Aplaudías desde el público congregado en la
presentación de mi nueva novela. Soñé que estabas feliz, orgullosa, y que en la
sonrisa que me regalabas desde tu localidad, se reflejaba la certeza de que lo
nuestro había conseguido trascender en negro sobre blanco.
Soñé que había escrito una novela diferente. Tal vez
no la mejor, ni la peor, pero en cualquier caso era una nueva novela y era mía.
era tuya, era nuestra.
La novela llevaba por título el nombre de aquel
restaurante donde comimos en nuestra primera cita y en cada página, le di forma
a nuestra historia de amor. Solo podía ser un libro precioso y dada la cantidad
de gente que aplaudía en el evento que organizó mi subconsciente, había tenido
muy buena acogida.
Puede que en el mundo real aún quede algún romántico, por lo
que me pegaré una ducha y me sentaré a escribir.
Dormir, soñar, tal vez morir
de amor por ti, da igual lo que me reserve esta noche, pero quiero escribir esa
novela con la que soñé. Y volver a soñar contigo. Y dedicártela con todo mi cariño, que es mucho.
A veces los hados te premian con conocer a la persona adecuada y te permiten descubrir con ella el significado de esos verbos que no supiste conjugar en el pasado, que te rompieron el alma y que hicieron que renegaras del género humano. Y aprendes a conjugar los verbos más amables y a disfrutar de la humanidad en sus brazos. Y tus heridas cicatrizan con el poder sanador de sus caricias.
Pero la vida no es fácil y el destino caprichoso se entretiene confundiéndote, confundiéndola, colocando obstáculos y desviando metas. Aunque como aquel que maneja los hilos es un ser bondadoso, siempre habrá una salida de emergencia, una luz al final del túnel y una píldora de felicidad para que respirar no sea una condena y para que abatido y desesperado no reclames una muerte que aún no te corresponde, pero que ansias al convencerte de que vivir sin ella no merece la pena.
En ocasiones tienes el corazón insoportable porque verdaderamente es sumamente difícil soportar un golpe tras otro en ese músculo que agotado, maltrecho y dolorido, pide una tregua para coger aire y así continuar latiendo. En ocasiones tienes miedo a saber quien es, pero el miedo desaparece cuando comprendes que has llegado a donde querías llegar y eres plenamente consciente de que ES ELLA,. Porque al mirarla a los ojos y al perderte en sus labios sabes sin dudas que es la persona que el creador eligió para colmar tu alma, para darle sentido a todo, para hacer de ti un privilegiado entre las criaturas del universo. Y entonces tus ojos brillan y tienes la mirada azul, la palabra azul la esperanza azul. Y reencuentras las ilusiones perdidas. Y estás dispuesto a pelear como un jabato y a no tirar la toalla.
No es fácil. No ha sido fácil. No va a ser fácil. Pero...¿Quién dijo que lo fuera?
Decides que nunca te rendirás y te prometes que jamás le darás un motivo para que vuelva a maldecirte en cada una de sus lágrimas, ni para que vierta ni una sola de ellas, a no ser que nazcan de la felicidad y te bendiga en su llanto. Te prometes y le prometes que no soltarás el extremo del hilo rojo que une vuestras almas. Y avanzas. Ríes cuando puedes, lloras cuando lo necesitas y avanzas. Sabes que tus ojos brillan porque ella los hace brillar y que cada palabra que ocupa un verso en el poema que nace de la tinta del alma es una suma de vocales y consonantes tatuadas en su piel.
Y entonces ya no te importa reconocer que si algo es real en este mundo de mentira, es aquello que su amor ha cultivado en el interior de tu pecho.
Y te sientas a escribir. Y escribir ya no duele porque poder hacerlo es ya en si un premio.
El pequeño príncipe no conseguía encontrarle el punto al olvido, pues un triste día tuvo que decirle adiós, pero nunca llegó a despedirse de ella, de su princesa. Aquella que creyó que el destino había elegido para que reinara a su lado. La mujer con la que descubrió lo que era el amor, eso sobre lo que había leído tanto a lo largo de sus viajes.
Ella habita un asteroide cercano al suyo, también pequeñito y yermo, pero que recibe muchos más rayos de sol que el B612, por eso ella brilla tanto y reluce entre las sombras, y al principio el príncipe deslumbrado la confundió con una estrella, y fue precisamente la radiante luz de su rostro lo que conquistó su corazón.
Escuchó una vez que el olvido es construir un recuerdo con los pedazos de un corazón partido y mientras preparaba su nave para abandonar por un tiempo su galaxia escapando de la triste verdad de lo que pudo ser y no fue, un torrente de lágrimas incontenibles y rebeldes recorrieron sus mejillas y cayeron sobre la tierra, a sus pies.
Iba a secarse el rostro con la manga de la casaca cuando escuchó una voz a su espalda
—Déjalas caer, príncipe, no las enjugues ni las seques, permite que broten y que empapen el suelo.
Al girar la cabeza vio a un diminuto ser que montaba un pequeño roedor ciego y de afiladas garras.
—Soy el pocero del alma, mi príncipe y los hados que todo lo rigen me han enviado a cavar en tu asteroide un pozo de los recuerdos.
—¿Un pozo de los recuerdos? ¿Qué es eso? –pregunto intrigado y sorprendido el pequeño niño rubio con gorro de aviador y mirada triste.
—Un pozo de los recuerdos es algo muy especial. Nace allí donde las lágrimas se han vertido por amor. Los hados permiten que ese manantial nunca se pierda y que el caudal que lo alimenta pueda ser creador de vida. El pozo de los recuerdos te permitirá saciar tu sed con su agua, volver a la presencia de ese amor siempre que desees recuperar los momentos más felices a su lado, y disfrutar de sus caricias, de sus besos y de todas y cada una de las veces que te dijo que te quería solo con cerrar los ojos y beber los recuerdos más hermosos.
—Pero eso es algo muy triste –dijo el príncipe entre sollozos– ella no estará aquí, solo su recuerdo.
—¿Y quien crees que habita su recuerdo, majestad?–le cuestionó el pocero del alma – tu amor por ella la mantendrá viva siempre en el interior de tu pecho y mientras la sigas amando seguirá tan hermosa como el día en el que os dijisteis adiós.
—Pero esa es la realidad–dijo el príncipe llorando más intensamente y creando un charco a sus pies. La única verdad –insistió el príncipe– es que ella ya no está junto a mi. Ya no me ama.
—Eso es lo que tu crees, príncipe. Vengo de su asteroide. Acabo de ayudar a cavar el pozo en el que tus ojos azules y melancólicos aportan luz al agua del que bebe sedienta y desconsolada. Nunca dejó de amarte. Simplemente el momento divergió y vuestros caminos debieron seguir rumbos diferentes. Pero ella siempre sostendrá el otro lado del hilo rojo que unirá vuestras almas. Y en sus noches más oscuras se aferrará a él con la esperanza de que en esta vida o en otra, el destino, ese caprichoso lacayo de los hados, vuelva a cruzaros y a permitiros hacer el amor. No sueltes ese hilo, príncipe. No renuncies a su recuerdo y no te rindas al olvido. El olvido es el escarpelo con el que el destino extirpa aquello que fue. Pero el agua de este pozo mana con la fuerza del torrente de lo que podrá ser o no será. Es el agua de lo posible, de lo real y de lo soñado. El agua que riega las ilusiones perdidas. Es el afluente de fantasía que inunda las almas soñadoras y los corazones esperanzados.
—¿Y podré regar a mi rosa con el agua de este pozo? Ella es perfecta, es preciosa, es sabia y es el único ser al que jamás diré adiós. Quiero que nunca le falte de nada. Quiero que sea feliz y que embellezca mi asteroide, mi mundo mi vida y mi ser.
—Hay otras muchas rosas, príncipe, pero no son tu rosa. Todas ellas merecen ser felices porque su especie se creó para que el mundo fuera un poquito más amable y el dolor más soportable. Cada una de las rosas alguna vez han mojado sus raíces en el rio subterráneo de recuerdos por manar.
El príncipe ayudó al diminuto ser a cavar y a darle forma al pozo, a levantar el murete que lo recubre y protege, y a instalar el brocal y la polea de la que pende el cubo decorado con besos de rojo carmín junto a los que ha escrito sus iniciales.
—Un día este agua será dulce y deliciosa y conseguirá apagar mi sed –suspiró el principito mientras deshacía el equipaje. La vida da tantas vueltas que es mejor agarrarse en las curvas. Cada tormenta de meteoritos que ha sacudido mi alma me ha ayudado a comprender que pase lo que pase, yo seré lo que sienta, lo que ame y lo que sueñe. Y en esos sentimientos, ese amor y esos sueños siempre habrá lugar para el recuerdo de mi princesa.
Marco se frota los ojos que lagrimean cansados y molestos tras haber pasado varias horas seguidas frente a la pantalla del ordenador y enciende un pitillo buscando relajarse después de haber cerrado el archivo y guardado los cambios en la novela en la que está trabajando desde hace meses.
Las musas son caprichosas y aunque Marco es un escritor con una sorprendente inventiva, una gran imaginación y mucha facilidad para inspirarse en sus circunstancias personales y en todo lo que le rodea, a veces siente que la trama no avanza como debería y que las figuras que se le presentan en el texto no transmiten aquello que realmente nace de su alma. Siempre escribe lo que le dicta su corazón, y cuando al releer lo escrito no siente la emoción que ha querido imprimir a las palabras traga saliva y borra un párrafo tras otro con la desagradable sensación de que ha perdido el tiempo. El ocaso ha llegado antes de lo esperado, pero como el ocaso, también llegará puntual e imparable el alba, y todo volverá a girar en el ciclo de una vida más gris que colorida. Y Marco odia el gris.
Puede que el error radique en que el amor y los sucedáneos de este alimentan la mayoría de sus textos y generan las historias que más que querer necesita contar, y eso le vacía por dentro aunque los lectores que llegan hasta sus creaciones piensen que debe de ser un hombre muy afortunado para poder escribir con semejante sensibilidad y naturalidad sobre algo tan sumamente complejo. Pero él sabe que se equivocan. Que lejos de sentirse un tipo afortunado, cada día que pasa recordando el único amor verdadero que tuvo y perdió y, que antes de irse destrozándolo por dentro le inspiró docenas de volúmenes, es un día de suplicio, de sufrimiento y de angustia. La quiso, si, y la quiso tanto, que le dolió quererla y pese a todo se empapó hasta lo indecible de su esencia, de su alma y de su belleza, y todo ese caudal de emociones que nacieron del amor que aquella mujer gestó en su corazón, se pudrió entre lágrimas corrompiendo la ingenuidad de un espíritu soñador que nunca volvió a ser el mismo.
La vida sigue, su obra sigue y sigue la necesidad de traducir en negro sobre blanco los recuerdos de los besos más deliciosos, de las caricias más tiernas y de las noches más felices, necesidad que por suerte sigue haciendo que se levante cada mañana y se siente frente al ordenador a escribir una novela tras otra.
Hay personas que llegan a morir de amor e incluso personas que confiesan haber matado por amor. Él escribe por amor, y sueña con que un día todo ese amor que almacena en el interior de su pecho y que para su desgracia no ha dejado de crecer al haber sido abonado con recuerdos ricos en nutrientes, podrá entregarlo a quien quiera hacer de él el terreno en el que cultivar la más hermosa de las historias.
Echa un ojo por la ventana y ve que hace un típico día invernal en su Valladolid natal, frio y lluvioso, desapacible y oscuro. Pero no tarda en vencer la resistencia a enfrentarse al desagradable clima y antes de terminar el pitillo ya está en la calle. A pocos cientos de metros de su portal se encuentra uno de esos locales de toda la vida tan válidos para el chocolate con churros de las señoras que se reúnen para hablar de sus nietos mientras disfrutan del dulce, como para los melancólicos y solitarios tragos del que bebe para sobrevivir a una realidad insufrible. Entra saludando con familiaridad desde la puerta al camarero, se acomoda en la barra y pide un café con leche y un chorrito de su whisky escocés preferido. Mientras lo disfruta relajadamente se permite el placer de distraerse ojeando a la clientela y entonces descubre en una mesa cercana a la puerta a una preciosa rubia de aspecto aniñado, pero que ya no cumplirá los 45, que sostiene un ejemplar abierto de la última novela de Marco. Parece que realmente la está devorando pues la observa leer con avidez y con una sonrisa en la boca. Una boca realmente sugerente, piensa Marco complacido por la visión.
Marco baraja distintas opciones entre las que termina triunfando abandonar el local con discreción tras pagar su café y el de la bella lectora desconocida.
Ojala esa punzada que ha sentido en el corazón al dedicarle una última mirada a la atractiva mujer que sostiene un ejemplar de la novela que publicó por despecho y desamor, y que lleva por título el nombre de aquella que conquistó su alma, quiera decir que el día ,menos pensado volverán a encontrarse y se atreverá a presentarse y a dedicarle su ejemplar, y que en realidad ella es la persona que lleva años necesitando encontrar. La persona adecuada. Pero justo cuando se despide del camarero, un hombre de mediana edad entra con decisión en el establecimiento y cerrando un chorreante paraguas y despojándose de los guantes, se acerca hasta la rubia y la besa fugazmente en los labios a modo de saludo.
Marco sonríe irónicamente y abandona el lugar resignado y decidido a no tratar de condicionar al destino. Lo que tenga que ser será, la que tenga que llegar llegará y si un día consigue ser feliz, luchará por escribir la novela perfecta.
Ya en casa enciende otro pitillo con su mechero de gasolina, se sirve un whisky escocés de malta con hielo y deja sonar a Wagner en el estéreo del salón.
Sé que soy peculiar, y eso lo digo tras analizarme en profundidad, comparándome con el resto de varones caucásicos de mi generación y de mi entorno geográfico y socio cultural, y confirmando que tengo muchas más particularidades que mi querido bigote bicolor, y mi propensión a emitir un felino gruñido al alcanzar el orgasmo.
No discuto la intensidad que rige mi vida, mi emoción y mi conducta, ni me avergüenzo de ella, aunque muchos me han llamado intenso pensando que al hacerlo me estaban ofendiendo. No ofende quien quiere, sino quien puede y el hecho de sentir como siento y expresarme como me expreso son las armas de las que me dotaron los hados para enfrentar el destino, y no debilidades. Aunque mucho imbécil crea que ser sensible es sinónimo de ser débil
Releyendo por casualidad un texto escrito hace más de 11 años, me he encontrado con que hace mucho tiempo ya que comencé a levantar esclusas para que el caudal de emociones que desborda siempre el cauce de las contenidas en mi pecho no reventara la presa, y hace muchos años ya que utilizaba la escritura como catarsis y como remedio a mis males del alma. Estos párrafos que ahora os comparto formaron parte del texto original que después dulcifiqué y retoqué hasta convertirlo en el que publiqué, pero que hoy no necesita pasar por la prudente censura a la que someto aquello que nace del corazón antes de mostrarlo públicamente, por lo que los leeréis tal cual fueron escritos en un principio y quizás os resulten más interesantes.
En aquel texto decía algo así de profético, pues todo terminó de la peor de las maneras con las que se puede terminar una relación:
"Trato de ser lo mejor para ti pero todo me sale mal y solo puedo ofrecerte un corazón lleno de tiritas y de gasas. Lucho por hacerte feliz pero me siento como el payaso que no hace reír a nadie y se vuela la cabeza en su rulot. Sé que en ocasiones he sido ingrato, te he fallado y te he desilusionado y me arde el alma pensando que ha habido momentos en los que te has sentido sola. Siempre he sido el sombrero que dibuja la serpiente tras tragarse al elefante, aunque quisiera por un día ser el niño con las respuestas adecuadas, el cabello rizado y un planeta que regar. No quiero separarme de ti, aunque se fusione el núcleo del planeta y la luna se llene de chalés adosados con parcela de 500m2 y garaje para dos coches. Estaré aquí, contigo, el día que decidas que ya es suficiente, y la noche en la que todo se torne oscuro. Estaré a tu lado mientras te vayas porque aunque quizás yo me marche antes, siempre estaré donde estés tu. Estaré muy calladito, apartándote el pelo de la frente mientras encuentras las palabras adecuadas para decirme adiós sin terminar de romperme el alma, aunque algo me dice que no tendrás el menor reparo en destrozarme la vida."
Siempre he sido un tipo muy romántico y he buscado las palabras más hermosas para tratar de darle sentido a mi vuelo, pero el ardiente sol de la tracción y la mentira, y los abrasadores rayos del celestial horno donde se cocinan las ilusiones perdidas, han fundido la cera de mis alas una vez tras otra y ahora tengo miedo a volar. Pero estoy dispuesto a construirme otras alas y a volver a lanzarme al vacío intentando alcanzar el cielo donde se encuentre ese sentimiento que hace poco he descubierto por fin en su esplendor y que ansío. Y si me mato en la caída, que se le va a hacer, al menos habré muerto luchando por lo que amo.
En esas texto que hoy he releído también he podido apreciar con cierta satisfacción y con mucho cariño que entonces El principito ya estaba muy presente en mi literatura. Y es que ese libro me acompaña desde que siendo un niño lo leí por primera vez y supe que marcaría el devenir de mi existencia.
Si quiero avanzar de verdad tengo que comenzar a enfrentar los temores y a confiar en mis posibilidades, y a creer en que llegará el día en el que podré ser feliz junto a aquella que sostiene el hilo rojo que une nuestras almas.
No puedo evitar terminar de escribir esta entrada sin recomendaros que leáis El principito si no lo habéis leído ya, y si lo habéis hecho, os invito a que volváis a leerlo aplicando a la lectura vuestro bagaje existencial y vuestro aprendizaje vital. Veréis como ahora os resulta aún más enriquecedor.
Llora a escondidas y al hacerlo me parte el alma, pues no debería sufrir, y aunque me gustaría evitarle tanto dolor, no tengo una barita mágica ni la solución a aquello que le aflige.
La reina de corazones piensa bonito, siente bonito y baila bonito, pero la vida ha decidido ponerla a prueba, y hace tiempo que trata de sobrevivir en una baraja donde no se siente feliz. Se echa a temblar cada vez que reparten naipes pues intuye las jugadas y, aunque solo puedo mirarla bonito porque lo que despierta en mi es casi tan bonito como ella, sé que ahora mismo nada intentando no ahogarse en un embravecido océano de dudas. Trato de evitar por todos los medios que se hunda o que la arrastre una corriente traicionera. Intento lanzarle salvavidas de abrazos y de inmenso cariño, pero me asusta que no alcance a aferrarse a ellos y termine sumergiéndose para siempre entre las altas olas de la tristeza y el miedo.
La reina de corazones ya solo respira entre giros y piruetas, coge fuerzas derrochando la poca energía que le queda y saca la cabeza entre la espuma atrapando cada bocanada de consuelo con la esperanza de no asfixiarse. Y las olas son las lágrimas que empapan su corazón e inundan su pecho.
Me gustaría decirle que no está sola, que estoy a su lado y que comprendo su dolor. Me gustaría ofrecerle la respuesta acertada a todas sus preguntas, pero en un pasado no muy lejano fui yo el que se refugió entre sus brazos confesando el dolor de mi corazón y la angustia de mis equivocaciones, y sabe tan bien como yo que no puedo ser el mejor consejero, aunque también sabe que por mucho que me doliera la vida, terminé levantándome con fuerza y escapando del pozo donde me arrojó el destino. Y que nunca me rendí y no permitiré que ella arroje la toalla.
La reina de corazones me ha dicho que me quiere y yo, prudente y comedido, he retenido mi te quiero en los labios evitándolo fluir. Prefiero demostrarlo que decirlo, y me esfuerzo en que no tenga la menor duda de lo sincero de mi sentimiento, casto, puro y respetuoso. Sé por experiencia propia que decir te quiero es algo que debe entregarse solo si el sentimiento es real y el momento es el adecuado. Por eso he aprendido a guardarlo para mi y a intentar pronunciarlo con actos, y no con palabras.
Sorteando las trampas de los hados descubrí no hace demasiado lo que era el amor, y por primera vez en mi vida comencé a decirle a una mujer preciosa y adorable lo mucho que la quería, hasta que un día al decirlo sentí como se me rompía el alma porque sus te quiero de respuesta, generosos y necesarios, resonaban con un eco muy parecido al adiós. Y no hay mayor dolor para un corazón sensible que ver como se aleja la única persona capaz de desnudarle el alma por completo, y saber que la distancia y el silencio sustituirán a las canciones y a las caricias, y a las noches memorables en las que al amanecer los besos y los abrazos se adueñaron de las horas. Los ojos son de quien los hace brillar y los míos siempre le pertenecerán aunque ahora hayan perdido luz, pero sé que un día volverán a brillar con fuerza. Al fin he conseguido creer que soy el único amo de mi destino y el único creador de mi universo.
Es por eso por lo que entiendo tan bien el dolor de la reina de corazones y puedo empatizar con su alma torturada. Es por eso que al abrazarla siento como ambos nos relajamos y somos capaces de concedernos la tregua necesaria para que la vida comience a cicatrizar. Es por eso que la miro como la miro y mis pupilas le hablan en verso y le susurran palabras hilvanadas con el sedal de la empatía verdadera.
La reina corazones teme por el futuro de la princesa, que ha escapado de la corte al no entender ni aceptar que el rey prefiera barajar sin la reina y sin ella. Y la reina sufre al ver sufrir a su hija y al echarla de menos en palacio.
Por desgracia he visto en más de una ocasión como el dolor de un hijo se amplifica hasta lo insoportable en el corazón de aquella que le dio la vida. Y al dolor propio se suma el del fruto de sus entrañas. Es terriblemente duro luchar contra unas circunstancias caóticas e inmisericordes, pero plantando batalla y utilizando las armas adecuadas, la esperanza brilla con la salida del sol y multiplica su brillo con las estrellas que desde el cielo te iluminan y te guían al caer la noche.
Fuerza, reina. Un día al echar la vista atrás comprenderás que supiste plantarle cara al más terrible adversario y que al no huir ni rendir tus armas, conseguiste vencerlo en buena lid.
Y brindaremos por tu victoria. Y nos abrazaremos orgullosos y felices al fin.
Crecí convencido de que mi cuento podría tener el más feliz de los finales, y lo cierto es que no he perdido aún la esperanza, pero a medida que pasan los años y la vida me obliga a madurar, las cosas se van cubriendo de una amplia gama de grises, y odio el gris. Ya puestos prefiero el negro, que va con todo, estiliza y me da cierto rollo de malote o de tipo duro...aunque no lo sea.
Voy cumpliendo años y ya me han convencido de que Peter Pan no es más que un jodido inmaduro al que todo le acaba saliendo mal por no haber sabido tomar las decisiones correctas. Al parecer Campanilla conoció a una ninfa que le aportaba cariño, estabilidad y dulzura y decidió entregarle a ella todos sus polvos de hada. Juntas volaron y se largaron de Nunca Jamás. Y ahora disfrutan de una vida sin complicaciones. Wendy se hartó de soportar los continuos escarceos de Peter con sirenas y princesas indias, y antes de perder la dignidad y sufrir una crisis nerviosa terminó mandándolo a la mierda. El pobre Peter ya no cacarea y vive tan amargado que no lo soporta ni su sombra.
Rapuntzel se rapó la cabeza porque estaba hasta los cojones de los tirones de pelo de todos los tipos que querían subir hasta su ventana movidos por la lujuria, y conoció a través de una red social a un cerrajero divorciado y con dos hijos, que se enamoró de ella hasta las cejas y le abrió la puerta de la torre para que se marchara a vivir con él a Móstoles.
El patito feo no pudo soportar más las burlas del resto de los patos del lago y en una ataque de ira sufrió una enajenación mental salvaje que lo llevó a comprarse en el mercado negro un M16 y dos cargadores con munición de combate y una tarde se echó el arma al hombro y derribó desde la orilla a cuantos se le pusieron a tiro, como un quinceañero en una barraca de feria esforzándose en conseguir un osito de peluche para su novia.
