Muchas de las lecciones aprendidas han dolido, lo que me lleva a ratificar esa gran verdad de que la letra con sangre entra. Y no solo con sangre, también con lágrimas. Puede que las cicatrices del alma no se aprecien a primera vista excepto en la mirada o en la expresión del rostro, pero al no dejar marcas en el cuerpo como las cicatrices de otras muchas heridas que han dolido menos, parece que puedes acumular tantas como los hados quieran reservarte y no por ello ir llamando la atención cuando te desnudas para sumergirte en el agua, o en una mujer.
Lo que está claro es que la vida es un continuo aprendizaje y todas las lecciones tienen un único fin: enseñarte a vivir. Creo que a mis cuarenta y seis primaveras podrían licenciarme ya en esta escuela, pero no, aquí las clases no terminarán hasta que el médico forense certifique las causas de mi defunción. Y espero que aún tarde mucho en hacerlo. O por lo menos que me dejen disfrutar de las vacaciones y de los recreos.
Al parecer el saber no ocupa lugar, pero yo discrepo, porque ocupa lugar, tiempo y espacio. Espacio en tu cerebro, en tu corazón y en tu conciencia y tiempo, mucho tiempo, miles de horas si sumamos todas las de las noches que he pasado en vela preguntándome que hice mal y que podría hacer bien para no volver a llevarme un desengaño.
Pues al fin parece que voy aprendiendo y empiezo a dormir del tirón, disfrutando del sueño junto a ella y, de los más agradables despertares en los que al sentir su respiración sobre mi pecho y al disfrutar con su sonrisa juguetona que vaticina grandes placeres, reconozco que todo el dolor ha tenido sentido y que para llegar hasta ella tenía que perder muchas ellas.
Y es que todo esto va de pérdidas, también he perdido la inocencia y la confianza en mi estrella. Parece ser que los astros se alinean cuando les conviene y no cuando te conviene a ti. Parece ser que la suerte es un artículo de lujo y que es mejor actuar siempre con cautela y sopesando los pros y los contras de cada acto, porque ser atrevido solo te lleva a que el eterno maestro crea que has levantado la mano para ofrecerte voluntario y salir al encerado donde te utilizará como ejemplo para el resto de la clase y no dudará en castigarte con dureza si no eres capaz de resolver los complicados ejercicios que configuran el resultado de la ecuación de tu vida.
Por eso a veces agradeces tanto recibir una lección sin más, sin dolor, sin cicatrices, sin castigo corporal ni emocional. Pero ojo, no nos confiemos. No hay lección que no requiera de esfuerzo y el esfuerzo es la parte fundamental del aprendizaje. Adquisición de conocimientos, más esfuerzo y propósito de superación es lo que te llevará a superar los exámenes del septiembre de tu vida, porque todos, absolutamente todos, suspenderemos en junio. Y a alguno se nos permitirá incluso repetir curso, cosa a la que llaman segunda oportunidad y que te obligará además de a agradecer su generosidad al creador, a esforzarte desde el primer momento para ser merecedor de la convocatoria extra.
Así que nada, vivamos, amemos, perdamos, suframos y al aprender a superar las derrotas y a ignorar el dolor de cada pérdida terminemos por vencer.
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