martes, 8 de marzo de 2022

Hazlo, aunque duela (segunda parte).

 

El proyectil de la pistola semi automática de gran calibre impactó en el techo del salón del chalé abriendo un boquete a través del que se podía distinguir claramente el color de la pintura del dormitorio donde se terminarían resolviendo todas las diferencias y aclarando todas las dudas.

Laertes evitó la muerte en el último segundo al desviar el cañón del arma con un rápido movimiento, pero Adán es una muy experimentada agente y antes de que el rubio y enamorado asesino pudiera arrebatarle la Smith and Wesson lo derribó realizando uno de los barridos laterales que aprendió en los cursos de artes marciales impartidos durante su formación en "la Agencia". El cuerpo de Laertes impactó con el suelo produciendo un sonido seco y potente. Antes de que le diera tiempo a ponerse de nuevo en pie Adán ya lo estaba encañonando de nuevo. Pero para sorpresa de ambos algo la llevó a extraer el cargador de la pistola y arrojarla sobre el vecino sofá de cuero. Ella misma ayudó al sorprendido sicario a levantarse y al tenerlo a tiro de labios, se arrojó a disfrutar del nectar de su boca.

Laertes sintió que la vida que se le había perdonado in extremis acababa de cobrar un sentido que jamás hubiera esperado y es que desde ese mismo instante supo que solo mataría y moriría por ella. Y la besó con ardor, y comenzó a desnudarla.

—Vamos arriba –alcanzó a pronunciar Adán apartando unos segundos su boca de la del hombre que con maestría la despojaba de la ropa– esto lo solucionaremos de otra forma.

—Como desees –contestó Laertes antes de abalanzarse sobre los por fin desnudos pezones de la letal belleza americana, que erectos y desafiantes lo aguardaban anunciando el mayor de los disfrutes.

Consiguieron llegar hasta la cama deteniéndose en cada peldaño de la escalera para saciar su sed de amor y permitir a las lenguas expresarse. Al llegar junto al lecho Adán tomó las riendas de la situación y despojó a Laertes de la poca ropa que aún llevaba puesta, regalándole el más delicioso beso en su miembro viril.

—Creo que al final no debí esquivar esa bala, ya que me parece que he muerto y he subido al paraíso.

—Calla y déjame disfrutar de esto –dijo Adán mientras subía recorriendo su piel con la lengua y deteniéndose en su cuello para poder sentarse a horcajadas sobre él , recibiendo dentro de su cuerpo el placentero obsequio de amor que latía con cada movimiento de caderas.

Durante más de una hora intercambiaron y regalaron placer en todas las formas, de todas las maneras y en cuantas posturas consideraron adecuadas para el intercambio. 

—Déjame beber de tu humedad –,pidió él ayudándola a sentarse sobre su boca y lamiendo los labios privados que destilaban pasión y evidenciaban deseo. 

—Me gusta que me pidan, pero no me gusta pedir – concedió Adán antes de emitir los gemidos más adorables que Laertes había escuchado en sus vidas.

Una cosa llevó a la otra y firmaron el armisticio con el mayor de los orgasmos durante la brutal galopada en la que la más hermosa yegua y el más apasionado semental recorrieron las praderas del lecho.

Aún jadeando y con una descomunal sonrisa en el rostro, Laertes acertó a decir

—No quiero que nos separemos nunca, mi amor.

—Nunca es demasiado tiempo –contestó Adán –hace años que aprendí a construir mi vida con jamases y parasiempres cocinados a fuego lento en el caldo del ahora.

—Pues permíteme ser tu pinche, por favor.

—Creo que tenemos algo mucho más importante en lo que pensar ahora. Sabes que en nuestro trabajo no suele haber cortesías ni segundas oportunidades y más tarde o más temprano nos harán pagar por esto. Debemos construirnos una realidad paralela y desaparecer de todos y para todos. Solos tu y yo –añadió Adán comenzando a acariciar de nuevo su miembro y cosechando una sorprendentemente rápida y poderosa erección –y las mentiras necesarias que nos permitan seguir con vida.

Y así fue. 

Adán y Laertes se construyeron otras vidas para terminarlas juntos y en paz. 

Gracias a la experiencia y a los recuerdos de años como asesino a sueldo, Laertes se convirtió en un  escritor de novela negra que firmaba sus exitosas publicaciones como Ícaro, y Adán, fundó una empresa de cáterin especializada en el corte artesanal y preciso de jamón ibérico. Ambos aprovecharon las habilidades adquiridas en un pasado de muerte para cimentar el mejor  futuro juntos.

Y colorín colorado, lo que iba a ser mi relato más violento se ha convertido en un homenaje a Corín Tellado.

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