sábado, 26 de febrero de 2022

Tres para un mus

 


No me siento ni con mucho un delator y aunque sé que “Roma no paga traidores” en esta ocasión, el único traidor ha sido él. Javi era mi mejor amigo desde educación primaria, pero hay cosas que un amigo no puede tolerar y creo que aunque ha sido una medida algo drástica, a la larga me lo va a terminar agradeciendo.

La policía lo ha detenido hace menos de diez minutos y se lo ha llevado al calabozo, acusado de un delito de malos tratos y de violencia de género. Javi no ha opuesto resistencia, él solo debe sentirse “muy hombre” cuando sacude a Marta. Si soy sincero, creo que lo que más le ha molestado ha sido que se lo llevasen esposado delante de todo el mundo.

He llamado a la policía y lo he denunciado porque creo que, si no lo hubiese hecho yo, Marta no lo habría hecho nunca. Llevan saliendo más de cuatro años, se conocieron en segundo de bachillerato y lo suyo era la crónica de una muerte anunciada: el capitán del equipo del cole y la estudiante más guapa, que además cantaba en el grupo que montaron los del coro del colegio. Típico de película americana. 

Al principio las cosas iban muy bien. Salíamos todos juntos y aunque yo pasaba algo de apuro por esa costumbre tan suya de comerse los morros a todas horas, lo achaqué al amor de juventud tan lleno de pasión y de hormonas. Los problemas comenzaron al llegar a la universidad. Los tres nos matriculamos en la misma facultad de Derecho y Javi empezó a gastarle a Marta bromas despectivas y machistas, como que se alegraba de que se hubiese decidido por Derecho ya que le vendría muy bien que conociese la abogacía y tenerla cerca para que  le planchase correctamente la toga cuando él se convirtiese en el gran abogado que estaba llamado a ser por el destino. Que Marta debería ir apuntándose a un gimnasio porque las mujeres eran pésimas letradas al no tener la fuerza suficiente para sostener los tomos de los Aranzadis donde consultar jurisprudencia. Que la enseñaría a distinguir un martillo de un rodillo por si se decidía por la judicatura. Y lindezas por el estilo. 

Lo que comenzó como una serie de bromas de mal gusto, se terminó convirtiendo en el leit motiv de las conversaciones de Javi con la silenciosa complicidad de Marta, que prefería restarle importancia a la humillación pública antes que perder a su chico. Marta se apuntó a un curso de cooperación con los refugiados, en el que se impartían conocimientos específicos para trabajar con este colectivo, donde la mujer era el sector más débil y más castigado por las calamidades que acompañaban a la búsqueda de una vida mejor y de un futuro para sus hijos. Javi se volvió un celoso compulsivo y no soportaba que los compañeros de Marta la llamasen por teléfono o la acompañasen a casa después de las clases. Un lunes, Marta llegó a la facultad con gafas de sol y al quitárselas en el aula pude observar que, aún habiéndolo intentado, el maquillaje no podía ocultar el moratón de la mejilla derecha. Le pregunté que le había pasado y sin mirarme a los ojos me dijo con voz temblorosa que se había dado un golpe contra la mesilla de noche al despertarse y cambió rápidamente de tema. Luego vino lo del Facebook. Ella siempre había sido muy activa en las redes sociales, subiendo fotos de sus viajes y sus fiestas y actualizando constantemente el estado en su muro. De repente dejó de escribir y de compartir fotos. Tenía más de mil contactos o “amigos”, como se denomina a los contactos en esa red social, pero del día a la mañana, hizo una limpieza y se quedó tan solo con familiares, amigas y los pocos chicos que tenían también amistad con Javi. No tardó en volver a golpearse con la mesilla de noche en el labio, en la ceja… Las cosas cambiaron muy deprisa. Ya no salíamos nunca en pandilla y solo quedaban ellos dos para ir al cine, a cenar y cosas por el estilo, pero en pareja. Eso sí, Javi no se perdía una juerga y al aparecer él sólo en las fiestas de la facul, justificaba la ausencia de Marta diciendo que tenía que estudiar mucho, porque las chicas, lo de subrayar en colorines sí, pero entender bien los artículos del código penal ya era otra historia. Cuando Reyes(la novia de Leo, el delegado de clase, y una feminista declarada) le afeó el comentario y le dijo que las mujeres eran tan válidas como los hombre para estudiar Derecho o cualquier otra carrera, Javi le contestó de muy malos modos que no tenía más que buscar en la historia de la humanidad a las mujeres constructoras, descubridoras, conquistadoras, inventoras y demás. Que su ausencia no era algo casual. Que tan solo destacaban algunas modistas, cantantes de ópera, modelos y escritoras de novela rosa.

Javi dejó de caerme bien y eso me dolió muchísimo, ya que desde que éramos niños, nos hemos querido mogollón.

Esta mañana se han desencadenado los acontecimientos tras darme cuenta de que me había dejado el libro de Constitucional en el coche y volver al parking a por él.

Al bajar las escaleras hacía el segundo sótano, he visto a Javi discutiendo con Marta y justo cuando me estaba acercando a poner paz, Javi le ha dado un bofetón con el dorso de la mano con tal fuerza que Marta ha perdido el equilibrio y ha caído hacia atrás, golpeándose en la cabeza contra la barandilla de las escaleras. Mi querido ex amigo la ha dejado allí llorando y se ha ido a la cafetería de la facultad a tomarse un botijo y a buscar a tres para un mus. Yo he tratado de convencer a Marta de que lo denunciase, pero ella se ha enfadado mucho y no he tenido más remedio que seguir mi código moral y mis valores, sacar el móvil y llamar a la policía nacional.

Marta está hecha polvo y tiene miedo de la presión social, y de que en su entorno la consideren imbécil, débil o lo que es peor, culpable del trato que recibía por parte de su novio. En estos años, he aprendido a valorar y a respetar la cálida amistad de Marta y si no lo hubiese denunciado, no sería su amigo.  He tratado de convencerla de que pida ayuda profesional, y de que la dependencia emocional no es positiva, pero me temo que cree que he vendido a mi amigo y que he traicionado su amistad. No la culpo por ello, vivía la peor de las mentiras. A veces el silencio es el cómplice habitual de los maltratadores y hay que aprender a levantar la voz y a gritar “basta ya”.

Espero que en la trena Javi no tenga problema para encontrar a tres para un mus, y sinceramente, espero que en las duchas le enseñen el verdadero significado de la palabra abuso.

viernes, 25 de febrero de 2022

One more time


 A todo el mundo se le llena la boca con lo de la memoria histórica, pero al parecer la sociedad tiene un serio problema de memoria, y olvidamos que no hace tanto, el mundo se enfrentó durante años cosechando millones de muertos y llegando a utilizar armas atómicas. Hay una gran verdad que dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Ahora el oso ruso ha despertado de su letargo invernal y ha decidido ocupar la cueva del vecino y comerse sus reservas. El vecino que ocupa por derecho la cueva invadida es un animal más pequeño y más débil pero no teme plantarle cara y ha pedido ayuda al resto de animales del bosque, que quieren ayudarlo, sí, pero que no están dispuestos a poner en peligro sus propias cuevas y sus vidas al hacerlo. Y vuelta la burra al trigo.

Muchos de los oseznos rusos le piden al macho alfa que desista de la ocupación y que evite llenar de sangre la falda de la montaña. Pero lejos de escucharlos y de dejarse aconsejar, el enorme macho iracundo los aparta a manotazos y se yergue amenazante rugiendo poderosamente. Y da miedo.

El bosque está habitado en su mayoría por hermosos corzos, curiosos e intrépidos ratoncitos, topillos y otros pequeños roedores, pero hay también otros violentos y grandes depredadores que saben que si entran en la lucha y logran ser pacientes, podrán saborear los despojos de los principales contendientes. Y que a rio revuelto solo hay ganancia de pescadores. Los zorros buscan soluciones para detener esto, pero ya nadie los escucha. Su momento pasó. Los lobos se apostan al rededor de la cueva aguardando su momento, y otros gatos monteses y yo tememos que durante la lucha el bosque sea dañado y nuestras camadas no puedan alimentarse de sus frutos y entre todos terminemos de una forma u otra con su riqueza natural. Porque tenemos un bosque muy grande donde todos podríamos vivir cómodamente y alimentarnos sin problemas, si supiéramos despojarnos de la avaricia que nos lleva a desear la comida de otros animalitos y a aprovecharnos del tamaño de nuestros dientes, de lo afilado de nuestras garras y de la fuerza de nuestro abrazo.

La fábula de una sociedad condenada al exterminio aún no ha llegado al final, pero los lectores comienzan a plantearse si quieren cerrar el libro o seguir leyendo, porque al haber hecho caso omiso de las notas a pie de página y de la fe de erratas, no consiguen entender algunos pasajes.

Me gustaría ser yo el que aportase a la editorial el mejor de los finales en el que los animales se unen para repartir frutos, racionar la comida y adecentar el bosque cuidando de árboles, riachuelos y plantas, pero mucho me temo que ni tan siquiera querrán leer el borrador.

Mientras trataré de no enfrentarme a los animales con los que me encuentre en mi camino, y de convencer a la más bella gatita de que soy suficiente, y de que puedo hacerla feliz.

lunes, 21 de febrero de 2022

Tendría tanto que contarle


 No sabría por donde empezar, pero desde luego le pediría prudencia, paciencia, y un poco más de calma.

A mi yo de ayer le diría que en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno. Y que por favor no se rinda, por difíciles que se pongan las cosas. La vida no es en absoluto un camino de rosas, incluso aunque le sorprenda, tampoco lo será la suya. Al haber tenido la inmensa fortuna de nacer en la familia en la que nació va a disfrutar de comodidades vetadas a la mayoría de los chicos de su generación. Y va a desperdiciar una oportunidad tras otra abusando de la generosidad y del amor de sus padres, Y de su infinita paciencia.

