miércoles, 21 de octubre de 2020

Partir es morir un poco...y renacer.

Llevo toda la vida despidiéndome y cada vez que lo hago me dejo un trocito de corazón al decir adiós.

Muchas veces me encontré con una despedida repentina y sorprendente cuando todo decía que jamás nos separaríamos (soy así de crédulo y de estúpido). Esas son las que más dolieron. 

En ocasiones fue la crónica de una marcha anunciada y no por esperado dejó de doler, pero si es cierto que dolió un poco menos. Me apliqué el tratamiento prescrito por el doctor tiempo y aunque abusé de la morfina en caricias ajenas y sin futuro, conseguí reponerme pronto y volver al camino.

Hubo también partidas que fueron una invitación a abandonar por la puerta de emergencia mi día a día. y cuando las vi marchar respiré tranquilo pues con ellas se iba el tumor que me estaba devorando el alma y  si no lo extirpaba acabaría conmigo.

Nunca he sido Brad Pitt, pero siempre he tenido mi público, y gracias a Dios (o a Supergato) el destino me ha permitido conocer a muchas mujeres, enamorarme de la mayoría, renegar de alguna y aprender de todas ellas. La vida es un continuo aprendizaje y llevo más de treinta años formándome en el amor y sus derivados.

A veces y solo a veces, buceo en los recuerdos que por fortuna ya voy recuperando con facilidad y me encuentro reviviendo los besos más cálidos, los abrazos más sinceros, las noches más placenteras y las puñaladas más dolorosas.

Creo que realmente he querido a todas las mujeres que han pasado por mi historia para tatuarme lecciones en el pecho. Obviamente he querido muchísimo más a unas que a otras y no voy a mentir, en alguna ocasión  también me equivoqué a la hora de hacer las cosas y no estuve a la altura de algunas de ellas.

En mi estupidez llegué incluso a casarme y a jurar amor eterno a una mujer de la que, confundido y cegado por una luz artificial, me enamoré a los cinco minutos de conocerla y a quien aquél que controla el universo pedirá que le explique muchas cosas el día que reclame su presencia ante la corte suprema. Por suerte el ser humano ideó la forma legal y moral de desatar ciertos nudos que te oprimen aurículas y ventrículos antes de morir estrangulado y ya he adquirido mi localidad para estar presente cuando el jurado celestial lea su veredicto y sea condenada al suplicio eterno. Y como me han hecho un dos por uno por pronto pago en litros de sudor y lágrimas, he conseguido una butaca de primera fila frente al cadalso donde otra de las peores personas con las que he compartido vida y cama pasará los próximos millones de años preguntándose cómo eligió ser tan cruel, tan embustera y tan dañina, para terminar siendo ejecutada cada día y renaciendo al siguiente para sufrir igual suerte. 

También construí un inmenso complejo de castillos en el aire junto a una morenita de ojos tristes, a quien le entregué mi ser en el mismo instante en el que decidió que era el momento de probar mis labios, y con ella fue con la única mujer con la que realmente deseaba perpetuar mis apellidos en la forma de un ser que mirase con la misma mirada que su madre y sintiese identica necesidad de ser el blanco de esos ojos, como su padre . Creía que ambos seríamos felices en aquel resort construido con planes de un futuro en común, pero un día se nos rompió el amor de tanto usarlo, el tsunami de la ruptura arrambló con todo y la mujer a quien más quise batió el récord del mundo en rapidez haciendo maletas y destrozando mis sueños. Pero a ella no tengo nada que reprocharle, el amor funciona así. Un día dejas de amar y no hacen falta ni terceras personas ni grandes diferencias de opiniones. Simplemente se vacía la clepsidra y todo se acaba.

Solo siento no haber tenido un hijo con ella. Pero bueno...alimentamos y mimamos a un hermoso gatete y a una adorable perrita.

Cuando ella se fue yo solo me quería morir y después de poco más de una semana llorando coda segundo sin ella me estrellé contra el asfalto y algo cambió en mi interior: mientras los efectivos del SAMUR  me desfibrilaban una y otra vez sin tirar la toalla,solo quería vivir. Y se me concedió devolviéndome  la vida cuando todo estaba perdido, cuando una máquina controlaba mis inducidos latidos y mi comatoso sueño, que era como nadar en su ausencia sin alcanzar la orilla de los labios que me demostrarían que las islas más bellas se encuentran en lo alto de algunas montañas.

Entonces apareció ella y le dio la vuelta al reloj para regalarme infinitos granos de arena con forma de noches diseñadas para agradecer a Dios el haberla encontrado.

Puede que un día también nos despidamos, puede que no. Ojala nunca lo hagamos.Lo único de lo que estoy seguro es de que si llega el momento de agitar el pañuelo en el anden corriendo junto al vagón que la separe de mi, le agradeceré todos y cada uno de los minutos que me regaló y en los que aprendí que el amor se hace, no se dice.

Y eso. Que aunque a veces solo sepa demostrarlo delante de un folio en blanco, cuando quiero, quiero de verdad.


 

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