domingo, 21 de agosto de 2022

Probaré a hacerlo a la inversa


 Desde luego este poeta urbano y yo nos hemos peleado con los mismos monstruos y hemos enfrentado demonios muy parecidos. En muchos de sus temas me encuentro con frases que firmaría con los ojos cerrados, y en este  que encabeza el texto he podido subrayar con el fluorescente del alma demasiadas certezas y tan solo una discrepancia. 

Quizás ha llegado el momento de pensar más y sentir menos. Sé que eso va a ser jodidamente difícil, pero voy a dejar de escudarme en lo emocional, de refugiarme en el burladero del corazón y de ocultarme en la trinchera de los sentimientos extremos. Sé que nunca conseguiré adormecer el espíritu, y que de alguna manera no podré limitar mis emociones, pero sí puedo aprender a que no me dominen.

Ayer experimenté una sensación muy desagradable, cuando estando rodeado de buenos amigos, de gente que me quiere de verdad y que se preocupa por mi, en lugar de disfrutar de su cariño y del momento de felicidad gratuita que me regalaron con su bote común de sonrisas y de miradas balsámicas, me evadí para refugiarme en todo aquello que echaba de menos, en todo lo perdido y en todo lo sufrido. Y adulteré el momento con la droga de la autocompasión y con el jarabe tóxico de la tristeza, que no es más que un expectorante que te hace toser angustia  y malos pensamientos. Y me fui a la cama sintiéndome un hombre incompleto y un perdedor, Pero esta mañana he abierto los ojos viendo un nuevo sol, una luz que ilumina mi verdadero yo y que me invita a caminar sin miedo, sin angustias ni penas, sin traumas, frustraciones ni ecos de un pasado que no ha de volver.

Fui tan estúpido que le dije a una persona que me quiere y a la que quiero mucho, que yo no había pedido esta segunda oportunidad, que no sabía de quien había sido la idea de dejarme seguir aquí.

Pero se acabo. He comprendido que mi felicidad depende de mi, que tengo que dejar de buscarla en otra parte, que soy un puto privilegiado y seguramente el tipo más afortunado del universo conocido. Voy a hacer que esta nueva temporada merezca la pena. Y voy a poner los medios. Voy a pensar y a sentir lo mismo que antes, pero voy a intentar maridar ambos ingredientes, cerebro y corazón. Armonizados en su justa medida conseguiré darle el sabor perfecto a este guiso que es vivir. La receta perfecta no la he encontrado en ninguna parte, y juro que no he dejado de preguntar por ella y confundido creí que tenía nombre de mujer, pero soy un tipo creativo cuando me enfrento a los fogones y será un placer compartir esa felicidad con la persona adecuada, pero ya no esperaré encontrarla en una compañera de vida, si no en mi. Sabré hacerlo. Esta mañana he sentido que las revelaciones que te pueden cambiar la vida nacen de uno mismo y que hay que aprender a escucharse, a valorarse y a quererse. Y a dejar de echar la vista atrás para lamentarse de los errores y de las injusticias. Ambas cosas son pasado, y tengo por delante un futuro tan prometedor como yo quiera. Esta mañana he sentido que como canta El Chojin, "Un nuevo yo despierta". Y que "Avanzo" y que no dejaré de hacerlo a no ser que mi estúpida necesidad de hacerme daño vuelva a ponerme freno. Se acabó. No quiero hacerme daño. Quiero avanzar y sé que si me lo propongo llegaré tan lejos como se me antoje.

Hoy me he descubierto tan positivo como valiente en la búsqueda de ese santo Grial que se oculta en mi interior y que me permitirá beber el cáliz de vida plena que tanto necesito. Puedo escribirme en un relato el mapa que me conduzca hasta el cofre que lo encierra y dibujar con los versos de un soneto la llave que lo abra y me permita extraerlo. Soy capaz de todo lo que me proponga. Voy a dejar de esconderme de mi, y me voy a obligar a ser feliz porque a veces parece que serlo es lo que realmente me asusta. Se acabaron los miedos absurdos. No va a ser fácil, pero puedo con eso y con más. Y ya va siendo hora.

Vamos viendo.


domingo, 14 de agosto de 2022

Y al que no le guste, que no mire


 La verdad es que no pienso disculparme por ser como soy. Tengo la conciencia muy tranquila y puedo dormir por las noches sin reprocharme más que el tiempo perdido, y el no haber aprovechado cuantas oportunidades se me concedieron, que fueron muchas, más de las merecidas. También me reprocho el haberme dejado algunas cosas en el tintero, cosas tan importantes como el no haberle dicho a mi padre lo mucho que lo quería y por el contrario habérselo dicho a quien no lo merecía. Pero como les digo a los estudiantes en mis conferencias,  en la vida no se puede rebobinar,  por lo que ya no acostumbro a decirlo. A no ser que realmente lo sienta y no pueda contenerlo dentro de mi pecho, que necesite compartirlo y que la persona que lo escuche de mis labios merezca esas palabras que son la expresión más profunda de mi sinceridad absoluta. El te quiero se suele utilizar muy a la ligera, bien como moneda de cambio, como el medio para conseguir algo, para ocultar un engaño o una dolorosa verdad, o simplemente para zanjar una discusión a falta de argumentos válidos. Me tortura no habérselo dicho a quién merecía más que nadie oírlo, y sin embargo haberlo dicho a quien nunca debió escucharlo. Pero claro, más allá de que lo merezcan o no, el que quiere soy yo, y lo que hago es verbalizar el sentimiento. Pero he aprendido que muchas personas confunden la sensibilidad con debilidad, y al abrirles tu corazón las estás entregando las llaves de tu refugió secreto, de las puertas que abren la sala donde conservas tus secretos, tus tesoros y los recuerdos de los momentos más hermosos. Y en ocasiones facilitas la entrada a quien tan solo quiere desvalijarte y arramblar con todo lo que pueda llevarse, ensuciando las estancias y arrasando con todo, destrozando aquello que no pueda robar y arrancándote un pedazo del alma, justo el trozo que nunca podrás regenerar y que te dejará un espantoso muñón en el aura, lo que te hace caminar tullido por el resto de los siglos.

No soy un hombre normal, lo sé. No soy el prototipo de macho ibérico, y no solo por mis rasgos físicos, que de macho ibérico tienen poco, sino porque desde mi más tierna infancia elegí un camino distinto al que suelen recorrer los hombres de mi generación. Más allá de que ya entonces prefería refugiarme en la lectura de un libro a pegarle patadas a un bote, nunca me entusiasmaron los coches, las motos (mira tú por donde) ni nada reaccionado con la velocidad. Aún a fecha de hoy ninguna cosa se me antoja más aburrida que sentarme ante una pantalla a ver como coches o motos dan un montón de vueltas al rededor de un circuito. Y ojo, que entiendo que para muchos sea algo emocionante y entretenido, y no lo critico en absoluto, supongo que tendrá su arte y su cosa, pero a mi personalmente me parece un aburrimiento. 