Sé que fue y será un buen chico, lo conozco (como canta Ryden en el tema que encabeza la entrada y que ha inspirado este texto), " te conozco como la palma de mi mano". Mi yo de ayer pecó de confiado y de tonto en demasiadas ocasiones, pero jamás de cruel ni de mala persona. No le contaría nada concreto sobre su matrimonio ni sobre los amigos traidores, pero si le pediría que se esforzará en elegir con acierto a las personas de las que se rodee. Le repetiría hasta la saciedad los consejos de Polonio a su hijo Laertes escritos por Shakespeare en la genial Hamlet, como hizo mi padre conmigo, pero le pediría que los interiorizase y se los aplicase como lecciones de vida, que los meditase una y otra vez y tratara de ponerlos en práctica.

A mi yo de ayer le hablaría de amor, del amor, de lo que le costará  tanto descubrir lo que significa esa palabra realmente, pero no le impediría cometer los errores que ha cometido en este terreno, porque cada desengaño, cada traición, cada mentira, cada desilusión y cada noche de placer han tenido su sentido, y lo ayudarán a llegar a descubrir el paraíso en los ojos de una mujer. Y ese momento será tan especial y tan hermoso que no voy a privarle de él, por muy duro que haya sido el camino hasta llegar a los labios que le regalaron el beso del milenio.

No le apuntaría las combinaciones ganadoras de  primitivas, quinielas u otros  juegos de azar, pero si le enseñaría que en los casinos y en las casas de apuestas la suerte está en la puerta, y que jugar por necesidad es perder por obligación.

Le pediría que se mantuviera firme ante el desprecio y la burla, que no olvide jamás los valores que le inculcaron sus padres y que haga de ellos su caballo de batalla. Que lo que hacemos en vida tiene su eco en la eternidad y que cada acto tiene su consecuencia. Que cada uno da lo que recibe, pero que no siempre recibe lo que da. 

No le ahorraría pasar por los más trágicos sucesos ni por las más catastróficas desdichas, porque eso también lo ayudará a formar su carácter y a comprender el verdadero significado de palabras como familia y amigo, que damos por sentado, pero que al pasar por los momentos más difíciles cobran su verdadero sentido.

Le animaría a seguir leyendo un libro tras otro y a escribir. A escribir cada día y a volcar su realidad y sus sueños en un folio en blanco o en la pantalla de un ordenador, a disfrutar de otra vida en negro sobre blanco, de una vida en la que él será el dios que decide, perdona y castiga.

A mi yo de ayer le diría que la ilusión es un licor delicioso que nos embriaga y a veces nos hace perder el sentido, pero que como todo, en su justa medida es necesario para poner un pie delante del otro y avanzar. La ilusión mueve el mundo y lo moverá también a él.

Que nunca deje de querer, aunque no se sienta querido. Que no renuncie a sus sueños porque un día se cumplirán y la conocerá a ella, descubrirá que pese a todo vivir es maravilloso, y que pase lo que pase y le pese a quien le pese, él será suficiente, y con el tiempo logrará  demostrarlo a los demás y se lo demostrará a sí mismo.

Que las cosas nunca pasan porque sí, pasan porque tienen que pasar y que si no frena él, la vida encontrará la forma de frenarlo.

A mi yo de ayer le pediría que no se avergüence de conversar con los animales con los que conviva, y que aprenda a escucharlos, porque a su manera tendrán mucho que decirle.

Que la felicidad serán pequeños momentos y que los disfrute al máximo sin pretender capturarlos. Que la memoria es doblemente traicionera no solo por lo que olvida, sino también por lo que inventa, y que lo escrito queda y que escribir es fijar la memoria en el alma.

Mi yo un día será yo, y el yo que será un día querrá hablar con el yo que fue, para decirle que pese a un pasado convulso no lo ha hecho tan mal. Y que desde el cariño y la nostalgia del tiempo que se marchó y nunca ha de volver, le cae muy bien.

Menos mal que esto nunca va a pasar, porque tendría tanto que contarle y tanto que ocultarle que nos iban a dar las tantas entre charla, pitillos y escocés con hielo.



domingo, 20 de febrero de 2022

El poder de un beso (cuento en do menor para piano y violonchelo)


 El príncipe patoso montó en su caballo y abandonó el palacio con el corazón triste y el alma encogida. No le gustaba su vida, no le gustaba la vida. 

Durante semanas había recorrido el reino de Preciosia disfrazado de titiritero y mezclándose con los habitantes de las aldeas y los pueblos. Gracias al disfraz había conseguido pasar inadvertido y comprobar en primera persona que su pueblo no era feliz. Sus súbditos trabajaban de sol a sol y entregaban a los recaudadores de impuestos gran parte de lo ganado con el sudor de su frente. Con lo que les quedaba después de cumplir con las arcas reales, apenas podían alimentar a sus hijos y mantener a sus familias. Su corazón se encogió al ver la cantidad de pequeños que malvivían de la limosna y la generosidad de algunos, pues habían quedado huérfanos cuando sus padres habían sido reclutados a la fuerza para combatir lejos de casa bajo las banderas del reino, y contribuir con su sangre a la grandeza de la dinastía. Él no quería la corona de dolor que ceñía la cabeza de su anciano y moribundo padre el rey. Patoso no estaba dispuesto a contribuir a la desgracia de su pueblo.

