Son dulces y saladas a la vez, brotan espontaneas y ruedan por las angelicales mejillas de quien las llora, pero ni empapan ni calan, porque son etéreas y nebulosas, como ella.
A lo largo de la vida nos encontraremos con imágenes realmente duras y con momentos más que tristes y dolorosos, pero quizás ver llorar a un ángel es una de esas cosas que te estrangulan el alma y te llevan a perder la fe en la humanidad, y a desear que cese el llanto de quien no debería llorar jamás.
Ayer vi llorar a un ángel y se me rompió el corazón. En su infinita ternura trató de contener el llanto para no hacerme partícipe de su dolor, y para evitarme sufrimiento, al saber que empatizaría con su angustia, pero por más que lo intentó al final llegó lo inevitable y afloraron lágrimas a los ojos en los que me miraba intentando transmitir fuerza y amor para calmar su agonía.
Mi ángel no pudo detener el río que manó siguiendo el cauce de un rostro compungido y avergonzado por sufrir ante mí, que aumentó su caudal con cada caricia con la que quise reconfortarlo y que se desbordó al recibir mi abrazo.
Y me duele saber que incluso esos seres bendecidos por los dioses se rompen ante la injusticia y la crueldad, ante ese negro abanico de maldades con los que algunos seres humanos agitan el aire. Me duele no saber cómo consolar a quien me dio consuelo, ni cómo poder ayudar a quien me brindo su ayuda. Me duele su dolor. Me duele que la vida le duela.
Por eso escribo este texto hoy. Mi única forma de enjugar su llanto es secando el manantial con un pañuelo de palabras escogidas e hilvanadas con todo mi cariño, que es mucho.
No llores, angelito. No estás sola (porque Dios te hizo mujer y te dio apariencia tan divina como humana y angelical al tiempo). Un día recuperarás la sonrisa y un día al echar la vista atrás, recordarás con cariño como compartimos cada una de esas lágrimas que trataste de ocultar. Y con ellas cuajamos la argamasa con la que unir nuestros espíritus para siempre.
Este relato ha sido publicado en el Nº 5 de la revista literaria Malospasos y al parecer está gustando bastante entre los lectores de la publicación.
Es muy yo, muy mío, muy simbólico y muy metafórico, tan fantástico como real. Y por eso me duele el corazón cada vez que lo leo, porque está escrito desde una emoción que hasta hace poco no había conseguido identificar ni aprendido a llamar por su nombre. El amor.
Espero que os guste.
El hilo rojo (Pareja)
El
destino nos unió hace ya muchas rencarnaciones y se divierte separándonos de
formas distintas y a menudo más que originales. Creo que solamente en una de
las muchas existencias que ya hemos compartido se nos ha permitido terminar la arena
de la clepsidra de una forma natural.
En
la mayoría de estas vidas en común hemos sido una pareja tradicional, es decir,
compuesta por un hombre y una mujer. Si bien es cierto que en casi todas las
ocasiones yo he sido el hombre y ella la mujer, a veces he renacido en un
cuerpo voluptuoso de generosas curvas, carnosos labios y larga cabellera negra,
rubia o rojiza, atendiendo a las circunstancias y el lugar de mi nacimiento y,
ella en el cuerpo de hombres aguerridos, curiosos y resueltos con la imperiosa
necesidad de hacer de cada rencarnación una advertencia al capricho de los
hados. Pero los hados ignoraron la advertencia y en alguna ocasión nos hicieron
mujeres a ambos y nos colocaron sobre el tablero. Al final siempre hemos terminado
encontrándonos y volviéndonos a enamorar, cómo no podía ser de otra forma.
Una
vez nací gato y ella nació linda gatita. En aquella ocasión nuestras vidas se
unieron en lo alto del tejado de la morada de un sacerdote egipcio, y al
descubrirnos amándonos sobre su techo, se postró de rodillas agradeciendo a la
diosa Bastet que le indicase con ello que protegería su hogar y, siguiendo la
tradición, celebró la fiesta de la embriaguez para que Bastet la protectora no se
convirtiese en Bastet la desgarradora. La noche de la fiesta colocaron cuencos con
vino como ofrenda a la diosa con cabeza de gato y nosotros dimos buena cuenta
de la bebida a la luz de la luna. Aquella fue nuestra primera borrachera juntos
y sentó precedente para las siguientes rencarnaciones en las que siempre
encontramos la noche perfecta para descorchar botellas y entregarnos al delicioso
y lujurioso influjo de los vapores del vino.
El
destino, juguetón, decidió también regalarnos las más espantosas muertes para
probar la fuerza de nuestro amor. Tuve que asistir impotente a su crucifixión
en la arena del coliseo, a su decapitación en la Bastilla y al naufragio de su
nave camino de las Indias. Ella también sufrió lo indecible como invitada de
honor a la quema de mi hoguera, a la derrota de mi ejército el día que el
enemigo decidió no hacer prisioneros y a mi fusilamiento junto a un encalado muro,
en aquel tiempo aciago en el que los españoles decidieron matarse entre
hermanos.
Pero
no solo hemos llorado y hemos sufrido juntos. Unas cuantas existencias hemos
sido inmensamente felices. Hemos traído a la vida innumerables retoños a los
que amamos con todo nuestro corazón y a los que entregamos cuanto de bueno hubo
en nosotros. Hemos recibido premios y reconocimientos, hemos disfrutado de
segundas oportunidades cuando todo parecía perdido y de las mieles de la vida. Y
hemos sido capaces de existir el uno para el otro.
Por
eso ahora, que soy tan solo un hombre confuso y remendado, dudo.
¿Qué
nos reservan los dioses? No va a ser nada fácil. En esta nueva partida ella ya
ha amado y ha concebido con otro y yo ya he sufrido y he llorado por muchas
otras. Ambos hemos tenido ocasión de ser felices y desgraciados sin necesidad
de unirnos, y hemos podido quemar gran parte de nuestro tiempo hasta que se
decida cuando se ha de terminar para jugar la siguiente. Pero nos hemos vuelto
a encontrar. Nos hemos reconocido a la primera. Y además los creadores de todo han
querido iluminar con sorprendentes neones nuestro encuentro para que no
dudásemos.
Ella
vuelve a ser preciosa y terriblemente sabia. Yo vuelvo a ser afortunado y poco
más.
Afrodita,
Bastet, Cupido, Milda, Hathor y Kamadeva se lo han pasado de miedo convenciendo
a sus colegas de que debían volver a permitirles poner las reglas en el juego
que nos habría de juntar. Y aquí estamos. Esta vez cautos y temerosos de las
normas de los hombres. Asustados ante el nuevo reto, pero dispuestos a hacer de
esta difícil encrucijada el más cómodo camino para demostrarle al cosmos que el
amor no conoce límites ni prohibiciones.
Rendirse
no es una opción. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, hemos sido, somos
y seremos la perfecta pareja.
En la novela Inocentes, la atípica novela negra en la que estoy enfrascado escribiendo durante los últimos meses, y en la que Lucio Galvano, un optio de las legiones de Roma con amplia experiencia en las campañas de Hispania y Britania, es destinado a Judea en el año 0 de nuestra era, vuelvo a construir mundos paralelos y realidades en otro plano. Allí, Lucio se ve envuelto en una serie de desagradables incidentes al detener el asesinato de un bebé a manos de un soldado de Herodes. El protagonista conoce al que será el único y verdadero amor de su vida, una hebrea llamada Jiyuj. Esta le explica que en su cultura las personas como él reciben el nombre de "haozer", cuya traducción es algo así como ayudador o el que ayuda, una persona que de forma natural e inconsciente tiende a hacer cuanto puede por los demás sin esperar nada a cambio. Una especie de ángel de la guarda humano.
He tratado de construir un protagonista ajeno a mí y desprovisto de mis particularidades, errores y continuos fracasos emocionales y existenciales. Le he dado un aspecto físico muy diferente al mío y he intentado aportarle los rasgos de personalidad que menos se asocien con mi persona, pero al igual que al escribirle lo impresionante de los sentimientos que descubre al perderse en los ojos y en la sonrisa de Jiyuj, y al preguntarse y terminar comprendiendo qué es eso que le lleva a sentir que le arde el corazón, tampoco he podido evitar dotarlo de esa personalidad que lo llevará a entregarse a los demás y que muchas veces hará que se ponga en peligro por el deseo de salvar a quien necesita de su espada, de su ingenio y de su calor.
Anoche una buena amiga me dijo que ayudar a los demás siempre aporta a quien lo hace, y que no todo el mundo está preparado para ayudar. Que hay que ser fuerte para ayudar a otros. Y no me hablaba de fortaleza física, sino de una fuerza emocional que permitirá que los problemas y el dolor de aquellos a los que se intente ayudar no terminen destrozando al que brinda ayuda.
Me pareció un argumento tan razonable como hermoso y me ayudó a entender alguno de mis fracasos, pues no siempre tengo el vigor necesario para aportar cuanto quisiera a quien veo pasándolo mal. Me duele ver sufrir a la gente que quiero y dentro de esa reflexión, de ese rato de introspección y catarsis diaria al que llamamos oración, acostumbro a pedir a quien sea que maneje los hilos (Dios, Supergato, el destino...da igual) que se me ayude a ayudar como a mí se me ha ayudado. Y a veces se me concede.
Personalmente creo que el mundo sería mucho más amable y más soportable si todos intentáramos empatizar con los problemas de los demás desde lo cotidiano. No soy gilipollas ni me atribuyo unos superpoderes de los que carezco. Aunque me gustaría mucho hacerlo, sé que no seré capaz de acabar con el hambre en el mundo, pero sí puedo donar algo al banco de alimentos de mi ciudad, o igual de la que lleno el carrito en el super, puedo pillar un paquete de arroz o una caja de galletas para entregarlo al salir a los voluntarios que están recogiendo donaciones para la gente necesitada.
Del mismo modo sé que no tengo supervelocidad, no vuelo ni lanzo rayos por los ojos, por lo que no podré detener a esas criaturas del infierno que violan, humillan y matan a tantas mujeres e incluso a tantos pequeños, pero si puedo cuidar de las mujeres que me rodean y que forman parte de mi vida, respetándolas en todo momento, ofreciendo ayuda compañía y protección cuando la necesiten y predicando con el ejemplo.
Por descontado cuidar de mis mayores es parte del trato. El cuerpo humano también está diseñado con una obsolescencia programada (como un ordenador, un teléfono móvil o un frigorífico) y en ese declive tan natural como inevitable y triste, lo menos que se puede hacer es agradecer los cuidados recibidos y la paciencia que ellos te regalaron en su día. Y corresponder con la misma entrega.
La vida es dar y recibir y ya he citado al gran Jorge Drexler en muchas ocasiones y en diversas entradas de este blog, porque la letra de su canción es una de las grandes verdades que he conseguido identificar, interiorizar y hacer mías: "cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Es muy sencillo, no hay otra norma, nada se pierde, todo se transforma".
Soy tan humano como el que más. Meto la pata y me confundo demasiado a menudo y no soy en absoluto perfecto. Para nada. Ni me gusta dar consejos ni me siento capacitado para ello. No soy un ejemplo de nada ni aún he llegado a ser la persona que me gustaría llegar a ser. Pero me esforzaré en hacerlo.
Entiendo que dentro de esa facilidad que tengo para sacarme las cosas de dentro y plasmarlas en negro sobre blanco, no está de más que os cuente que todos tenemos opciones para hacer de este mundo algo mejor, no solo para cargárnoslo. Sabéis que me encantará dejar a los felinos (verdadera especie superior) el mejor de los planetas cuando por fin dominen el mundo, pero también conduzco, consumo, genero residuos, contamino y contribuyo a joder mi entorno y mi ecosistema y a involuntariamente al menos, erradicar especies animales y vegetales. Sorry... no era mi intención.
Venga, va. Podemos intentar ser felices en el mundo real, no solo en el literario. Las rosas crecen hermosas y siguen brotando para embellecer el mundo por muy desagradable que lo estemos haciendo. El principito continua sobrevolando planetas, estrellas y asteroides y conseguirá que aprendamos con su ejemplo y sus aventuras.
—Dispárale en la pierna o en el hombro, pero ten mucho cuidado de no fallar, si lo matas tendrás un problema muy serio y además no quiero que este buen hombre pueda dejar viuda a su señora –le indica Damián a su hijo que trata de enfilar el alza de la vieja escopeta de caza del abuelo con la mira y el objetivo, como le enseñó su padre apenas una semana antes.
—¿De verdad es necesario?–pregunta asustado el empleado que arrodillado y con las manos entrelazadas tras la cabeza espera con resignación el disparo del tembloroso muchacho.
—Pues sí, Mateo, y no sabes cuanto lo siento, pero como has pulsado el timbre de la alarma y la policía ya está fuera, te garantizo que una vez te hayamos disparado nos entregaremos y podrán atenderte los sanitarios que esperan fuera en la unidad del 112 que ha acompañado a las fuerzas del orden.
—Sea, pues, no te preocupes, Damián, todo sea por el futuro de tu muchacho –concede valiente y resignado el cajero de la entidad.
—Muchísimas gracias, Mateo. Sabes que si no fuera completamente necesario, no habríamos tenido que llegar a esto, pero tal y como está el patio, que mi Javier sea condenado por atraco a mano armada con uso de violencia y daños físicos es la única opción para garantizarle por lo menos cinco o seis años de alojamiento decente con tres comidas diarias. Además en el talego podrá sacarse una carrera gratuitamente, porque con la mierda de pensiones que tenemos su madre y yo no podemos pagar los estudios de los tres rapaces y no es justo que sus hermanos mayores hayan podido estudiar y Javi no vaya a poder hacerlo por el puto dinero tras llevar toda la vida deslomándonos en el campo, pero que te voy a contar –suspira Damián–si tenemos las pensiones domiciliadas aquí, además de todos los recibos, de la hipoteca, de los créditos del coche, de las putas facturas de la luz y del gas que cada día son más demoniacas y en resumen, ya conoces toda nuestra vida en céntimos y pesetas.
—Siempre fuiste un buen cliente, Damián, y no sabes cuanto me duele que hayas tenido que llegar a esto.
—Sabes que ese cartuchazo que te va a pegar mi hijo me duele más a mi –gime Damián mientras apoya una mano en el hombro del trabajador al que la corbata apenas permite tragar saliva ya– y te juro por Dios que en cuanto te dispare nos entregamos y dejo pasar a los médicos.
—Pues venga. Cuanto antes termine todo esto antes podré ver a mi mujer, que fijo que ya se ha enterado por las noticias. Debe de estar saliendo en todas las cadenas. Un atraco con rehenes en un pueblo de tierra de campos es algo completamente fuera de lo normal.
—Vamos, Javi, dispara y pon mucho cuidado, que este hombre no tiene la culpa de la mierda de vida a la que nos ha llevado esta mierda de sistema tan asfixiante.