Tampoco me apasiona particularmente ver un partido de futbol o de baloncesto (o bueno...de lo que sea, la verdad, soy más de deportes en solitario como nadar o trotar). De hecho si entro en un bar a tomar algo con un amigo y tienen puesto el futbol, no tardaré mucho en beberme lo que sea (aunque el café abrase o el vino necesite litros de "mejorante la Casera") y salir de allí buscando un lugar donde escuchar lo que mi amigo tenga que decirme sin que deba esperar para hacerlo al fin de la primera parte.

Me gusta escribir, más que cualquier otra cosa, pero también  me gusta (y mucho) caminar, viajar, conocer lugares especiales donde la inspiración te asalta de improvisto y mil historias te vienen a la cabeza. Adoro la música (no podría vivir sin una canción, igual que no podría vivir sin un libro) y en general todas las expresiones artísticas, por lo que soy asiduo a conciertos, representaciones teatrales, espectáculos de danza, recitales y lecturas públicas.

Siempre me gusto la cocina pues creo que es también un medio de expresión y una forma de darle rienda suelta a la creatividad. Y además es genial ver que has acertado con el guiso y que los comensales para los que te has esmerado en preparar algo con el mayor de los cariños en la receta, disfrutan con cada bocado. Si a eso le sumo mi afición por los buenos vinos y por dar siempre con el maridaje perfecto para cada plato, pues apaga y vámonos.  Una cosa llevó a la otra y comencé a interesarme por los cócteles y el maravilloso mundo del gin tonic. Aprendí a preparar bebidas y me ilusioné con eso de dar con el trago perfecto para cada persona, pero aún no he llegado al extremo de echar brócoli ni acelgas en una copa de balón con mucho hielo a la que añadir ginebra de importación de a cojón de mico la botella, y tónica de colorines.

No soy un rarito, tengo mis cositas, como todo el mundo, pero me considero una persona asequible y abierta, dispuesta a trabajar la amistad y propensa al enamoramiento, con el peligro que eso conlleva, pues de cañas somos todos encantadores, y amigos de verdad se pueden contar con los dedos de las dos manos, y mujeres que me hayan amado como yo las amé a ellas, con mucha suerte con los de una (por supuesto sin contar con el anular que se mancilló con un anillo que simbolizaba algo que terminó siendo la más cruel de las traiciones) .

El amor...el puto y maravilloso amor. Siempre presente en mi, en mis textos en mis vidas, en mis lágrimas y en mis sueños. No sé quien coño me maldijo con esto del amor. Una vez escribí que siento que he he nacido para amar, pero no para ser amado,  y no sé porqué el destino decidió cruzarme con aquella con la que se divierte haciéndome coincidir una reencarnación tras otra para luego separarme de nuevo de sus labios y dejarme con cara de idiota lamentando mis errores y mi falta de acierto. Igual la cara de idiota la llevo de serie pues la he ido perfeccionado a lo largo de los siglos y aunque tengo ojitos inquietos y curiosos, de alguna manera muchos deben darse cuenta de esa estupidez trabajada con esmero, y al notarlo se frotan las patitas porque han encontrado otra víctima para sus desmanes. Da igual. Allá ellos (y ellas, of course, que soy muy paritario) y sus conciencias.

Adoro los animales. Me despiertan una ternura, un cariño y una simpatía que pocas personas son capaces  de despertar en mi. Y los gatos y los perros me robaron el corazón hace ya mucho tiempo y siempre comparto mis días con algún ejemplar de una de estas especies, o de las dos. Pero todas las especies animales (hasta las más viscosas, voraces y peligrosas) merecen mi respeto.

Y la flora. De un tiempo a esta parte estoy aprendiendo mucho sobre árboles, plantas, flores y demás seres que acostumbramos a considerar adornos, y la verdad es que estoy flipando.

Cómo ya escribí en uno de los libros publicados no hace mucho, el ser humano en su prepotencia se considera la especie superior, pero a mi entender lo somos tan solo por saber matarnos más y desde más lejos, pues somos la única especie que destruye su ecosistema.

Me siento muy afortunado por poder aprender algo nuevo cada día, por poder leer nuevos libros o releer aquellos que marcaron mis pasajes más importantes, y también y por supuesto, por poder escribir los míos. Un día llegaré a ser el escritor que quiero llegar a ser, pero no puedo relajarme porque ese afán conlleva mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucho sacrificio, como todo lo que merece la pena en esta vida.

No me importa ni me cuesta lo más mínimo poner por escrito aquello que me inunda el pecho, y en parte puede que esto sea lo que me hace sentirme diferente al prototipo de hombre de mi generación. Esto y que no me avergüenza decirle lo que siento a las personas que despiertan cosas hermosas en mi. Ni a quienes desatan mis demonios. He aprendido eso sí que la información es poder y que tengo que tener cuidado con lo que tolero, porque si no lo hago estaré enseñando como tratarme. Y ya estoy muy harto de que se me haga daño gratuitamente o por diversión o capricho.

Todos somos PAS dependiendo del momento, y ni tengo el monopolio del dolor, ni el de la extrema sensibilidad.

Mi vida, mis vidas, han sido y están siendo de lo más ricas en experiencias, en aprendizajes y en emociones. Y aunque estoy en un momento difícil, pues siento que ya he sufrido demasiadas pérdidas y no creo que pueda soportar mucho más, me agarro con uñas y dientes a aquello que me hace levantarme de la lona y prepararme para otro asalto.

Avanzo. Y un nuevo yo despierta siguiendo ese haz de luz que hace mis ojos brillar. Un día se lo contaré a mi yo de ayer y le diré que pese a todo, me levanté y caminé sin miedo a nada. Solo a su rechazo, a que cortasen de un único tajo el hilo rojo invisible que nos une y a que mi corazón se detuviese al intentar pronunciar su nombre y quedarme sin aire. 

Vamos viendo, que es gerundio.

Y eso...que no voy a disculparme por ser como soy ni por sentir como siento, así que el que así lo desee que me vuelva a tachar de ñoño, de débil,  invertido o de cualquier otra lindeza. Como dijo Red Butler, "Francamente querida, me importa un bledo".


viernes, 12 de agosto de 2022

En la cima


 Los dioses tomaron asiento con expresión severa en la cima de una montaña, que poco tiempo atrás era famosa por su nevada cumbre, y que ahora tan solo permitía a los escaladores un ascenso entre secas rocas aristadas desprovistas del menor  copo de nieve. 

Habían elegido aquel lugar como el ideal para reunirse con los seres fantásticos que habitaban la naturaleza, y que habían suplicado audiencia con los hados para poner fin al peligroso declive al que el ser humano había llevado al planeta con sus caoticas prácticas contaminantes y destructivas. 

No todos los humanos eran iguales y duendes, hadas, faunos, ninfas, elfos y demás criaturas se entristecian al ver como muchos humanos  intentaban frenar aquel castigo de los dioses, al que denominaron cambió climático, y se afanaban en tratar de salvar el planeta de una destrucción segura.

Los dioses, enojados y firmes en su decisión, declinaron terminar con los males en forma de incendios, sequías, erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones enviados sobre la humanidad en respuesta al desprecio con que trataron el regalo recibido, un planeta construido con todo aquello que podría necesitar para evolucionar y vivir sin problemas. Se decidió en su momento que todos los dioses aportarían belleza y cariño en sus creaciones, y unos dieron forma a la fauna, otros a la flora, otros a las cordilleras, a los océanos y a las nubes. Todos colaboraron con regalos a la vida. Un dios decidió crear el grano y enseñó al ser humano a cultivarlo para que nunca le faltase sustento. Hubo un hado que se esmeró en sus presentes y creó el amor, la ilusión y la esperanza, y los repartió entre todas las especies naturales, aunque la humana creyó ser la única beneficiaria de sus dones y se instaló con soberbia allí donde se permitió que creciera su especie convirtiéndola además en la primera de entre todas las creadas de la nada .

Cuando tras la desilusión sufrida pro los dioses y el justo castigo elegido para la humanidad ya todo parecía sentenciado, y el fin  llegaría inexorable, una joven ninfa de los bosques tomó la palabra y dijo así 

— Creadores de todo. Apelo a vuestra infinita bondad y a vuestra infinita generosidad para que levantéis ya este castigo. 

La humanidad no ha obrado bien, es cierto, pero esa también es vuestra responsabilidad pues le entregasteis el don del libre albedrío, y no quedasteis satisfechos con la libertad de sus actos, que derivó en confusión y errores imperdonables. 

Al castigar al ser humano castigáis también vuestra generosidad y vuestra confianza, por eso os suplico que me permitáis enmendar sus fallos, orientarlos y enseñarlos a reconstruir lo devastado, a purificar lo corrompido y a regenerar lo perdido. Os prometo que elegiré bien a aquellos que de entre los suyos ayudarán a emprender el camino correcto y a recuperar vuestro amor. Yo misma me sacrificaré por su futuro y abandonaré mi forma inmortal para convertirme en una entre ellos y liderar el cambio, aunque al hacerlo sepa que me enfrentaré a su ignorancia, su odio y su desprecio.

—Y ¿Cómo crees que tu, una pequeña ninfa de los bosques sin apenas poder para conseguir que la mano del hombre respete sus dominios, podrás enfrentarte a las armas de una especie que antepone su desmedida codicia a la supervivencia de su mundo?–preguntó con desconfianza el dios más severo de cuantos acudieron a la reunión.

—Vamos viendo –contestó la pequeña ninfa con tal ilusión en la mirada y tal fe dibujada en su sonrisa, que hasta aquel dios furioso cedió  ante la esperanza que transmitía el ser de los bosques.

Todos los dioses se apiadaron de su plegaria y le concedieron la oportunidad de reeducar a la humanidad y de intentar salvarla.

Al abandonar la reunión en la cima, la ninfa de los bosques, bendecida por los hados, descendió a la llanura con forma humana y comenzó su lucha. Desde aquel día vive entre nosotros y nunca cesará en su empeño. Nos está regalando futuro para nuestros hijos, a cambio de su vida inmortal.

Muchos, la inmensa mayoría de los individuos de la especie humana, no son capaces de reconocer su verdadera esencia y por eso tratan de condenarla al olvido. Se hace llamar Greta y ya son unos cuantos los que han decidido escuchar su voz, por el bien de todos.


NOTA DEL AUTOR

Dentro de poco escribiré el más feliz de los finales para este cuento. Un final en el que hemos sabido escuchar, y hemos decidido vivir en la tierra con  respeto y el amor a lo que los dioses en su generosidad nos entregaron, y lo que la ninfa de los bosques en su valentía decidió que conservásemos.

lunes, 8 de agosto de 2022

De fuentes de pestorejo y vinos de Pitarra




 Cuando el victorioso e inteligente Octavio Augusto decidió enviar veteranos de la legión X Gemina a fundar Emérita Augusta, Livia Flavia, la devota servidora de la diosa Diana que acababa de contraer matrimonio con el bravo general de las guerras de Britania, Lucio Galvano, ordenó a los esclavos que preparasen cuanto debería llevar con ellos en el largo viaje hasta Lusitania. Livia sacrificó dos bueyes en el altar del templo de Diana y se despidió de cuantos familiares y amigos pudo, antes de embarcarse junto a su marido y sus soldados en la nave que los llevaría desde Ostia hasta Cartago nova, donde los aguardaba una decuria para guiarlos hasta el lugar donde muchos meses atrás se instaló el campamento de las legiones y ya se habían levantado los primeros templos y edificios públicos para honrar a los dioses y al Cesar. El viaje fue menos molesto y peligroso de lo que suponía y los hispanos y lusitanos los recibieron con algo de desdén, pero sin excesiva acritud. Eran pueblos civilizados y aunque beligerantes si se veían oprimidos, habían comprendido que no debían enfrentarse a la grandeza de Roma y tan solo podían acatar y asumir la beneficiosa romanización que los llevaría a formar parte del imperio y a obtener la ciudadanía romana. Lucio fue recibido con honores en Emérita Augusta y tras los actos protocolarios y la revista a las tropas, los arquitectos enviados a levantar la urbe los acompañaron hasta el lugar donde habían construido para el nuevo jefe de las legiones allí destinadas una mansión digna de un héroe del imperio y su esposa. Como buena servidora de Diana, Livia agradeció a la diosa la buena fortuna con que se había obsequiado a su familia y dono tres mil sestercios de las arcas familiares para la construcción del templo en honor de la diosa de la naturaleza y la caza. Este templo se erigió en tiempo récord y con gran acierto y belleza. El paisaje de la zona, regada por un caudaloso río de fuerte corriente, ofrecía amplias extensiones de encinares y alcornoques, árboles que cobijaban muchas especies de aves, roedores, y pequeños mamíferos que proliferaban junto a los límites de la urbe. No faltaría la caza para entretener a su marido y sus aguerridos amigos. Una comitiva integrada por nobles nativos de la zona obsequió a los recién llegados con una docena de pitarras (grandes vasijas de barro), llenas de vino elaborado con uva autóctona de interesante sabor, y con multitud de fuentes repletas de Pestorejo, un sabroso guiso local cocinado con la parte alta de la espalda del cerdo, animal que abundaba en esa parte de la Lusitania, tierra que muchos antropólogos, geógrafos e historiadores del imperio consideraban Hispania por tradición, derecho y costumbres. Pero no le correspondía a ella ni a su esposo definir los límites de las provincias del imperio. Una vez asentados en sus nuevos dominios, Lucio y Livia, y el resto de moradores de la nueva ciudad erigida a la mayor gloria del emperador, volcaron su energía en hacer de Emérita Augusta una urbe a la altura a la capital del imperio y no escatimaron energía, fuerza ni bienes en dotar a la ciudad de cuanto fuera necesario para ello. Meses después de haberse instalado Livia y Lucio presidieron la primera función en el nuevo y flamante teatro construido para acoger a los casi seis mil asistentes que aplaudieron a los músicos y bailarinas que escenificaron escenas del exótico cuento oriental conocido como Las mil y una noches. Gran multitud de gatos atraídos por el gentío y por la abundancia de restos de comida en las cocinas de las mansiones y las casas de los diplomáticos, oficiales, legionarios y sus familias, se adueñaron de las calles de la ciudad y como es sabido que estos adorables felinos contribuyen a erradicar plagas de molestos y peligrosos roedores y a limpiar las calzadas de restos de alimentos arrojados desde las ventanas de las viviendas, los habitantes de la nueva y elegante ciudad los recibieron con tolerancia, respeto y cariño, y los mininos acabaron siendo una seña más de identidad de la población erigida en honor del victorioso emperador. Livia descubrió que pese a sus reticencias iniciales al contraer matrimonio con aquel rubicundo oficial de exquisitos modales, que contaba con una larga trayectoria de conquistas, militares y sentimentales, este le permitía sin objeción alguna, e incluso con consideración y respeto, entregarse a sus pasión por la naturaleza, a cultivar sus conocimientos junto a los eruditos de la zona y a los enviados por el imperio que levantaron una biblioteca en la ciudad y allí se reunían para enriquecer las mentes de quienes deseaban crecer en conocimiento, y a servir de la mejor forma posible a la diosa Diana, a través del cuidado de los bosques, la flora y la fauna que embellecían y llenaban de vida el lugar. Puede que, en un futuro, miles de años después, los moradores y visitantes de Emérita Augusta agradecieran el legado de aquellos que abandonaron la ciudad eterna para replicar la grandeza de los hijos de Rómulo y Remo a lo largo del orbe. Entonces Livia sonrió, clavó sus pupilas en las azules pupilas del general de piel decorada como la de los pictos sometidos en Britania, y antes de que un simpático y sorprendentemente ágil gatito al que le faltaba una pata que se había instalado en su hogar saltase sobre su regazo, besó a su esposo en los labios como a él le gustaba, sin prisa, pero sin pausa.