Vestido con ropas de viaje y portando una daga y una pequeña bolsa con monedas de oro para subsistir hasta encontrar quien le diera alguna pista de como hacer del suyo un reino feliz, picó espuelas y galopó durante jornadas hasta abandonar las fronteras de Preciosia. El consejo del reino aguardaba la muerte de su padre para enterrarlo con honores y después celebrar su coronación, en la que se derrocharía oro y joyas suficientes para alimentar al pueblo en festejos y ceremonias a las que invitarían a los reyes, reinas y nobles de reinos vecinos. Su padre lo había dispuesto así y el consejo se encargaría de cumplir con su última voluntad.

Agotado cruzó la sierra que delimitaba al norte Preciosia y se adentró en los bosques de Eternia, un principado vecino que era famoso por la inteligencia, la astucia  y la diplomacia con las que la princesa Eterna había sabido mantenerlo ajeno a intrigas y revueltas, a guerras y saqueos, a traiciones y conjuras. En Eternia no había riquezas, nadie quería conquistarlo porque la única riqueza era vivir, disfrutar de la música y el arte que embellecía las calles de todas las aldeas, trabajar honradamente pero sin sufrir al hacerlo y seguir adelante.

La princesa  Eterna gobernaba su pueblo con amor, generosidad y prudencia. Ayudaba a todos y jamás abandonó a sus súbditos a la hambruna, la enfermedad o el peligro. Gastó gran parte de lo heredado de sus padres en contribuir a hacer de su principado un pueblo feliz y a evitar que la maldad, la envidia y la crueldad cruzasen sus fronteras y devorasen a sus súbditos. Todos la amaban, la respetaban y estarían dispuestos a matar y a morir por la princesa si así fuese necesario.

Patoso solicitó audiencia con ella y Eterna lo recibió y se sentó junto a él para escucharlo en silencio, comprendiendo su dolor y empatizando con su tristeza. Cuando terminó de hablar, ella lo acarició el rostro con una ternura tal que Patoso sintió como aquel contacto lo redimía de todo sus errores y, tras acercar hasta su boca los labios del emocionado príncipe vecino, lo besó. Aquel beso fue la respuesta a todas las preguntas de Patoso, la cura a todos su males, el antídoto para todos los venenos que la vida pudiera inocularle y la solución a cuantos problemas pudiesen aparecer en el futuro. Aquel fue un beso mágico, uno de esos besos que según la leyenda solo pueden darse una vez por milenio, uno de los míticos besos del milenio. Y tras separar sus bocas y mirar a Eterna directamente a los ojos reconoció en ellos dos soles y Patoso supo que aquel ser no era de este mundo, que era un ser celestial y que él era el hombre más afortunado de la creación, pues había recibido el beso de poder, que ayudaría a hacer de su futuro y del de su pueblo un futuro mejor.

A la muerte del padre de Patoso, el príncipe fue coronado rey, y en efecto gastó oro y joyas en las ceremonias y fiestas de coronación, pero repartiendo las riquezas entre su pueblo para aliviar su corazones y recompensar su esfuerzo. Como primera disposición real eliminó los impuestos y solicitó a sus súbditos que contribuyesen al sustento del reino con lo que considerasen que podían aportar sin pasar penurias. El reino nunca lució más hermoso ni fue más justo ni  mejor,  y pocos años después, en el momento adecuado, Preciosia y Eternia se unieron en un único reino al desposarse sus gobernantes.

Y fueron felices y  comieron perdices. Y bebieron tinto de la Ribera del Duero.

martes, 15 de febrero de 2022

Hidromiel


 El sonido del trueno rompió el silencio de la noche justo antes de que los guerreros que habían desembarcado del drakar se abalanzaran sobre la aldea de pescadores cuyos habitantes ignoraban la maldición que había llegado desde el norte.

Einar derribó de una patada la puerta de cañas de la primera choza y al adentrarse en ella encontró a un moreno e hirsuto joven que al verlo intentó agarrar un gran cuchillo bien afilado, de esos con los que despiezan los enormes atunes que se pescan por la zona. Pero no tuvo tiempo. El rubio guerrero vikingo de ojos del color del cielo lo atravesó  el pecho de parte a parte con su espada, clavándosela hasta la empuñadura. Al hacerlo escuchó un grito y al girar la vista encontró a la mujer del pescador, quien aferrando a un bebé contra el pecho intentando protegerlo, a duras penas podía contener los temblores que le producían el terror ante aquella escena. Por un momento Einar pensó en atravesar los dos cuerpos con la hoja de su espada obedeciendo la orden de Sven, su Jarl, de no dejar supervivientes, pero aquella mujer y su hijo no eran un peligro para los hombres del norte y no pensaba tener que dar cuenta de sus muertes al conciliar el sueño. Le hizo un gesto para que se callara y se escondiera en la casa y la dejó allí junto al cuerpo cubierto de sangre de su hombre.