El muchacho obedece y dispara un único cartucho del 12 en el muslo del sufrido cajero del banco.
En el momento en el que se escucha la detonación los miembros del grupo de operaciones especiales de la Guardia civil, ajenos a las circunstancias del atraco, rompen los grandes ventanales y entran en la sucursal disparando a los dos atracadores, y alcanzando a Damián en la cabeza y en el pecho, causándole la muerte instantánea. A Javier lo derriban con varios impactos en el abdomen y los sanitarios del 112 consiguen estabilizarlo en la UCI móvil de camino al hospital, tras detener la hemorragia. Mateo recibe atención médica en el suelo de la oficina y allí mismo se limpia y se desinfecta la pierna herida por los perdigones del disparo efectuado con la escopeta de caza.
Tras ser dado de alta, el muchacho es conducido a prisión donde esperará juicio.
A los cinco años de ser condenado con sentencia en firme, termina la carrera de Derecho con matrícula de honor en la licenciatura a distancia que ha cursado gratuitamente en la institución penitenciaria y que además le ayudará a reducir condena, y se prepara para enfrentarse al caso más importante de su vida, con el que comenzará su trabajo como abogado de causas perdidas.
Javier Martínez contra las terribles injusticias del sistema capitalista feroz que se adueñó del país que vio nacer y morir a su padre y lo llevó a enfrentarse con desesperación al mundo que aguardaba a sus hijos.
A veces la vida te obliga a entrar en túneles oscuros en los que es casi imposible ver una luz, pero siempre hay luz al final del túnel, por largos y peligrosos que sean.
He pasado unos días difíciles, o bueno, mejor dicho estoy pasando por ellos aún ya que aún no he salido del hoyo, pero me agarro fuerte a ese chaleco salvavidas que me ha arrojado desde cubierta el destino, al ver que una vez más corría el peligro de ahogarme en mi particular forma de entender y de enfrentar las circunstancias que rodean mi existencia.
Durante estos días de estrés emocional y de combate duro contra la adversidad que me exige realizar un arduo y continuo ejercicio de paciencia(algo de lo que siempre he carecido)para afrontar distintos asuntos para mi vitales, he sentido un particular dolor al haber visto como desaparecían las ganas de sentarme ante el teclado y de volcar en la pantalla del ordenador distintas emociones y distintos sentimientos que una vez transformados en material para relatos o para alguna de las novelas en las que estoy trabajando ahora, ocupan la posición elegida y cobran la forma adecuada, aportando por un lado continuidad en mi trayectoria literaria y por otro esa necesaria catarsis de la que siempre digo que es para mí más que necesaria.
Es por eso que este blog es un buen indicador de mi creatividad y de mi estado de ánimo y es el perfecto campo de pruebas para experimentar con temáticas y personajes, con recursos y giros, con metáforas y analogías.
Hace un par de días retomé la saga de relatos breves en los que Laertes, el asesino a sueldo de bigote bicolor y particulares valores morales, realiza los trabajos con los que se gana el pan, el tabaco y el whisky de malta. Y de paso le permití compartir un rato de pasión con Adán, la agente secreta aficionada a las armas blancas con la que ya le he escrito más de un encuentro.
Alguien me dijo que sí, que estaba bien escrito y que no dejaba de ser un texto para adultos, ya no solo por la temática propia del cine negro sino también por los párrafos más propios de novelas del estilo de las dichosas 50 sombras de Gray.
Me dijo también que ella (es una lectora, como la mayor parte de quienes visitan este blog) prefiere leer textos que le aporten algo positivo. Que le gustan mucho algunas de mis entradas en las que comparto mis experiencias, mis batallas, mis éxitos en la superación personal y mi continuo afán por mejorar y orientar a quien se halle igual de perdido que yo.
Sé que no soy un escritor al uso. De hecho sé que más que original soy un poco confuso, porque salto con facilidad de unas temáticas a otras, de un género a otro, de la prosa a la poesía, de los momentos de pasión a los de dolor más intenso y de los fuegos artificiales de la esperanza y la ilusión, a los negros túneles de la desesperación y de la angustia.
Al igual que en mis lecturas diarias, a la hora de escribir también soy muy ecléctico y gusto de escribir de todo.
Pero lo que creo que nunca he querido ser es un escritor de textos de autoayuda para terceras personas. Jamás pretendo otra cosa que describir mi realidad y mis emociones, mis sentimientos y mis pasiones, mis objetivos y mis batallas. Puede que sí, que esta sea una forma de autoayuda porque al escribir consigo ayudarme, y si de paso ayudo a algún lector que está atravesando una situación parecida, pues mejor, porque me encantaría servir de algo más que de distracción. Ojalá haya quien encuentre en alguna de las entradas de este blog un rayito de sol, un poquito de empatía, algo de apoyo. Ojalá alguien termine la lectura de alguno de mis textos sintiendo que se le ha cerrado una herida y que comienza a cicatrizar el alma, o simplemente sonriendo al pensar que al otro lado de la pantalla hay alguien que llora por la misma pena, que ríe con la misma gracia y que besa con las mismas ganas.
