martes, 15 de febrero de 2022

Hidromiel


 El sonido del trueno rompió el silencio de la noche justo antes de que los guerreros que habían desembarcado del drakar se abalanzaran sobre la aldea de pescadores cuyos habitantes ignoraban la maldición que había llegado desde el norte.

Einar derribó de una patada la puerta de cañas de la primera choza y al adentrarse en ella encontró a un moreno e hirsuto joven que al verlo intentó agarrar un gran cuchillo bien afilado, de esos con los que despiezan los enormes atunes que se pescan por la zona. Pero no tuvo tiempo. El rubio guerrero vikingo de ojos del color del cielo lo atravesó  el pecho de parte a parte con su espada, clavándosela hasta la empuñadura. Al hacerlo escuchó un grito y al girar la vista encontró a la mujer del pescador, quien aferrando a un bebé contra el pecho intentando protegerlo, a duras penas podía contener los temblores que le producían el terror ante aquella escena. Por un momento Einar pensó en atravesar los dos cuerpos con la hoja de su espada obedeciendo la orden de Sven, su Jarl, de no dejar supervivientes, pero aquella mujer y su hijo no eran un peligro para los hombres del norte y no pensaba tener que dar cuenta de sus muertes al conciliar el sueño. Le hizo un gesto para que se callara y se escondiera en la casa y la dejó allí junto al cuerpo cubierto de sangre de su hombre.

En cuestión de minutos los camaradas de expedición habían acabado con la vida de cuantos pescadores hispanos habitaban la aldea y los gritos y lamentos de las mujeres que eran violadas antes de morir se dejaban oír entre las carcajadas y los gritos de guerra de los guerreros que siguiendo la tradición del saqueo comenzaron a incendiar las viviendas después de arramblar con cuantas cosas de valor y víveres encontraron en ellas.

Al abandonar el lugar camino de vuelta a la playa donde habían fondeado el drakar Einar echó la vista atrás y vio arder la choza en la que había abandonado a la mujer y su hijo.

Durante semanas recorrieron la costa hispana fondeando en distintos lugares y repitiendo la misma jugada. La bodega de la nave ya estaba bien surtida de provisiones y de botín al emprender el victorioso regreso a casa, y tras semanas de navegación, consiguieron atracar en puerto seguro donde los esperaban sus mujeres y sus hijos.

Meses después Einar fue elegido Jarl o jefe del clan, y tras varias expediciones algunos lo llamaron Einar el piadoso, porque no consentía que se aniquilasen mujeres y niños en los saqueos que comandaba. Aquello hizo que algunos guerreros pensaran que era débil y que no debía liderarlos y trataron de matarlo, pero el hacha de Einar cercenó las cabezas de cuantos osaron desafiarlo. Era un buen guerrero. El jarl era astuto, valiente, fuerte y osado, pero para su desgracia nació con buen corazón y aquello terminó por costarle la vida.

Al saquear una aldea normanda dos años más tarde de su elección, se repitió la escena vivida tiempo atrás en aquella casa de pescadores hispanos, y al darse la vuelta para abandonar a la mujer normanda junto a sus pequeños y el cadáver de su marido, esta lo acuchilló varías veces con una daga que extrajo de los ropajes del cuerpo caído de su esposo.

En el Valhalla Odín se mofó de él, y las valkirias bromearon sobre la compasión que le condujo a la muerte. Entonces Einar arrebató a una de ellas la lanza ceremonial y sin pensárselo dos veces cargó contra el mismísimo Odín que lo paralizó con su mirada de fuego y lo desmembró con un soplido.

El buen corazón y la dignidad son una pésima combinación. Mientras los perros de Loki devoraban los restos del rubio guerrero, los rapsodas comenzaron a cantar una canción de tristeza y de orgullo. Aquella noche en el Valhalla corrió el hidromiel en honor a Einar el piadoso, el guerrero de corazón de mujer que osó desafiar a Odín.


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