Rumpelstilskin no se percató de que la hija del molinero tenía un teléfono con datos y adivinó su nombre a la primera con tan solo buscarlo en Google. Y como había firmado un contrato que dejaba bien claras sus obligaciones, so pena de ser llevado a los tribunales sin posibilidad de recurso y con la seguridad de una condena en costas, le tocó convertir la paja en oro para que el rey no descubriera la trola del molinero.
Una analítica demostró que Alicia iba hasta arriba de setas alucinógenas y ni sombrereros locos, ni reinas de corazones ni gatos sonrientes ni hostias en vinagre. Todo eso no era más que producto de un divertido y surrealista puestón.
Hansel y Gretel se llevan como el culo y están todo el día a la gresca por la herencia de sus padres, Jack es adicto al pankreoflat por su desmesurada afición a las habichuelas mágicas que son mágicas, sí, pero dan unos gases tremendos, y la pobre cenicienta estuvo a punto de palmarla al rajarse la artería tibial posterior con uno de los zapatitos de cristal. El hada madrina no acertó con el número de pie y como la pobre huerfanita atormentada no veía la hora de llegar al baile y zumbarse al príncipe, se fue con los zapatos pequeños y la imprudencia casi le cuesta la vida.
Pero no pasa nada, yo no pararé hasta que me bese la princesa más bella y me entregue su mano (y el resto del cuerpo). Y de paso nos convirtamos en un matrimonio feliz o por lo menos en una pareja de hecho con posibilidades de que no nos venza la rutina y después de unos cuantos años sigamos conservando la pasión. Y las ganas.
El gato con botas es un tipo encantador, pero siempre anda con prisas y es muy jodido pillarlo, Juan sin miedo en realidad es un puto cobarde y solo se pone machito con su señora y gracias a Dios ella lo ha denunciado y ha conseguido una orden de alejamiento.
Dumbo no fue capaz de superar su enorme complejo y se colgó de lo alto de una farola llevado al suicidio por una depresión de elefante.
El mundo de la fantasía ya no es lo que era y la revolución proletaria consiguió derrocar a la emperatriz infantil. Uno de los partidos del nuevo gobierno de coalición progresista de la nación de naciones de Fantasía ha conseguido que aprueben un proyecto de ley en el que se prohíbe el consumo de perdices con fines lúdicos y festivos y se castigue con fuertes sanciones económicas.
Los tres cerditos han montado una empresa de construcciones y reformas y se han especializado en aislantes. El lobo trata por todos los medios de arruinarlos y quedarse con los solares, pero los puercos son persistentes.
Hablando de lobos, uno de ellos consiguió por fin comerse a Pedro porque este no se cansaba de dar falsas alarmas y al final la peña se hartó de él y pasó de su culo.
Caperucita roja se apiadó del lobo al ver que el animalito era mucho más feliz vestido de abuelita y tras horas de charla con él, lo ayudó a dar el paso, salir del armario y reconocer en la manada que era un lobo trans.
Y mientras yo me obceco en intentar ser feliz y hartarme de perdices junto a aquella que sostiene el otro lado del hilo rojo, pese a que hasta el segundo café no sea persona y el consumo de perdices nos pueda costar una sanción administrativa y la repulsa de los colectivos animalistas.
Molaba mucho ser un niño y un inmaduro, creer en los cuentos, en la magia, en los corazones puros y en los finales felices. Molaba tener ilusión e irse a la cama y dormir sin darle vueltas a los errores cometidos en ese pasado que comienza con había una vez un niño rubito y soñador. Pero el niño ha crecido y se ha dado cuenta de que él será quien escriba el final de su propio cuento, pase lo que pase y le pese a quien le pese, y que rendirse nunca será una opción y jamás arrojará la toalla. Y no va a arrojarla. Porque ella le inspira las historias más hermosas. Y a veces las protagoniza junto a él.
Quizás por eso me gusta tanto lo de ser titiritero, porque soy yo quien manipula a los seres que entretienen al público, y quien les escribe los finales para sus historias. Y hago trampas y siempre son felices. Y las princesas les dicen que los quieren mientras hacen el amor. Y son sinceras. No permitiré que le rompan el corazón a ninguno de mis títeres. Antes quemaré el teatro.
Mi vida no arde. Mi corazón sí, pero debo tener las costillas ignifugas y de ahí no pasan las llamas. Cuando el fuego es muy intenso me siento a escribir y consigo controlar el incendio.
Lo de escribir es una gozada, aunque a veces los cuentos suenen un poco tristes o desesperados. Como la vida misma.
Pues no voy a entrar en el manido recurso del personaje en busca de autor, ni en el más manido aún del de autor en busca del personaje ideal para sus textos. Hoy voy a reflexionar un poco sobre algo distinto, algo que me ayuda a entender las cosas. Aunque las entienda como yo quiero entenderlas, que igual no es siempre la mejor de las maneras.
