Mi boca está yerma y abandonada. Hace más de un mes que la pusimos en barbecho y aunque la abonas cada día con llamadas telefónicas, wasaps y videoconferencias, va a ser muy difícil que la cosecha de amor vuelva a llenar nuestros silos.
Trato de imaginarte a mi lado y al abrir un vino siempre saco dos copas. Al acabar la botella solo tengo que fregar una de ellas. Y me duele tanto devolver la tuya inmaculada a la vitrina que me estoy planteando seriamente dejar de beber. También voy a dejar de bailar. Arrastro los pies a ritmo de tango y las baldosas echan de menos tus zapatos de tacón. Yo echo mucho de menos poner mi mano en tu espalda y sentir tus muslos milongueros resbalando contra los míos.
Como dice la canción, "me manché de tango". Lo cierto es que me he puesto perdido al escuchar a Gardel sin tomar las debidas precauciones.
Cada noche regalo un abrazó al vació que dejó tu cuerpo en mi cama. Cada noche apago la luz furioso porque no siento tu aliento en mi nuca. Cada noche deseo que salga el sol lo antes posible y así habrá pasado otra noche de soledad y nostalgia. Al despertarme la luz me recordará que ya queda un día menos para volver a acariciarte y la esperanza será la semilla que esparcir en mis labios.
Cómo decirte que te echo de menos. Cómo escribirte que imagino reencuentros sin mascarillas y sin guantes, sin ropa y sin tabúes, infectándonos la piel con caricias eternas.
La distancia social nos curará de virus y enemigos microscópicos, pero echará a perder los hermosos campos de amantes que embellecen el paisaje de mi tierra.
Y aún así y todo, resistiré.
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