Tras haberlo
pensado durante casi cinco minutos fumando un cigarrillo frente a la puerta
del comercio, por fin se decidió a entrar.
Una
pizpireta empleada del establecimiento lo recibió con la sonrisa más deliciosa
que había visto en su vida.
—¿Para
llevar o para tomar aquí?– Le preguntó.
—Para tomar
aquí, gracias– respondió él sonriendo también–sinceramente, no sé cómo
resistiría el trayecto hasta mi casa. Es la primera vez que compro algo así.
La
dependienta de ojos vivos y adorable sonrisa, le pidió que esperase un minuto
en lo que preparaba el artículo.
Sid Vicius cantaba My Way a través del hilo musical de la tienda. Sin duda, aquella era la canción más bonita del mundo.
Al abandonar
el mostrador y situarse frente a él guiñándole un ojo, la amable mujer le dijo
con firme dulzura
—Cuando quiera
Él abrió los
brazos y se dispuso a recibir su pedido.
La oferta
del cartel que atrajo su atención al escaparate de aquella tienda no mentía en
absoluto. El abrazo más cálido e intenso del mundo le había costado cinco
euros Iva incluido.
Siendo él
como es, hizo un rápido cálculo mental y suspiró de placer al haberse dado
cuenta de que con el importe de su salario mensual, teniendo en cuenta sus gastos fijos y
reduciendo el consumo de tabaco, podría permitirse dos abrazos diarios de lunes
a viernes.
—Perdona –le
dijo a la dependienta. –¿Abrís los sábados?
Ella no se
sorprendió con la pregunta, más bien la estaba esperando.
—Claro que
sí caballero. Solo por la mañana, de diez a dos y media. Algo me dice que le ha
gustado nuestro producto en oferta.
—Me ha
encantado y no creo que pase nada si le confieso que soy adicto a este tipo de
artículos desde hace unos pocos años.
—En efecto
no pasa nada. Sois muchos los adictos al abrazo y por eso me decidí a abrir
este negocio y a servir abrazos de calidad, a un precio asequible. Ahora ya somos diez personas en plantilla. La sociedad necesita de productos como el que se comercializa aquí.
Con el
espíritu renovado y el alma henchida, el torturado y melancólico cliente
abandonó el local sonriendo y con una expresión en los ojos que había perdido
hacía ya tres años, cuando comenzó la época más difícil de su vida y tuvo que
decirle adiós a la única mujer que creyó haber amado de verdad. Lo que no sabía
aún, es que el verdadero amor lo estaba aguardando no muy lejos de allí, entre
los brazos de la mujer que el destino reservaba para cruzar en su camino, y que
con el corazón sanado con esos abrazos de oferta, conseguiría llegar hasta ella
purificado y feliz. Y que en breve se encontraría dando gracias a los hados por haberle hecho coincidir con un ser tan especial.
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