miércoles, 3 de agosto de 2022

La costura perfecta


 La costura perfecta es aquella que hilvana dos almas con el hilo rojo que siempre las mantendrá unidas, pase lo que pase y le pese a quien le pese. 

Cuenta la leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible. Este hilo nunca desaparece y permaneces constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia.

Ese es el hilo que nos garantiza que una vez encontrada, ese alma a la que se nos ha unido, no nos dejará jamás, no se alejará más allá del tiempo y del espacio, que no son otras cosas que planos existenciales medibles. Pero aquellos que somos incapaces de medir son mucho más importantes, y más completos, y en ellos permaneceremos juntos para toda la eternidad.

No me canso de decir ni de escribir que la vida no deja de sorprenderme, y que el destino es caprichoso, juguetón, irónico y a veces cruel, pero siempre sorprendente. De repente, y cuando menos lo esperaba decidió hacer visible de nuevo ese hilo rojo que me ataba a mi alma gemela, esa que a través de los siglos, de distintas realidades, de diversas existencias y de muchas reencarnaciones siempre se presentó cuando todo parecía perdido, aportando la fuerza necesaria para enfrentar una realidad insoportable y dolorosa y estableciendo el puente sobre las peligrosas aguas de la desesperación que me impedían llegar hasta la orilla del futuro, en la playa de la esperanza. Estas aguas, infestadas de voraces escualos de muy distinta apariencia, ocultan corrientes traicioneras y remolinos que te atrapan y te engullen ahogándote entre lágrimas en la espiral del fracaso y no te permiten salir a flote, y de no ser por ese puente milagroso construido con cariño y esperanza, sé que habría sucumbido sin remisión ni posibilidad de emerger de nuevo. Ya escapé del más peligroso de los naufragios agarrado a la cuerda que me lanzaron quienes siempre me quisieron, al ver como desaparecía bajo las olas que trataron de hundirme para siempre. Pero siempre es mucho tiempo, y ahora, a punto de volver a ahogarme, ese hilo rojo que me sujeta al alma que me ha acompañado y me acompañará a lo largo de mi camino y de los siglos que se me permita caminar, me sostiene con firmeza y me mantiene a flote.   

Agarrado a ese hilo rojo he podido mantenerme en pie, y me esfuerzo en reforzar la costura dando nuevas puntadas para ser yo quien pueda sostener a quien está al otro lado, en caso de que sea su alma la que necesite de mi aliento y mi soporte. Porque esto es cosa de dos y el destino ya tomó la decisión por nosotros, y decidió emparejarnos para habitar un mismo corazón.

Puede que esto del hilo rojo, sea tan solo una leyenda oriental, un cuentecito de hadas, una acertada metáfora, pero pese a intentar comprender algunas de las cosas más increíbles que me han sucedido jamás, desde la racionalidad de la ciencia, y la seriedad de lo estudiado y demostrado por las mentes preclaras que se anticiparon a mis emociones, no tengo lugar a dudas. Ese hilo rojo existe y me ata a un alma noble y generosa, intensa y fuerte, hermosa y sincera. ¿Alma gemela? Ojalá. Mataría y moriría por ella y por parecerme lo más mínimo a cuanto tiene de ideal,

lunes, 18 de julio de 2022

Pasto de las llamas


 Pues no, aunque os parezca extraño, hoy no voy a hablar de mi corazón, de mis emociones ni de mi realidad. No voy a tratar de encontrar las metáforas más acertadas y las analogías perfectas para jugar de forma ingeniosa con el fuego, los incendios y mi corazón. Este ha sufrido quemaduras de tercer grado y está bastante calcinado, por lo que voy a dejarlo en la UCI para ver si se recupera, y hoy, voy a hablaros de algo que me tiene sobrecogido y no lo he descubierto en los labios de una mujer, sino en los campos, las sierras y los bosques de mi tierra. 

Como canta Nino rota en este precioso tema siciliano que utilicé no hace mucho para referirme a lo que me despertaba en el interior del pecho alguien terriblemente especial que se instaló en mi alma,"Brucia la terra mia, e abbrucia lu me cori"(arde mi tierra y arde mi corazón). Y es que mi tierra está ardiendo y son ya miles y miles de hectáreas las que se han consumido devoradas por el fuego.

Esta ola de calor que estamos atravesando ha traído en la faltriquera un ramillete de incendios que se están llevando por delante no solo gran parte de nuestras reservas naturales, para desgracia de nuestros pulmones necesitados de oxígeno, sino también campos de cultivo, empobreciendo a los agricultores que depositaron en ellos sus esperanzas y sus sueños, centenares de cabezas de ganado, zonas de ocio y esparcimiento como las destinadas a campamentos infantiles, docenas de  colmenas, viviendas, edificios públicos y también vidas humanas. Por no hablar de cómo las diversas especies animales que habitan nuestro ecosistema ven desaparecer su hábitat natural y tratan de subsistir lejos de sus territorios naturales. Y las toneladas de madera que podrían haberse utilizado con fines muy diversos, pero siempre controlando la tala con cuidado exquisito para no deforestar esta España nuestra.

En muchas ocasiones estos incendios nacen de la acción de los rayos, de las tormentas eléctricas, de las temidas tormentas secas, y de la inevitable fuerza destructora de la propia naturaleza, pero en no pocas son fuegos provocados por la irresponsabilidad humana, por su dejadez, su falta de conciencia y también en algunos casos por su avaricia o por su afán de notoriedad. Hay personas que en su enfermedad y en su sinrazón, disfrutan provocando incendios que arruinarán no solo a sus vecinos, sino también a todos los que disfrutamos del senderismo, de la naturaleza, de lo hermoso de lo que nuestros ancestros colonizaron y habitaron y de lo que la generosidad y la variedad de la orografía española nos ofrece.

No estoy libre de pecado, también he sido imprudente y bastante estúpido. El año pasado durante otra ola de calor un conductor detenido delante de mi en un semáforo se apeo del vehículo, y se acercó hasta mi para reprocharme que hubiera tirado por la ventanilla la colilla del pitillo que me acababa de fumar, y aunque avergonzado traté de excusarme diciendo que la había arrojado al lado del asfalto donde no había ningún peligro, no le faltó razón al desmontar mi pobre argumento diciendo que un golpe de aire la llevaría en cuestión de segundos hasta el lado de la calzada que lindaba con las tierras que flanquean la urbanización donde resido, y que de generarse un incendio podría lamentarme mucho más por las posibles desgracias aparejadas a mi imprudencia, que por aquel merecido rapapolvo educativo. No he vuelto a arrojar una colilla. Aprendí la lección.

Tengo la inmensa fortuna de conocer bien a trabajadores del servicio de extinción de incendios forestales de la Junta de Castilla y León, y me consta su esfuerzo y su sacrificio constante, con continuas guardias y agotadoras jornadas laborales, para atender y controlar, o tratar al menos de identificar lo antes posible la aparición de un fuego que pueda propagarse en el espacio que ellos supervisan. Y junto a los hombres y mujeres que no escatiman recursos materiales y humanos para sofocar las llamas en primera línea, aún a riesgo de sus vidas, también están aquellas mujeres y aquellos hombres que desde sus puestos en los centros base organizan la logística y el control de cada intervención, ocupándose con tesón y acierto de calibrar las situaciones, organizar los equipos físicos y humanos, preparar la intendencia y el avituallamiento,  e incluso gestionar los alojamientos para brigadistas y desplazados, en caso de haberlos.  Todo este personal cualificado, muy preparado y muy involucrado con su labor, sacrifican sus vacaciones y soportan el calor asfixiante y el agotamiento físico y mental de estas estresantes situaciones en post de la seguridad y el disfrute de cuantos residen en mi comunidad o la visitan.

Esta noche ha fallecido un brigadista a quien el fuego rodeó y atrapó cuando se encontraba intentando aplacar la ira de  las llamas con su motobomba. Sea este texto mi sentido homenaje y mi reconocimiento y agradecimiento tanto a él, como a cuantos han sentido esta vocación de velar por su tierra, por  sus vecinos y por sus bienes.

Cruzo los deditos para que no tengamos que lamentar más vidas ni más perdidas, sean del tipo que sean, y para que las hadas que habitan las llamas y que planean sobre incandescentes  pavesas, se apiaden de la fragilidad de un planeta que clama al cielo pidiendo una tregua.

domingo, 17 de julio de 2022

Las ilusiones robadas


Es curioso cómo te puede remover una película. Bueno...igual no es tan curioso, pues el cine no deja de ser un arte y el arte es subjetivo, y cada uno lo interpretamos como queremos. Y si esa película esta basada en una obra literaria del calibre de Las ilusiones perdidas del gran Honoré de Balzac, pues dos y dos son cuatro de toda la vida, incluso para alguien de letras puras como yo.

 Me ha parecido una buena adaptación y creo que el director ha conseguido situar a la perfección al espectador en la época y en el lugar donde se desarrolla la acción.  Desde luego no puedo poner ninguna objeción a la factura del film ni seré yo el que pretenda hacer de este post una crítica cinematográfica. No me arrogo el criterio necesario ni es lo que pretendo con este texto.

En cuanto a la obra de Balzac que da lugar a esta producción, cualquiera que haya leído a don Honoré sabrá que su pluma era terriblemente inmisericorde a la hora de retratar la Francia de su época y lo turbio de la sociedad que pretendía ser un ejemplo para el mundo civilizado. 

Más allá de lo que podría escribir sobre la forma, me voy a centrar en escribir sobre el fondo, pues inequívocamente me ha removido por dentro hasta la saciedad al haber establecido demasiadas analogías reales entre la historia de Luciane, el protagonista de este drama, y mí propia historia. 

No ha sido un visionado casual, alguien de mi entorno más cercano y de mi pasado más presente me recomendó esta cinta y he de pensar que al hacerlo, quería ayudarme a abrir los ojos y a mirarme desde fuera. Y lo ha conseguido. Los he abierto hasta tal punto que he `podido ver el fuego desatado  en el interior de mi pecho al identificar demasiada momentos vividos, sufridos y perdidos, como las ilusiones a las que se refiere el título de este compendio de aterradoras realidades en mi ego. Y al hacerlo he decidido renunciar a mi pasado de una vez por todas y abandonar al Juan que fui, a ese Juan que se equivocó una vez tras otra aferrándose con uñas y dientes a unas ilusiones que no perdió, le arrebataron de la forma más cruel. Puede que después de ver esta película me haya dado de bruces con ese punto de inflexión en mi vida que llevo persiguiendo desde hace ya un tiempo. Puede.

Esta obra es un verdadero drama, pues más allá de lo inmensamente triste de las historias de amor que vive el joven poeta con sueños y aspiraciones, lo más demoledor es ver como prostituye su talento, su creatividad y sus sueños. Y como fracasa irremediablemente.

El final es un final abierto al espectador y puedes decidir en tu psique si quieres que al entrar desnudo en el lago, el fracasado poeta de corazón destrozado se de un baño emocional que lo limpie y lo ayude a a reinventarse, o  simplemente que camine en busca de una inmersión que termine de una vez por todas con su sufrimiento. Yo prefiero pensar que el desdichado protagonista se aferra a que rendirse no puede ser una opción y decide simplemente refrescar cuerpo, alma y mente, y desandar lo andado hasta llegar sano y salvo a la orilla. Pero claro...ese es mi final, el final que a mi me gustaría que cerrara el metraje de la cinta.

En cualquier caso mientras veía la película he identificado demasiados errores, me he reconocido en demasiadas escenas y me he torturado con demasiadas tomas protagonizadas en el mundo real poco tiempo atrás. Y me ha roto el alma en dos. O en tres. O en una barbaridad de pequeños trocitos esparcidos por el vendaval de la realidad  que sinceramente creo que aunque pueda encontrarlos todos si los busco con calma y paciencia, nuca podré volver a pegarlos. Así que sencillamente voy a diseñarme un alma nueva, un corazón a estrenar y un futuro a la altura de las pocas ilusiones que aún conservo, y de la que me despierta la mujer sana, sencilla y honesta que se ha cruzado en mi camino. Quizá tenía que encontrarla y quizá ella tenía que encontrarme a mi, Y no sé que sucederá pasado mañana, o la semana que viene y, eso precisamente es lo maravilloso de su presencia, que esta obra se escribirá en verdaderos folios en blanco y con la tinta de la sinceridad más absoluta.

Puede que sea una obra maestra. Puede que sea otro fracaso y que un día decida volver al lago y caminar hacia el lugar donde el oxígeno sea tan solo un recuerdo más.