A la gente a la que quiero, a la que me importa de verdad, muchas veces les escribo en las conversaciones de wasap, o les digo de viva voz, "gracias por ser y estar, bendito verbo To be".
Hoy encabezo esta entrada con un delicioso tema de Ryden, artista que he utilizado bastante en el pasado y que escuchaba prácticamente a diario, pero que hace tiempo que me duele un poco escuchar porque asocio alguna de sus canciones a una persona increíble que transformó mi vida y me descubrió lo que significaba amar y hacer el amor, ya que hasta que no lo hice con ella, solo había realizado una placentera gimnasia pasional.
Estoy trabajando duro mis carencias, mis angustias, mis miedos y mis necesidades y he descubierto con la necesaria ayuda que me ha brindado la profesional de la psique a la que visito regularmente de un tiempo a esta parte, que YO también valgo, que YO también merezco ser feliz y que YO necesito quererme, necesito escucharme y concederme una nueva oportunidad. Que en efecto soy una persona de alta sensibilidad y que en efecto tengo que aprender a gestionar con acierto mis emociones y que el día que consiga quererme a mí mismo sin reservas, podré entregar mi corazón a la mujer que lo merezca.
Dentro de mi hay enterrado un cofre del tesoro y estoy juntando las piezas del plano que me llevará hasta él. Dentro de mí se encuentra la solución a todos mis problemas, las píldoras de felicidad necesarias para despertar cada día con una sonrisa y para avanzar por el camino correcto.
Creo que siempre que ha llovido ha escampado y que lo que no te mata te hace más fuerte, Y de verdad, paso de morirme otra vez, ni siquiera de amor. Lo de morirse es un coñazo y algo siempre muy inoportuno. Quizás dé con las coordenadas del plano que aún no he conseguido localizar y pueda encontrar ese cofre, abrirlo y disfrutar del mayor de los tesoros. Y ser feliz.
Pero eso ya es mi responsabilidad, y no la de nadie más (precisamente esa es una de las premisas con las que va a construir su presente y su futuro este nuevo yo que ahora despierta, porque el pasado francamente ya me importa lo justo).
Laertes desarma de un único golpe en el plexo solar al sicario que encañona con un subfusil ametrallador a Adán, la agente del CSID con la que ha coincidido en diversas ocasiones por motivos profesionales, y en tan solo una muy placentera ocasión por motivos carnales y emocionales. Adán aprovecha el momento y con sorprendente velocidad recupera del suelo el cuchillo que tuvo que arrojar al recibir la orden de desarmarse, y de un único y preciso tajo secciona la yugular del sicario con la precisión cirujana adquirida tras muchos años de oficio. El rubio asesino de bigote bicolor guiña uno de sus azules ojos a la esbelta agente especial, mientras con habilidad y podría decirse que especial cuidado, sostiene el cuerpo del finado antes de que se desplome sobre una de las mesas llenas de relucientes copas colocadas con orden simétrico en función del número de comensales y de las botellas de champagne francés de una conocida y exclusiva bodega que patrocina el evento empresarial del año en la pequeña ciudad de provincias.
—Gracias por estar –dice Adán sabedora de que de no ser por Laertes, las cosas hubieran dado un giro muy diferente.
—Siempre es un placer poder serte de utilidad, princesa. –contesta Laertes galante y sincero–Pero ahora a lo nuestro, el tiempo se nos echa encima.
Aunque tanto los políticos asistentes al acto, como los chicos de la prensa, los representantes de las fuerzas vivas de la ciudad y de los distintos sectores económicos que han hecho de la capital de provincias la envidia de muchas ciudades españolas, conocen sin lugar a dudas los turbios negocios que rozan la legalidad unas veces y que la traspasan la mayoría de ellas, que han conseguido hacer de Julio San Segundo el empresario del año. San Segundo está recibiendo en ese momento el galardón de manos del alcalde socialista que gracias a los votos de distintas fuerzas políticas consiguió arrebatar la alcaldía al candidato más votado, y de manos del representante de la cámara de comercio el cheque por valor de 10.000€, cantidad que se podrá depositar íntegramente en la organización sin ánimo de lucro que el premiado escoja. Casualmente San Segundo ha elegido la fundación creada y dirigida por uno de sus hombres de confianza. Los chiquillos desarrapados de la periferia que deberían ser los receptores finales del premio, nunca llegarán a disfrutar de él, pero los sicarios del capo vallisoletano contarán con nuevos juguetes adquiridos una semana atrás en la subasta realizada por un corrupto general del desaparecido ejército unificado de la URS.
Adán ha sido elegida para eliminar al recién premiado hombre de negocios y Laertes ha recibido el ingreso de una sustanciosa suma en su cuenta corriente mediante la que se pretende asegurarse de que Julio San Segundo no llegue a acostarse esta noche con la barriobajera celebridad de las revistas del corazón con la que mantiene un nada económico afer desde hace más de un mes.