He leído mucho y sigo leyendo cuanto puedo. He conocido infinidad de personajes de todo tipo en textos de todos los géneros y estilos, y he vivido, muerto, sufrido, reído, amado, odiado, dado y quitado vida y resucitado, en la piel de los miles de personajes que he descubierto en las páginas de los libros. También y gracias a ellos he condenado mi alma inmortal y he comido perdices, he sido feliz para siempre, he besado a las más bella princesas y he atravesado con mi daga el corazón de los más odiosos enemigos. Y tras muchos años de leer constantemente sobre el amor y sus hechos, lo encontré cuando menos lo buscaba y enhebró en su afilada aguja el hilo rojo que siempre unirá mi alma a la de quien me abrió los ojos y el corazón a tan impresionante realidad .
Pero de cuantos personajes literarios conocí, hay uno que se instaló en mi desde el primer momento y que de alguna manera me acompaña en mi día a día, en mis creaciones y en mis ratos de búsqueda de explicación para este folletín por entregas que es mi vida, y no es otro que Laertes, el complejo emocional, torturado, herido y díscolo personaje shakesperiano.
En Laertes encontré un alter ego atemporal que recoge cuanto de humano, divino y demoniaco hay en mi.
Con Laertes descubrí el alto precio que se ha de pagar por los errores, por las consecuencias de los actos movidos por la falta de acierto y por la impulsividad y la intensidad de los sentimientos que dominan la razón. Creo que Laertes es un ejemplo de persona PAS.
Con él aprendí que es mejor arrepentirte antes de cometer el peor de los errores y que aunque ese arrepentimiento no llegue a tiempo de evitar la acción que podrá arruinar tu vida o las de otros, siempre se podrá aspirar al perdón del alma noble que intuya la nobleza de un corazón confuso.
Laertes recibió de su padre, Polonio, el mejor de los ejemplos y los mejores consejos, nacidos de la preocupación por la desacertada conducta de su hijo. Laertes sufrió lo indecible al saber muerto a Polonio y estuvo dispuesto a todo para vengar su muerte y lavar la herida con la sangre de su asesino, aunque al hacerlo ensuciara para siempre el alma que un día sería juzgada por su dios. Y se condenara por ello.
Del mismo modo trató de aconsejar a su hermana Ofelia, al ver que podría caer en las redes de la mentira disfrazada de cortejo, pues él conocía bien esos ardides, y se desesperó con su marcha tanto que prefirió arrojarse junto a ella en la fosa que acogió sus restos, y acompañarla en la muerte. Pero nunca predicó con el ejemplo y Ofelia le reprochó que le diese lecciones de conducta, pues la suya era más errónea aún, y le reprochó que pretendiera aconsejarla desde la hipocresía moral.
Al conocer la vida y muerte de Laertes, su forma de afrontar las tretas del destino y lo intenso de su ser, me enamoré por completo del arte de escribir y de crear vidas paralelas. Y extrapolé su realidad a la mía y la mía a la de quien fue un acierto más del bardo inmortal.
Puede que este texto que hoy escribo sea el estudio de un personaje, pero mucho me temo que no es más que el estudio de mi propio personaje, y que el autor que me ha escrito se ría al leer estas líneas, mofándose de mi afán de conocimiento sobre una verdad que se escapa a mi entendimiento. O no. O yo qué sé.
Son dulces y saladas a la vez, brotan espontaneas y ruedan por las angelicales mejillas de quien las llora, pero ni empapan ni calan, porque son etéreas y nebulosas, como ella.
A lo largo de la vida nos encontraremos con imágenes realmente duras y con momentos más que tristes y dolorosos, pero quizás ver llorar a un ángel es una de esas cosas que te estrangulan el alma y te llevan a perder la fe en la humanidad, y a desear que cese el llanto de quien no debería llorar jamás.
Ayer vi llorar a un ángel y se me rompió el corazón. En su infinita ternura trató de contener el llanto para no hacerme partícipe de su dolor, y para evitarme sufrimiento, al saber que empatizaría con su angustia, pero por más que lo intentó al final llegó lo inevitable y afloraron lágrimas a los ojos en los que me miraba intentando transmitir fuerza y amor para calmar su agonía.
Mi ángel no pudo detener el río que manó siguiendo el cauce de un rostro compungido y avergonzado por sufrir ante mí, que aumentó su caudal con cada caricia con la que quise reconfortarlo y que se desbordó al recibir mi abrazo.
Y me duele saber que incluso esos seres bendecidos por los dioses se rompen ante la injusticia y la crueldad, ante ese negro abanico de maldades con los que algunos seres humanos agitan el aire. Me duele no saber cómo consolar a quien me dio consuelo, ni cómo poder ayudar a quien me brindo su ayuda. Me duele su dolor. Me duele que la vida le duela.
Por eso escribo este texto hoy. Mi única forma de enjugar su llanto es secando el manantial con un pañuelo de palabras escogidas e hilvanadas con todo mi cariño, que es mucho.
No llores, angelito. No estás sola (porque Dios te hizo mujer y te dio apariencia tan divina como humana y angelical al tiempo). Un día recuperarás la sonrisa y un día al echar la vista atrás, recordarás con cariño como compartimos cada una de esas lágrimas que trataste de ocultar. Y con ellas cuajamos la argamasa con la que unir nuestros espíritus para siempre.
Este relato ha sido publicado en el Nº 5 de la revista literaria Malospasos y al parecer está gustando bastante entre los lectores de la publicación.
Es muy yo, muy mío, muy simbólico y muy metafórico, tan fantástico como real. Y por eso me duele el corazón cada vez que lo leo, porque está escrito desde una emoción que hasta hace poco no había conseguido identificar ni aprendido a llamar por su nombre. El amor.
Espero que os guste.
El hilo rojo (Pareja)
El
destino nos unió hace ya muchas rencarnaciones y se divierte separándonos de
formas distintas y a menudo más que originales. Creo que solamente en una de
las muchas existencias que ya hemos compartido se nos ha permitido terminar la arena
de la clepsidra de una forma natural.
En
la mayoría de estas vidas en común hemos sido una pareja tradicional, es decir,
compuesta por un hombre y una mujer. Si bien es cierto que en casi todas las
ocasiones yo he sido el hombre y ella la mujer, a veces he renacido en un
cuerpo voluptuoso de generosas curvas, carnosos labios y larga cabellera negra,
rubia o rojiza, atendiendo a las circunstancias y el lugar de mi nacimiento y,
ella en el cuerpo de hombres aguerridos, curiosos y resueltos con la imperiosa
necesidad de hacer de cada rencarnación una advertencia al capricho de los
hados. Pero los hados ignoraron la advertencia y en alguna ocasión nos hicieron
mujeres a ambos y nos colocaron sobre el tablero. Al final siempre hemos terminado
encontrándonos y volviéndonos a enamorar, cómo no podía ser de otra forma.
Una
vez nací gato y ella nació linda gatita. En aquella ocasión nuestras vidas se
unieron en lo alto del tejado de la morada de un sacerdote egipcio, y al
descubrirnos amándonos sobre su techo, se postró de rodillas agradeciendo a la
diosa Bastet que le indicase con ello que protegería su hogar y, siguiendo la
tradición, celebró la fiesta de la embriaguez para que Bastet la protectora no se
convirtiese en Bastet la desgarradora. La noche de la fiesta colocaron cuencos con
vino como ofrenda a la diosa con cabeza de gato y nosotros dimos buena cuenta
de la bebida a la luz de la luna. Aquella fue nuestra primera borrachera juntos
y sentó precedente para las siguientes rencarnaciones en las que siempre
encontramos la noche perfecta para descorchar botellas y entregarnos al delicioso
y lujurioso influjo de los vapores del vino.
El
destino, juguetón, decidió también regalarnos las más espantosas muertes para
probar la fuerza de nuestro amor. Tuve que asistir impotente a su crucifixión
en la arena del coliseo, a su decapitación en la Bastilla y al naufragio de su
nave camino de las Indias. Ella también sufrió lo indecible como invitada de
honor a la quema de mi hoguera, a la derrota de mi ejército el día que el
enemigo decidió no hacer prisioneros y a mi fusilamiento junto a un encalado muro,
en aquel tiempo aciago en el que los españoles decidieron matarse entre
hermanos.
Pero
no solo hemos llorado y hemos sufrido juntos. Unas cuantas existencias hemos
sido inmensamente felices. Hemos traído a la vida innumerables retoños a los
que amamos con todo nuestro corazón y a los que entregamos cuanto de bueno hubo
en nosotros. Hemos recibido premios y reconocimientos, hemos disfrutado de
segundas oportunidades cuando todo parecía perdido y de las mieles de la vida. Y
hemos sido capaces de existir el uno para el otro.
Por
eso ahora, que soy tan solo un hombre confuso y remendado, dudo.
¿Qué
nos reservan los dioses? No va a ser nada fácil. En esta nueva partida ella ya
ha amado y ha concebido con otro y yo ya he sufrido y he llorado por muchas
otras. Ambos hemos tenido ocasión de ser felices y desgraciados sin necesidad
de unirnos, y hemos podido quemar gran parte de nuestro tiempo hasta que se
decida cuando se ha de terminar para jugar la siguiente. Pero nos hemos vuelto
a encontrar. Nos hemos reconocido a la primera. Y además los creadores de todo han
querido iluminar con sorprendentes neones nuestro encuentro para que no
dudásemos.
Ella
vuelve a ser preciosa y terriblemente sabia. Yo vuelvo a ser afortunado y poco
más.
Afrodita,
Bastet, Cupido, Milda, Hathor y Kamadeva se lo han pasado de miedo convenciendo
a sus colegas de que debían volver a permitirles poner las reglas en el juego
que nos habría de juntar. Y aquí estamos. Esta vez cautos y temerosos de las
normas de los hombres. Asustados ante el nuevo reto, pero dispuestos a hacer de
esta difícil encrucijada el más cómodo camino para demostrarle al cosmos que el
amor no conoce límites ni prohibiciones.
Rendirse
no es una opción. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, hemos sido, somos
y seremos la perfecta pareja.