Pienso demasiado, lo analizo todo en exceso y me torturo cuanto me permito, que es mucho. Pero eso forma parte de la intensidad que me lleva a escribir y me ayuda a vivir, aunque a veces esta misma intensidad que no no pedí, haga de mi vida una espiral de lamentos y de fracasos. Soy como soy y no voy a disculparme por ello. No pienso hacerlo más.



 

martes, 12 de julio de 2022

Pólvora entre majuelos



El sargento Alonso decidió que era el momento de terminar con el circo mediático y ordenó a dos de los agentes destacados para salvaguardar la escena del crimen que disolviesen a la multitud y procedieran a desalojar a los periodistas que se habían hecho eco de la noticia. No hizo falta hacer un uso excesivo de la autoridad dado que algunos de los más exaltados curiosos congregados allí eran conocidos del sargento. Alonso acostumbraba a compartir vinos y chascarrillos con más de uno en los distintos bares y mesones del pueblo al terminar su turno. y no fue necesario tan siquiera cambiar el gesto o levantar la voz.

Los agentes del SECRIM enviados por la comandancia se entregaron con vehemencia a su labor de criminalística para rescatar cuantas evidencias pudieran encontrar en la zona acordonada. Antes de que cayera el sol sobre las viñas todo estaba consumado y apenas quedaba algún curioso recorriendo las tierras cuyos majuelos habían ocultado el cuerpo de Roque “el lejía”, asesinado de dos disparos en el pecho, efectuados con una escopeta de pequeño calibre, del 12 para ser exactos.

Al llegar a la casa cuartel Alonso se preparó la cena y abrió una botella de sus caldo favorito de la zona que reservaba en la puerta del frigorífico pues disfrutaba siempre del verdejo bien fresquito.

Mientras apuraba un vaso del excelente vino de Rueda recordó la discusión con el cabo Izastegui, un bilbaíno encantador con el que solía salir de vinos y acudir a las bodegas cuando no estaban de servicio. Izastegui había sido trasladado y desde hacía un par de meses se ocupaba de la seguridad y el bienestar de los vecinos de un pequeño pueblo burgalés del condado de Treviño. Poco antes de despedirse de los compañeros de Rueda, Izastegui le había discutido la originalidad de la vendimia nocturna de una de las bodegas de la zona, aludiendo a que hacerlo a la luz de la luna era ya una práctica habitual en la antigua Grecia, cosa que Alonso le discutió con vehemencia argumentando que recolectar a mano y con la escasa luz que ofrece el blanco satélite comparado con vendimiar a la luz del sol no le parecía en absoluto productivo y que además este tipo de vendimia se había comenzado a realizar en los tiempos modernos gracias a los procesos mecanizados. Al no poder encontrar en Internet referencias a esta práctica en la Grecia milenaria, el cabo abandonó la defensa de su afirmación y se refugió en las ventajas de la vendimia nocturna por la rehidratación de la uva y por la menor temperatura de la noche y el ahorro en refrigeración. El vasco y el sargento pucelano habían forjado una sólida amistad compartiendo años de servicio, conocimientos sobre las beldades de las uvas y muchas copas de vino en los bares y las bodegas de la zona. La cena y los recuerdos de tiempos más tranquilos junto a su amigo y compañero de catas lo llevaron a relajarse y no tardó en conciliar el sueño.

A la mañana siguiente Alonso organizó la investigación con todos los medios a su alcance y ordenó a dos agentes que indagasen entre los vecinos si se conocía alguna diferencia entre el finado y la familia propietaria de la bodega entre cuyos majuelos se había cometido el crimen. Él mismo se ocuparía de interrogar a Justo, el capataz que dirigía las cuadrillas de temporeros. No tenía sentido investigar a estos pues los trabajadores llegaban con una mochila o una pequeña maleta en la que portaban recambios de ropa, artículos de aseo personal y como mucho algún libro, algún dispositivo tecnológico - tabletas u ordenadores portátiles- con los que navegar por la red o ver una película o el capítulo de alguna serie de moda, y poco más, nada de armas.

Encontró a Justo poniendo orden entre los temporeros. Al ver llegar a Alonso despachó los últimos asuntos y se prestó al coloquial interrogatorio. Tenía la coartada perfecta, pues el día

anterior había estado en Valladolid acompañando a su hijo mayor ingresado en el hospital Rio Hortega.

Tras descartar a Justo como sospechoso, Alonso centró su interés en Jonás, el pequeño de los Barrondo, la familia dueña de las tierras donde se halló el cuerpo sin vida del exlegionario. Roque había servido en el Tercio de Ceuta y había participado en innumerables misiones de paz. Su formación militar y su participación en arriesgadas misiones en distintos puntos del planeta no dejaban lugar a dudas de que en ningún momento había tenido la sospecha de enfrentarse a un peligro, por lo que obviamente el asesino debía de ser alguien conocido.

Jonás era un tipo trabajador y disciplinado, apenas se le conocían excesos más allá de las borracheras en las fiestas del pueblo y las juergas con su pandilla de amigos, pues había formado una camarilla de parranda con los hijos de otros acaudalados bodegueros de la zona.

Antes de hablar con Jonás decidió charlar con Fortu y con Abel, los díscolos hijos de otro bodeguero que formaban parte de la pandilla de Jonás y con quienes siempre se le veía de fiesta.

Los encontró el taller de Paco, el mecánico del pueblo. El Mercedes descapotable de Abel necesitaba una revisión y Fortu había acompañado a su hermano para luego llevarlo en su Audi hasta la finca familiar.

—Menudo marrón te ha caído con lo del Lejía, ¿Verdad, Alonso? –preguntó Abel a modo de saludo al verlo llegar al taller.

—No tan grande como el que le ha caído a él, ni como el que le va a caer a quien le metió los dos tiros en el pecho –contestó Alonso tras dedicar a los hermanos el reglamentario saludo oficial llevándose los dedos a la sien.

—¿Sabéis ya quien ha sido el hijo de puta que ha matado a Roque? –preguntó Fortu con verdadera curiosidad. Al igual que todos sus amigos había comenzado en el trabajo de la bodega a muy corta edad. Las bodegas y las tierras habían pasado de padres a hijos durante generaciones y el que ahora el mundo del vino haya reportado a los bodegueros grandes ingresos por su sacrificado trabajo no había variado un ápice su condición de esforzados trabajadores ni su apego a la tierra que los vio nacer.

—Aún no lo tenemos claro, Fortu, por eso quería hablar contigo.

—No jodas que sospechas de mi hermano –preguntó Abel –antes de ayer estuvimos en casa, Nuestros padres celebraron sus bodas de oro y montaron un fiestón en la finca. Se trajeron incluso a los Jean Blazer desde Canarias, el grupo ese que hace música para vinos. Fortu se ocupó de todo y se acostó de los últimos.

Alonso sabía lo de la fiesta e incluso había sido invitado junto al resto de las fuerzas vivas del pueblo, pero declinó la invitación porque al fin había conseguido cenar con la mujer de la que se había enamorado como un colegial y no quiso renunciar a ello. Supuso que la pandilla al completo habría estado en la finca bebiendo y comiendo a la salud de los homenajeados, por lo que no dudó en lanzar su pregunta a bocajarro.

—Imagino que Jonás pararía de empinar el codo antes de coger su coche. Ese bólido es perfecto para fardar en Puerto Banús, pero me temo que no está preparado para correr por los caminos rurales.

—Pues te equivocas, sargento –contestó Fortu –Jonás se mamó como un piojo y de hecho el Olegario, el chico de los Cataño se ocupó de llevarle en su coche hasta la bodega, que tenía que haber apagado el generador antes de venir a la fiesta y le dio miedo dejarlo encendido toda la noche.

Aquello ubicaba a Jonás en la escena del crimen la noche de autos.

—Hablaré con Olegario. Ese chico tiene antecedentes por delitos menores, pero no creo que haya sido tan imbécil de asesinar a un vecino como Roque, a quien no se le conocían enemigos ni problemas con nadie de la zona. Tened cuidadito –añadió jocoso cambiando de tema antes de abandonar el taller –el día menos pensado le vais a quitar protagonismo al rallye de Montecarlo.

—En Montecarlo se morirían de gusto por venir aquí a correr y a beber vino en condiciones –dijo con arrogancia Abel mientras le palmeaba la espalda despidiéndolo.

Alonso enfiló el todoterreno oficial en dirección a las tierras de Olegario. El joven había heredado los campos de cultivo de sus padres fallecidos unos años antes en un desafortunado accidente de coche al impactar de frente con una cosechadora. Una vez superó el trauma y el dolor del incidente, Olegario se hizo cargo de los huertos y los campos de maíz, y consiguió rentabilizar su herencia. Durante el periodo que transcurrió entre el fatal accidente y su recuperación emocional el chico había bebido en exceso, y había sido detenido un par de veces por peleas en los bares durante las fiestas del pueblo. En una ocasión los amigos no pudieron pararlo a tiempo y le rompió la cabeza de un botellazo al impresentable de un pueblo vecino que le tocó el culo a la chica que le gustaba al deprimido y bebido heredero.

Al llegar a la propiedad e Olegario vio el Todoterreno de última generación aparcado a la entrada y al joven vaciando el maletero.

—¿Necesitas ayuda con algo? –Pregunto el benemérito a través de la ventanilla bajada.

—Gracias, Alonso, pero ya he terminado. Solo tenía que sacar unas cajas de tomates excesivamente maduros que no me han aceptado en la frutería del Hipercor y se los he cambiado por otros hace un rato.

Alonso se bajó del vehículo y se acercó hasta el coche de Olegario y este al verlo aproximarse cerró el maletero con prisas sin disimular su nerviosismo.

—¿Pasa algo, Olegario? ¿Hay algo que no pueda ver? A ver si ahora te dedicas al narcotráfico y yo sin saberlo –añadió sonriendo para quitarle hierro a las preguntas.

Entonces sucedió algo inesperado. Olegario salió corriendo como alma que llevaba el diablo evidenciando algo que Alonso no era capaz de explicarse. Corrió detrás del agricultor y lo alcanzó a poco más de doscientos metros del lugar donde habían mantenido la conversación.

—¡Se lo estaba buscando! –confesó entre sollozos Olegario –Le avisé de que se alejase de mi chica y él se río de mi delante de los de la partida en el Órdago, y me dijo que semejante hembra no era para mí. Jonás me ayudó a preparar la sorpresa citándolo en su bodega para ofrecerle unas hectáreas de cultivo que él ya no quería trabajar, y todo pasó muy deprisa. Le juro que no quería matarlo, solo iba a asustarlo, pero el muy gilipollas se puso en modo Rambo y trató de quitarme la escopeta con una llave de esas que aprendió en la Legión, pero en el forcejeo la paralela se disparó y me asusté. Al ver el lio en el que me podía meter y que si me denunciaba me podía joder la vida me asusté y lo rematé.

—¡No me jodas, Olegario! –alcanzó a decir Alonso mientras lo esposaba con los grilletes que sacó del cinturón –Acabas de joder dos vidas, la del Roque y la tuya. Por muy bueno que sea el abogado que puedas pagarte te aseguro que veinte añitos de cárcel no te los quita nadie.

En el coche de Olegario encontraron el arma del crimen y, esa misma tarde detuvieron a Jonás acusado de complicidad en el delito. En cuestión de horas la noticia de las detenciones de dos de los vecinos acusados de la muerte del exlegionario corrió por la comarca como la pólvora.

Alonso levantó la copa de verdejo brindando al aire por el alma del difunto y recordó lo que le dijo su instructor el primer día de academia, “las armas las carga el diablo y se les disparan a los gilipollas, a los borrachos y a los despiadados”.

viernes, 8 de julio de 2022

Ser y no ser...esa es la cuestión

Jugar con la frase más conocida del monólogo de Hamlet, mi obra preferida del bardo inmortal,  y con el título de este tema de El Chojin que encabeza la entrada, me ha resultado tan sencillo como divertido.

Obvia comentar la influencia de Hamlet en mi literatura, pues he tomado prestados una y otra vez a don William Shakespeare el pasaje de los consejos de Polonio a su hijo Laertes, y la composición moral que atribuyó al propio Laertes, para ese asesino homónimo que he creado como alter ego en mis textos más duros y más violentos y desagradables; en aquellos que han nacido del rencor y del odio, y que en la necesaria catarsis que es para mí la literatura, me han ayudado a vomitar todo lo que me estaba envenenando el alma.

Aquellos que leéis este blog con asiduidad os habréis percatado de que entre la música con la que suelo encabezar los textos de un tiempo a esta parte me decanto por la de esos poetas urbanos que son los raperos, y que de entre ellos escojo a los que suelen escribir temas con los que me siento muy identificado, y que no dudo en compartir con vosotros, pues en muchas ocasiones me lamento de no haber sido yo el que escribiera las letras de unas canciones que me describen y me representan. 

Rayden, Residente, El Chojín...para mi son los rapsodas de esta historia por fascículos que son mis vidas. 

Rayden ha sabido escribir mis momentos más dulces, más románticos, más irónicos y más sinceros. De hecho frases como "te comería a versos" ya las escribí yo hace muchos, muchos años, y por supuesto no me atrevería a acusar al de Talavera de plagio, simplemente de ahondar en las mismas emociones que yo y de compartir mi pasión por la literatura. Una cosa lleva a la otra.

La autobiografía de Rene, cantante portorriqueño más conocido como Residente, sirvió para acompañar mi propia autobiografía en este blog y para demostrarme que lo que yo siento y sufro lo sienten y sufren otras personas a miles de kilómetros de mi querida Invernalia.

El Chojín ha sido un descubrimiento más reciente y desde hace pocos meses no dejo de escucharlo pues tiene temas como este sobre el que estoy construyendo hoy la entrada, que de alguna manera parece que yo mismo le hubiera dictado palabra por palabra. Y escucharlo me ayuda, porque me sirve para darme cuenta de que no soy el único que se arrepiente de todo lo que no ha hecho, ni el único  que sueña con todo lo que quiere hacer y aún no se atreve. No soy el único que reconoce tener momentos de bajón ni que trata de explicar que no hay belleza en el dolor, aunque pueda convertir ese dolor en un texto hermoso. El Chojín también describe que se siente diferente y asegura no culparse por ello. 

