuerpos y alimentarse de ellos.
Intenta imponerme sus reglas y su ritmo y la pelea es continua si quiero mantener el control. Por eso a veces necesito ausentarme de él e ignorarlo tanto tiempo como pueda soportar. Pero siempre vuelvo y con cada palabra que escribo en el archivo placenta, lo apaciguo y reconforto. Recibe las correcciones como paternales gestos y caricias. Y sé que de alguna manera se siente querido.
Aunque suene contradictorio, cuanto más cerca está el final más cerca esta el comienzo, precedido por un prólogo que lo apadrinará.
Y volveré a presumir de retoños en esta familia que ya es numerosa y que nunca dejará de crecer. Al menos mientras tenga fuerzas en los dedos y la literatura siga condicionando mi existencia.
Mi libertad ha llorado conmigo al empeñarse en buscar el mayor y más asombroso de los tesoros en las aguas equivocadas e infestadas de escualos deseosos de devorar la poca dignidad que me quedaba.
Me junté con quien no debía y de tanto frecuentar las tabernas portuarias terminé por ser uno más de la caterva de borrachos y delincuentes tatuados que asaltaban a los turistas perdidos y los despojaban de carteras, relojes, cámaras de fotos y sonrisas
No supe interpretar el mapa que arrebaté de las manos muertas de aquel fiero y alcoholizado pirata que arrastró su pata de palo por mi casa rayando el parqué del salón y haciendo un ruidito de lo más denteroso. Tuve que matarlo cuando el loro de cien colores, que siempre lo acompañaba posado en su hombro, comenzó a faltarme al respeto llamándome grumetito advenedizo. Puede que muchos penséis que aquello no era motivo suficiente para rajarle el cuello de lado a lado al Capitán Tormenta, pero os aseguro que el tono de voz de aquel pajarraco era de lo más desagradable. Además tenía muchas ganas de quitarme del medio al Capitán desde que una noche al apurar su tercera botella de ron, me mostró un mapa donde con un rudimentario e infantil dibujo de un corazón, se señalaba el punto exacto donde se cruzaban la latitud y la longitud, y donde habría que buscar. El mismísimo Morgan, según me contó el viejo lobo de mar entre hipos y toses y demás estertores de la borrachera, lo trazó con sangre sobre un arrugado pergamino antes de morir. Según me dijo el Capitán entre nuevas arcadas y escupitajos derivados de la ingesta de litros de ron de caña, aquel era el único y verdadero mapa donde se reflejaba el lugar en el que Morgan había enterrado el cofre que contenía el "Ojo de jade", la misteriosa joya mágica robada en un templo sagrado de la India que hacía que su propietario encontrase la felicidad en el corazón de una mujer.
Seguramente si se lo hubiese pedido, el Capitán me lo hubiese regalado, o simplemente me habría invitado a buscar la fantástica y poderosa joya con él, pero para que nos vamos a engañar, por un lado ya estaba harto de sus resacas, de su loro y del olor de su único pie, y por otro, estaba convencido de que si la joya nos pertenecía a ambos, sería muy difícil que los dos encontrásemos la felicidad en el corazón de la misma mujer. No creo en los tríos, nunca llevan a nada bueno. Además me moría de ganas de estrenar el juego de cuchillos de cocina que me tocó en el sorteo del supermercado donde llevo comprando desde que me vine a vivir a Tortuga. Y todo sea dicho, son cojonudos. Están verdaderamente afilados. ¡Que pulcritud en el corte!
He decidido romper con el pasado, he vendido mis pertenencias y he comprado todo lo necesario para mi misión en un bazar chino del paseo marítimo. Ahora que tengo pala y cubo, barca hinchable, aletas, gafas, tubo y tizas de colores para marcar en el fondo del mar el punto de extracción que indica el mapa de Morgan, ya puedo ir en busca de lo único que hará que encuentre el amor verdadero.
Por fin encontraré la felicidad en el corazón de una mujer. Allá voy, tesoro hundido.