Trató de atender a razones, de controlar el galope, de sujetar bien las riendas y dominar a la desbocada bestia, pero no hubo manera. Ese caballo salvaje que pasta en el interior de su pecho y que se alimenta de emociones y sentimientos, decidió emprender la más veloz de las carreras persiguiendo un sueño, una sonrisa y una ilusión, cegado por el brillante sol que resplandece en los ojos de la mujer más bonita del mundo.
Al comenzar el poderoso sprint, el amartelado escritor acarició el cuello de la montura que lo ha llevado de un lado a otro a través de las bastas praderas literarias donde quiso instalarse desde que descubrió que la razón le había cedido unos cuantos acres allí, y que aquella extensión de terreno virgen y fértil le permitiría sobrevivir en un mundo donde no acaba de encontrarse a gusto al saberse distinto a todos.
Atrapado en el caos de una brutal limerencia, solo puede respirar para ella, existir para ella y escribir su nombre oculto tras cada frase romántica, tras cada metáfora acertada y tras cada sinónimo de belleza. Ha aprendido a nadar en un océano infestado de mundanos adjetivos calificativos que pretenden devorarlo, y cada vez que se sumerge en las aguas del recuerdo, la fuerza de sus brazos aún lo mantiene a salvo del mordisco fatal. Llegó a sentirse tan débil que pensó en abandonarse a la normalidad y sumergirse sin remedio, pero tras haber tocado fondo y haber inundado sus pulmones lastrando la oportunidad de ser feliz, acertó a descubrir su pelirroja sonrisa entre la bruma, y en un último y desesperado esfuerzo, emergió poderoso y desafiante, y el propio destino se hizo a un lado y lo permitió vivir.
Hoy el rojo alazán pura sangre que golpea las aurículas con sus cascos herrados corre más que nunca en dirección hacía ella. Sujeto a la silla y apretando bien las rodillas para evitar la caída, él se deja llevar sonriente ignorando el bocado que podría detener aquella frenética marcha y renunciando a la fusta y las espuelas, pues ese salvaje animal que un día trató de ser domado en el picadero de la mentira, no merece sufrir más golpes ni más castigos.
Hoy se sabe suficiente y bienvenido, y el aire que le golpea el rostro al galopar hacia el destino más placentero y necesario, lo despierta a la realidad de un futuro posible, difícil, pero real y maravilloso.
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