Yo aún me culpo por no ser como los demás, por no pasar desapercibido cuando debería intentar llamar menos la atención y cuando mi forma de sentir y de vivir las emociones se considera intensidad, y termina resultándole molesta a algunos. 

Siempre hay una canción para cada momento, para cada sentimiento, para cada emoción y para cada persona. He encontrado las canciones perfectas que he asociado sin dudar a las mujeres que han marcado mi vida y que he podido escuchar junto a ellas. y al hacerlo reconocer en sus ojos , en sus caricias y en sus besos que en efecto, había dado con la banda sonora de nuestra historia de amor, de nuestro comienzo y de nuestra despedida.

Y estoy muy cansado ya de tener que despedirme, de perder con cada adiós un buen  trozo de ese músculo que bombea la sangre que corre por mis venas, y de creer que el amor que tanto ansío aún está por llegar, cuando realmente sé que me miento y que ese amor ya llegó y no supe estar a la altura. Y se convirtió en otra pérdida. 

Cada vez sé más de pérdidas y menos de victorias. Cada día coloco un nuevo fracaso en la vitrina de mi alma y cada día tengo menos ganas de volver a sufrir una derrota. Pero me conozco y sé que aunque en ocasiones se me pase por la cabeza el tirar la toalla, nunca lo haré porque llevo grabado a fuego en lo más profundo de mi  espíritu que rendirse no es una opción, y porque quiero creer que un día volverán a mirarme como me miraron una vez, a sonreírme con los labios y los ojos a la vez , y a besarme y a  acariciarme con la maestría de la artesana que al hacerlo está modelando mi ilusión y mi felicidad.

Creo en el amor como cura de todos los males que me llevan afligiendo desde que descubrí que había nacido para amar, pero no para ser amado. Quizás un día la mujer que amo, amé y amaré siempre, me quiera entregar su corazón a cambio de este pequeño músculo remendado y lleno de cicatrices, que pese a todo, a pesar de todo, sigue latiendo. 

martes, 5 de julio de 2022

Aplastar gusanos


 Laertes lo tiene más que claro, no va a haber piedad.

Ha tardado en hacerse de forma discreta con lo  necesario para este trabajo, pero desde que conoció a aquella sabandija humana algo le hizo ponerse en alerta y desconfiar de su falsa sonrisa, de sus palabras embaucadoras y de sus intentos de manipulación. Desde el primer momento supo que un día habría de cerrar para siempre aquella bocaza embustera.

Los capos del cartel que van a pagar su trabajo le han dejado bien claro que quieren que sufra y que no escatime en dolor. De hecho le han ofrecido un plus para que con el último adiós le administre una buena dosis de dolor y sufrimiento extra.  Desconoce las razones de los despiadados narcotraficantes para pagar la agonía del que fue su principal distribuidor en la montaña, pero este encargo que ha aceptado de buen grado, será más ocio que trabajo. Y piensa disfrutarlo.

Como ha planeado, aquel miserable gusano, creyendo que va a entregarle un nuevo cargamento, lo espera confiado tras la barra del bar del refugio de montaña que regenta y desde el que distribuye la cocaina a los pequeños camellos que surten a los consumidores de los más de cien pequeños núcleos urbanos establecidos a lo largo de la cordillera y de las faldas del macizo rocoso. Al ser una zona principalmente minera, hay mucho trabajador con buen sueldo dispuesto a enchufarse el achuchón necesario para aguantar con química y falsa firmeza el duro trabajo en las galerías. El negocio está garantizado y el dinero entra a raudales y con él, la avaricia y la ambición de quien lo recoge con una mano para entregarlo con la otra a los verdaderos amos. Y la ambición lo llevó a perder el norte y junto con la adicción al producto que distribuía, aquella rata terminó de cavarse su propia tumba.

Laertes espera a que baje las persianas del local y apague la luz del luminoso que anuncia la presencia del establecimiento. Una vez ha comprobado que no hay manera de que nadie pueda ser testigo de lo que va a suceder allí dentro, se relaja y se permite aceptar un vaso de whisky escocés con hielo. Saborea el primer trago mientras acaricia la culata de su Pietro Beretta de 9 mm y mientras apura el contenido del vaso que se lleva a la boca con la mano izquierda, con la derecha extrae el arma de la funda sobaquera y antes de que el asqueroso gusano pueda reaccionar le descerraja un disparo en el estómago.

Ha apuntado bien. Le ha perforado el intestino pero sin afectar a órganos vitales, por lo que el miserable que se retuerce de dolor en el suelo aún está consciente y tardará un buen rato en morir. Laertes guarda la pistola y se hace con la afilada navaja automática que porta siempre en su bota derecha. Se arrodilla junto a él agonizante despojo humano y sujetándole firmemente la cabeza le raja el cuello procurando no abrir demasiado la yugular para no acelerar el final. El angustiado y dolorido objetivo no puede gritar pues la sangre que mana en abundancia se lo impide.

Como regalito a los contratantes perfora ambos ojos con la punta de la navaja automática esmerándose en no alcanzar el cerebro. Que sufra, pero que aún no muera.

Este será su trabajo número treinta y dos. Bonito número. El rubio asesino de bigote bicolor se precia de no haber aceptado nunca eliminar menores ni mujeres, excepto a aquellas que amparándose en unas bonitas caderas o en unos labios seductores habían obrado como demonios escapados del averno. En esas circunstancias se debe a la paridad y no será él quien haga del suyo un ejemplo para el dominante patriarcado. Al fin y al cabo tanto los hombres como las mujeres que acepta eliminar son de todo menos personas, y entonces el género no es un elemento diferenciador.

Nota que su víctima comienza a respirar muy despacio y apenas puede moverse. El final está cerca. Pero aún no ha terminado con él. Que se lleve un buen recuerdo al círculo del infierno donde deberá cumplir eterna condena. Apoya la punta de la navaja entre sus costillas y va haciendo fuerza para que poco a poco se vaya abriendo hueco entre ellas y penetré de la manera más dolorosa posible. Ya está. No respira. No obstante vuelve a sacar su pistola, le apoya el cañón en la frente y de un solo disparo se asegura evitarse posibles sorpresas de último momento. 

Hacía tiempo  que no disfrutaba tanto al incrementar con unos cuantos ceros la cifra de su cuenta corriente.

Limpia todas las huellas que ha podido dejar en el vaso y en la barra, en el pomo de la puerta y en el cenicero donde apaga el pitillo de después de un trabajo bien hecho. Se asegura de no dejar rastro y abandona el local por la puerta del almacén. `

Previsor, antes de alejarse de la zona prende fuego al bidón de gasolina que ha vertido empapando lo más inflamable del mobiliario, de las puertas y las paredes exteriores, y del interior del local.  Desde la carretera que comunica la zona de montaña con la autovía del norte puede verse el impresionante fuego que arrasa el establecimiento y devora los restos de aquella cucaracha. Dios castiga sin piedra ni palo, para eso tiene a Laertes.