domingo, 1 de diciembre de 2019

Mi niño

No soy padre. Nunca dejé mi semillita y nunca llegué a procrear. Ni en aquel breve periodo de mi vida en el que estuve casado con una mujer que podría haberme dado un hijo. Os aseguro que sé cómo se hace, lo he visto en películas.
Sin embargo, en uno de los momentos más tristes de mi vida, al poco de firmar el documento que me liberaba del sufrimiento de un matrimonio ficticio donde contra mis desos y destrozándome el alma pasé a ocupar el puesto de cornudo consentido, apareció él. 
Era muy pequeñito, apenas tenía tres meses. Llegó como regalo de cumpleaños dentro de una caja de vino de la Ribera del Duero, una de las denominaciones de origen que más me gustan. No podía salir nada malo de ahí.
Nos quisimos desde el minuto uno. Lo instalé en mi casa y comencé a trabajar eso de la educación, el cariño y el refuerzo positivo. Fue muy fácil sentirme un buen padre con Gatete. Fue leal, inteligente, obediente y muy cariñoso. Tan solo me falló en algunas cosas que pertenecían a su condición de felino y cada vez que lo hacía no podía evitar recordar las veces que yo fallé a mi padre y entonces entendí como debía sentirse con cada decepción. Y me arrepentí hasta la medula de no haber sabido estar a la altura de su amor y sus consejos.
Una de esas veces que me desobedeció desapareciendo toda una noche cual eterno adolescente, le costó la vida. Volvió a casa destrozado y al verle sufrir, comprendí también lo muchísimo que mi padre debió de sufrir al verme comatoso en la UCI por no haber hecho caso de lo que me enseñó desde chaval, que todo acto tiene consecuencias y que debemos conducirnos con prudencia, acierto y responsabilidad.
Al igual que hizo mi padre por mi, no reparé en gastos ni en esfuerzos para que la medicina y el amor de los suyos le devolviese el futuro que pretendía arrebatarle la pálida señora. Pero no fui capaz de conservarlo a mi lado. Tras muchos intentos de ofrecerle una vida digna y feliz, no me quedó más remedio que rendirme a las evidencias y al dolor que le provocaban las secuelas de sus graves lesiones.
No merecía una vida postrado en un sillón. No merecía orinar sangre, sufrir continuas infecciones internas, ni maullar de dolor a diario. No merecía permanecer a mi lado solo para que le pudiese acariciar una y otra vez, intentando compensar su sufrimiento. Y accedí a que un especialista le ayudase a dejarme sin pasar un mal rato.
Y le enterré en el jardín de mi casa, construyéndole el lecho eterno más hermoso que pude construirle. Y cada día, me acerco a darle un beso y a decirle que le quiero.
Muchas noches, como esta misma noche, viene hasta mi a través de los sueños y vuelve a jugar conmigo, a vacilarme y a enseñarme que más allá de la especie, el amor define a los individuos.
Te quiero mucho, mi niño. Y te echo mucho de menos.
Siento no haber sabido protegerte mejor, Gatete. Siento no haber estado a la altura. Siento seguir decepcionando a aquellos que quiero.

martes, 26 de noviembre de 2019

Infierno de fraudes 2


El café, tan negro como necesario, le sacó del sopor en el que acababa de caer al sentarse frente al ordenador con la sana intención de avanzar en su novela.
Pocas horas antes lo había dejado en que su alter ego iba a matar a la mujer que le había destrozado la vida. Y realmente lo había hecho. Aquella morena de seductoras caderas y desmedida afición por lo prohibido, le había machacado la autoestima unos cuantos capítulos atrás. 
El maltrato al que la mujer que inspiró ese personaje sometió al autor de a novela "Infierno de fraudes",lo llevó a la consulta de un especialista en salud mental que además de los consabidos ansiolíticos y antidepresivos, le diagnosticó unos eficaces antifóbicos para ayudarle a vencer el miedo a encontrarse con ella al doblar cualquier esquina. Es por eso que en su novela ese maligno súcubo escapado del más cruel de los avernos, debía morir. Es más...debía sufrir una muerte espantosa.
No era la primera vez que llevaba a cabo este tipo de catárquicos y literarios asesinatos en sus novelas. Utilizaba  a los alter egos construidos con lo que quedaba de su realidad pasada para que llevasen a cabo sus venganzas, y repartiesen justicia en negro sobre blanco. La justicia que él nunca podría tomarse en la vida real.
No le llevó más de cinco minutos describir a la perfección como Laertes vació el cargador entre el pecho, las piernas y los brazos del demonio que sedujo a su creador unos pocos años atrás. 
Fueron cuatro páginas muy intensas en las que al leerlas,  hasta se podía apreciar el olor a pólvora y a sangre fresca y, se podían escuchar los gritos de ella pidiendo clemencia, una clemencia que no concedió al hundirlo en ese pozo oscuro donde terminan las víctimas de malos tratos, que además, no se atreven a compartir su calvario porque la sociedad no termina de entender ni de aceptar que una mujer pueda maltratar a un hombre.  Hay quien sonríe cuando se comentan ese tipo de sucesos e insinúa la poca hombría de los maltratados y su falta de valor y de virilidad, llegando incluso a insinuar entre risas que de alguna manera lo merecían, "para compensar las estadísticas". 
En un alarde de sadismo, Laertes permitió que su alter ego literario se deleitase viendo como se desangraba la mujer , herida de muerte, y que le negase el muy misericorde y humano tiro de gracia entre los ojos.
Al termino de este capítulo en el que el asesino volvía a escapar de cualquier sospecha,dada su naturaleza afable y su condición de persona querida y socialmente aceptada, Laertes se levantó a servirse una copa de buen vino de la Ribera del Duero.
Le sentaba como una patada en la boca cuando estando en algún bar, un cliente se acercaba al mostrador y pedía al camarero, "pon un vino". Hostias...que estamos en Valladolid, la única provincia con cinco diferentes denominaciones de origen de vino; la provincia considerada por los expertos internacionales como mejor región vitivinícola del mundo.
Un vino...
Saboreó su Carmelo Rodero reserva servido en copa Borgoña y, encendió un cigarrillo con el viejo encendedor de gasolina.
El humo de la victoria. perfecto para maridar este caldo. 
Para mi ya estás muerta, hija de puta. Y sin tocarte un pelo ni abusar de mi fuerza. Ni  arruinarme el futuro con unos años en la trena, aunque en este país sigue saliendo demasiado barato asesinar a una mujer.
Apuró la copa hasta el fondo saboreando el regusto de los taninos pese a la astringencia que le provocaban resecándole los labios.
Cuando volvió a trabajar en el archivo de la novela, escribió: Capítulo 7, "El ave fénix" y se preparó para seguir aplicando la ley. Su ley.

Infierno de fraudes

Laertes se abrochó la cazadora hasta el cuello y comprobó en la imagen que le devolvió el espejo de pared de la habitación del hotel, que no se notaba en absoluto el bulto de la pequeña pistola automática con silenciador que portaba en una funda sobaquera bajo su brazo izquierdo. 
Alguien dijo una vez que el infierno es la imposibilidad de la razón, pero Laertes descubrió que en ese infierno se encontraba muy a gusto discutiendo con el único Dios verdadero lo incongruente y fraudulento de todos sus actos, sus sentimientos y sus palabras. Dios le perdonaba una vez tras otra, porque es todo bondad y misericordia. Pero él no era capaz de concederse el perdón. Ni lo quería.
Iba a matar a unos cuantos más. Iba a limpiar el mundo de escoria. Hoy le tocaba a la zorra que le destrozó la vida. Añadiría la miserable alma de esa belleza caduca y adicta al opio a la de aquel socio traidor que se apropió de todo lo suyo, a la de otra mujer que disfrazaba con adorables caíditas de ojos el engaño y la mentira y a la del canalla desequilibrado que fingió compartir las cuitas de un pasado reciente.
No le temblaría la mano al apretar el gatillo mirándola a los ojos. Puede que al encontrar el cuerpo,la sociedad vistiese este crimen como un nuevo caso de violencia de género. Y lo era, sin duda. Esa arpía había sido el ejemplo más claro del maltrato psicológico y emocional. Lo había atrapado con la seda de su tela hasta que Laertes apenás pudo moverse y entonces clavó en él los quelíceros y comenzó a sorver los jugos, vaciándolo casi por completo. Pero él consiguió desatarse y volver a levantar la cabeza. Y a empuñar un arma.
Laertes era un hombre bueno y eso le tocaba en exceso los cojones. Se repetía una y otra vez la frase que le llevó a comenzar su venganza: cuidado con lo que toleras, ya que estás enseñando como tratarte.
Respetaba a la mujer como respetaba al hombre y concedia por defecto el derecho a la igualdad.Por eso mismo se autoconvenció de que debía aplicar su ley en paritaria proporción y justificó los actos lavando su conciencia. Esto superaba las taras morales de la sociedad enferma en la que le había tocado vivir.
Arrancó la elegante motocicleta de fabricación británica y se dirigió hacia el lugar donde había quedado con ella, con la excusa de necesitar volver a verla porque la seguía amando irremediablemente. Era un tipo enamoradizo y todos lo sabian . Esa era su mayor debilidad.
Al terminar esta nueva página el escritor que había construido con sus traumas el personaje más oscuro y más luminoso a un tiempo encendió un cigarrillo, guardó los cambios en el archivo y apagó el ordenador.
Laertes pensó que debía cambiar el nombre a su alter ego. Era demasiado obvio todo. Y pensó también que debía comenzar a describirlo como un tipo alto, moreno y enjuto, de alegres y vivaces ojos negros. Así nadie lo reconocería.
Joder...era un genio del mal.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Querida lectora