A Adán la paga el estado, a Laertes los tiburones que infestan los mercados y se pelean por la carnaza embadurnada con la sangre derramada por los señores del IBEX 35. En cualquier caso Laertes desnuda a Adán con la mirada y ella, juguetona y preciosa, le permite despojarle visualmente de cada prenda poco a poco, muy despacio. El rubio y mortífero asesino a sueldo rememora la noche de placer que disfrutó en el piso franco de la agente del CESID y no puede olvidar el agradable tacto de sus pezones erectos ni el delicioso sabor de su humedad más privada. Adán sonríe al percatarse de que el despiadado asesino está sufriendo una erección mientras no puede apartar de ella la mirada, y a punto está de abalanzarse sobre él y sacarlo de allí buscando el lugar más cercano donde entregarse a cuantos minutos de placer pueda regalarle el fornido y despiadado hombre enviado para asegurarse de que San Segundo no verá nunca más la luz del día.
Ocultan el cadáver del sicario del homenajeado en un cercano cuarto para guardar menaje, en el que Adán habría cabalgado con placer a Laertes y que de momento servirá únicamente para un propósito menos delicioso. Laertes adivina la lujuria en su mirada y le devuelve la misma cantidad de deseo con una mirada similar y la cínica sonrisa de medio lado que lo caracteriza. Pero ahora lo primero es lo primero y hay que trabajar. Ambos profesionales deciden que le concederán a San Segundo el placer de disfrutar de aquel líquido carbonatado de a cojón de mico la botella, y esperarán a eliminarlo cuando baje al parking del hotel en cuyos salones se celebra el evento. Y así lo hacen, quitando de en medio de paso a tres guardaespaldas y al chofer.
Un par de horas después, cuando Adán alcanza su tercer orgasmo no puede evitar recordar a Laertes disparando en pleno corazón con puntería olímpica a San Segundo, y eso la pone aún más cachonda. Excitada hasta más no poder se lanza sobre el miembro de Laertes para besarlo y lamerlo hasta devolverle el esplendor y la dureza que consiga llevarla hasta el cuarto orgasmo. Y una vez más Laertes cumple con las expectativas y realiza el mejor de los trabajos. Los dos profesionales de la muerte follan como si realmente fueran a morir mañana y no quisieran dejarse nada en el tintero ni privarse del menor de los placeres.
Al sentarme frente al teclado me descubro totalmente apático y falto de ganas. Y eso no me ha sucedido nunca, ni siquiera en los momentos más difíciles o más duros, en los más tristes y en los más amargos. Siempre he dicho que para mí escribir es una necesaria catarsis emocional y suelo ser un escritor ágil, rápido, muy creativo y en ocasiones bastante ingenioso. Como escritor soy capaz de construir metáforas y analogías lo bastante poderosas como para trasladar sentimientos, emociones y experiencias de forma que el lector pueda ocupar un espacio de mi piel, de mi alma, de mi cerebro y de mi corazón. Pero hace unos días ya que no le encuentro a la escritura el placer que le he encontrado siempre.
Necesito retirarme a mis cuarteles de invierno, necesito esconderme un poco del mundo, de mí mismo, de los amores imposibles y de las realidades dolorosas, de los sueños por cumplir y de los cadáveres por enterrar en la enorme fosa común que esconde el jardín de mi pasado
Solo pienso en los fracasos, en las pérdidas, en el recuerdo de unos labios, que se borra poco a poco y se difumina angustiándome con su marcha, en una sonrisa que se apagó de repente, en unos ojos que me iluminaban y también sonreían, pero que ya no se abren para mí. En un cuerpo que al permitírseme acariciarlo me hizo sentir el tipo más feliz del universo conocido, y del que queda por conocer. Un privilegiado, una persona con ángel, alguien tocado por los hados. Y ya no debo serlo. Bueno...ya no sé lo que soy.
Ahora solo me tengo a mi y es a mí a quien más necesito, así que aprenderé a escribirme aquello que quiero entregarme, aquello a lo que estoy dispuesto a llegar para hacerme feliz y aquello que siempre me negué pero que ahora voy a regalarme. Me tengo, me recibo, me escucho y me hablo. Al propiciar ese dialogo interior aprendo a perdonarme y a decirme que me quiero.
Llevaba demasiado tiempo esperándome sin saberlo, pero ya he llegado. Estoy aquí y llamo a mi puerta. Voy a abrirme y a dejarme pasar. Me recibiré como merezco y seré conmigo el mejor anfitrión.
Puede que recupere las ganas de escribir, puede que estos párrafos que ahora termino sean una buena señal.
Hoy tu recuerdo es un pájaro que bate sus alas detrás de mí, y aunque detengo el paso deseando que me alcance nunca llega a hacerlo, como en la más triste y terrorífica de las pesadillas.
Me duele vivir sin escuchar tus trinos al amanecer y sin besar y acariciar tu plumaje, tan hermoso. Me duele vivir con la certeza de que lo nuestro era la crónica de una muerte anunciada, de que aguantaste mi mano aun cuando el pulso ya no era constante y que la soltaste justo cuando comenzaba a latir de nuevo el corazón que se creyó difunto, pero que resucitó en tus ojos, y arrojaste a la basura mi carrete velado. Nunca es tarde para la amnesia y daría el resto de mis vidas por olvidarte. Pero estoy condenado al recuerdo y a caer en un océano de lágrimas cuando resbalo al pisar un día más sin ti. Fuiste mi venus y puse el mundo en tus brazos. Mi mundo, el único mundo que me importa, el único mundo que bauticé con tu nombre, pero tu silueta es un pájaro que me silba y me enreda atrapándome con el lazo de la tristeza y del amor no correspondido.
