martes, 8 de marzo de 2022

Hazlo, aunque duela (segunda parte).

 

El proyectil de la pistola semi automática de gran calibre impactó en el techo del salón del chalé abriendo un boquete a través del que se podía distinguir claramente el color de la pintura del dormitorio donde se terminarían resolviendo todas las diferencias y aclarando todas las dudas.

Laertes evitó la muerte en el último segundo al desviar el cañón del arma con un rápido movimiento, pero Adán es una muy experimentada agente y antes de que el rubio y enamorado asesino pudiera arrebatarle la Smith and Wesson lo derribó realizando uno de los barridos laterales que aprendió en los cursos de artes marciales impartidos durante su formación en "la Agencia". El cuerpo de Laertes impactó con el suelo produciendo un sonido seco y potente. Antes de que le diera tiempo a ponerse de nuevo en pie Adán ya lo estaba encañonando de nuevo. Pero para sorpresa de ambos algo la llevó a extraer el cargador de la pistola y arrojarla sobre el vecino sofá de cuero. Ella misma ayudó al sorprendido sicario a levantarse y al tenerlo a tiro de labios, se arrojó a disfrutar del nectar de su boca.

Laertes sintió que la vida que se le había perdonado in extremis acababa de cobrar un sentido que jamás hubiera esperado y es que desde ese mismo instante supo que solo mataría y moriría por ella. Y la besó con ardor, y comenzó a desnudarla.

—Vamos arriba –alcanzó a pronunciar Adán apartando unos segundos su boca de la del hombre que con maestría la despojaba de la ropa– esto lo solucionaremos de otra forma.

—Como desees –contestó Laertes antes de abalanzarse sobre los por fin desnudos pezones de la letal belleza americana, que erectos y desafiantes lo aguardaban anunciando el mayor de los disfrutes.

Consiguieron llegar hasta la cama deteniéndose en cada peldaño de la escalera para saciar su sed de amor y permitir a las lenguas expresarse. Al llegar junto al lecho Adán tomó las riendas de la situación y despojó a Laertes de la poca ropa que aún llevaba puesta, regalándole el más delicioso beso en su miembro viril.

—Creo que al final no debí esquivar esa bala, ya que me parece que he muerto y he subido al paraíso.

—Calla y déjame disfrutar de esto –dijo Adán mientras subía recorriendo su piel con la lengua y deteniéndose en su cuello para poder sentarse a horcajadas sobre él , recibiendo dentro de su cuerpo el placentero obsequio de amor que latía con cada movimiento de caderas.

Durante más de una hora intercambiaron y regalaron placer en todas las formas, de todas las maneras y en cuantas posturas consideraron adecuadas para el intercambio. 

—Déjame beber de tu humedad –,pidió él ayudándola a sentarse sobre su boca y lamiendo los labios privados que destilaban pasión y evidenciaban deseo. 

—Me gusta que me pidan, pero no me gusta pedir – concedió Adán antes de emitir los gemidos más adorables que Laertes había escuchado en sus vidas.

Una cosa llevó a la otra y firmaron el armisticio con el mayor de los orgasmos durante la brutal galopada en la que la más hermosa yegua y el más apasionado semental recorrieron las praderas del lecho.

Aún jadeando y con una descomunal sonrisa en el rostro, Laertes acertó a decir

—No quiero que nos separemos nunca, mi amor.

—Nunca es demasiado tiempo –contestó Adán –hace años que aprendí a construir mi vida con jamases y parasiempres cocinados a fuego lento en el caldo del ahora.

—Pues permíteme ser tu pinche, por favor.

—Creo que tenemos algo mucho más importante en lo que pensar ahora. Sabes que en nuestro trabajo no suele haber cortesías ni segundas oportunidades y más tarde o más temprano nos harán pagar por esto. Debemos construirnos una realidad paralela y desaparecer de todos y para todos. Solos tu y yo –añadió Adán comenzando a acariciar de nuevo su miembro y cosechando una sorprendentemente rápida y poderosa erección –y las mentiras necesarias que nos permitan seguir con vida.

Y así fue. 

Adán y Laertes se construyeron otras vidas para terminarlas juntos y en paz. 

Gracias a la experiencia y a los recuerdos de años como asesino a sueldo, Laertes se convirtió en un  escritor de novela negra que firmaba sus exitosas publicaciones como Ícaro, y Adán, fundó una empresa de cáterin especializada en el corte artesanal y preciso de jamón ibérico. Ambos aprovecharon las habilidades adquiridas en un pasado de muerte para cimentar el mejor  futuro juntos.

Y colorín colorado, lo que iba a ser mi relato más violento se ha convertido en un homenaje a Corín Tellado.

lunes, 7 de marzo de 2022

Hazlo, aunque duela. (primera parte)


 Laertes, Hermes, Romeo...el asesino a sueldo con principios, valores morales y tendencia a tropezar por lo menos media docena de veces con la misma piedra, se detuvo unos instantes antes de decidirse a llamar a la puerta de la preciosa agente de la CIA enviada a Valladolid para acabar con la vida del rubio sicario. Adán no tardó en abrir tras haber comprobado quien llamaba a través de la mirilla. Su rostro denotaba cierta sorpresa, pero también una mal disimulada satisfacción, el trabajo había venido a casa y sería todo mucho más sencillo. Con un pequeño movimiento realizado con la mano que sostenía la Smith and Wesson del 45 montada y lista para disparar, invitó a entrar a su objetivo. Laertes accedió a la vivienda y escuchó como se cerraba la puerta tras él, al mismo tiempo que sintió en su nuca el frio cañón del arma con la que la preciosa agente secreta no dudaría en quitarle del medio si se le ocurría hacer el menor movimiento en falso.

—Te lo he puesto demasiado fácil, Adán –comenzó a decir Laertes con esa calma que suele preceder a la tormenta en su oficio–cuando procedas a registrarme, te darás cuenta de que no voy armado. No he venido a matarte, aunque sé que debería haberlo hecho ya –añadió con sinceridad.