En cuestión de minutos los camaradas de expedición habían acabado con la vida de cuantos pescadores hispanos habitaban la aldea y los gritos y lamentos de las mujeres que eran violadas antes de morir se dejaban oír entre las carcajadas y los gritos de guerra de los guerreros que siguiendo la tradición del saqueo comenzaron a incendiar las viviendas después de arramblar con cuantas cosas de valor y víveres encontraron en ellas.

Al abandonar el lugar camino de vuelta a la playa donde habían fondeado el drakar Einar echó la vista atrás y vio arder la choza en la que había abandonado a la mujer y su hijo.

Durante semanas recorrieron la costa hispana fondeando en distintos lugares y repitiendo la misma jugada. La bodega de la nave ya estaba bien surtida de provisiones y de botín al emprender el victorioso regreso a casa, y tras semanas de navegación, consiguieron atracar en puerto seguro donde los esperaban sus mujeres y sus hijos.

Meses después Einar fue elegido Jarl o jefe del clan, y tras varias expediciones algunos lo llamaron Einar el piadoso, porque no consentía que se aniquilasen mujeres y niños en los saqueos que comandaba. Aquello hizo que algunos guerreros pensaran que era débil y que no debía liderarlos y trataron de matarlo, pero el hacha de Einar cercenó las cabezas de cuantos osaron desafiarlo. Era un buen guerrero. El jarl era astuto, valiente, fuerte y osado, pero para su desgracia nació con buen corazón y aquello terminó por costarle la vida.

Al saquear una aldea normanda dos años más tarde de su elección, se repitió la escena vivida tiempo atrás en aquella casa de pescadores hispanos, y al darse la vuelta para abandonar a la mujer normanda junto a sus pequeños y el cadáver de su marido, esta lo acuchilló varías veces con una daga que extrajo de los ropajes del cuerpo caído de su esposo.

En el Valhalla Odín se mofó de él, y las valkirias bromearon sobre la compasión que le condujo a la muerte. Entonces Einar arrebató a una de ellas la lanza ceremonial y sin pensárselo dos veces cargó contra el mismísimo Odín que lo paralizó con su mirada de fuego y lo desmembró con un soplido.

El buen corazón y la dignidad son una pésima combinación. Mientras los perros de Loki devoraban los restos del rubio guerrero, los rapsodas comenzaron a cantar una canción de tristeza y de orgullo. Aquella noche en el Valhalla corrió el hidromiel en honor a Einar el piadoso, el guerrero de corazón de mujer que osó desafiar a Odín.


jueves, 10 de febrero de 2022

Flores


 Lo he decidido y no enviaré un ramo de rosas rojas el próximo catorce de febrero. Soy de naturaleza romántica, me encantan los detalles bonitos y gracias a Dios podría permitírmelo, pero no sé cómo se entenderá que le envíe flores a la flor más bonita de cuantas crecen en el jardín de mi mundo.

Puede que la sociedad me tache de insurrecto por desmarcarme de las imposiciones comerciales del día de San Valentín, pero lo que nadie sabe es que desde que la conozco, para mi todos los días son catorce de febrero, todos los días merecen ser celebrados y todos los días son ese día en el que decir te quiero es necesario.

En el interior de mi pecho cada vez que la veo suena una música especial, el poeta que habita en mi recita los versos más hermosos y todo se viste de fiesta. Y la vida me ha enseñado en que consiste esto del amor verdadero y para nada tiene que ver con rituales ni celebraciones. Uno sabe que ama cuando además de disfrutar todos y cada uno de los segundos que comparte con la persona que se ha instalado en su corazón y se ha adueñado de él, afronta con decisión la posibilidad de que los caminos terminen bifurcándose y ese futuro ideal en el que cada noche será una noche de bodas y cada día el día perfecto, se convierta en el escenario donde representar la escena más triste de la más dolorosa tragedia escrita por aquel que produce los espectáculos del porvenir.

Pero hasta entonces y si llegase el acto en el que se interpretan las arias más hermosas en melancólico modo menor que preferiría no entonar jamás, me alimentaré con sus sonrisas, con sus caricias y con los besos más tiernos y más bonitos que jamás me entregó una mujer. Y me iluminará el sol que habita en sus ojos.

Amar es  luchar, conseguir y celebrar, pero amar también es perder y asumir. Amar es saltar al cuadrilátero y esquivar golpes para mantenerse en pie hasta que suene la campana del si quiero, y ese juez con arco y los ojos vendados decida que hay un empate a los puntos y levante a la vez el brazo de ambos púgiles. Y en ocasiones también es arrastrarse hasta el rincón con la nariz rota, la ceja abierta, las costillas destrozadas y el espíritu quebrado, sangrando por todos los poros y llorando hemorragias de desamor.

