viernes, 12 de agosto de 2022

En la cima


 Los dioses tomaron asiento con expresión severa en la cima de una montaña, que poco tiempo atrás era famosa por su nevada cumbre, y que ahora tan solo permitía a los escaladores un ascenso entre secas rocas aristadas desprovistas del menor  copo de nieve. 

Habían elegido aquel lugar como el ideal para reunirse con los seres fantásticos que habitaban la naturaleza, y que habían suplicado audiencia con los hados para poner fin al peligroso declive al que el ser humano había llevado al planeta con sus caoticas prácticas contaminantes y destructivas. 

No todos los humanos eran iguales y duendes, hadas, faunos, ninfas, elfos y demás criaturas se entristecian al ver como muchos humanos  intentaban frenar aquel castigo de los dioses, al que denominaron cambió climático, y se afanaban en tratar de salvar el planeta de una destrucción segura.

Los dioses, enojados y firmes en su decisión, declinaron terminar con los males en forma de incendios, sequías, erupciones volcánicas, terremotos e inundaciones enviados sobre la humanidad en respuesta al desprecio con que trataron el regalo recibido, un planeta construido con todo aquello que podría necesitar para evolucionar y vivir sin problemas. Se decidió en su momento que todos los dioses aportarían belleza y cariño en sus creaciones, y unos dieron forma a la fauna, otros a la flora, otros a las cordilleras, a los océanos y a las nubes. Todos colaboraron con regalos a la vida. Un dios decidió crear el grano y enseñó al ser humano a cultivarlo para que nunca le faltase sustento. Hubo un hado que se esmeró en sus presentes y creó el amor, la ilusión y la esperanza, y los repartió entre todas las especies naturales, aunque la humana creyó ser la única beneficiaria de sus dones y se instaló con soberbia allí donde se permitió que creciera su especie convirtiéndola además en la primera de entre todas las creadas de la nada .

Cuando tras la desilusión sufrida pro los dioses y el justo castigo elegido para la humanidad ya todo parecía sentenciado, y el fin  llegaría inexorable, una joven ninfa de los bosques tomó la palabra y dijo así 

— Creadores de todo. Apelo a vuestra infinita bondad y a vuestra infinita generosidad para que levantéis ya este castigo. 

La humanidad no ha obrado bien, es cierto, pero esa también es vuestra responsabilidad pues le entregasteis el don del libre albedrío, y no quedasteis satisfechos con la libertad de sus actos, que derivó en confusión y errores imperdonables. 

Al castigar al ser humano castigáis también vuestra generosidad y vuestra confianza, por eso os suplico que me permitáis enmendar sus fallos, orientarlos y enseñarlos a reconstruir lo devastado, a purificar lo corrompido y a regenerar lo perdido. Os prometo que elegiré bien a aquellos que de entre los suyos ayudarán a emprender el camino correcto y a recuperar vuestro amor. Yo misma me sacrificaré por su futuro y abandonaré mi forma inmortal para convertirme en una entre ellos y liderar el cambio, aunque al hacerlo sepa que me enfrentaré a su ignorancia, su odio y su desprecio.

—Y ¿Cómo crees que tu, una pequeña ninfa de los bosques sin apenas poder para conseguir que la mano del hombre respete sus dominios, podrás enfrentarte a las armas de una especie que antepone su desmedida codicia a la supervivencia de su mundo?–preguntó con desconfianza el dios más severo de cuantos acudieron a la reunión.

—Vamos viendo –contestó la pequeña ninfa con tal ilusión en la mirada y tal fe dibujada en su sonrisa, que hasta aquel dios furioso cedió  ante la esperanza que transmitía el ser de los bosques.

Todos los dioses se apiadaron de su plegaria y le concedieron la oportunidad de reeducar a la humanidad y de intentar salvarla.

Al abandonar la reunión en la cima, la ninfa de los bosques, bendecida por los hados, descendió a la llanura con forma humana y comenzó su lucha. Desde aquel día vive entre nosotros y nunca cesará en su empeño. Nos está regalando futuro para nuestros hijos, a cambio de su vida inmortal.

Muchos, la inmensa mayoría de los individuos de la especie humana, no son capaces de reconocer su verdadera esencia y por eso tratan de condenarla al olvido. Se hace llamar Greta y ya son unos cuantos los que han decidido escuchar su voz, por el bien de todos.


NOTA DEL AUTOR

Dentro de poco escribiré el más feliz de los finales para este cuento. Un final en el que hemos sabido escuchar, y hemos decidido vivir en la tierra con  respeto y el amor a lo que los dioses en su generosidad nos entregaron, y lo que la ninfa de los bosques en su valentía decidió que conservásemos.

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