Sé que me lees, que te gusta hacerlo y que entiendes mis textos, así que bienvenida, pasa y ponte cómoda.
No soy un escritor al uso. Como canta el artista que encabeza esta entrada, "mil veces prefiero que pierdan los buenos. Que ganen los indios". 
La vida me enseñó a reconocer al indio que llevaba dentro y a medida que fui tropezando, me despojé prenda a prenda del uniforme del séptimo de caballería. Y se está mucho mejor en taparrabos. Más cómodo por lo menos.
Una de las primeras críticas cualificadas que recibí sobre mis textos, decía que llegaba muy bien al lector porque profundizaba en lugares comunes. Y estoy completamente de acuerdo. A ver...¿quien no ha perdido un amor?¿Quien no ha tenido que despedirse de un ser querido? ¿Quien no ha fracasado unas veces y triunfado otras?¿Quien no tiene una ilusión y unas metas a las que agarrarse desesperadamente por inalcanzables que parezcan?.  Esto se llama vivir y sí...escribo sobre la vida.
También escribo ficción, de hecho mi primera novela, que se publicará en diciembre por una  editorial joven y valiente, es pura ficción. Es una novela negra repleta de crímenes y de muertes evitables, pero incluso al narrar hechos ficticios, estos están fundamentados sobre personas y circunstancias de mi realidad más intensa.
Esta novela se distribuirá por toda España, a diferencia de mi primer retoño, Historias para según qué días, que solo se distribuyó en Valladolid, o de mi segundo bebé, Juantierasmus, que se distribuyó en Valladolid y Madrid. Este último también se puede encontrar en Amazon. No voy a negar que me siento más orgulloso de mi primer título, pero desde luego este segundo es infinitamente más divertido y las risas están garantizadas. Para pasar un buen rato es un libro muy cómodo y muy agradecido. Historias para según qué días está escrito en pleno divorcio y aunque también tiene algún relato cómico, predomina lo muy emocional y lo triste. pero es muy bonito y aunque esté feo decirlo, está bien escrito. Lo escribí con la perfección que aporta el dolor más intenso y con la corrección de hectolitros de lágrimas depuradoras de todo.Y no voy a negarlo, con la ayuda de una formidable editora que además es una gran amiga y, supo entender todos y cada uno de los textos y corregirlos con cariño y esmero, sumando a mi caudal creativo, el más acertado de los criterios. Creo que de este libro solo queda a la venta un ejemplar y se agotó la edición. Trataré de localizarlo y hacértelo llegar,dedicado.
Al haber obtenido algunos galardones en certámenes de relatos, ciertos textos mios también aparecen en volúmenes de relatistas y en recopilatorios de certámenes literarios. Solo uno de ellos internacional, pero de ese me siento muy orgulloso, dado que gané un sorprendente primer premio.
No puedo dejar de escribir, no sé vivir sin hacerlo. Los neurólogos que trataron la lesión cerebral que me mantuvo en coma una corta temporada de mi nueva vida,tras unos minutos de muerte clínica, me explicaron que dada la gravedad de la lesión sufrida al estrellar la moto, pese a llevar casco, que la única explicación que le podían dar a mi sorprende te evolución era lo mucho que leía y lo mucho que escribía. Al parecer mis neuronas se recuperaron por plasticidad y el constante trabajo de concentración y comprensión lectora al que sometía a mi cerebro, fue el tratamiento más efectivo. Ergo la literatura salva vidas. Díselo a todos los niños que conozcas. Yo lo hago.
Soy un romántico empedernido. Me encanta escribir sobre el amor y las historias hermosas. Quizás sea porque a lo largo de mi vida he apurado hasta el ultimo trago cada copa de amor que me sirvió el cantinero del destino. Algunas contenían un brebaje demoniaco que me destrozó por dentro y otras un licor de imitación bastante afrutado,atrevido en aromas, delicioso en boca, pero pobre y astringente en el fondo. Puede que todos estos sucedáneos hayan servido para que mi paladar y mis papilas se fueran preparando para degustar el impresionate vino que estoy saboreando ahora, ya que por fin he encontrado el mejor caldo nacido jamás en cepas de la montaña leonesa y me estoy emborrachando a diario con sus caricias, con sus besos y con sus abrazos.
Cómo acostumbro a escribir, todo termina llegando, incluso lo bueno. Y parafraseando a Jorge Drexler, al que cito muy a menudo, "cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Todo se transforma".
Encantado de tenerte al otro lado de la pantalla. Puede que un día compartamos un buen vino, una mejor conversación y la compañía de las personas adecuadas. Brindo por ello. 
Mientras tanto, me tendrás aquí, perpetrando relatos y textos en este blog. Siempre a tu disposición.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Sin perdón

Antes de colocar los dedos sobre las cuerdas en el primer acorde, soplé el polvo que acumulaba la vieja guitarra española recluida junto a la chimenea de la bodega. Esta es la guitarra que mi padre regaló a mi madre cuando aún eran novios.  Y siempre ha estado ahí. Como su amor inmortal.
Hace ya unos años que me hice con mis propios instrumentos. Compré a un amigo ya fallecido una guitarra electroacústica y una española meses antes de que le diagnosticasen el cancer de pulmón que se lo llevó con la música y con su sempiterna sonrisa a otra parte, y tras su muerte, hacen guardia formadas por antigüedad junto a mi barata guitarra eléctrica en la pared de la bodega, esperando unos dedos más hábiles y un corazón más roquero.
La mano derecha aún conserva cierta habilidad, pero la izquierda acusa en exceso las secuelas de la dichosa hemiplejía que me regaló el absurdo y evitable accidente de moto que cambió mi vida.
Al conseguir ejecutar con algo de dignidad el principio de la melodía del tema de Erik Clapton que siempre me puso la carne de gallina, comencé a cantar.
Mi amiga Pepa, compañera de la facultad de Educación musical donde coseché un fracaso más, obsequió de mi desidia, me enseñó a sacar la voz y a cantar de forma casi aceptable. Puede que al oírme destrozar este tema volviese a darme otra lección de cariño y paciencia, pero hace ya mucho que no cantamos juntos. En su lugar, en vez de su aguda y siempre afinada voz de soprano extremeña, otra voz se unió al estribillo poniéndome los pelos de punta. Era una voz blanca, de niño.
Al girarme esperando encontrar a alguno de mis sobrinos, lo que vi me dejó sin aliento. Frente a mi, iluminado por la tenue  luz de una pequeña lámpara que encendí para no tropezar con los muebles castellanos de poderosa madera y traicioneras esquinas, un niño rubio con el pelo cortado a tazón y los ojos azul plomo, de corta edad, más o menos de unos diez años y de expresión terriblemente familiar, se esforzaba en hacerme los coros una tercera por encima.
Cuando se percató de mi enmudecimiento y de mi asombro, sonrió tranquilizador y abandonó la canción para decirme
-No te asustes. Soy el Juan que fuiste y que te empeñas en olvidar. Soy el niño que dejaste morir para convertirte en el adolescente inseguro que necesitaba reforzar su autoestima infringiendo reglas, en el joven que decepcionó una vez tras otra a sus padres y que descubrió lo apasionante de sentirse enamorado y, jugó a Romeo en busca de una Julieta que se le resistió una y otra vez. Y en el hombre que se niega a aceptar las consecuencias de los errores del pasado.-todo esto me lo espetó con una enorme sonrisa en los labios y con el tono más dulce que encontró para acompañar los reproches-.He venido a prevenirte, porque aún estás a tiempo-añadió conciliador- tienes la oportunidad de perdonarte y de recibir mi perdón, de matar al Juan que eres y de crear el Juan que siempre has querido ser. Pasa página de una vez, cierra carpetas y olvida aquello que no consigues superar. Es tan solo pasado, como yo.
-Pero...pero si reniego de mi pasado, también lo haré de ti-dije yo con un hilito de voz apenas audible.
-No has entendido nada, Juan. No te pido que reniegues de lo bueno que siempre hubo en ti, tan solo que olvides tus errores, tus miedos, tus debilidades y tu falta de acierto. Que no te recrees en lo doloroso, que no alimentes el fuego del dolor que te causaron y que te causaste.Que me busques dentro de ti cuando vayas a tomar una decisión y te preguntes qué habrías querido hacer cuando aún eras puro. Cuando la vida no te había marcado todavía con el hierro al rojo de las lecciones necesarias. Cuando la traición de tu mujer y de tu amigo no eran más que una posibilidad entre tantas otras dentro de la aventura del matrimonio. Cuando no allanaste el camino al destino más doloroso. Cuando no sembraste con errores los campos de tu futuro. Búscame y cuando me encuentres, ayúdame a ayudarte. Permíteme guiarte y concédeme el permiso para discernir lo que quieres de lo que realmente deseas.  Entonces, y solo entonces, alcanzarás tu lugar y cumplirás tu misión, porque todos tenemos una y la nuestra no es nada fácil.
-Perdóname, Juan- supliqué emocionado - perdóname y ayúdame. Yo te perdono el no haber podido contener mis necesidad de ser valorado por los demás.  De ser  aceptado por todos. De destacar a toda costa.
-Te perdono, Juan.-concedió generoso el niño que fui-Vete a la cama. Mañana será un día importante. Será el primero de nuestra nueva vida. Descansa hoy.
Y diciendo esto me acarició la mejilla con el dorso de la mano y desapareció entre las sombras.
Yo volví a colocar la guitarra junto a la chimenea, encendí un cigarrillo y aspirando con fuerza, me lo fumé entero en apenas cinco caladas. Después me fui a la cama y tras apagar la luz de la mesilla, reflexioné sobre lo sucedido. Iba a empezar a vivir. Iba a empezar a hacer las cosas bien. Se lo debía a aquél niño. Me lo debía a mi.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Mirando al mar

A veces la vida si concede nuevas oportunidades. Y ella supo aprovechar la suya tras haber vivido un infierno que estuvo a punto de consumirla.
El tiempo pasó inexorable ratificando que en efecto, cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da.
Al poco de haber conseguido librarse de las cadenas del odio y del desprecio y, al haber hecho pública su situación, un viejo amigo escritor que había sufrido en sus propias carnes la misma tortura que ella sufrió durante años, escribió un relato en el que su alter ego viajaba hasta el lugar donde la vida había decidido mostrar su peor cara y ejecutaba al monstruo que a base de mentiras y artimañas de todo tipo, había conseguido atraparla en sus redes. Le gustó aquel relato, pero de alguna manera se resistió a que aquel demonio muriese, aunque fuese literariamente. Ella sabía que aunque era lenta hasta la desesperación, existía la justicia poética y se ocuparía de castigarlo como merecía.
Y así fue.
Aquel íncubo que seducía a mujeres mucho más jóvenes que él y las atrapaba en sus telarañas construidas con el pegajoso hilo de la mentira, terminó cometiendo un tremendo error. Había intentado devorar a la presa equivocada. La hermosa mujer que junto a su hijo había caído en la tela de araña,tejida con maestría a su alrededor, consiguió zafarse cuando ya casi había perdido toda esperanza y descubrió al monstruo ante la justicia y la sociedad. 
Sentó a aquel peligroso y voraz insecto en el banquillo de los acusados y las leyes de los hombres cayeron sobre él como el más eficaz insecticida.
Gracias a la valiente actuación de la mujer maltratada y a su testimonio, desenmascararon al monstruo que ya , desprovisto de los camuflajes con los que se mimetizaba en la sociedad y atrapaba a sus presas, terminó de envejecer completamente amargado y fue recluido en un hospital psiquiátrico donde medicado y controlado, solo pudo esperar la muerte sin más compañía que el recuerdo de su vida de maldad y de las presas que devoró glotón y lujurioso.
Cada mañana, después de la dosis de la medicina prescrita por los especialistas y que los enfermeros de la institución le administraban por vía intravenosa tras colocarle las correas para evitar resistencia, lo sentaban en una vieja silla enmohecida y deteriorada como él a que pasara las horas mirando al mar.
Y así, presa del mayor de los hastíos pero libre de todo sentimiento de culpa pues el mal era su naturaleza, terminó sus días. Solo, vació y caduco. 
Por el contrario, al haber escapado de aquel monstruo y haber exorzizado su recuerdo, ella recupero la perdida lozanía robada con insultos, desprecios y humillaciones, la belleza marchitada por el veneno inoculado y, la alegría perdida al ver sufrir a su hijo. Recompuso su vida, volvió a encontrar el amor y fue feliz. 
Entonces y solo entonces, el amigo escritor que con la mejor de las intenciones había ejecutado en un relato a aquella bestia demoniaca, pudo escribir el epílogo de una historia de malos tratos basada en hechos reales.