Llévame contigo al cuento que no explotó, al muro que crece en mi mano, al santuario donde siempre rezaré a tus labios esperando que un día silben la llamada definitiva con el trino de la esperanza. Por favor, salva de la ruina nuestra historia, permite que vuele alto, ábrele las puertas de esta jaula en la que se ha convertido mi pecho.
Hubo un tiempo en que escuchar una canción a tu lado era parte de esa comunión que recibía de tu boca y que me daba la vida, pero hoy te siento en cada letra, en cada melodía, en cada ritmo, y huyo. Escapo de la música porque ya no me ayuda a sonreír ni me calma. Me aturde y me abre las venas desangrándome con cada nota que no podré tararear junto a ti, ni bailar siguiendo el compás de tus caderas.
Necesito ese consejo de los sabios que conseguirán que todo vuelva a tener sentido. Necesito descubrir el resquicio por el que entren la luz y el oxígeno que me permitan ver que hay amor entre las sombras y respirar una nueva bocanada de ilusión. Necesito reventar las paredes con el martillo de mis letras, de mis textos, de mis versos, y que la palabra se haga día radiante.
Los miembros de la dotación de la Policía Nacional que atendieron la llamada a primera hora de la mañana, han tenido que solicitar refuerzos para controlar a los vecinos de la zona, y ya son media docena de agentes los que se esfuerzan en contener a los curiosos alimentados por el morbo feroz que se nutre del afán de realizar con sus teléfonos móviles fotos y videos para inundar redes sociales y conseguir likes. Los odiosos "me gusta" son las nuevas monedas con las que comprar ego. Más de medio centenar de ciudadanos tratan por todos los medios de saltarse el cordón policial y conseguir los post perfectos para sus perfiles en la red.
El juez de guardia y el secretario judicial están siendo informados por los agentes de la científica que han hecho un primer balance de la situación tras estudiar el cadáver, y más allá de la pintoresca imagen que ofrece el difunto, parece obvio que se trata de un suicidio.
El escenario no es en absoluto casual, todo está muy bien preparado y al parecer la nueva víctima de la desesperación alimentada por el colapso de unas emociones mal gestionadas, debía de ser una persona muy aficionada al teatro, al drama o a las tragicomedias, por lo particular de la escenografía que acompaña a su muerte.
El cuerpo rígido de un varón caucásico de edad comprendida entre los cuarenta y los cincuenta años, ataviado con levita, chaleco y pajarita, pende con la chistera aun cubriendo sus claros cabellos de una soga atada al extremo de la chimenea de la locomotora del tren burra que decora el apeadero de la línea en desuso que atravesaba el centro de la ciudad, y que desde hace ya casi un siglo, recuperado y mantenido por la concejalía de Turismo del ayuntamiento de la urbe castellana, sirve de decoración y de recordatorio de un tiempo en el que el ferrocarril era la mejor forma de unir la ciudad con el resto de municipios de la provincia.
Según el primer análisis el curioso suicida eligió para la puesta en escena de su último acto, una hora comprendida entre las once y media de la noche y la una de la mañana, pero el inspector Pinacho, uno de los mejores investigadores del grupo de homicidios que nada tiene que ver en este tipo de asuntos, y al que sus compañeros han pedido que se acerque a echar un ojo, se jugaría el salario del mes a que apretó el nudo en torno a su cuello y se dejó caer exactamente a las doce en punto. La hora perfecta para su fatal declaración de intenciones.
Las mayúsculas en caligrafía victoriana, escritas con spray de grafiti sobre la puerta de acero y madera de roble de la decorativa y turística locomotora, permiten leer una escueta y reveladora frase para la que las fuerzas del orden aún no han encontrado el sentido correcto, pero que el inspector Pinacho ha comprendido en la primera lectura: "AL FINAL... SI QUE ERA UNA OPCIÓN".
De entre sus frías y rígidas manos muertas, los miembros de la científica desplazados al parque del centro de la ciudad donde se halló el cadáver, extrajeron dos objetos tipificados como pruebas A y B. En la mano derecha sus dedos aferraban un carrete de hilo rojo y en la izquierda, una cuartilla en la que con letra menuda, y correcta caligrafía escrita a mano y seguramente con la pluma que guardaba en el bolsillo interior de la levita, podía leerse: "Sé que eres tú. Volveremos a encontrarnos, mi amor. Te querré el resto de mis vidas."
Pinacho sonríe con cierta tristeza nacida de la más absoluta empatía, y sus ojos azules y melancólicos se detienen en la expresión del finado al reconstruir en su mente los hechos, y los últimos minutos de vida de aquel anacrónico suicida. Dicen que el rostro es el espejo del alma, y el gesto en el que se detuvo para siempre el tiempo de aquel hombre, transmite de forma indescriptible paz. Y amor.
