miércoles, 20 de octubre de 2021

Con la guardia baja


Laertes presiona el resorte que permite extraer el cargador vació del arma y con rapidez introduce un nuevo cargador completo. El último. 15 proyectiles de 9mm que marcarán la diferencia y harán que esta noche pueda descansar en el nuevo colchón viscoelástico que le llevó ayer mismo un empleado del comercio especializado, en el que se hizo con él a través de la página web, o  que el forense de guardia examine su cadaver y certifique con exactitud la causa de su muerte para escribir el informe que ratificará ante los del Grupo de homicidios de la Nacional que se encarguen del caso.

Está enfadado. Y mucho. Por primera vez en todos los años que lleva dedicándose al noble oficio de eliminar blancos  a cambio de una considerable suma de dinero, lo han pillado con la guardia baja. Imperdonable. Ha cometido el más reprochable de los errores que podía haber cometido. Bajó la guardia, se confió y ese exceso de confianza seguramente le cueste la vida.

Un par de balas del 44 magnum impactan contra la columna del garaje tras las que se ha parapetado y el sonido de los proyectiles al agujerear la estructura de hormigón levantando esquirlas de pintura y cemento le suena a gloria porque es muy diferente del que harían al impactar en su pecho atravesándolo de parte a parte y destrozando costillas, huesos y órganos.

El sicario que han enviado para acabar con él se relame desde su posición al ver como Laertes economiza los disparos. El tipo es un profesional y dos y dos son cuatro de toda la vida, por lo que si su objetivo ha disminuido la intensidad del fuego es porque apenas le queda munición. Como buen cubano exiliado en España calcula rápidamente que porcentaje del pago por eliminar al asesino del bigote bicolor ayudará a traer a España a sus parientes ma´s cercanos. Cuando envié el dinero el ron correrá por la antigua y desvencijada casa familiar de La Habana y los vecinos bailarán con su madre y sus hermanas al son de los ritmos heredados de aquellos primeros esclavos africanos que llegaron en los barcos españoles durante el siglo XVII.

Ensimismado en cómo gastará la suculenta suma que le pagarán por su trabajo y en de qué forma justificará ante su madre semejante ganancia para que no lo lleve de la oreja a la iglesia más cercana a confesar sus pecados y a poner su alma en paz con Dios, el sicario cubano comete el mismo error que Laertes y se permite bajar la guardia durante unos segundos. Los suficientes.

Laertes ha tenido tiempo para sacar del bolsillo las llaves de su mini descapotable, aparcado a escasos metros del lugar desde donde el tirador efectuó el primer disparo que lo alcanzó en el estómago y que lo habría reventado por dentro  de no ser por el chaleco que oculta bajo la negra chaqueta de piel.

Pulsa el botón de abrir las puertas y el sonido y las luces al encenderse distraen al caribeño asesino que se gira con rapidez para mirar hacía atrás y asegurarse que el tal Laertes no cuenta con un ayudante que lo vaya a socorrer  en momentos tan delicados como este, Craso error. Cuando vuelve a mirar en dirección a la columna donde su objetivo se ha parapetado, la punta hueca de una bala de 9mm le entra por el ojo derecho atravesando su cabeza en trayectoria ascendente pues el rubio asesino que tenía acorralado lo dispara desde el suelo a pocos metros de su posición. Ha sido rápido, muy rápido.

Laertes comprueba que el sicario no lleva encima documentación sobre el objetivo ni nada con lo que la policía pueda relacionarlo cuando encuentren el cadaver. Limpia sus huellas de la columna y de toda superficie con la que ha tenido contacto y agradece a Dios y a Supergato que la mayoría de los vecinos se hayan largado de vacaciones durante el puente y los pocos que se han quedado duerman como benditos en sus dormitorios aislados e insonorizados por las primerísimas calidades de sus viviendas de lujo. Le va a joder mucho volver a mudarse, pero esto es lo que hay. Tendrá que buscar un nuevo hogar provisional y esforzarse en no bajar la guardia de nuevo. Eso o prepararse una oposición al cuerpo de Correos. Y sacar plaza.

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