No le enviaré flores porque ella es tan bonita que su belleza eclipsa cualquier ramo y convierte los adornos florales en burdos  hatijos de malas hierbas, Y además sabe que si está en mi mano, regaré y cuidaré del jardín de su felicidad y haré de él el más hermoso de cuantos adornan la creación.

La amo. Pase lo que pase y le pese a quien le pese.

martes, 8 de febrero de 2022

Por un amigo


 Muchas veces he dicho o he escrito que moriría y mataría por mis amigos, y esto no es una frase hecha.

Cuando pasas por una ECM te das cuenta de la verdadera importancia de palabras como amigo o familia y, desgraciadamente eres capaz de ver como se han devaluado y se han convertido en sustantivos inocuos y comodín, que se sustentan únicamente en lo superfluo y lo baladí, porque han perdido su verdadera esencia a fecha de hoy, y en esta sociedad tan hipócrita se considera amigo a cualquiera con el que se comparta una afición, un rato de ocio e incluso a cualquiera con el que criticar o enfrentar a rivales comunes. En cuanto a familia, esto es incluso más doloroso porque una moda importada de américa del sur que se extendió rápidamente por los EEUU nos trajo la costumbre de llamar "hermano" a personas que ni llevan tu sangre ni empatizan con tu dolor y tu alegría, como lo debería hacer un verdadero hermano.

De cañas todos somos muy majos, eso está claro. Y más cuando las cañas las paga ese amigo generoso e inocente al que siempre lo acompañan un montón de rémoras que no dudarían en alimentarse de sus restos hasta dejarlo en los huesos.

Pero a veces te encuentras con verdaderos amigos, con personas que cierran filas junto a ti y se calan el yelmo dispuestos a aguantar la embestida del enemigo espalda contra espalda. Personas que rompen una lanza tras otra en tu defensa. Amigos que no te piden, sino que cariñosa y firmemente te ordenan que cuando te sientas mal o triste acudas a ellos, que no cometas la imprudencia de degustar en soledad la hiel que podría envenenarte. Y que se vuelcan en hacer de tu vida un lugar mejor.

Un verdadero amigo no calla aquello que duele, no imposta la sonrisa ni el abrazo y no niega la oportunidad que te redima de un error. Un verdadero amigo es capaz de ser duro y exigente, crítico y vehemente y a veces incluso inmisericorde y cruel si con ello va a desfibrilar la amistad herida de muerte por un error evitable. Un verdadero amigo te consuela con la mirada, te reanima con palabras y te rescata de los peores momentos con su sola presencia.

No es necesario que se arroje al fuego por ti ni que demuestre con heroicidades de película hasta donde llega su amor. Es suficiente con que te escuche, te entienda te apoye y te demuestre que sufre si tu sufres y es feliz con tu alegría. Por eso he aprendido a querer a mis amigos y a decirlo sin sonrojarme, porque la única moneda válida en las transacciones entre amigos de verdad es el amor.

Cultivemos esa hierba milagrosa que te cura de muchos males, esa hermosa flor que embellece tu jardín y esa raíz que alimenta e hidrata.

La lealtad va unida  a la amistad como una hermana siamesa de la que no debería separarse jamás. Y es tan necesaria y tan importante que si alguien consigue extirparla con la cirugía de la traición, la amistad fallece en el acto. Ser leal a un amigo es la más importante clausula de ese contrato que se firma en la reunión de almas cuando los lazos se estrechan y sabes que ha nacido algo tan hermoso como poderoso y reconfortante.

Yo al menos lo entiendo así. Y sé que muchas personas de mi entorno también. Por eso son mis amigos.

lunes, 31 de enero de 2022

Las mejor oferta


 