Camino de su despacho en la comisaria, respirando el frio aire que empuja y disipa la niebla que se enseñoreaba de los márgenes del rio de la ciudad castellana donde presta servicio, Pinacho no puede evitar pensar en el dolor que debía de haber sufrido el hombre que decidió que luchar ya no merecía la pena, que rendirse sí que era una opción, que el amor era algo que le estaba vetado y que el mañana no tenía sentido sin ella. Él también es un hombre muy romántico y sabe que mataría o moriría por la mujer que ama, y quizás un día tenga que hacerlo. Pero aún no. Rendirse aún no es una opción.
Antes de entrar en la comisaria, la pantalla del teléfono móvil que extrae con rapidez del bolsillo de los desgastados pantalones vaqueros, le indica que tiene una llamada de su compañera, la subinspectora Clara Nogueira. Puede que el rubio difunto del parque del centro de la ciudad no sea el único muerto que vaya a visitar hoy. En cualquier caso ningún juez dictaminará nunca que el hombre al que ya han descolgado de la soga y trasladado al depósito anatómico forense, falleció víctima de un homicidio. Y Pinacho tendrá que guardarse para él su verdadera opinión, pues cree firmemente que cualquier persona que decidide poner fin a sus días a causa de un amor no correspondido, ha sido asesinado por el sentimiento más hermoso y a la vez más despiadado que existe, pero al que nunca podrán llevar ante un tribunal.
Al final un día te das cuenta de que todo es mucho más sencillo de lo que parece. Y de que siempre has sido tan ingenuo como estúpido, consintiendo que terceras personas decidieran si eras digno de alcanzar tus sueños o si por el contrario tu misión en la vida consistía en ayudar a alcanzar los suyos a quienes fagocitaban tus energías y solamente esperaban todo de ti sin darte nada a cambio, vaciándote de ilusión y de esperanza.
El día en el que se te cae el velo y ves con nitidez, comprendes que a la felicidad no se llega pretendiendo que los demás sean felices, sino haciendo lo imposible por serlo tu mismo. Que no sabrás encontrar el amor en el corazón de otra persona si no has sido capaz de buscarlo en el tuyo y que por mucho que te gustase hacerlo, no llegarás jamás a querer de verdad a nadie si eres incapaz de quererte a ti mismo. Suena duro, pero la única forma de pegar los cachitos que sobrevivieron a las continuas implosiones de un alma dinamitada por la traición las mentiras y la ambición ajenas, es aprender a valorarte, a escucharte, a intentar comprenderte y a quererte.
El camino que has de seguir aparece cuando menos lo esperas lleno de neones y de flechas indicando la desviación y tienes que tener la decisión, el valor y la audacia de coger la salida adecuada para llegar a ese destino en el que tu pasión, aquello que realmente amas, tus habilidades y tus capacidades, lo que puedes aportar al mundo y aquello que te permitirá vivir dignamente, confluyen. Los japoneses tienen una palabra para esa confluencia de caminos, Ikigai. Y yo estoy comenzando a reconocer mi Ikigai. Y por primera vez en muchos, muchos años siento que he de pelear por ello, porque al hacerlo estaré peleando por mi y si soy capaz de plantar batalla sin rendirme y encajando los golpes necesarios sin derrumbarme, el premio será un futuro mejor.
Se acabó vivir apegado al pasado, lamerme continuamente las heridas y no permitir que cicatricen de una vez por todas. Se terminó lo de aventurar sucesos y predecir un futuro que aún está en el aire y que no se sabe si va a llegar o de que forma.
Toca vestirse con una coraza de prudencia y responsabilidad, y blandir la espada del porvenir. Toca colocarse un casco que te proteja de los golpes del destino y ceñirse la cota de mallas que libre a mi corazón de recibir más saetas envenenadas atravesándolo de parte a parte.
Toca hacer examen de conciencia y acto de contrición y aplicarse eso que acostumbro a escribir sobre que ni reclamo amor ni mendigo cariño. Y es que me estoy conociendo de verdad y sinceramente no me caigo tan mal ni creo que deba renunciar a mis valores ni a mis principios. Puedo tratar de mejorar en muchas cosas, por supuesto, pero de momento esto es lo que soy y esto es lo que hay, y si gusta bien, y sino también. No voy a confundirme de nuevo tratando de ser aquello que no soy, ni de ocultar mi forma de sentir, de pensar y de vivir. Soy intenso, si, ¿Pasa algo? Si mi intensidad angustia mejor aléjate y si mi intensidad cansa no pierdas el tiempo. No me siento en absoluto culpable por ser una persona sensible. Ni me avergüenzo por ello.
Hay un antes y un después de esta luz que me ha iluminado en el oscuro túnel donde me adentré buscando un atajo y una huida confundido y asustado. Y esa luz nace de mi interior y durante años no permití que brillase porque concedí a terceras personas la capacidad de oscurecerme. Pero ya no. Ahora todo dependerá de mi y solo de mi.