—Tan solo era cuestión de tiempo, Laertes. Más tarde o más temprano te habría encontrado y la verdad es que aún no tenía claro si te volaría la cabeza o te cortaría el cuello –apuntó Adán con ironía–en cualquier caso te garantizo que mi intención era que sufrieras lo menos posible. No es nada personal, ¿Qué te voy a contar a ti? es solo trabajo.

—¿También era trabajo lo que sucedió aquella noche en la que me ofreciste lo más delicioso de tus labios, lo más sabroso de tus pechos y lo más dulce de tu humedad?

—He de reconocer que al principio lo fue, encanto –contestó Adán con sarcasmo–pero al poco de comenzar a sentirte dentro de mi la cosa cambió y te prometo que cuando te fuiste lo primero que hice después de pegarme  una ducha fue llamar a Langley para intentar abortar misión, pero mis superiores fueron tajantes; eliminaste al blanco equivocado, no debiste aceptar aquel encargo, por muy bien que te lo hayan pagado.

—Por eso estoy aquí, Adán –dijo con dulzura Laertes mientras se volvía con lentitud y decisión para poder mirarla a los ojos. Hazlo. Termina con esto de una vez, cumple con tu misión y regálame ya esa bala en la frente, aunque me duela, aunque sea la única y necesaria medicina para curarme de este mal de amores del que sufro desde que me infecté al besar y lamer todo tu cuerpo.

Adán no pudo evitar estremecerse de placer al recordar aquella noche, pero consiguió mantener la compostura y no abalanzarse sobre su boca y comérselo a besos.

—Hay que ver que bonito hablas cuando te pones romántico. Estuvo bien, no te lo voy a negar, Laertes, pero ya sabes como funciona esto. Ahora mismo no es posible, no sería adecuado. Quizás en otra vida.

Laertes sonrió con melancolía y le dedico a la hermosa, disciplinada e implacable agente americana su última mirada. Siempre supo que moriría en unos ojos, igual que había encontrado la vida en ellos. 

La detonación del arma rompió el silencio del chalé escogido adrede por lo apartado de cualquier lugar habitado o de tránsito. El sonido del cuerpo al caer del suelo fue el último acorde de la canción más triste y aquella noche alguien maldijo su oficio mientras lloraba en la intimidad de su conciencia.



viernes, 4 de marzo de 2022

De todo menos un error


 Entre todas sus dudas y de todas sus certezas, Narciso,  el poeta de ojos melancólicos y alma convulsa, sabía que haber reunido el valor suficiente para acercarse a ella no había sido un error.

Lo suyo fue un flechazo de los de cuento, de los de canción, de los que cantan los románticos a lo largo de los siglos y a lo largo de toda la geografía. Lo suyo fue amor al primer acorde.

Fue una tarde de verano durante un concierto. Acababa de sonar el primer acorde del tema con el que el grupo arrancó el espectáculo, cuando reparó en la mujer que ocupaba la localidad en la fila delantera a la suya. Puede que fuera su cabello casi albino, lo grácil de sus movimientos, lo hermoso de su figura o lo elegante de su espalda, pero durante el resto del concierto tan solo pudo mirarla a ella. En una ocasión tuvo la fortuna de poder apreciar su rostro, pues  se giró para saludar a una amiga, y aquello terminó de confirmarle que el destino había querido que sobre otras muchas propuestas el moreno rapsoda de fuertes brazos y ágil pluma hubiese escogido aquel lugar para celebrar su cumpleaños. Era sencillamente preciosa. Al reparar en sus ojos comprendió porqué el día era tan gris para estar en Julio. El sol se había encerrado en los ojos de Eterna, la rubia belleza de sonrisa celestial, y desde ellos calentó su alma al cruzar las miradas durante un segundo. 

Después del último bis y mientras el público se levantaba para abandonar el recinto, él se conjuró a los dioses de la poesía y se presentó ante ella para hacerle una inocente y algo absurda pregunta que le sirvió de excusa para iniciar la conversación. Eterna respondió sorprendida y coqueta, pero aceptó el cortejo y estableció las normas. Gracias a los hados, durante la charla descubrieron amigos comunes y se emplazaron a futuros eventos. Y los astros se alinearon en la constelación de sus estrofas, para que en efecto, volvieran a coincidir. Una cosa llevó a otra y ella accedió a acudir a la presentación del nuevo poemario del amartelado autor. Fue una noche tan especial como difícil, pues cayó la tormenta del siglo sobre los invitados al acto y durante el posterior vino español, él trató de ahogar en copas de vino blanco sus nervios y su necesidad de decirle que desde que la conoció supo que no habría jamás otra mujer en su vida. Semanas después ella accedió a acompañarlo hasta una población costera donde un viejo amigo le había dejado una casa junto al puerto y aunque estaba desvencijada y olía a salitre y a humedad, supieron convertirla en la antesala del Olimpo y se entregaron al amor desnudándose de metáforas y cabalgando cada rima. Desde ese momento y durante los meses siguientes Narciso navegó por océanos de limerencia y solo pensaba en ella, vivía en ella, respira en ella y escribía ella, pues tan enamorado estaba que parafraseando a Calixto, Eterno era, a Eterna amaba y en Eterna creía.

Pero la vida pasa y pesa y las circunstancias de Eterna y la impaciencia de Narciso  consiguieron levantar un transparente pero tristemente sólido muro de vítrea distancia entre los dos, y desde  el lado donde la vida había colocado a Narciso, este solo pudo mostrarle a Eterna su pecho herido y sus labios sedientos y agrietados por no poder beber de esa humedad que era el nectar de los dioses y el licor que embriagaba su creatividad y lo hacía escribir cada vez más bonito, pues Eterna habitaba en todas sus frases desde que le regaló un primer beso. Narciso supo que su hogar siempre estaría entre los brazos de Eterna y aunque sintió como se le rompía el corazón al no poder abrazarla ni acariciar su piel, supo a ciencia cierta que la esperaría siempre y que un día aquel muro caería, o simplemente sería capaz de derribarlo.