sábado, 2 de noviembre de 2019

20 años

Se ajusta la cinta de la guitarra electroacústica para salir a escena y en voz muy baja tararea la letra  de una canción de Coque Malla, un artista al que nunca prestó atención y que nunca le convenció, pero que de un tiempo a esta parte se está convirtiendo en su cantante de cabecera, dado que parece haber escrito todas las canciones que ahora quiere y necesita escuchar.
El presentador de la gala benéfica donde recaudar fondos para la investigación de  una de esas enfermedades tan mortales como raras, en la que han programado su concierto en acústico, lo invita a pasar al escenario. 
Hoy está solo, sin su banda de mercenarios de la música, desprovisto de artificios y de la protección de otras guitarras y otras voces. Solo él, sus canciones, su voz, su guitarra y su corazón. Mientras pisa las tablas del escenario, se da cuenta de que ella hoy tampoco estará entre el público que abarrota la sala y maldice el foso de los 20 años de distancia que se levanta entre sus ojos y su piel. Un foso que solo se atreve a cruzar asido al puente construido con los recuerdos de un pasado feliz, de un amor verdadero que ha renacido cual fénix herido de muerte y con la argamasa de la ilusión que jamás llegó a perder.
Coloca el micro a su altura, los dedos en los trastes del primer acorde y la mirada en el infinito, allí donde imagina que ella lo espera con el corazón latiendo tan deprisa como el suyo.
El público aplaude enfervorizado pues hoy está cantando como nunca, llevando la voz al borde de lo que las cuerdas vocales son capaces de resistir y descubriéndole al mundo una nueva canción compuesta escasas horas antes de aparcar junto al teatro donde se desarrolla todo.
Esta nueva canción habla de ella, de él, del tiempo transcurrido junto a otros cuerpos en unos lechos vacíos de aquello que los ha resucitado de entre los caídos en la cruel guerra del tiempo.
No se ha visto en otra así. No quiere renunciar a un sueño, no quiere que ella deje de flotar y clama al cielo suplicando el equilibrio necesario para no caer en el abismo de la ausencia. Y se muere. Desespera. Quiere estar cerca de ella, pero cientos de kilómetros de responsabilidades adquiridas, de compromisos ineludibles y de cargas morales le impiden alcanzarla. Solo puede acariciarla a través de una canción y al cantarla, el público entiende que está escuchando el amor convertido en melodía.
Es curioso que su mayor triunfo, que el tema que lo coloca en todas las listas de ventas y que se emite en todas las emisoras de radio, sea el mismo que más le duele, que le rompe el alma y que lo llena de culpa.
Solo quiere flotar junto a ella. Solo quiere decirle que 20 años después, sigue siendo la jovencita preciosa de la que se enamoró.

viernes, 25 de octubre de 2019

Finta y estocada

Yago toma la precaución de enfundarse un peto de cuero bajo el jubón y al abotonarse la chaquetilla que termina de completar el atuendo, tras haber decidido prescindir de capa, comprueba que la protección añadida no le resta fleixibilidad ni agilidad en los movimientos.
A unos pocos kilómetros, lo espera el retado contrincante junto a sus padrinos, estudiando el terreno elegido para el duelo.
No suele ser tan visceral ni tan impulsivo, pero en esta ocasión le dolió sobremanera que aquel bocazas pusiera en entredicho sus conocimientos sobre el verdadero movimiento de los astros, aprendido en la universidad donde estudia durante los periodos de entre guerras y que  además, se tomase la libertad de ofender públicamente a su dama, lo que recibió como una ofensa personal, incluso aún más dolorosa.
Siempre hay un botarate dispuesto a arruinarte la jornada y el marqués de Bocachancla, llevaba tiempo rozando lo permisible con sus atrevidos comentarios y sus irónicos modos.
Comprobó el filo del sable y la ausencia de mella en el acero y orgulloso del arma que heredó de su difunto abuelo, lo introdujo con delicadeza y podría hasta decirse que con cariño en el tahalí con hebillas ajustables a la medida del sable. Al ser un combate entre caballeros, descartó proveerse de la muy afiliada daga que lo acompañó en tantas ocasiones en los que tuvo que medirse con villanos de todo tipo, algunos soldados y otros bandidos, pero a quienes dio pronta muerte con ella.
Al montar su alazán para dirigirse al campo de Marte, la memoria lo trasladó a la infancia, cuando comenzó a tomar clases de esgrima con su  maestro francés , pensó en no tener que soportar impertinencias de nadie.
En pocos minutos llega al lugar escogido tras abofetear con su guante al marqués de Bocachancla y, se apresta a saludar a los padrinos que le aguardaban a prudente distancia del marqués y los hombres que salvaguardarían su honor en el duelo.
Yago había escogido a sus padrinos con habilidad, entre los compañeros de las lecciones con el sable y los dos jóvenes de familias de rancio abolengo castellano que aceptaron tal encargo, eran también dos estupendos espadachines, que llegado el caso, podrían cubrir bien sus espaldas.
Tras las necesarias formalidades y presentaciones, los contrincantes  se despojaron de sombreros y guantes y después de saludarse como caballeros, se prestaron al duelo.
La lucha apenas duró unos minutos. Messie Turpin, el maestro de Yago, lo había enseñado bien. Eso, junto a las no menos importantes lecciones que había recibido al entrar en batalla bajo la bandera del rey, llevaron al joven Conde de Riaño a acertar con las fintas y con la estocada final, que atravesó de parte a parte a su oponente.
Los padrinos del finado se aseguraron de lo mortal de las heridas de este, y tras corroborar la muerte del marques en justa lid, exoneraron al conde de cualquier reclamación, reparando su honor maltrecho al derrotar en duelo al mayor de los herederos del señor de Bocachancla.

