lunes, 21 de noviembre de 2022

El hilo rojo (Pareja)


 Este relato  ha sido publicado en el Nº 5 de la revista literaria Malospasos y al parecer está gustando bastante entre los lectores de la publicación.

Es muy yo, muy mío, muy simbólico y muy metafórico, tan fantástico como real. Y por eso me duele el corazón cada vez que lo leo, porque está escrito desde una emoción que hasta hace poco no había conseguido identificar ni aprendido a llamar por su nombre. El amor.

Espero que os guste.


El hilo rojo (Pareja)

El destino nos unió hace ya muchas rencarnaciones y se divierte separándonos de formas distintas y a menudo más que originales. Creo que solamente en una de las muchas existencias que ya hemos compartido se nos ha permitido terminar la arena de la clepsidra de una forma natural.

En la mayoría de estas vidas en común hemos sido una pareja tradicional, es decir, compuesta por un hombre y una mujer. Si bien es cierto que en casi todas las ocasiones yo he sido el hombre y ella la mujer, a veces he renacido en un cuerpo voluptuoso de generosas curvas, carnosos labios y larga cabellera negra, rubia o rojiza, atendiendo a las circunstancias y el lugar de mi nacimiento y, ella en el cuerpo de hombres aguerridos, curiosos y resueltos con la imperiosa necesidad de hacer de cada rencarnación una advertencia al capricho de los hados. Pero los hados ignoraron la advertencia y en alguna ocasión nos hicieron mujeres a ambos y nos colocaron sobre el tablero. Al final siempre hemos terminado encontrándonos y volviéndonos a enamorar, cómo no podía ser de otra forma.

Una vez nací gato y ella nació linda gatita. En aquella ocasión nuestras vidas se unieron en lo alto del tejado de la morada de un sacerdote egipcio, y al descubrirnos amándonos sobre su techo, se postró de rodillas agradeciendo a la diosa Bastet que le indicase con ello que protegería su hogar y, siguiendo la tradición, celebró la fiesta de la embriaguez para que Bastet la protectora no se convirtiese en Bastet la desgarradora. La noche de la fiesta colocaron cuencos con vino como ofrenda a la diosa con cabeza de gato y nosotros dimos buena cuenta de la bebida a la luz de la luna. Aquella fue nuestra primera borrachera juntos y sentó precedente para las siguientes rencarnaciones en las que siempre encontramos la noche perfecta para descorchar botellas y entregarnos al delicioso y lujurioso influjo de los vapores del vino.

El destino, juguetón, decidió también regalarnos las más espantosas muertes para probar la fuerza de nuestro amor. Tuve que asistir impotente a su crucifixión en la arena del coliseo, a su decapitación en la Bastilla y al naufragio de su nave camino de las Indias. Ella también sufrió lo indecible como invitada de honor a la quema de mi hoguera, a la derrota de mi ejército el día que el enemigo decidió no hacer prisioneros y a mi fusilamiento junto a un encalado muro, en aquel tiempo aciago en el que los españoles decidieron matarse entre hermanos.

Pero no solo hemos llorado y hemos sufrido juntos. Unas cuantas existencias hemos sido inmensamente felices. Hemos traído a la vida innumerables retoños a los que amamos con todo nuestro corazón y a los que entregamos cuanto de bueno hubo en nosotros. Hemos recibido premios y reconocimientos, hemos disfrutado de segundas oportunidades cuando todo parecía perdido y de las mieles de la vida. Y hemos sido capaces de existir el uno para el otro.

Por eso ahora, que soy tan solo un hombre confuso y remendado, dudo.

¿Qué nos reservan los dioses? No va a ser nada fácil. En esta nueva partida ella ya ha amado y ha concebido con otro y yo ya he sufrido y he llorado por muchas otras. Ambos hemos tenido ocasión de ser felices y desgraciados sin necesidad de unirnos, y hemos podido quemar gran parte de nuestro tiempo hasta que se decida cuando se ha de terminar para jugar la siguiente. Pero nos hemos vuelto a encontrar. Nos hemos reconocido a la primera. Y además los creadores de todo han querido iluminar con sorprendentes neones nuestro encuentro para que no dudásemos.

Ella vuelve a ser preciosa y terriblemente sabia. Yo vuelvo a ser afortunado y poco más.

Afrodita, Bastet, Cupido, Milda, Hathor y Kamadeva se lo han pasado de miedo convenciendo a sus colegas de que debían volver a permitirles poner las reglas en el juego que nos habría de juntar. Y aquí estamos. Esta vez cautos y temerosos de las normas de los hombres. Asustados ante el nuevo reto, pero dispuestos a hacer de esta difícil encrucijada el más cómodo camino para demostrarle al cosmos que el amor no conoce límites ni prohibiciones.

Rendirse no es una opción. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, hemos sido, somos y seremos la perfecta pareja.


No hay comentarios: