sábado, 20 de junio de 2020

Cartas desde el desván

No soy un monstruo. No soy malo. Simplemente soy diferente y me niego a seguir escondiéndome.Me escondo detrás de un millón de excusas, de un montón de disculpas y de un generalmente sincero arrepentimiento, aderezado con esa amarga salsa que es el propósito de enmienda.
Pero he decidido salir a la luz y que todos los espectadores del patio de butacas, del anfiteatro, los palcos y el gallinero contemplen mi rostro modelado con el bisturí de las traiciones, los desengaños y los continuos fracasos, y cincelado con el escarpelo de la culpa que por mucho que lo intente, no consigo purgar. No creo que vayan a horrorizarse al verlo. De hecho en este tiempo de retiro en el desván, he observado que el mundo está lleno de monstruos de amplias sonrisas, agraciadas facciones y rostros amables.
El sufrimiento me llevó a ocultarme de una vida que solo habitaba en cada texto escrito desde el fondo de mi alma, pero a consta de esforzarme he aprendido que la alegría que me obcecaba en sepultar bajo las penas, brilla con fuerza, imprime carácter y sirve de llave maestra para abrir todas las puertas que me devuelvan a la tan temida y sobre valorada realidad.
Salto de un lado a otro aferrándome a la compleja tramoya que cambia los decorados con los que la función resulta espectacular a ojos de todos los ignorantes que prefieren obviar que viven en un inmenso teatro, en el que la taquillera ha colgado el cartel de completo y el empresario ha decidido reducir el aforo para el resto de la temporada.
Por eso ha llegado el momento de descubrirme ante todos y de desafiar al destino. Nunca volveré a sufrir por aquello cuya solución  no esté en mi mano y nunca volveré a consentir que se me atribuya lo que no me corresponde. Aprenderé a dejar de decir lo siento como principio de cada frase.
No es soberbia, no es orgullo. Es supervivencia.
Pagaré mis deudas y cumpliré mis promesas, procuraré vivir siempre con los valores que rigen mi conciencia y ser fiel a los principios que me inculcó el mejor maestro al que sometí a una continua desilusión.
Me esforzaré en trabajar mis habilidades y en pulir mis defectos, que son muchos, pero jamás soportaré un desprecio ni una falsa acusación sin medir con la vara de mi palabra la espalda de quien se atreva a hacerlo.
Llevo años rezando para que se me ayude a ayudar, para que se me den las herramientas y el acierto para hacerlo, pero no estoy aquí únicamente para eso. También tengo la complicada misión de ser feliz y de hacer feliz a las personas que quiero.

La ópera ha comenzado. Disfruten del espectáculo. 

lunes, 15 de junio de 2020

De las mieles más amargas

Libé el néctar de aquella flor venenosa y pagué la imprudencia por lo peligroso de la orgía de la pandemia universal que me llevó a descorchar la botella. Pero de aquel mal trago salió algo hermoso y, la borrachera de emociones confinadas que encontraron la vía de escape al convertirse en cadena de versos, tomó forma una vez más en negro sobre blanco. 
Viajó a través de la red invisible hasta las manos de los pescadores de estrofas que decidieron que destacaba sobre muchas de las capturas que agonizaban en cubierta, y colocaron el trofeo en la pared de la cabaña junto a otras hermosas capturas.
Del akelarre poeta celebrado en una jaula de oro nació un poema inmediato y salvaje que consideré no tan débil como otros muchos que escribí en el pasado, y aposté por la fortaleza del deseo intrínseco que ocultaba y que sabia a ella, olía a ella y besaba como ella.
Juzguen ustedes si he de abandonar el parnaso. O si por el contrario, debo luchar por mi puesto en él, junto a los que un día lo convirtieron en el lugar de encuentro en el que quisiera acomodarme para siempre.

En un beso
Antes de la herida que nos desangró de versos llegó al galope la duda,
mentirosa de cariño y amazona de la desgracia universal,
orillada la esperanza en una cala perdida y varada junto a pecios de otras condenas,
rezábamos inconscientes de que Él ya había dictado plaga y justo castigo.
Discutimos el precio del pasaje y escogimos camarotes con enormes ojos de buey,
espaciosos para aplausos y canciones que hablan de contratos impagados a la vida,
subimos a bordo inocentes de todo mal infligido sin quererlo a nuestro mundo,
culpables de habernos amado despacito y con cautela como aquellos que se temen.
Ocultamos cada beso detrás de una mascarilla teñida de pasado.
no quisimos darnos cuenta de que perdimos el tiempo y olvidamos lo vivido,
fingimos ser especiales por desearnos de lejos y amarnos por videollamada,
impostores del orgasmo conseguido en la cubierta batida por las olas,
Negándonos el sabor de los fluidos del alma que emergen con cada beso.
admitimos el castigo de no volver a besarnos como antes cuando era habitual,
discípulos de un maestro que nos arruinó la vida y nos cercenó el futuro,
orgullosos de habernos regalado este último beso de la nueva normalidad.

jueves, 11 de junio de 2020

Estirpe de tinta.

Son mis criaturas, mis hijos. Son carne de mi carne, tinta de mi tinta. 
Yo les di la vida y ellos contribuyen a que la mía tenga sentido.
El primogénito, Iván, es absolutamente igual que yo. No puede negar que es idéntico a su padre y si por arte de magia llegara a volverse de carne y hueso, nos confundirán por la calle. Pero él lleva placa y pistola. Le regalé ambas cosas al nacer, con la única obligación de que hiciese buen uso de ellas. Y es un buen hijo. Nunca saca su arma sino se ve obligado a ello y jamas dispara contra alguien desarmado, ni contra niños. Contra mujeres ha aprendido a hacerlo porque es un hombre de su tiempo, y considera que en efecto, ellas tienen los mismos derechos y obligaciones que ellos y son igual de susceptibles de recibir un balazo entre los ojos que les arranque la luz, o en el corazón que detenga su latido. Mi criatura es tan paritaria, que como veis, la puedo escribir en femenino.
Nació con una misión, con la misión de resarcirme de mis fracasos en el amor y después de haberle hecho pasar por una muy complicada situación en su primera novela, lo estoy empujando a otra más complicada aún. Y ni siquiera se queja. Simplemente se deja llevar por mi, se entrega a mis caprichos y a veces me sugiere soluciones a los líos en los que le meto.
En este segundo jaleo al que se ha visto conducido por las teclas de mi ordenador, le he regalado la compañía de la mujer que lo ama y que lo único que quiere de él es a él. Y hay páginas en las que los permito disfrutar de su amor y de su felicidad, envidiando al escribir lo sencillo que es dejar que fluya.
También le he escrito una  buena amiga, compañera en el cuerpo, con la que enfrentarse a cuanto desalmado quiera terminar con su vida de personaje literario. Y además le he creado un personaje sorpresa, antagónico, pero aún así amigo. Una mujer, carente de mis debilidades, de mis imitaciones y de mis traumas, que se unirá a ellos en la resolución del enigma y en la superación de las pruebas. La mujer que hubiera querido que fuera mi criatura si hubiese nacido con distinto género, si hubiese llegado de otra forma. Si no lo hubiese inspirado en mi.
Todos ellos van cobrando fuerza, van respirando en negro sobre blanco y se van haciendo un hueco en una familia muy especial que se nutre de hijos adorables basados en la realidad más inmediata que colma mi día a día  y, de caines sin corazón y con el alma podrida, inspirados de igual forma en otros personajes cotidianos con los que he tenido la desgracia de coincidir.
Por eso escribir es algo tan maravilloso. Por eso necesito hacerlo, por eso no puedo vivir sin sentarme ante un teclado, porque ante él, yo soy Dios y soy el destino. Yo castigo y recompenso, yo decido quien puede lavar sus culpas y quien debe resarcirme de lo sufrido.
La literatura, como todas las manifestaciones artísticas, se nutre de ego y el ego es  muy poderoso. Y está muy presente en Los crímenes del archivo
Al escribir soy el padre que no he llegado a ser en la vida real. Al escribir soy el brazo de la justicia moral que no he sabido aplicar.
Trataré de ser el mejor escritor que pueda llegar a ser, al igual que trato de ser la mejor persona que pueda llegar a ser. Me lo debo. Os lo debo.
   

domingo, 7 de junio de 2020

Corazón

Durante mucho tiempo te he maltratado, he intentado silenciar tus quejas y he ignorado tu sufrimiento.
Pensé que podrías soportarlo todo y forcé tanto la máquina que hubo que desfibrilarte con los labios adecuados y recuperar tu latido.
Te entregué sin pedir nada a cambio, te regalé y te prostituí, pero nunca me atreví a poner yo el precio, nunca supe valorarte lo suficiente y jamás llegue a entender que eras el tesoro más valioso, la pertenencia más preciada, mi joya de la corona. Te cambié por baratijas, me dejé embaucar como un confiado indígena al que deslumbran con espejos y collares de cuentas. Abusé del agua de fuego para dormir tus reproches  y te empeñé tantas veces, que coleccionas los recibos de cientos de relaciones.
Te vestí con versos que moldeaban tus curvas y te hacían irresistible a las mantis religiosas que no dudaron en masticarte entre sus patas después de cada coito y te eché sobre los hombros las abrigadas metáforas de mil y un textos que te protegían del frío de otros corazones, pero que no cubrían tus pies y siempre tiritabas. Y aún así y todo la gelidéz de los falsos amores que se acostaron junto a ti te resultó placentera en tu inocencia. Hasta que volvían a despellejarte y comenzaba de nuevo el puto bucle sin fin al que te empujé cuando descubrí la adorable y deseada diferencia entre ellas y yo.
Te creíste todas las mentiras, te convencí de argumentos imposibles. Ayudé en tu confusión seducido por placeres que a ti te resultan innecesarios, pero que fueron la moneda de cambio en demasiadas transacciones.
Y ahora he entendido que te debo una vida. La vida. 
Debo esforzarme en la búsqueda de tu felicidad, debo asumir que no hay besos en el mundo que puedan pagar ese trabajo que desempeñas infatigable veinticuatro horas al día siete días a la semana. 
He entendido que tu y yo somos uno y que cuando tu sufres yo me quiero morir y que cuando yo muera habré ignorado tu constante y mal recompensado esfuerzo.
Te prometo que solo te compartiré con aquella que esté a la altura de todo lo que me aportas y que no volveré a permitir que te maltraten, que te mientan, que te ensucien.
Te prometo que cuidaré de ti. Y para ello lo siento, pero debo arrebatarte el control.
Ya no mandas, ya no decides, ya no manipularás mi mente ni condicionarás mi razón.
Perdóname. Creo que al fin he entendido las reglas del juego. Creo que por fin me he hecho mayor.

jueves, 21 de mayo de 2020

Mi gato estrella

Cuando escuché versionar este tema a Pablo Acebal, cantante del vallisoletano grupo Blow, comprendí porqué tengo tanto cariño a este artista y porqué soy su amigo.
Al igual que yo escribo abriendo las compuertas de sentimientos de la presa de mi pecho y permitiendo que el caudal liberado inunde mis textos, Pablo canta siempre desde el alma y ha compuesto temas tan hermosos como Brotehr Friend, Oceans of time o Wander girl,donde al traducir la letra descubres con cuanto sentimiento canta a esos amigos que son tus hermanos, a los océanos de tiempo que serías capaz de atravesar por un verdadero amor o a la maravillosa heroína que hay en cada mujer.
Mi gata luna es una canción triste que habla de algo tan doloroso como es perder a un amigo, a un compañero de vida, a ese trocito de tu alma que no importa si tiene dos patas o cuatro o si en vez de hablar ladra o maúlla.
No conocía este tema de Cecilia. Creo que nunca fui más allá del ramito de violetas. Sabía que esta cantante fue también una muy sensible artista a la que la vida le reservó un trágico final. Al detenerme a escuchar la letra no pude evitar emocionarme. Y es que además de que la voz de Pablo ya de por sí me acaricia siempre el alma, el recuerdo de mi querido Gatete le hizo los coros durante toda la canción.
Hace más de seis meses que Gatete me dejó después de diez años de compartir aventuras, alegrías y penas. Son ya cerca de doscientas las noches que no lo escucho ronronear junto a mi.Me falta su presencia, su cariño, su animal simpatía y su felina amistad. Se fue a buscar roedores por el universo y se instaló en una estrella plagada de toperas desde donde a veces lo escucho maullar juguetón antes de salir de caza.
Por desgracia a mis cuarenta y cinco años ya he perdido a unos cuantos seres muy queridos, ya he entendido lo terrible de nuestra mortal condición y ya he aprendido lo doloroso que es querer en diferido.
Se que muchos se tirarán de los pelos y se rasgarán las vestiduras al verme equiparar el amor hacia un padre con el que destinas a una amiga, a un amigo o a un animal. Lo siento. Dese luego no eran en absoluto iguales, pero yo es que no sé querer a medias y si quiero a alguien lo quiero de verdad y eso significa que vive en mi corazón, y que el día que su cuerpo terrenal tiene que abandonar el baile, su esencia se fusiona con la mía y permanece no solo en mi recuerdo, sino en cada latido de este magullado corazón que si sigue bombeando sangre, es gracias a la fuerza motriz que le aportan todos aquellos a los que quise y todos aquellos que me quieren.
Por eso tararear este tema junto a mi amigo Pablo no solo es un acto de amor, es un acto de supervivencia.

viernes, 15 de mayo de 2020

Besos en el tintero


                                                                     
Puede que encontremos la belleza y puede que en realidad ahora es cuando todo empieza. Tengo que aprovechar los comienzos y procurar aprender del pasado para no cometer los mismos errores y profundizar en los aciertos, en los pocos que tuve. Tengo que estar prevenido para no volver a dejarme besos en el tintero como los que se pudrieron en el pasado por timidez, y por vergüenza mal entendida  no llegaron nunca a entregarse. Y sus destinatarios murieron. Aunque me pese y trate de explicarles que esos besos les pertenecen, aún tendré que esperar a que el destino fije la fecha para poder dárselos.
Ahora estamos pasando una época terrible en la que la humanidad recoge la cosecha de tempestades al haber sembrado vientos en todos los terrenos de cultivo.
El planeta ha decidido castigarnos por tanta insensatez y ha procedido a limpiarse un poco a costa de nuestro sufrimiento y de cientos de miles de muertes. La inmensa mayoría de los fallecidos han sido daños colaterales. El virus que nos ha regalado la naturaleza no es un virus selectivo, no está diseñado para exterminar culpables de la decadencia global, aunque todos lo somos un poco, directa o indirectamente.
Amparado en la resistencia, en la idea de que rendirme nunca es una opción y en mi afán de continuar aquí y de tratar de dejar huella, me agarro a la idea de que puede que esto sea un antes y un después, de que realmente se trate de un nuevo comienzo y de que entre otras muchas cosas, se me está dando una nueva oportunidad. Está claro que el hacedor me tiene cierta simpatía y prefiere que aprenda, que interiorice su mensaje y que aproveche las ocasiones.
Y voy a hacerlo.
Cada noche, en esos minutos que dedico a hablar con Dios, con los Dioses, con Supergato o con quien sea el que maneja esto, siempre hago la misma petición. Pido que se me ayude a ayudar y que se me ayude a convertirme en la persona que quisiera llegar a ser. Puede que de esta espantosa plaga que se nos ha enviado saque al menos una lección para que cuando todo pase y volvamos a vivir sin miedo a lo invisible, pueda crecer como persona.
He aprendido que demostrar tu amor por la gente que quieres no implica transmitir debilidad al hacerlo. Que quienes no sepan aprovechar lo que les ofrezco de entre lo mejor de mi y lo corrompan y desvirtúen sin valorar el regalo, son los únicos culpables de hacerlo. Pero también, fruto de este aprendizaje, he decidido que no voy a arriesgarme a que aquellos que lo merecen todo abandonen este valle de lágrimas sin llevarse con ellos la certeza de lo mucho que los quise. 
No sé si la humanidad se ha dado cuenta de que de este mal se puede desgranar una enseñanza vital. No sé si realmente el ser humano quiere aprender de lo vivido o si cuando encuentre el parche para tapar esta fuga, volverá a las andadas o incluso peor, por lo resabiado.
En cualquier caso yo tengo muy claro que hay muchas formas más efectivas de aplaudir a quienes han demostrado generosidad, inmensa solidaridad y valor sin límites, y esas formas efectivas nada tienen que ver con los balcones. 
La vida es la cara más hermosa de una moneda cuya cruz se fija en la cabecera de los túmulos. Y nos hemos empeñado en devaluarla.
Mis manos y mis labios, mis versos y mis textos, mi incansable lucha por ser feliz y por encontrar y disfrutar el amor están desde hoy a disposición de aquellos que lo necesiten.
Y decir esto no me hace mejor persona. Me posiciona como persona.




sábado, 9 de mayo de 2020

Camina junto a mí

No puedo negar su existencia. Tampoco puedo negar que lo someto a una terrible tensión continua, que lo hago vivir al límite y que trabaja las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.
Supongo que mi ángel fue uno de los que alzó su flamígero acero contra Dios padre cuando Lucifer, picado por la envidia y con el ego henchido, se levantó contra quien le dio su ser. 
Imagino que en justo castigo por haberse unido a la rebelión y haberse alzado contra su poder, el creador lo condenó a ejercer de guardián de hombres como yo y, a lo largo de los siglos, ha ido protegiendo un insensato tras otro, un atrevido tras otro.
Muchos creen que soy un tipo afortunado, pero sinceramente creo que la fortuna poco tiene que ver con el que siga aquí. Más bien mi custodio está demostrando que ya ha redimido su culpa y está haciendo méritos para que se le perdonen sus fallos y se le reponga su dignidad a costa de dejarse el plumón de sus alas en protegerme, ayudarme y cuidar de mi cada vez que demuestro mi falta de cabeza, cada vez que olvido que soy mortal y cada vez que se me ocurre echarle otro pulso al destino . 
Estúpido de mí, no me he parado a pensar que no es mi brazo el que consigue vencer al del caprichoso hado, sino el de aquel al que se le asignó mi custodia.
Cuando nací, colocaron en la cuna una medalla del ángel custodio con mi nombre y mi fecha de nacimiento grabada en la parte de atrás.Al crecer, mi madre la engarzó en una cadenita de oro y desde los dieciséis años pende de mi cuello. Siempre la llevo conmigo. nunca me la quito y aunque muchos días comparte espacio con otros collares y otros colgantes, esta medalla es testigo de todo lo que sucede en mi día a día, de mis imprudencias de mi atrevimiento y de todos mis errores. Y él siempre está a la altura de la misión encomendada.
Es mi protector, puede que por imposición divina, pero sé que camina junto a mi y que aunque no pueda verlo, me acompaña en cada barra de bar, en cada reunión de trabajo y en cada cama que frecuento.
Puede que aprenda de mis continuas equivocaciones y llegue el momento en el que  consiga darle unos días libres. Puede que cuando el hacedor decida que ha llegado mi hora, lo retire del servicio activo y decidan entrenarme para ocupar su puesto, y sea yo el que reciba dos alitas de plumón blanco, una espada de llamas y un objetivo a proteger. No me parece un mal trabajo.
De momento solo puedo tratar de que mi ángel llegue a relajarse y estar agradecido. Por tanto. Por todo.


jueves, 30 de abril de 2020

Pedir perdón

Porque pedir perdón es algo que siempre debe ser sincero. No sirve de otra forma. No limpia de otra forma. 
Hay que entender que pedir perdón, cuando nace del deseo real de ser perdonado, es algo que tiene que haberse alimentado del arrepentimiento y del propósito de enmienda. Sino no tiene sentido.
Y no vale que te perdonen porque sí, por no quemar más naves, por no hacer más grande esa bola de nieve que comenzó a rodar ladera abajo con la primera metedura de pata, y que fue creciendo en su camino al arrastrar multitud de errores.  El perdón tiene que derretir el hielo, tiene que disolver la nieve, tiene que conseguir que se convierta en el agua que riegue los buenos propósitos y haga brotar ese nuevo ser desinfectado de confusiones, de daño y de corruptas buenas intenciones.
Porque sí. Porque a veces las mejores intenciones se corrompen sin darnos cuenta y ese germen, que pudre lo que creías un hermoso regalo para las personas que quieres, se alimenta de los fallos que cometes al dejarte llevar por la ilusión y al no detenerte a pensar las consecuencias del presente ya podrido.
Y duele.
Duele mucho reflexionar y comprender que te has vuelto a equivocar. Que no querías hacer daño, pero lo has vuelto a hacer. Que tu cariño hacia aquellos que quieres se distorsionó y se transformó en otro motivo más para continuar en el bucle de la disculpa.
Y estás ya cansado de vivir excusándote sin aprender de los errores. Estás agotado de saber que tensas tanto la cuerda que en cualquier momento se terminará rompiendo. Y no quieres que se rompa.
Así que una vez más y deseando abrasarte con ese  fuego en el pecho que cauterizará la herida, agacharás la cabeza arrepentido, enterrarás las escusas en el jardín y tratando de que no te tiemble la voz, volverás a pedir perdón.

domingo, 26 de abril de 2020

¿Puedes oírme?

Papá ¿Puedes oírme? ¿Puedes verme?¿Puedes encontrarme a través de las sombras de las noche?
Esta canción de la banda sonora de la película Yentl, magistralmente interpretada por la cantante y actriz Barbra Straisand, siempre me emocionó. Y hora más que nunca.
Debe de ser algo normal entre los seres humanos. Cuando nos asustamos, cuando estamos confusos, cuando tenemos miedo, recurrimos a nuestros padres. Igual que cuando nos aflige una pena muy grande o nos atormenta un dolor insoportable, entre suspiros y sollozos e intentando contener las lágrimas llamamos a nuestras madres. Todos hemos visto imágenes de soldados abatidos en diferentes conflictos a lo largo del planeta que, empapados en sangre, llamaban a sus madres desde el suelo.
Hace más de cuarenta días que permanezco en casa junto a mi madre y dos de mis hermanos. Hace más de cuarenta días que trato de estar a la altura de lo que mi padre nos enseñó y hace más de cuarenta días que trató de cuidar a los míos como mi padre cuidó de mi hasta el mismo día de su muerte, Pero no voy a osar compararme. Él fue siempre un hombre inteligente, fuerte, resolutivo, justo y seguro de si mismo y yo, a veces me pregunto si a pesar de mis cuarenta y cinco primaveras, mi larga colección de historias de amor y mi afición por exponerme al dolor más intenso que es el de la traición de las personas que amas, soy ya un hombre.
Intento aportar tranquilidad, seguridad, armonía, cariño y buen humor durante este confinamiento. Intento mantener la llama de la antorcha que recogí de las manos de mi padre cuando el destino decidió que ya era hora de hacer el relevo y rezo pidiendo que se me ayude a ayudar,que se me de el acierto, la inteligencia y la fortaleza para hacerlo. Pero a veces tengo miedo.A veces dudo y creo que jamás seré la sombra de lo que mi padre fue y a veces,de pie junto al árbol del jardín de casa donde se enterraron parte de sus cenizas, le pido que me asesore y me aconseje, como hizo en el pasado aunque en muchas ocasiones fui un hijo torpe y egoísta, que antepuse mi bienestar y mis caprichos al espíritu de sacrificio y al esfuerzo por el bien común y por el bien familiar que mi padre trató de inculcarme.
Y a veces puedo escucharle hablarme sin palabras. A veces siento que en la distancia me reconforta y vuelve a abrazarme y a perdonar mis muchos errores.
Intentaré que llegues a sentirte orgulloso de mi.
Volveremos a vernos, papá. pero aún no. Aún no.
Fuerza y honor. 

domingo, 19 de abril de 2020

Barbecho

Nada puede crecer ya en mis labios si no los riegas, si no siembras besos, si no cultivas cariño.
Mi boca está yerma y abandonada. Hace más de un mes que la pusimos en barbecho y aunque la abonas cada día con llamadas telefónicas, wasaps y videoconferencias, va a ser muy difícil que la cosecha de amor vuelva a llenar nuestros silos.
Trato de imaginarte a mi lado y al abrir un vino siempre saco dos copas. Al acabar la botella solo tengo que fregar una de ellas. Y me duele tanto devolver la tuya inmaculada a la vitrina que me estoy planteando seriamente dejar de beber. También voy a dejar de bailar. Arrastro los pies a ritmo de tango y las baldosas echan de menos tus zapatos de tacón. Yo echo mucho de menos poner mi mano en tu espalda y sentir tus muslos milongueros resbalando contra los míos.
Como dice la canción, "me manché de tango". Lo cierto es que me he puesto perdido al escuchar a Gardel sin tomar las debidas precauciones. 
Cada noche regalo un abrazó al vació que dejó tu cuerpo en mi cama. Cada noche apago la luz furioso porque no siento tu aliento en mi nuca. Cada noche deseo que salga el sol lo antes posible y así habrá pasado otra noche de soledad y nostalgia. Al despertarme la luz me recordará que ya queda un día menos para volver a acariciarte y la esperanza será la semilla que esparcir en mis labios.
Cómo decirte que te echo  de menos. Cómo escribirte que imagino reencuentros sin mascarillas y sin guantes, sin ropa y sin tabúes, infectándonos la piel con caricias eternas.
La distancia social nos curará de virus y enemigos microscópicos, pero echará a perder los hermosos campos de amantes que embellecen el paisaje de mi tierra.
Y aún así y todo, resistiré.