lunes, 14 de octubre de 2019

Un poco de historia común

En un día tan complicado como este, en el que la justicia ha dictado sentencia contra los políticos catalanes acusados de sedición y malversación de fondos, me he permitido el atrevimiento de rescatar este relato histórico que escirbí hace tres años, y en el que documentándome sobre el fundador de mi ciudad, hablo de las relaciones entre él y el pueblo catalán.
Tenemos mucha historia en común, solo hay que echar la vista atrás.


Condado de Barcelona, año del señor de 1103

Amada Eylo,
Ha pasado ya un año desde que, al morir en combate contra la media luna, el noble Ermengol V, dejando viuda a nuestra hija  María, me trasladé a Barcelona para proteger y defender los derechos sucesorios de nuestro pequeño nieto Ermengol, que pasará a la historia si todo sale como es debido, como Ermengol VI, conde de Urgel.
Mi amigo Ramón Berenguer, me ha pedido ayuda para que le apoye en la conquista de Balaguer y bien me conoces y sabes que no puedo negarle un favor a un amigo.
Los catalanes son gente muy particular. No me refiero solamente a su habla, su música, su gastronomía  y sus tradiciones, tan distintas de las nuestras. Incluso sus vinos me hacen añorar a diario las vides castellanas. En esta tierra, la influencia de los pueblos llegados de allende los mares a lo largo de la historia se hace notar de una forma digamos, contundente. De fenicios aprendieron el arte del comercio, de griegos la retórica y la doble lengua y de cartagineses heredaron la belicosidad y la bravura, pues son osados en combate. De los pueblos bárbaros que llegaron cuando Roma entró en su triste ocaso, aprendieron el arte de la elaboración de la cerveza y el sangriento uso del hacha como rúbrica de las leyes más severas.
No sabéis hasta qué punto os añoro, amada Eylo y con qué pasión y fe rezo a Dios padre cada noche, pidiéndole me conceda la gracia de regresar a casa, tranquilo y sabedor de que Ermengol crecerá sin problemas, bajo la tutela de la familia de su difunto padre. Pero  aun no ha llegado el momento de mi retorno al hogar. Al haber acompañado a Alfonso en su destierro a Toledo, me signifiqué como persona de confianza del Rey y eso hace que tenga que sopesar muy bien cada una de mis decisiones. Los enemigos crecen en España como los champiñones en los pinares de Valladolid, a la sombra de cada árbol que cobija su desarrollo.
Eylo, mi lecho es un bloque de hielo sin tu cuerpo calentando las sábanas y tu piel calentando la mía.
Que Dios me perdone, pero he pecado mucho de pensamiento, palabra y obra y la lujuria, ese pecado capital, me lleva a la confesión diaria con los monjes del vecino convento.
Espero y deseo que tu estancia en Castilla sea placentera y plena. Que esa necesidad tuya de conocimientos se vea auspiciada por el saber del buen Fray Enrique, amanuense y archivero de la santa madre Iglesia en Castilla y a quien recomendé encarecidamente te hiciese llegar cuantos libros y legajos cayesen en sus manos.
Si el correo de confianza que transporta esta misiva, consigue atravesar con vida las líneas musulmanas que en su retirada hacia Andalucía, rozan peligrosamente nuestras tierras, has de saber que aunque no sean visibles, cientos de besos acompañan el lacre de mi sello.
Aquí las ovejas son muy raras, muy distintas a los corderos que pastan en nuestros prados. Su sabor también es diferente, imagino que por los pastos y la leche con que se alimentan desde su nacimiento. El cedo también es algo distinto al nuestro pero en las cocinas catalanas se prepara algo que ellos llaman “pantumaca” que no es otra cosa que una deliciosa tostada de buen pan cocido en horno de leña, sobre el que untan tomate, ajo y aceite de oliva y al que coronan con unas lonchas de buen jamón curado. Enseñaré a nuestros cocineros a preparar este sabroso almuerzo y lo acompañaremos con unas jarras de vino de Mucientes. Sueño con disfrutar contigo esos placeres y Dios me perdone, sueño con disfrutar contigo otros muchos placeres que según cuentan los soldados de la guardia, los catalanes han aprendido de las mujeres de la Galia.
El pequeño Emergenol está creciendo con salud y puede que el próximo año encargue al herrero de mi amigo Ramón Balaguer, una armadura, un montante, yelmo  y  escudo. Su padre le dejó las lanzas con las que participó en las justas de la corte, donde alcanzó la fama de noble y habilidoso caballero.
María se pasa las jornadas, llorando la pérdida de su esposo y seguramente ingrese en un convento, donde ofrecer su dolor  Dios nuestro señor.
Debo dejarte ya pues he de partir a inspeccionar las huestes de Balaguer y comprobar su grado de pericia y formación guerrera, antes de ordenarlas entrar en combate.
Todo mi amor acompaña esta carta.
Espérame Eylo, volveré en dos o tres años. Te mantendré informada por esta via.
Siempre tuyo.
Pedro. Conde de Ansúrez.