Tras haberlo pensado durante casi cinco minutos fumando un cigarrillo frente a la puerta del comercio, por fin se decidió a entrar.
Una pizpireta empleada del establecimiento lo recibió con la sonrisa más deliciosa que había visto en su vida.
—¿Para llevar o para tomar aquí?– Le preguntó.
—Para tomar aquí, gracias– respondió él sonriendo también–sinceramente, no sé cómo resistiría el trayecto hasta mi casa. Es la primera vez que compro algo así.
La dependienta de ojos vivos y adorable sonrisa, le pidió que esperase un minuto en lo que preparaba el artículo.
Sid Vicius cantaba My Way a través del hilo musical de la tienda. Sin duda, aquella era la canción más bonita del mundo.
Al abandonar el mostrador y situarse frente a él guiñándole un ojo, la amable mujer le dijo con firme dulzura
—Cuando quiera
Él abrió los brazos y se dispuso a recibir su pedido.
La oferta del cartel que atrajo su atención al escaparate de aquella tienda no mentía en absoluto. El abrazo más cálido e intenso del mundo le había costado cinco euros Iva incluido.
Siendo él como es, hizo un rápido cálculo mental y suspiró de placer al haberse dado cuenta de que con el importe de su salario mensual, teniendo en cuenta sus gastos fijos y reduciendo el consumo de tabaco, podría permitirse dos abrazos diarios de lunes a viernes.
—Perdona –le dijo a la dependienta. –¿Abrís los sábados?
Ella no se sorprendió con la pregunta, más bien la estaba esperando.
—Claro que sí caballero. Solo por la mañana, de diez a dos y media. Algo me dice que le ha gustado nuestro producto en oferta. 
—Me ha encantado y no creo que pase nada si le confieso que soy adicto a este tipo de artículos desde hace unos pocos años.
—En efecto no pasa nada. Sois muchos los adictos al abrazo y por eso me decidí a abrir este negocio y a servir abrazos de calidad, a un precio asequible. Ahora ya somos diez personas en plantilla. La sociedad necesita de productos como el que se comercializa aquí.
Con el espíritu renovado y el alma henchida, el torturado y melancólico cliente abandonó el local sonriendo y con una expresión en los ojos que había perdido hacía ya tres años, cuando comenzó la época más difícil de su vida y tuvo que decirle adiós a la única mujer que creyó haber amado de verdad. Lo que no sabía aún, es que el verdadero amor lo estaba aguardando no muy lejos de allí, entre los brazos de la mujer que el destino reservaba para cruzar en su camino, y que con el corazón sanado con esos abrazos de oferta, conseguiría llegar hasta ella purificado y feliz. Y que en breve se encontraría dando gracias a los hados por haberle hecho coincidir con un ser tan especial.
 
 
 
 

jueves, 27 de enero de 2022

Eterna


 Cuando su centuria se instaló en el campamento de Astúrica, el veterano legionario Lucio Galvano no supo que la más dura batalla habría de librarla contra su corazón.

Durante semanas la legión enviada por Cesar Augusto se mantuvo en alerta preparada para avanzar hacía el norte apoyando a la legión  que combatía en las guerras contra los cántabros.

Durante las incursiones de reconocimiento y pacificación por las montañas que separaban Astúrica de los verdes valles del norte, Lucio encontró a una mujer muy especial que se desplazaba con parte de su pueblo escapando de las incursiones de los guerreros celtas que venían de más allá del mar. Ella y su pequeña hija, fruto de la unión con un guerrero muerto al despeñarse por un acantilado en la defensa del paso del norte, viajaban buscando un lugar seguro donde instalarse y poder vivir sin necesitar de un hombre que cuidara de ellas.

Lucio se apiadó del cansancio que reflejaba el rostro de la mujer que con una mano  tiraba de la cuerda atada al cuello de la mula sobre la que transportaba sus pertenencias, y con la otra sujetaba con fuerza la mano de su hija. La mula no ocultó sus nervios al cruzarse con la partida de reconocimiento a caballo y encabritándose se puso de manos y algunos de los bultos que transportaba cayeron al suelo haciendo detener la marcha a la mujer y a la niña.

Lucio desmontó y se acercó hasta ella para ayudarla a recoger las pieles y los utensilios caídos y ella lo miró durante unos segundos, hizo un gesto de agradecimiento y le dijo algo en su idioma que aunque el romano no pudo comprender pues no hablaba la jerga de esa tribu, si supo interpretar que le estaba dando las gracias y contestó con una sonrisa. Los ojos de aquella hermosa hispana llamaron poderosamente su atención, pues brillaban con una luz muy especial. Era como si esos ojos encerrasen todo el sol de Hispania.

Volvió a verla días después durante una excursión en uno de los permisos del servicio de guardia. La encontró junto a media docena de hispanos instalados en un asentamiento de pescadores cerca del rio que bañaba las tierras de Astúrica. En esta ocasión fue ella quien se acercó a él tras haberlo reconocido y le ofreció agua y una escudilla con algo parecido a un guiso de pescado con vegetales. Lucio aceptó de buen grado y compartió la comida que ella le ofreció con la pequeña que correteaba en torno a su madre. En los ojos del color de sol de la hispana encontró algo de lo que jamás podría olvidarse. Decidió llamarla eterna y gracias a la ayuda de uno de los pescadores del asentamiento que hablaba la lengua del imperio y los sirvió de intérprete, pudo mantener con ella algo parecido a una conversación.

Cupido lo atravesó el corazón de parte a parte con una certera saeta y desde aquel día todos sus permisos los pasaba junto a ella y su hija. 

 Meses después de su primer encuentro la legión recibió órdenes de emprender la marcha hacia el norte y sabedor de que tardaría en regresar o quizás nunca lo haría, Lucio intentó entregarle las monedas que había guardado de sus estipendios para que Eterna negociase que algunos de los hombres le construyeran una cabaña más grande y segura donde resguardarse, pero ella rechazó su ofrecimiento. Era una mujer tan digna y orgullosa como bonita y especial.