Narciso recibió el aplauso de la crítica, los laureles del triunfo y la falsa pasión de la efímera fama, pero se desesperó al saber a Eterna al otro lado del muro y no poder decirle que cuanto tenía había nacido de ella y que a ella lo debía. La amaba como nunca había amado a nadie y como jamás querría ni podría volver a amar.

Los lectores que devoraban sus poemas disfrutaban con los versos más tristes surgidos del germen de la nostalgia, sin saber que Narciso se desangraba en negro sobre blanco. Pero el recuerdo de los besos de Eterna, de sus gemidos al hacer el amor y la certeza de que encontrarse no había sido en absoluto casual, consiguió devolverle el valor, la ilusión y la esperanza. Y decidió no rendirse jamás. Rendirse nunca sería una opción y sabría esperar a que el muro se desmoronase por si solo.

A día de hoy, Narciso se sigue emocionando al identificar pequeñas hendiduras en el muro. Y ha vuelto a sonreír.


jueves, 3 de marzo de 2022

La BSO de una catastrófica desdicha. Y de la dicha.

 Buenos días.

Esta entrada de hoy es sin duda el más ambicioso proyecto de este blog que se creó hace ya más de 10 años.

Hoy quiero contaros algo de una forma diferente, especial, y muy emocionante para mi.

Imagino que aquellos que me leéis con frecuencia ya os habréis dado cuenta de que a mi manera, soy un hombre religioso, si bien es cierto que mi fe salta del "gatolicismo" practicante (lo mío con los gatos roza lo enfermizo) a un catolicismo diverso del que tomo básicamente las enseñanzas del hijo de Dios, por encima de la doctrina de su iglesia.

Ayer experimenté una curiosa coincidencia y ya he escrito en alguna ocasión que no creo en la casualidad, sino en la causalidad, y que las cosas nunca pasan porque sí, sino porque tienen que pasar.

De cara a sustentar con informes médicos y policiales la causa de lo que me llevó a pasar por el "hasta luego" más doloroso, (y que gracias al apoyo, la implicación  y el deseo de diversos profesionales de la Consejería de Educación de la JCYL que luchan por educar y ayudar a nuestros jóvenes, se convertirá en un mensaje directo y claro para más de 3000 estudiantes de tercero y cuarto de la ESO de toda la comunidad) , mi hermana Sandra, (quién además de una increíble hermana es una increíble abogada), me hizo llegar por correo electrónico toda la documentación sobre lo acaecido a raíz del culmen de mi estupidez y mi imprudencia un 13 de abril de 2014. Además me envió el vídeo de la cámara de seguridad de la gasolinera frente a la que tuve mi accidente de moto, que recogió el impacto y el motivo del mismo, y que en su día me negué a ver por miedo y vergüenza, pero que ayer vi tras armarme de valor. Y no pude evitar llorar y arrepentirme de mi falta de acierto.

También encontré entre los archivos adjuntos el parte policial en el que venían el nombre y el número de teléfono del muchacho que detuvo su coche y llamó a la policía y a la UVI móvil, cuyos facultativos me desfibrilaron hasta en tres ocasiones no tirando la toalla y consiguiendo recuperarme tras unos minutos de muerte clínica.

A este chico, a Marcos, le debo la vida y ayer lo llamé para agradecérselo. Fue una conversación muy emocionante en la que ambos no pudimos evitar llorar, él de alegría tras reconocerme que se ha acordado mucho de mi durante este tiempo sin saber que habría sido de aquel motorista accidentado, y de ilusión por escucharme hablar. Yo me emocioné por su empatía, su cariño, su generosidad  y su gran humanidad.

La coincidencia de la que os hablaba está en que ayer fue miércoles de ceniza, día en el que a los católicos se nos ofrece imponernos sobre la frente las cenizas que simbolizan que somos polvo y al polvo volveremos, y que estamos a tiempo de cambiar y avanzar para hacer de nuestra vida un regalo. Y ayer fui a la iglesia (no acostumbro a acudir a misas a no ser que haya un motivo de peso como bodas, bautizos, comuniones y por desgracia cada vez más funerales) y recibí ese símbolo de la oportunidad que se me dio. Voy a hacer de esta oportunidad algo digno, voy a hacer de mi vida algo digno, voy a hacer del pasado futuro, y del futuro un digno presente. Voy a pagar mi deuda con el destino, con mi Dios, conmigo mismo y con todos.

Hoy os voy a contar lo qué ha sido de mi, lo que fui y lo que quiero ser, y lo voy a hacer una vez más a través de la música, pues ya sabéis que la música es para mi tan importante como la literatura y que soy un privilegiado al haber crecido en un hogar cimentado sobre amor, libros y discos.

Mi historia os la van a cantar por mi. Ellos cantan mejor que yo y alguno también escribe mejor que yo, y las letras de sus canciones acompañan mi día a día y conforman la banda sonora de mi vida. A algunos de estos artistas los conozco. A alguno tengo la fortuna de poder llamarlo amigo y a otros los he tratado al poder entrevistarlos para el programa de radio de Es Radio CyL que dirigí y presenté hasta hace poco menos de un año.

Subid el volumen. Así empezó todo.


La semana previa a mi accidente se me rompió el amor con una mujer con la que compartía vida, lecho, alegrías, penas y proyectos de futuro. Nos despedimos y yo me quería morir. Y que cachondo es el destino, que me concedió el deseo porque me había olvidado de vivir y no sabía ni quería hacerlo sin ella.



Pero también se me concedió la oportunidad de volver a intentarlo, de superar la lesión cerebral más devastadora. Y de levantarme. Y mi padre me enseñó que rendirse nunca es una opción, y gracias a los distintos médicos y fisios que apostaron por mi, y a la impagable labor de mi amiga Teté (mucho más que una excelente fisio), me levanté y volví a vivir.


Con miedo, torpe y confuso, volví a la pelea y me decidí a aguantar otro asalto y a encajar cuantos golpes pudiera soportar sin caer de nuevo a la lona, y en ello estoy. Vuelvo a escribir, a enamorarme, a fracasar y a hacer de mi vida un montón de páginas. A compartir con aquellos que están a mi lado cuanto puede ser compartido y con mis lectores cuanto creo que debe ser compartido. 

Durante esta milagrosa y realmente dura recuperación, la reacción popular ante mis circunstancia  fue increíble, y al comenzar a salir por la ciudad siempre con bastón y acompañado por alguien de total confianza, encontré tanto cariño en aquellos que me paraban por la calle para abrazarme o decirme algo bonito, que no lo entendía, pero mi Blancanieves, mi queridísima Belén, que no llego a despertar nunca del sueño que le produjo aquel desafortunado mordisco a la manzana, y a quien llevo llorando y echando de menos más de seis años, me lo explicó con esta canción.



El amor ha formado siempre parte de mi día a día, de lo más hermoso de mis experiencias, de lo más doloroso de mis fracasos y de las páginas más bellas de mis libros. Cada una de las mujeres que han pasado por mi vida me ha enseñado algo, me ha aportado mucho y me ha regalado demasiado. Desde aquella diseñadora de moda de la que me despedí antes de impactar contra el asfalto, a una adorable escritora granadina, pasando por una deliciosa montañesa, por una misteriosa agente de la CIA conocida por Adán, y por la propietaria de los más hermosos ojos del color del sol y de mi corazón, a todas he querido darles mi amor. A algunas no supe entregarlo, otras no quisieron recibirlo. Una vez escribí que creo que nací para amar y no para ser amado. Pero ya sabéis...en mi credo particular rendirme nunca será una opción, y mi alma ya ha encontrado a su dueña. Un día le haré entrega de cuanto quiero darle o simplemente un día descubriré que yo también importo y me lo entregaré a mi mismo.


Y la vida sigue, mi vida sigue. Trato de aprender de mis fracasos, de identificar mis errores y de corregirlos. De sonreír, de luchar, de pasar páginas, pero colocando marcadores en aquellas que necesariamente deben ser releídas si con ello puedo ayudar a alguien. Trato de no perder la esperanza en mi especie, de querer y ayudar a las especies más débiles y de llegar a ser el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y es por eso que le debía una disculpa a mi yo de ayer.


Y ya está, ya pasó, ya merezco crecer ( y no hablo de mi tan deseado metro noventa), sino de hacer de la experiencia una herramienta y una medicina, del amor una terapia, del perdón una oportunidad y de la literatura una catarsis y un medio de vida.

La literatura salva vidas, no lo olvidéis. Ahora podré contárselo a miles de chavales y demostrárselo.

Gracias por todo a todos, y en especial a mi familia y a mis amigos.

Se acabó este tema excepto en las charlas coloquio que mantendré con el público a lo largo de decenas de institutos de mi comunidad.




lunes, 28 de febrero de 2022

No me gusta el otoño

Pero el destino se ha ocupado de que me acostumbre a él porque mi vida es un continuo otoño salpicado por ocasionales primaveras.

Qué le voy a hacer. Aunque haya desempeñado funciones de técnico de relaciones públicas, periodista, actor, camarero, profesor de música, comercial inmobiliario, policía militar, monitor de campamento, animador sociocultural y otros oficios, soy escritor, aunque me pese. Dios me dio la habilidad y la necesidad de poner por escrito aquello que me demuestra que estoy vivo, y mi padre y distintas profesoras, editoras y amigas, me ayudaron a trabajar duro en ello, a identificar errores, a perseverar y a tratar de mejorar el estilo para que lo mucho que tengo que contar cobrase la forma adecuada.

Y en ello estoy, luchando.

Una vez una lectora me dijo que si me había dado cuenta de que yo escribía para seducir, y hace poco otra lectora en medio de la conversación que acompañaba a un café con leche me dijo que acababa de ver al Juan Pizarro escritor, porque yo necesitaba vivir y sentir intensamente para escribir. Puede ser. Pero os aseguro que aún con los paliativos literarios y pese a esta continua catarsis terapéutica, me duele mucho vivir como vivo, sentir como siento y fracasar como fracaso.

No hace demasiado un viejo amigo me dijo que no quería volver a leer que había encontrado a la mujer de mi vida, que si no me daba cuenta de que para mi todas lo eran, y que mi trayectoria era la misma de Pedro con el lobo.  Perdón, lo siento. Sencillamente en cada mujer que ocupa de verdad mi corazón descubro algo nuevo y con cada caricia, con cada beso y con cada noche de pasión creo haber alcanzado el cielo. Y por norma más grande es la caída. Y más dolorosa. Y no las culpo a ellas, o al menos no a todas, los únicos culpables somos mi terrible y demoledora sensibilidad y yo. Y mi necesidad de sentirme amado porque cada vez tengo más claro que nací para querer, pero no para ser querido. Y esta vez creo estar seguro al cien por cien de que he fracasado con la verdadera personificación del sentimiento más hermoso.

Cupido se ha modernizado y ha cambiado su puto arco por un fusil de precisión con mira telescópica, y potente munición de combate con chaqueta metálica y punta hueca. De esa que cuando hace blanco en el corazón se desvía al impactar y, recorre todo el interior del pecho abriendo un agujero de salida en el cráneo a través del cerebro. Y trato de cortar la hemorragia presionando con metáforas empapadas en morfina sobre la herida. Y con cada adios me sumerjo en las brumas de un otoño recurrente y me siento morir.  Cuando creo que es mejor invernar en el indolente letargo del abandono, de repente me despiertan unos labios inesperados o unos ojos llenos de sol y la primavera reina de nuevo durante un periodo tan maravilloso como limitado. Y sonrió, y vuelvo a amar. Y escribo olvidando que las nubes terminaran cubriendo de nuevo el sol, y que de nuevo mi prosa se llenará de analogías caducas y tristes. Y vuelta la burra al trigo. Pero algo me anima a no tirar la toalla y a levantarme antes de que termine la cuenta, y es el haber descubierto que por fin he saboreado el verdadero amor y que aunque aún me esté vetado, puede que un día se me conceda.

San lucas, en el capítulo seis, versículo treinta y nueve de su evangelio, escribió, "De lo que rebosa el corazón, habla la boca", pero olvido añadir que también escribe el alma.

No dejaré de escribir, no dejaré de sentir, no dejaré de compartirlo y no dejaré de luchar para alcanzar esa primavera tan hermosa que durante un periodo llenó de sol, de trinos, de sonrisas y de arcoíris el cielo de mi existencia. Pase lo que pase y le pese a quien le pese, no dejaré de plasmar sentimientos en negro sobre blanco. Y no es una amenaza, es una declaración de intenciones.

 

sábado, 26 de febrero de 2022

Tres para un mus

 


No me siento ni con mucho un delator y aunque sé que “Roma no paga traidores” en esta ocasión, el único traidor ha sido él. Javi era mi mejor amigo desde educación primaria, pero hay cosas que un amigo no puede tolerar y creo que aunque ha sido una medida algo drástica, a la larga me lo va a terminar agradeciendo.

La policía lo ha detenido hace menos de diez minutos y se lo ha llevado al calabozo, acusado de un delito de malos tratos y de violencia de género. Javi no ha opuesto resistencia, él solo debe sentirse “muy hombre” cuando sacude a Marta. Si soy sincero, creo que lo que más le ha molestado ha sido que se lo llevasen esposado delante de todo el mundo.

He llamado a la policía y lo he denunciado porque creo que, si no lo hubiese hecho yo, Marta no lo habría hecho nunca. Llevan saliendo más de cuatro años, se conocieron en segundo de bachillerato y lo suyo era la crónica de una muerte anunciada: el capitán del equipo del cole y la estudiante más guapa, que además cantaba en el grupo que montaron los del coro del colegio. Típico de película americana. 

Al principio las cosas iban muy bien. Salíamos todos juntos y aunque yo pasaba algo de apuro por esa costumbre tan suya de comerse los morros a todas horas, lo achaqué al amor de juventud tan lleno de pasión y de hormonas. Los problemas comenzaron al llegar a la universidad. Los tres nos matriculamos en la misma facultad de Derecho y Javi empezó a gastarle a Marta bromas despectivas y machistas, como que se alegraba de que se hubiese decidido por Derecho ya que le vendría muy bien que conociese la abogacía y tenerla cerca para que  le planchase correctamente la toga cuando él se convirtiese en el gran abogado que estaba llamado a ser por el destino. Que Marta debería ir apuntándose a un gimnasio porque las mujeres eran pésimas letradas al no tener la fuerza suficiente para sostener los tomos de los Aranzadis donde consultar jurisprudencia. Que la enseñaría a distinguir un martillo de un rodillo por si se decidía por la judicatura. Y lindezas por el estilo. 

Lo que comenzó como una serie de bromas de mal gusto, se terminó convirtiendo en el leit motiv de las conversaciones de Javi con la silenciosa complicidad de Marta, que prefería restarle importancia a la humillación pública antes que perder a su chico. Marta se apuntó a un curso de cooperación con los refugiados, en el que se impartían conocimientos específicos para trabajar con este colectivo, donde la mujer era el sector más débil y más castigado por las calamidades que acompañaban a la búsqueda de una vida mejor y de un futuro para sus hijos. Javi se volvió un celoso compulsivo y no soportaba que los compañeros de Marta la llamasen por teléfono o la acompañasen a casa después de las clases. Un lunes, Marta llegó a la facultad con gafas de sol y al quitárselas en el aula pude observar que, aún habiéndolo intentado, el maquillaje no podía ocultar el moratón de la mejilla derecha. Le pregunté que le había pasado y sin mirarme a los ojos me dijo con voz temblorosa que se había dado un golpe contra la mesilla de noche al despertarse y cambió rápidamente de tema. Luego vino lo del Facebook. Ella siempre había sido muy activa en las redes sociales, subiendo fotos de sus viajes y sus fiestas y actualizando constantemente el estado en su muro. De repente dejó de escribir y de compartir fotos. Tenía más de mil contactos o “amigos”, como se denomina a los contactos en esa red social, pero del día a la mañana, hizo una limpieza y se quedó tan solo con familiares, amigas y los pocos chicos que tenían también amistad con Javi. No tardó en volver a golpearse con la mesilla de noche en el labio, en la ceja… Las cosas cambiaron muy deprisa. Ya no salíamos nunca en pandilla y solo quedaban ellos dos para ir al cine, a cenar y cosas por el estilo, pero en pareja. Eso sí, Javi no se perdía una juerga y al aparecer él sólo en las fiestas de la facul, justificaba la ausencia de Marta diciendo que tenía que estudiar mucho, porque las chicas, lo de subrayar en colorines sí, pero entender bien los artículos del código penal ya era otra historia. Cuando Reyes(la novia de Leo, el delegado de clase, y una feminista declarada) le afeó el comentario y le dijo que las mujeres eran tan válidas como los hombre para estudiar Derecho o cualquier otra carrera, Javi le contestó de muy malos modos que no tenía más que buscar en la historia de la humanidad a las mujeres constructoras, descubridoras, conquistadoras, inventoras y demás. Que su ausencia no era algo casual. Que tan solo destacaban algunas modistas, cantantes de ópera, modelos y escritoras de novela rosa.

Javi dejó de caerme bien y eso me dolió muchísimo, ya que desde que éramos niños, nos hemos querido mogollón.

Esta mañana se han desencadenado los acontecimientos tras darme cuenta de que me había dejado el libro de Constitucional en el coche y volver al parking a por él.

Al bajar las escaleras hacía el segundo sótano, he visto a Javi discutiendo con Marta y justo cuando me estaba acercando a poner paz, Javi le ha dado un bofetón con el dorso de la mano con tal fuerza que Marta ha perdido el equilibrio y ha caído hacia atrás, golpeándose en la cabeza contra la barandilla de las escaleras. Mi querido ex amigo la ha dejado allí llorando y se ha ido a la cafetería de la facultad a tomarse un botijo y a buscar a tres para un mus. Yo he tratado de convencer a Marta de que lo denunciase, pero ella se ha enfadado mucho y no he tenido más remedio que seguir mi código moral y mis valores, sacar el móvil y llamar a la policía nacional.

Marta está hecha polvo y tiene miedo de la presión social, y de que en su entorno la consideren imbécil, débil o lo que es peor, culpable del trato que recibía por parte de su novio. En estos años, he aprendido a valorar y a respetar la cálida amistad de Marta y si no lo hubiese denunciado, no sería su amigo.  He tratado de convencerla de que pida ayuda profesional, y de que la dependencia emocional no es positiva, pero me temo que cree que he vendido a mi amigo y que he traicionado su amistad. No la culpo por ello, vivía la peor de las mentiras. A veces el silencio es el cómplice habitual de los maltratadores y hay que aprender a levantar la voz y a gritar “basta ya”.

Espero que en la trena Javi no tenga problema para encontrar a tres para un mus, y sinceramente, espero que en las duchas le enseñen el verdadero significado de la palabra abuso.

viernes, 25 de febrero de 2022

One more time


 A todo el mundo se le llena la boca con lo de la memoria histórica, pero al parecer la sociedad tiene un serio problema de memoria, y olvidamos que no hace tanto, el mundo se enfrentó durante años cosechando millones de muertos y llegando a utilizar armas atómicas. Hay una gran verdad que dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.

Ahora el oso ruso ha despertado de su letargo invernal y ha decidido ocupar la cueva del vecino y comerse sus reservas. El vecino que ocupa por derecho la cueva invadida es un animal más pequeño y más débil pero no teme plantarle cara y ha pedido ayuda al resto de animales del bosque, que quieren ayudarlo, sí, pero que no están dispuestos a poner en peligro sus propias cuevas y sus vidas al hacerlo. Y vuelta la burra al trigo.

Muchos de los oseznos rusos le piden al macho alfa que desista de la ocupación y que evite llenar de sangre la falda de la montaña. Pero lejos de escucharlos y de dejarse aconsejar, el enorme macho iracundo los aparta a manotazos y se yergue amenazante rugiendo poderosamente. Y da miedo.

El bosque está habitado en su mayoría por hermosos corzos, curiosos e intrépidos ratoncitos, topillos y otros pequeños roedores, pero hay también otros violentos y grandes depredadores que saben que si entran en la lucha y logran ser pacientes, podrán saborear los despojos de los principales contendientes. Y que a rio revuelto solo hay ganancia de pescadores. Los zorros buscan soluciones para detener esto, pero ya nadie los escucha. Su momento pasó. Los lobos se apostan al rededor de la cueva aguardando su momento, y otros gatos monteses y yo tememos que durante la lucha el bosque sea dañado y nuestras camadas no puedan alimentarse de sus frutos y entre todos terminemos de una forma u otra con su riqueza natural. Porque tenemos un bosque muy grande donde todos podríamos vivir cómodamente y alimentarnos sin problemas, si supiéramos despojarnos de la avaricia que nos lleva a desear la comida de otros animalitos y a aprovecharnos del tamaño de nuestros dientes, de lo afilado de nuestras garras y de la fuerza de nuestro abrazo.

La fábula de una sociedad condenada al exterminio aún no ha llegado al final, pero los lectores comienzan a plantearse si quieren cerrar el libro o seguir leyendo, porque al haber hecho caso omiso de las notas a pie de página y de la fe de erratas, no consiguen entender algunos pasajes.

Me gustaría ser yo el que aportase a la editorial el mejor de los finales en el que los animales se unen para repartir frutos, racionar la comida y adecentar el bosque cuidando de árboles, riachuelos y plantas, pero mucho me temo que ni tan siquiera querrán leer el borrador.

Mientras trataré de no enfrentarme a los animales con los que me encuentre en mi camino, y de convencer a la más bella gatita de que soy suficiente, y de que puedo hacerla feliz.

lunes, 21 de febrero de 2022

Tendría tanto que contarle


 No sabría por donde empezar, pero desde luego le pediría prudencia, paciencia, y un poco más de calma.

A mi yo de ayer le diría que en efecto, todo termina llegando, incluso lo bueno. Y que por favor no se rinda, por difíciles que se pongan las cosas. La vida no es en absoluto un camino de rosas, incluso aunque le sorprenda, tampoco lo será la suya. Al haber tenido la inmensa fortuna de nacer en la familia en la que nació va a disfrutar de comodidades vetadas a la mayoría de los chicos de su generación. Y va a desperdiciar una oportunidad tras otra abusando de la generosidad y del amor de sus padres, Y de su infinita paciencia.

Sé que fue y será un buen chico, lo conozco (como canta Ryden en el tema que encabeza la entrada y que ha inspirado este texto), " te conozco como la palma de mi mano". Mi yo de ayer pecó de confiado y de tonto en demasiadas ocasiones, pero jamás de cruel ni de mala persona. No le contaría nada concreto sobre su matrimonio ni sobre los amigos traidores, pero si le pediría que se esforzará en elegir con acierto a las personas de las que se rodee. Le repetiría hasta la saciedad los consejos de Polonio a su hijo Laertes escritos por Shakespeare en la genial Hamlet, como hizo mi padre conmigo, pero le pediría que los interiorizase y se los aplicase como lecciones de vida, que los meditase una y otra vez y tratara de ponerlos en práctica.

A mi yo de ayer le hablaría de amor, del amor, de lo que le costará  tanto descubrir lo que significa esa palabra realmente, pero no le impediría cometer los errores que ha cometido en este terreno, porque cada desengaño, cada traición, cada mentira, cada desilusión y cada noche de placer han tenido su sentido, y lo ayudarán a llegar a descubrir el paraíso en los ojos de una mujer. Y ese momento será tan especial y tan hermoso que no voy a privarle de él, por muy duro que haya sido el camino hasta llegar a los labios que le regalaron el beso del milenio.

No le apuntaría las combinaciones ganadoras de  primitivas, quinielas u otros  juegos de azar, pero si le enseñaría que en los casinos y en las casas de apuestas la suerte está en la puerta, y que jugar por necesidad es perder por obligación.

Le pediría que se mantuviera firme ante el desprecio y la burla, que no olvide jamás los valores que le inculcaron sus padres y que haga de ellos su caballo de batalla. Que lo que hacemos en vida tiene su eco en la eternidad y que cada acto tiene su consecuencia. Que cada uno da lo que recibe, pero que no siempre recibe lo que da. 

No le ahorraría pasar por los más trágicos sucesos ni por las más catastróficas desdichas, porque eso también lo ayudará a formar su carácter y a comprender el verdadero significado de palabras como familia y amigo, que damos por sentado, pero que al pasar por los momentos más difíciles cobran su verdadero sentido.

Le animaría a seguir leyendo un libro tras otro y a escribir. A escribir cada día y a volcar su realidad y sus sueños en un folio en blanco o en la pantalla de un ordenador, a disfrutar de otra vida en negro sobre blanco, de una vida en la que él será el dios que decide, perdona y castiga.

A mi yo de ayer le diría que la ilusión es un licor delicioso que nos embriaga y a veces nos hace perder el sentido, pero que como todo, en su justa medida es necesario para poner un pie delante del otro y avanzar. La ilusión mueve el mundo y lo moverá también a él.

Que nunca deje de querer, aunque no se sienta querido. Que no renuncie a sus sueños porque un día se cumplirán y la conocerá a ella, descubrirá que pese a todo vivir es maravilloso, y que pase lo que pase y le pese a quien le pese, él será suficiente, y con el tiempo logrará  demostrarlo a los demás y se lo demostrará a sí mismo.

Que las cosas nunca pasan porque sí, pasan porque tienen que pasar y que si no frena él, la vida encontrará la forma de frenarlo.

A mi yo de ayer le pediría que no se avergüence de conversar con los animales con los que conviva, y que aprenda a escucharlos, porque a su manera tendrán mucho que decirle.

Que la felicidad serán pequeños momentos y que los disfrute al máximo sin pretender capturarlos. Que la memoria es doblemente traicionera no solo por lo que olvida, sino también por lo que inventa, y que lo escrito queda y que escribir es fijar la memoria en el alma.

Mi yo un día será yo, y el yo que será un día querrá hablar con el yo que fue, para decirle que pese a un pasado convulso no lo ha hecho tan mal. Y que desde el cariño y la nostalgia del tiempo que se marchó y nunca ha de volver, le cae muy bien.

Menos mal que esto nunca va a pasar, porque tendría tanto que contarle y tanto que ocultarle que nos iban a dar las tantas entre charla, pitillos y escocés con hielo.



domingo, 20 de febrero de 2022

El poder de un beso (cuento en do menor para piano y violonchelo)


 El príncipe patoso montó en su caballo y abandonó el palacio con el corazón triste y el alma encogida. No le gustaba su vida, no le gustaba la vida. 

Durante semanas había recorrido el reino de Preciosia disfrazado de titiritero y mezclándose con los habitantes de las aldeas y los pueblos. Gracias al disfraz había conseguido pasar inadvertido y comprobar en primera persona que su pueblo no era feliz. Sus súbditos trabajaban de sol a sol y entregaban a los recaudadores de impuestos gran parte de lo ganado con el sudor de su frente. Con lo que les quedaba después de cumplir con las arcas reales, apenas podían alimentar a sus hijos y mantener a sus familias. Su corazón se encogió al ver la cantidad de pequeños que malvivían de la limosna y la generosidad de algunos, pues habían quedado huérfanos cuando sus padres habían sido reclutados a la fuerza para combatir lejos de casa bajo las banderas del reino, y contribuir con su sangre a la grandeza de la dinastía. Él no quería la corona de dolor que ceñía la cabeza de su anciano y moribundo padre el rey. Patoso no estaba dispuesto a contribuir a la desgracia de su pueblo.

Vestido con ropas de viaje y portando una daga y una pequeña bolsa con monedas de oro para subsistir hasta encontrar quien le diera alguna pista de como hacer del suyo un reino feliz, picó espuelas y galopó durante jornadas hasta abandonar las fronteras de Preciosia. El consejo del reino aguardaba la muerte de su padre para enterrarlo con honores y después celebrar su coronación, en la que se derrocharía oro y joyas suficientes para alimentar al pueblo en festejos y ceremonias a las que invitarían a los reyes, reinas y nobles de reinos vecinos. Su padre lo había dispuesto así y el consejo se encargaría de cumplir con su última voluntad.

Agotado cruzó la sierra que delimitaba al norte Preciosia y se adentró en los bosques de Eternia, un principado vecino que era famoso por la inteligencia, la astucia  y la diplomacia con las que la princesa Eterna había sabido mantenerlo ajeno a intrigas y revueltas, a guerras y saqueos, a traiciones y conjuras. En Eternia no había riquezas, nadie quería conquistarlo porque la única riqueza era vivir, disfrutar de la música y el arte que embellecía las calles de todas las aldeas, trabajar honradamente pero sin sufrir al hacerlo y seguir adelante.