domingo, 6 de octubre de 2019

Corregir el alza

El sargento de la bandera de la legión que llegó a reforzar nuestra posición, y que se ocupó del destacamento de la trinchera en la que nos ubicó el teniente Gonzalez, me devolvió el fusil con un guiño de ojos y una sonrisa tras haber graduado el alza. Los últimos disparos se me iban demasiado altos y al parecer los rojos tratarían de abrirse camino a través de nuestras lineas antes de que cayese la noche, y no podíamos permitir que lo consiguiesen.
Odio esta guerra.
Yo no quería participar en ella. En ningún momento escogí bando y en ningún momento me creí nada de lo que contaron en el pueblo los agitadores de ambos lados que pretendieron convencernos de que su verdad era la absoluta. Mi pueblo era pequeño. Y digo era porque la aviación y la artillería de ambos ejércitos lo han destruido por turnos.
Primero los nacionales se ocuparon de fusilar al alcalde,a los concejales, al farmacéutico y al maestro, porque al no haber querido sumarse al alzamiento, los consideraron unos rojos, unos masones y un peligro para esa unidad de destino en lo universal que es España. Pero apenas una semana depues de aquella gesta de la cruzada, las tropas republicanas se presentaron a liberarnos de los golpistas. Y mi hermano Ramón, quien fue uno de los primeros en echarse al monte al ver aparecer a los nacionales, regresó guiando a los de Lister y disparando sobre todos los que opusieron resistencia, vecinos o no.  Ramón no tenía ni puta idea de quien era Lenin, ni Marx, ni le importaba una mierda conocer los derechos de los proletarios. Tampoco sabía lo que era el fascismo ni el nazismo y a él eso le importaba un gran mojón. Tan solo le preocupaba recuperar las dos hectáreas que el cabrón del alcalde que supuestamente era un señorito y un facha (cosa que para desgracia del munícipe, no supieron ver a tiempo aquellos que lo fusilaron), le había robado a nuestro padre al reajustar los lindes de sus campos de cereal. Yo no había querido morir ni matar por un trozo de tierra y pese a que Ramón intercedió por mi, el comisario político que acompañaba a quienes nos habían venido a devolver la libertad y la tierra, estuvo a punto de volarme la cabeza. De no ser por aquel primer pepino de los bombarderos alemanes que cayó sobre el ayuntamiento justo cuando el camarada comisario estaba amartillando su automática checa junto a mi nuca, ahora estaría criando malvas en una zanja. Porque los soldados de las dos Españas se están convirtiendo en expertos en el acondicionamiento de zanjas y cunetas.
Una vez más, el pueblo se vio ubicado en zona nacional. Y con él todos sus habitantes, por lo que cuando los falangistas hicieron la leva, no hubo opción ni explicación posible. Me convertí en uno de los aguerridos cruzados que salvarían a España de la hidra roja y me dieron la instrucción justa para aprender a matar a tiros o a bayonetazos a los vecinos envenenados por el marxismo y a cualquier otro que osara enfrentarse a los salvadores de la patria.
Es un asco ver como la guerra es algo que hacemos aquellos que nunca quisimos matarnos en nombre de aquellos que si quieren matarse pero no se atreven a hacerlo.
Y cada día, con cada marcha, veo al atravesar un pueblo tras otro a mujeres y niños llorando a sus padres, hijos, hermanos y primos, caídos o presos en nombre de la moral y los principios de los primeros en conquistar el terreno.
Tan solo espero que dentro de unos años, los españoles hayan podido olvidar este horror y no lo alimenten con revanchismos ni deseos de venganza. Gane quien gane.