Habían construido un rudimentario lenguaje entre los dos y a base de signos y de algunas palabras en su arcaica lengua y otras en el idioma de los césares, podían comunicarse sin la ayuda de terceras personas.

Ella le hizo saber que podía marchar tranquilo, que sabría cuidar de la niña y de ella misma sin que nadie tuviera que preocuparse por su supervivencia, y que quizás también se marcharan de allí en busca de un lugar mejor donde instalarse. Aquella confesión rompió el alma a Lucio que durante unos segundos consideró muy seriamente la opción de desertar y marcharse con ellas. Había comprendido que su hogar estaría siempre donde estuviera Eterna y poco le importaba que lo encontrasen y le aplicasen el castigo que se imponía a los desertores durante las campañas, la crucifixión.

Eterna leyó en su mirada. Era una mujer terriblemente intuitiva e inteligente, no tardó en interpretar su silencio y su melancólica mirada. Entonces le puso un dedo en los labios, lo acarició el rostro con ternura y lo besó durante unos segundos. Después de separar sus bocas Lucio sabía que la querría el resto de sus vidas y que aunque ahora tuvieran que separarse volverían a encontrarse una y otra vez y volverían a amarse con otros nombres, en diferentes siglos y en distintas tierras. 

Y así fue.  El destino los permitió cruzarse a lo largo de milenios y en unas ocasiones fueron felices juntos, en otras apenas se regalaron unas noches de pasión, en muy contadas oportunidades pudieron envejecer viendo crecer su amor y en las más dichosas supieron interpretar las señales que les prometían que su amor sería inmortal.

Los dioses bendijeron el amor entre aquellos miembros de distintas creencias, pero de corazones idénticos. Aún hoy en día siguen encontrándose y a veces, al hacer el amor, se descubren entre besos.

sábado, 22 de enero de 2022

A golpe de gladio


 La flecha picta se incrustó en el escudo que logró levantar hasta los ojos pese al dolor de su brazo herido por el corte proferido por  la espada del tatuado guerrero que yacía muerto a sus pies.

Lucio Galvano consiguió evitar una muerte segura de nuevo, pero la batalla aún no había terminado y aunque vio como la caballería al mando del experto decurión que había previsto el ataque se lanzaba al galope sobre la posición desde la que llovían las flechas, su cohorte todavía no había acabado con los pocos guerreros britanos que seguían en pie tras el avance de la décima centuria.

El cielo se rasgó con un nuevo y poderoso trueno y el agua comenzó a caer a raudales limpiando la sangre de su coraza y de la hoja de su gladio. Un último esfuerzo, una nueva carga en formación y las legiones del cesar podrán escribir otra gloriosa página en la historia de Roma.

Lucio no recuerda donde perdió la jabalina. Seguramente la dejase hundida en el pecho de alguno de los primeros pictos que impactaron sobre la formación en tortuga con la que el centurión los ordenó avanzar hasta la cima de la verde colina donde los esperaba el enemigo profiriendo gritos y desafiando lo inevitable. Debían llevar horas peleando y aquellos salvajes todavía se negaban a entender que nadie puede detener el vuelo de las águilas del Cesar. 

Clavó su gladio hasta la empuñadura  en el vientre del guerrero que se lanzó contra él dejando el cuerpo al descubierto al levantar el hacha con ambos brazos, y al extraer la hoja esta salió acompañada de los intestinos del enorme salvaje que trató de cortarle en dos.

Los galos habían sido bravos enemigos, no tanto como los hispanos y ni con mucho tanto como estos britanos belicosos y crueles que no dudaron en decapitar a los emisarios del tribuno que solicitó su rendición. Pero las legiones estaban sometiendo las islas una a una, y los salvajes que habían osado desafiar al destino, esta noche  servirían de alimento a los animales del campo.

En Judea conoció a un curioso rabino que afirmaba que solo Dios podía disponer de la vida de los hombres y que cuando alguien te golpease el rostro, no deberías cortar la mano del agresor. sino ofrecer tu otra mejilla. Estaba claro que aquel extraño judío no sabía que su Dios también se sirve del brazo de los legionarios para ordenar el mundo.

Ya no caían flechas del cielo, tan solo gruesas gotas de gélida lluvia britana. El suelo olía a sangre y a humedad. La caballería regresaba victoriosa tras aplastar a los arqueros y ahora la infantería debería terminar de limpiar la zona y asegurar el triunfo.

Su padre lo enseñó a reservar las fuerzas hasta el último segundo de batalla y a no dar a ningún enemigo por derrotado hasta comprobar que su cuerpo inmóvil tendido en el suelo no podría volver a levantar su brazo contra el Cesar. Uno a uno sus compañeros y él fueron rematando a su paso a los salvajes heridos que yacían en la tierra que defendían y que se habían negado a entregar a Roma para mayor gloria del imperio. 

Los gritos y los lamentos de los heridos se unieron al ruido de los tambores y de las sandalias al marcar el paso.

Roma vincit.