sábado, 26 de febrero de 2022

Tres para un mus

 


No me siento ni con mucho un delator y aunque sé que “Roma no paga traidores” en esta ocasión, el único traidor ha sido él. Javi era mi mejor amigo desde educación primaria, pero hay cosas que un amigo no puede tolerar y creo que aunque ha sido una medida algo drástica, a la larga me lo va a terminar agradeciendo.

La policía lo ha detenido hace menos de diez minutos y se lo ha llevado al calabozo, acusado de un delito de malos tratos y de violencia de género. Javi no ha opuesto resistencia, él solo debe sentirse “muy hombre” cuando sacude a Marta. Si soy sincero, creo que lo que más le ha molestado ha sido que se lo llevasen esposado delante de todo el mundo.

He llamado a la policía y lo he denunciado porque creo que, si no lo hubiese hecho yo, Marta no lo habría hecho nunca. Llevan saliendo más de cuatro años, se conocieron en segundo de bachillerato y lo suyo era la crónica de una muerte anunciada: el capitán del equipo del cole y la estudiante más guapa, que además cantaba en el grupo que montaron los del coro del colegio. Típico de película americana. 

Al principio las cosas iban muy bien. Salíamos todos juntos y aunque yo pasaba algo de apuro por esa costumbre tan suya de comerse los morros a todas horas, lo achaqué al amor de juventud tan lleno de pasión y de hormonas. Los problemas comenzaron al llegar a la universidad. Los tres nos matriculamos en la misma facultad de Derecho y Javi empezó a gastarle a Marta bromas despectivas y machistas, como que se alegraba de que se hubiese decidido por Derecho ya que le vendría muy bien que conociese la abogacía y tenerla cerca para que  le planchase correctamente la toga cuando él se convirtiese en el gran abogado que estaba llamado a ser por el destino. Que Marta debería ir apuntándose a un gimnasio porque las mujeres eran pésimas letradas al no tener la fuerza suficiente para sostener los tomos de los Aranzadis donde consultar jurisprudencia. Que la enseñaría a distinguir un martillo de un rodillo por si se decidía por la judicatura. Y lindezas por el estilo. 

Lo que comenzó como una serie de bromas de mal gusto, se terminó convirtiendo en el leit motiv de las conversaciones de Javi con la silenciosa complicidad de Marta, que prefería restarle importancia a la humillación pública antes que perder a su chico. Marta se apuntó a un curso de cooperación con los refugiados, en el que se impartían conocimientos específicos para trabajar con este colectivo, donde la mujer era el sector más débil y más castigado por las calamidades que acompañaban a la búsqueda de una vida mejor y de un futuro para sus hijos. Javi se volvió un celoso compulsivo y no soportaba que los compañeros de Marta la llamasen por teléfono o la acompañasen a casa después de las clases. Un lunes, Marta llegó a la facultad con gafas de sol y al quitárselas en el aula pude observar que, aún habiéndolo intentado, el maquillaje no podía ocultar el moratón de la mejilla derecha. Le pregunté que le había pasado y sin mirarme a los ojos me dijo con voz temblorosa que se había dado un golpe contra la mesilla de noche al despertarse y cambió rápidamente de tema. Luego vino lo del Facebook. Ella siempre había sido muy activa en las redes sociales, subiendo fotos de sus viajes y sus fiestas y actualizando constantemente el estado en su muro. De repente dejó de escribir y de compartir fotos. Tenía más de mil contactos o “amigos”, como se denomina a los contactos en esa red social, pero del día a la mañana, hizo una limpieza y se quedó tan solo con familiares, amigas y los pocos chicos que tenían también amistad con Javi. No tardó en volver a golpearse con la mesilla de noche en el labio, en la ceja… Las cosas cambiaron muy deprisa. Ya no salíamos nunca en pandilla y solo quedaban ellos dos para ir al cine, a cenar y cosas por el estilo, pero en pareja. Eso sí, Javi no se perdía una juerga y al aparecer él sólo en las fiestas de la facul, justificaba la ausencia de Marta diciendo que tenía que estudiar mucho, porque las chicas, lo de subrayar en colorines sí, pero entender bien los artículos del código penal ya era otra historia. Cuando Reyes(la novia de Leo, el delegado de clase, y una feminista declarada) le afeó el comentario y le dijo que las mujeres eran tan válidas como los hombre para estudiar Derecho o cualquier otra carrera, Javi le contestó de muy malos modos que no tenía más que buscar en la historia de la humanidad a las mujeres constructoras, descubridoras, conquistadoras, inventoras y demás. Que su ausencia no era algo casual. Que tan solo destacaban algunas modistas, cantantes de ópera, modelos y escritoras de novela rosa.

Javi dejó de caerme bien y eso me dolió muchísimo, ya que desde que éramos niños, nos hemos querido mogollón.

Esta mañana se han desencadenado los acontecimientos tras darme cuenta de que me había dejado el libro de Constitucional en el coche y volver al parking a por él.

Al bajar las escaleras hacía el segundo sótano, he visto a Javi discutiendo con Marta y justo cuando me estaba acercando a poner paz, Javi le ha dado un bofetón con el dorso de la mano con tal fuerza que Marta ha perdido el equilibrio y ha caído hacia atrás, golpeándose en la cabeza contra la barandilla de las escaleras. Mi querido ex amigo la ha dejado allí llorando y se ha ido a la cafetería de la facultad a tomarse un botijo y a buscar a tres para un mus. Yo he tratado de convencer a Marta de que lo denunciase, pero ella se ha enfadado mucho y no he tenido más remedio que seguir mi código moral y mis valores, sacar el móvil y llamar a la policía nacional.

Marta está hecha polvo y tiene miedo de la presión social, y de que en su entorno la consideren imbécil, débil o lo que es peor, culpable del trato que recibía por parte de su novio. En estos años, he aprendido a valorar y a respetar la cálida amistad de Marta y si no lo hubiese denunciado, no sería su amigo.  He tratado de convencerla de que pida ayuda profesional, y de que la dependencia emocional no es positiva, pero me temo que cree que he vendido a mi amigo y que he traicionado su amistad. No la culpo por ello, vivía la peor de las mentiras. A veces el silencio es el cómplice habitual de los maltratadores y hay que aprender a levantar la voz y a gritar “basta ya”.

Espero que en la trena Javi no tenga problema para encontrar a tres para un mus, y sinceramente, espero que en las duchas le enseñen el verdadero significado de la palabra abuso.

No hay comentarios: