Buenos días.
Esta entrada de hoy es sin duda el más ambicioso proyecto de este blog que se creó hace ya más de 10 años.
Hoy quiero contaros algo de una forma diferente, especial, y muy emocionante para mi.
Imagino que aquellos que me leéis con frecuencia ya os habréis dado cuenta de que a mi manera, soy un hombre religioso, si bien es cierto que mi fe salta del "gatolicismo" practicante (lo mío con los gatos roza lo enfermizo) a un catolicismo diverso del que tomo básicamente las enseñanzas del hijo de Dios, por encima de la doctrina de su iglesia.
Ayer experimenté una curiosa coincidencia y ya he escrito en alguna ocasión que no creo en la casualidad, sino en la causalidad, y que las cosas nunca pasan porque sí, sino porque tienen que pasar.
De cara a sustentar con informes médicos y policiales la causa de lo que me llevó a pasar por el "hasta luego" más doloroso, (y que gracias al apoyo, la implicación y el deseo de diversos profesionales de la Consejería de Educación de la JCYL que luchan por educar y ayudar a nuestros jóvenes, se convertirá en un mensaje directo y claro para más de 3000 estudiantes de tercero y cuarto de la ESO de toda la comunidad) , mi hermana Sandra, (quién además de una increíble hermana es una increíble abogada), me hizo llegar por correo electrónico toda la documentación sobre lo acaecido a raíz del culmen de mi estupidez y mi imprudencia un 13 de abril de 2014. Además me envió el vídeo de la cámara de seguridad de la gasolinera frente a la que tuve mi accidente de moto, que recogió el impacto y el motivo del mismo, y que en su día me negué a ver por miedo y vergüenza, pero que ayer vi tras armarme de valor. Y no pude evitar llorar y arrepentirme de mi falta de acierto.
También encontré entre los archivos adjuntos el parte policial en el que venían el nombre y el número de teléfono del muchacho que detuvo su coche y llamó a la policía y a la UVI móvil, cuyos facultativos me desfibrilaron hasta en tres ocasiones no tirando la toalla y consiguiendo recuperarme tras unos minutos de muerte clínica.
A este chico, a Marcos, le debo la vida y ayer lo llamé para agradecérselo. Fue una conversación muy emocionante en la que ambos no pudimos evitar llorar, él de alegría tras reconocerme que se ha acordado mucho de mi durante este tiempo sin saber que habría sido de aquel motorista accidentado, y de ilusión por escucharme hablar. Yo me emocioné por su empatía, su cariño, su generosidad y su gran humanidad.
La coincidencia de la que os hablaba está en que ayer fue miércoles de ceniza, día en el que a los católicos se nos ofrece imponernos sobre la frente las cenizas que simbolizan que somos polvo y al polvo volveremos, y que estamos a tiempo de cambiar y avanzar para hacer de nuestra vida un regalo. Y ayer fui a la iglesia (no acostumbro a acudir a misas a no ser que haya un motivo de peso como bodas, bautizos, comuniones y por desgracia cada vez más funerales) y recibí ese símbolo de la oportunidad que se me dio. Voy a hacer de esta oportunidad algo digno, voy a hacer de mi vida algo digno, voy a hacer del pasado futuro, y del futuro un digno presente. Voy a pagar mi deuda con el destino, con mi Dios, conmigo mismo y con todos.
Hoy os voy a contar lo qué ha sido de mi, lo que fui y lo que quiero ser, y lo voy a hacer una vez más a través de la música, pues ya sabéis que la música es para mi tan importante como la literatura y que soy un privilegiado al haber crecido en un hogar cimentado sobre amor, libros y discos.
Mi historia os la van a cantar por mi. Ellos cantan mejor que yo y alguno también escribe mejor que yo, y las letras de sus canciones acompañan mi día a día y conforman la banda sonora de mi vida. A algunos de estos artistas los conozco. A alguno tengo la fortuna de poder llamarlo amigo y a otros los he tratado al poder entrevistarlos para el programa de radio de Es Radio CyL que dirigí y presenté hasta hace poco menos de un año.
Subid el volumen. Así empezó todo.
La semana previa a mi accidente se me rompió el amor con una mujer con la que compartía vida, lecho, alegrías, penas y proyectos de futuro. Nos despedimos y yo me quería morir. Y que cachondo es el destino, que me concedió el deseo porque me había olvidado de vivir y no sabía ni quería hacerlo sin ella.
Pero también se me concedió la oportunidad de volver a intentarlo, de superar la lesión cerebral más devastadora. Y de levantarme. Y mi padre me enseñó que rendirse nunca es una opción, y gracias a los distintos médicos y fisios que apostaron por mi, y a la impagable labor de mi amiga Teté (mucho más que una excelente fisio), me levanté y volví a vivir.
Con miedo, torpe y confuso, volví a la pelea y me decidí a aguantar otro asalto y a encajar cuantos golpes pudiera soportar sin caer de nuevo a la lona, y en ello estoy. Vuelvo a escribir, a enamorarme, a fracasar y a hacer de mi vida un montón de páginas. A compartir con aquellos que están a mi lado cuanto puede ser compartido y con mis lectores cuanto creo que debe ser compartido.
Durante esta milagrosa y realmente dura recuperación, la reacción popular ante mis circunstancia fue increíble, y al comenzar a salir por la ciudad siempre con bastón y acompañado por alguien de total confianza, encontré tanto cariño en aquellos que me paraban por la calle para abrazarme o decirme algo bonito, que no lo entendía, pero mi Blancanieves, mi queridísima Belén, que no llego a despertar nunca del sueño que le produjo aquel desafortunado mordisco a la manzana, y a quien llevo llorando y echando de menos más de seis años, me lo explicó con esta canción.
El amor ha formado siempre parte de mi día a día, de lo más hermoso de mis experiencias, de lo más doloroso de mis fracasos y de las páginas más bellas de mis libros. Cada una de las mujeres que han pasado por mi vida me ha enseñado algo, me ha aportado mucho y me ha regalado demasiado. Desde aquella diseñadora de moda de la que me despedí antes de impactar contra el asfalto, a una adorable escritora granadina, pasando por una deliciosa montañesa, por una misteriosa agente de la CIA conocida por Adán, y por la propietaria de los más hermosos ojos del color del sol y de mi corazón, a todas he querido darles mi amor. A algunas no supe entregarlo, otras no quisieron recibirlo. Una vez escribí que creo que nací para amar y no para ser amado. Pero ya sabéis...en mi credo particular rendirme nunca será una opción, y mi alma ya ha encontrado a su dueña. Un día le haré entrega de cuanto quiero darle o simplemente un día descubriré que yo también importo y me lo entregaré a mi mismo.
Y la vida sigue, mi vida sigue. Trato de aprender de mis fracasos, de identificar mis errores y de corregirlos. De sonreír, de luchar, de pasar páginas, pero colocando marcadores en aquellas que necesariamente deben ser releídas si con ello puedo ayudar a alguien. Trato de no perder la esperanza en mi especie, de querer y ayudar a las especies más débiles y de llegar a ser el mejor Juan que pueda llegar a ser. Y es por eso que le debía una disculpa a mi yo de ayer.
Y ya está, ya pasó, ya merezco crecer ( y no hablo de mi tan deseado metro noventa), sino de hacer de la experiencia una herramienta y una medicina, del amor una terapia, del perdón una oportunidad y de la literatura una catarsis y un medio de vida.
La literatura salva vidas, no lo olvidéis. Ahora podré contárselo a miles de chavales y demostrárselo.
Gracias por todo a todos, y en especial a mi familia y a mis amigos.
Se acabó este tema excepto en las charlas coloquio que mantendré con el público a lo largo de decenas de institutos de mi comunidad.