La princesa  Eterna gobernaba su pueblo con amor, generosidad y prudencia. Ayudaba a todos y jamás abandonó a sus súbditos a la hambruna, la enfermedad o el peligro. Gastó gran parte de lo heredado de sus padres en contribuir a hacer de su principado un pueblo feliz y a evitar que la maldad, la envidia y la crueldad cruzasen sus fronteras y devorasen a sus súbditos. Todos la amaban, la respetaban y estarían dispuestos a matar y a morir por la princesa si así fuese necesario.

Patoso solicitó audiencia con ella y Eterna lo recibió y se sentó junto a él para escucharlo en silencio, comprendiendo su dolor y empatizando con su tristeza. Cuando terminó de hablar, ella lo acarició el rostro con una ternura tal que Patoso sintió como aquel contacto lo redimía de todo sus errores y, tras acercar hasta su boca los labios del emocionado príncipe vecino, lo besó. Aquel beso fue la respuesta a todas las preguntas de Patoso, la cura a todos su males, el antídoto para todos los venenos que la vida pudiera inocularle y la solución a cuantos problemas pudiesen aparecer en el futuro. Aquel fue un beso mágico, uno de esos besos que según la leyenda solo pueden darse una vez por milenio, uno de los míticos besos del milenio. Y tras separar sus bocas y mirar a Eterna directamente a los ojos reconoció en ellos dos soles y Patoso supo que aquel ser no era de este mundo, que era un ser celestial y que él era el hombre más afortunado de la creación, pues había recibido el beso de poder, que ayudaría a hacer de su futuro y del de su pueblo un futuro mejor.

A la muerte del padre de Patoso, el príncipe fue coronado rey, y en efecto gastó oro y joyas en las ceremonias y fiestas de coronación, pero repartiendo las riquezas entre su pueblo para aliviar su corazones y recompensar su esfuerzo. Como primera disposición real eliminó los impuestos y solicitó a sus súbditos que contribuyesen al sustento del reino con lo que considerasen que podían aportar sin pasar penurias. El reino nunca lució más hermoso ni fue más justo ni  mejor,  y pocos años después, en el momento adecuado, Preciosia y Eternia se unieron en un único reino al desposarse sus gobernantes.

Y fueron felices y  comieron perdices. Y bebieron tinto de la Ribera del Duero.

martes, 15 de febrero de 2022

Hidromiel


 El sonido del trueno rompió el silencio de la noche justo antes de que los guerreros que habían desembarcado del drakar se abalanzaran sobre la aldea de pescadores cuyos habitantes ignoraban la maldición que había llegado desde el norte.

Einar derribó de una patada la puerta de cañas de la primera choza y al adentrarse en ella encontró a un moreno e hirsuto joven que al verlo intentó agarrar un gran cuchillo bien afilado, de esos con los que despiezan los enormes atunes que se pescan por la zona. Pero no tuvo tiempo. El rubio guerrero vikingo de ojos del color del cielo lo atravesó  el pecho de parte a parte con su espada, clavándosela hasta la empuñadura. Al hacerlo escuchó un grito y al girar la vista encontró a la mujer del pescador, quien aferrando a un bebé contra el pecho intentando protegerlo, a duras penas podía contener los temblores que le producían el terror ante aquella escena. Por un momento Einar pensó en atravesar los dos cuerpos con la hoja de su espada obedeciendo la orden de Sven, su Jarl, de no dejar supervivientes, pero aquella mujer y su hijo no eran un peligro para los hombres del norte y no pensaba tener que dar cuenta de sus muertes al conciliar el sueño. Le hizo un gesto para que se callara y se escondiera en la casa y la dejó allí junto al cuerpo cubierto de sangre de su hombre.

En cuestión de minutos los camaradas de expedición habían acabado con la vida de cuantos pescadores hispanos habitaban la aldea y los gritos y lamentos de las mujeres que eran violadas antes de morir se dejaban oír entre las carcajadas y los gritos de guerra de los guerreros que siguiendo la tradición del saqueo comenzaron a incendiar las viviendas después de arramblar con cuantas cosas de valor y víveres encontraron en ellas.

Al abandonar el lugar camino de vuelta a la playa donde habían fondeado el drakar Einar echó la vista atrás y vio arder la choza en la que había abandonado a la mujer y su hijo.

Durante semanas recorrieron la costa hispana fondeando en distintos lugares y repitiendo la misma jugada. La bodega de la nave ya estaba bien surtida de provisiones y de botín al emprender el victorioso regreso a casa, y tras semanas de navegación, consiguieron atracar en puerto seguro donde los esperaban sus mujeres y sus hijos.

Meses después Einar fue elegido Jarl o jefe del clan, y tras varias expediciones algunos lo llamaron Einar el piadoso, porque no consentía que se aniquilasen mujeres y niños en los saqueos que comandaba. Aquello hizo que algunos guerreros pensaran que era débil y que no debía liderarlos y trataron de matarlo, pero el hacha de Einar cercenó las cabezas de cuantos osaron desafiarlo. Era un buen guerrero. El jarl era astuto, valiente, fuerte y osado, pero para su desgracia nació con buen corazón y aquello terminó por costarle la vida.

Al saquear una aldea normanda dos años más tarde de su elección, se repitió la escena vivida tiempo atrás en aquella casa de pescadores hispanos, y al darse la vuelta para abandonar a la mujer normanda junto a sus pequeños y el cadáver de su marido, esta lo acuchilló varías veces con una daga que extrajo de los ropajes del cuerpo caído de su esposo.

En el Valhalla Odín se mofó de él, y las valkirias bromearon sobre la compasión que le condujo a la muerte. Entonces Einar arrebató a una de ellas la lanza ceremonial y sin pensárselo dos veces cargó contra el mismísimo Odín que lo paralizó con su mirada de fuego y lo desmembró con un soplido.

El buen corazón y la dignidad son una pésima combinación. Mientras los perros de Loki devoraban los restos del rubio guerrero, los rapsodas comenzaron a cantar una canción de tristeza y de orgullo. Aquella noche en el Valhalla corrió el hidromiel en honor a Einar el piadoso, el guerrero de corazón de mujer que osó desafiar a Odín.