sábado, 5 de diciembre de 2020

¿Lo último que se pierde?




No. Lo último que se pierde es la vida, y esa se va cuando ya has perdido toda esperanza, entre otras muchas cosas.

Agarrarse a la esperanza como a un clavo ardiendo es lo que te da fuerzas para agarrarte a la vida y es que morir es tan solo una suma de perdidas. La muerte llega con la pérdida de la esperanza, de la ilusión, de la fe, de la energía y de la fuerza. Morir es perder. Continuar vivo pese a todo es una victoria, por lo que, queridos lectores, todos somos ganadores dado que ahora mismo estamos aquí, yo escribiendo estas líneas y vosotros leyéndome. Escribir cada día es para mí esa bombona de oxígeno con la que alimento mis pulmones y me permite respirar. Sé que de no vomitar en negro sobre blanco mis inquietudes, mis reflexiones, mis miedos, ms angustias, mis alegrías y mis deseos no me sentiría realmente vivo y perdería la ilusión, la esperanza, la fe, la energía y la fuerza, lo que irremediablemente me llevaría a la muerte en vida o definitivamente a cerrar los ojos para siempre y así no ver lo que me destroza el alma. Porque a veces la muerte es un acto supremo de cobardía y te dejas morir al no atreverte a enfrentar aquello que el destino ha decidido que se cruce en tu camino.

La esperanza es algo maravilloso y en la mayoría de las ocasiones se escapa a toda lógica y nace de la fantasía y del deseo, de negar la realidad y buscar grietas en lo racional, para que entre ellas puedas enfocar ese rayo de luz que ilumine lo más oscuro y así atreverte a seguir caminando.

En demasiadas ocasiones la esperanza es esa gran mentira que nos obcecamos en creer porque mentir es mucho más fácil cuando dices la verdad o cuando crees estar haciéndolo. Tener esperanza cuando todo parece perdido es un ejercicio de fe y de autocomplacencia a partes iguales. Y cuando se alinean los astros y esa esperanza muta de mentira ideal a verdad absoluta, te sientes el ser más afortunado de la creación.

Da igual en que depositemos las esperanzas, eso es tan solo una cuestión de necesidades. Nadie nos puede culpar por tener esperanzas en la vida perfecta, la mujer ideal, el futuro seguro, o en una vacuna infalible contra los males que acechan a la humanidad. La esperanza es soñar, es volver a la infancia y recuperar esa rebeldía contra la razón, contra las fórmulas exactas y las leyes de la ciencia. Es una enajenación mental casi siempre transitoria que traspasa la frontera de la cordura, y te instala cómoda y plácidamente en la locura más amable. 

Pero lo siento. La esperanza no es lo último que se pierde. Mi esperanza ya se habrá esfumado por completo justo un segundo antes de que llegue el latido final y el corazón interrumpa definitivamente su trabajo y corte el suministro de sangre al cerebro.

Y entonces volveré a morir y en la muerte recuperaré la esperanza de nacer de nuevo en otra realidad, en otro ser y en otras páginas.


 

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