Crecí convencido de que mi cuento podría tener el más feliz de los finales, y lo cierto es que no he perdido aún la esperanza, pero a medida que pasan los años y la vida me obliga a madurar, las cosas se van cubriendo de una amplia gama de grises, y odio el gris. Ya puestos prefiero el negro, que va con todo, estiliza y me da cierto rollo de malote o de tipo duro...aunque no lo sea.
Voy cumpliendo años y ya me han convencido de que Peter Pan no es más que un jodido inmaduro al que todo le acaba saliendo mal por no haber sabido tomar las decisiones correctas. Al parecer Campanilla conoció a una ninfa que le aportaba cariño, estabilidad y dulzura y decidió entregarle a ella todos sus polvos de hada. Juntas volaron y se largaron de Nunca Jamás. Y ahora disfrutan de una vida sin complicaciones. Wendy se hartó de soportar los continuos escarceos de Peter con sirenas y princesas indias, y antes de perder la dignidad y sufrir una crisis nerviosa terminó mandándolo a la mierda. El pobre Peter ya no cacarea y vive tan amargado que no lo soporta ni su sombra.
Rapuntzel se rapó la cabeza porque estaba hasta los cojones de los tirones de pelo de todos los tipos que querían subir hasta su ventana movidos por la lujuria, y conoció a través de una red social a un cerrajero divorciado y con dos hijos, que se enamoró de ella hasta las cejas y le abrió la puerta de la torre para que se marchara a vivir con él a Móstoles.
El patito feo no pudo soportar más las burlas del resto de los patos del lago y en una ataque de ira sufrió una enajenación mental salvaje que lo llevó a comprarse en el mercado negro un M16 y dos cargadores con munición de combate y una tarde se echó el arma al hombro y derribó desde la orilla a cuantos se le pusieron a tiro, como un quinceañero en una barraca de feria esforzándose en conseguir un osito de peluche para su novia.
Rumpelstilskin no se percató de que la hija del molinero tenía un teléfono con datos y adivinó su nombre a la primera con tan solo buscarlo en Google. Y como había firmado un contrato que dejaba bien claras sus obligaciones, so pena de ser llevado a los tribunales sin posibilidad de recurso y con la seguridad de una condena en costas, le tocó convertir la paja en oro para que el rey no descubriera la trola del molinero.
Una analítica demostró que Alicia iba hasta arriba de setas alucinógenas y ni sombrereros locos, ni reinas de corazones ni gatos sonrientes ni hostias en vinagre. Todo eso no era más que producto de un divertido y surrealista puestón.
Hansel y Gretel se llevan como el culo y están todo el día a la gresca por la herencia de sus padres, Jack es adicto al pankreoflat por su desmesurada afición a las habichuelas mágicas que son mágicas, sí, pero dan unos gases tremendos, y la pobre cenicienta estuvo a punto de palmarla al rajarse la artería tibial posterior con uno de los zapatitos de cristal. El hada madrina no acertó con el número de pie y como la pobre huerfanita atormentada no veía la hora de llegar al baile y zumbarse al príncipe, se fue con los zapatos pequeños y la imprudencia casi le cuesta la vida.
Pero no pasa nada, yo no pararé hasta que me bese la princesa más bella y me entregue su mano (y el resto del cuerpo). Y de paso nos convirtamos en un matrimonio feliz o por lo menos en una pareja de hecho con posibilidades de que no nos venza la rutina y después de unos cuantos años sigamos conservando la pasión. Y las ganas.
El gato con botas es un tipo encantador, pero siempre anda con prisas y es muy jodido pillarlo, Juan sin miedo en realidad es un puto cobarde y solo se pone machito con su señora y gracias a Dios ella lo ha denunciado y ha conseguido una orden de alejamiento.
Dumbo no fue capaz de superar su enorme complejo y se colgó de lo alto de una farola llevado al suicidio por una depresión de elefante.
El mundo de la fantasía ya no es lo que era y la revolución proletaria consiguió derrocar a la emperatriz infantil. Uno de los partidos del nuevo gobierno de coalición progresista de la nación de naciones de Fantasía ha conseguido que aprueben un proyecto de ley en el que se prohíbe el consumo de perdices con fines lúdicos y festivos y se castigue con fuertes sanciones económicas.
Los tres cerditos han montado una empresa de construcciones y reformas y se han especializado en aislantes. El lobo trata por todos los medios de arruinarlos y quedarse con los solares, pero los puercos son persistentes.
Hablando de lobos, uno de ellos consiguió por fin comerse a Pedro porque este no se cansaba de dar falsas alarmas y al final la peña se hartó de él y pasó de su culo.
Caperucita roja se apiadó del lobo al ver que el animalito era mucho más feliz vestido de abuelita y tras horas de charla con él, lo ayudó a dar el paso, salir del armario y reconocer en la manada que era un lobo trans.
Y mientras yo me obceco en intentar ser feliz y hartarme de perdices junto a aquella que sostiene el otro lado del hilo rojo, pese a que hasta el segundo café no sea persona y el consumo de perdices nos pueda costar una sanción administrativa y la repulsa de los colectivos animalistas.
Molaba mucho ser un niño y un inmaduro, creer en los cuentos, en la magia, en los corazones puros y en los finales felices. Molaba tener ilusión e irse a la cama y dormir sin darle vueltas a los errores cometidos en ese pasado que comienza con había una vez un niño rubito y soñador. Pero el niño ha crecido y se ha dado cuenta de que él será quien escriba el final de su propio cuento, pase lo que pase y le pese a quien le pese, y que rendirse nunca será una opción y jamás arrojará la toalla. Y no va a arrojarla. Porque ella le inspira las historias más hermosas. Y a veces las protagoniza junto a él.
Quizás por eso me gusta tanto lo de ser titiritero, porque soy yo quien manipula a los seres que entretienen al público, y quien les escribe los finales para sus historias. Y hago trampas y siempre son felices. Y las princesas les dicen que los quieren mientras hacen el amor. Y son sinceras. No permitiré que le rompan el corazón a ninguno de mis títeres. Antes quemaré el teatro.
Mi vida no arde. Mi corazón sí, pero debo tener las costillas ignifugas y de ahí no pasan las llamas. Cuando el fuego es muy intenso me siento a escribir y consigo controlar el incendio.
Lo de escribir es una gozada, aunque a veces los cuentos suenen un poco tristes o desesperados. Como la vida misma.
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