lunes, 4 de octubre de 2021

Peldaño a peldaño


 Por un instante Laertes piensa en terminar rápido y salir de allí sin ensuciarse las manos más de lo que ya se las ha ensuciado, pero no. De alguna manera es lo que tiene que hacer, y aunque de un tiempo a esta parte haya encontrado a la mujer que el destino le ha reservado para hacer de él una persona mejor, hay cosas que no se pueden dejar a medias.

Su objetivo despierta del golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente unos minutos antes y que permitió al rubio asesino de bigote bicolor trasladarlo sin llamar la atención hasta la casa abandonada junto a la antigua estación de ferrocarril en desuso, cuyo cierre terminó por convencer a la juventud de aquel pueblo de tierra de campos de que las oportunidades y el futuro viven en la ciudad, a poco más de cuarenta minutos en coche de las casas que construyeron sus ancestros.

Nadie en kilómetros a la redonda, noche cerrada y gruesas paredes de piedra y adobe. El muy hijo de puta puede gritar cuanto quiera, a él no le importa y nadie vendrá a ayudarlo,

El cliente que contrató este trabajo pagando una considerable suma por encima del precio standard para que no se privase de aplicar los métodos más dolorosos, le especificó que por mucho dolor que pudiera sentir antes de morir, aquel individuo había causado mucho más a su familia. Al parecer no solo había maltratado de todas las formas posibles a su mujer, también había derrochado crueldad con las dos pequeñas gemelas fruto de ese matrimonio que solo se rompería a los ojos de Dios al separarlos la muerte. Y hoy Dios mira para otro lado. Y el primo carnal de la inmediata viuda, con un pasado turbio que implica algunos años en la cárcel y contactos poco recomendables, se conjuró para ocuparse de terminar con el dolor de su prima y de las niñas. Una cosa llevó a otra, un número de teléfono a otro y al final el ex convicto adecuado le facilitó a cambio de una nada despreciable cantidad de dinero el contacto de alguien que lo haría bien, de la forma más profesional y sin dejar cabos sueltos.

Laertes se asegura de que las bridas que sujetan los pies y las manos del dolorido cincuentón de apellido compuesto y reputación intachable no le den una desagradable sorpresa rompiéndose por la tensión de los músculos, cuando el dolor le lleve a sacar fuerzas de flaqueza. Espera a que recobre por completo todas sus facultades y a que vaya tomando conciencia de la realidad y cuando lo hace y comienza con las súplicas y  con los lloriqueos, le aplica un breve pero intenso masaje en la espalda con su puño americano.

Los gritos al sentir el intenso dolor de cada vértebra rota con los certeros golpes espantan a los ratoncitos que corretean por el suelo del garaje.

El eficaz asesino saca de la funda artesanal que pende de su cinturón el afilado cuchillo japonés que emplea en los trabajos más exquisitos, y procede a realizar media docena de cortes a lo largo del pecho desnudo de su objetivo, No permitirá que se desangre, no terminará tan pronto ni será tan indoloro.

Aprovechando uno de los gritos del canalla que hoy va a pagar sus culpas con el talonario de su vida, le sujeta la lengua con unas tenazas y de un único tajo se la secciona limpiamente con precisión cirujana. Las cuerdas vocales de su víctima emiten unos desagradables sonidos que ya no amplifica la garganta, inundada de sangre.

Merece mucho más dolor aún, pero como el verdugo se ha enamorado cual colegial de la mujer más maravillosa y más dulce del universo conocido, al recordar todo lo que le transmiten sus ojos del color del sol decide regalarse en su honor un ápice de clemencia y terminar de una vez con el desesperado fulano atado a una vieja y dura silla de madera maciza en el garaje de la casa abandonada.

Un único disparo en la frente con su Pietro Beretta de 9 mm pone fin al festival del sufrimiento y tras limpiar la sangre y los restos de sexos y de huesos  esparcidos por el suelo de hormigón, secciona un dedo del fiambre para que le sirva de prueba frente al cliente, y asegurarse así el cobro del segundo plazo. Con esmero envuelve el cadaver en un plástico  oscuro cortado a medida, y cava un agujero lo suficientemente profundo para deshacerse del paquete y taparlo con la tierra levantada tras cubrirlo previamente con un saco de gravilla de obra, de los que guarda en el garaje, y que dificultará el posible descubrimiento casual del cuerpo por parte de niños jugando a indios y vaqueros, o de amantes entregados a la pasión sobre una manta sin saber que están consumando su amor sobre los restos de alguien que nunca supo lo que era eso.

De camino a Valladolid, no deja de pensar en ella , en sus caricias, en sus besos, en su sonrisa, y en como ha sido capaz de conseguir que quiera ser la mejor persona posible, para ofrecerle el mejor Laertes que pueda llegar a ser. Y es que ella lo merece todo, y en ese todo no entra un asesino profesional que supera sus traumas y sus frustraciones eliminando objetivos a cambio de dinero.

A sus 47 primaveras y después de creer haber conocido y disfrutado y sufrido las mieles del amor, por primera vez sabe que se ha enamorado de verdad. 

Laertes hace un repaso mental de sus oportunidades para comenzar una nueva vida y sonríe al pensar en el dinero escondido en un trastero de la calle Ferrocarril, con el que podrá comprar el tiempo suficiente para conseguir hacerse un nombre con una profesión legal y socialmente aceptada.

La vida pasa y pesa, pero a él le pesaría mucho más perderla y moriría gustoso antes de renunciar a ella. 

Después de aparcar el coche en un parking público junto al bar donde ha quedado con ella, comienza a subir de dos en dos los escalones de la escalera que le conducirá hasta el cielo de su boca.

Y todo lo demás ya no importa.

No hay comentarios: