sábado, 22 de enero de 2022

A golpe de gladio


 La flecha picta se incrustó en el escudo que logró levantar hasta los ojos pese al dolor de su brazo herido por el corte proferido por  la espada del tatuado guerrero que yacía muerto a sus pies.

Lucio Galvano consiguió evitar una muerte segura de nuevo, pero la batalla aún no había terminado y aunque vio como la caballería al mando del experto decurión que había previsto el ataque se lanzaba al galope sobre la posición desde la que llovían las flechas, su cohorte todavía no había acabado con los pocos guerreros britanos que seguían en pie tras el avance de la décima centuria.

El cielo se rasgó con un nuevo y poderoso trueno y el agua comenzó a caer a raudales limpiando la sangre de su coraza y de la hoja de su gladio. Un último esfuerzo, una nueva carga en formación y las legiones del cesar podrán escribir otra gloriosa página en la historia de Roma.

Lucio no recuerda donde perdió la jabalina. Seguramente la dejase hundida en el pecho de alguno de los primeros pictos que impactaron sobre la formación en tortuga con la que el centurión los ordenó avanzar hasta la cima de la verde colina donde los esperaba el enemigo profiriendo gritos y desafiando lo inevitable. Debían llevar horas peleando y aquellos salvajes todavía se negaban a entender que nadie puede detener el vuelo de las águilas del Cesar. 

Clavó su gladio hasta la empuñadura  en el vientre del guerrero que se lanzó contra él dejando el cuerpo al descubierto al levantar el hacha con ambos brazos, y al extraer la hoja esta salió acompañada de los intestinos del enorme salvaje que trató de cortarle en dos.

Los galos habían sido bravos enemigos, no tanto como los hispanos y ni con mucho tanto como estos britanos belicosos y crueles que no dudaron en decapitar a los emisarios del tribuno que solicitó su rendición. Pero las legiones estaban sometiendo las islas una a una, y los salvajes que habían osado desafiar al destino, esta noche  servirían de alimento a los animales del campo.

En Judea conoció a un curioso rabino que afirmaba que solo Dios podía disponer de la vida de los hombres y que cuando alguien te golpease el rostro, no deberías cortar la mano del agresor. sino ofrecer tu otra mejilla. Estaba claro que aquel extraño judío no sabía que su Dios también se sirve del brazo de los legionarios para ordenar el mundo.

Ya no caían flechas del cielo, tan solo gruesas gotas de gélida lluvia britana. El suelo olía a sangre y a humedad. La caballería regresaba victoriosa tras aplastar a los arqueros y ahora la infantería debería terminar de limpiar la zona y asegurar el triunfo.

Su padre lo enseñó a reservar las fuerzas hasta el último segundo de batalla y a no dar a ningún enemigo por derrotado hasta comprobar que su cuerpo inmóvil tendido en el suelo no podría volver a levantar su brazo contra el Cesar. Uno a uno sus compañeros y él fueron rematando a su paso a los salvajes heridos que yacían en la tierra que defendían y que se habían negado a entregar a Roma para mayor gloria del imperio. 

Los gritos y los lamentos de los heridos se unieron al ruido de los tambores y de las sandalias al marcar el paso.

Roma vincit.

viernes, 7 de enero de 2022

Rugidos


 Hay una frase que resume a la perfección aquello que lo condujo a las mayores pérdidas, los más grandes disgustos y al dolor y la tristeza que adornan muchos de sus recuerdos recientes, "ten cuidado con lo que toleras, estás enseñando como tratarte". Siempre fue un tipo confiado, sensible, de carácter afable, de naturaleza pacífica y de buen conformar. Su afán por agradar y por evitar discusiones y problemas, sumado a su natural simpatía y a su falta de asertividad, confundieron a algunas personas de su entorno que creyeron que era débil y que podrían aprovecharse de él, pero lo que nadie podía sospechar es que incluso en personas como él, todo tiene un límite y es mejor no despertar a la bestia dormida.

Cubre por completo el cadáver  con la tierra que extrajo de la fosa cavada en el más recóndito e inaccesible lugar del solitario pinar castellano, y se asegura de que las piedras colocadas encima impidan que algún animal atraído por el olor pueda desenterrarlo. No quería matar a aquel desgraciado, simplemente trató de dejarle claro que su paciencia tenía un límite, que ya no cedería más a sus exigencias y que era mucho mejor dejarlo tranquilo, pero se desató la tormenta cuando recibió el golpe que liberó al león que rugiendo se abalanzó sobre aquel al que un día consideró su amigo y en cuestión de segundos todo había terminado. Le rompió el cuello con un único y rápido movimiento. Al ejercer la fuerza adecuada y, al escuchar el chasquido que evidenciaba la lesión, mortal de necesidad, no sintió otra cosa que calma.
Tenía que haberlo hecho mucho antes, pero fiel a sus principios y a sus valores consintió en conceder una oportunidad tras otra esperando que las cosas cambiaran y que lo dejara en paz. Pero no. Al final lejos de permitirle vivir en paz, el ahora difunto despojo humano prefirió seguir aprovechándose de su buen corazón. ¿Buen corazón? Sin duda lo tenía. O lo había tenido, pero todo termina estropeándose si no se cuida y su dolorido músculo había soportado demasiado.
Fueron compañeros de trabajo en la multinacional que se instaló en la provincia asegurando un futuro mejor para aquellos que se unieran a la gran familia de trabajadores que hacía de las acciones de la  empresa mucho más que un gráfico en ascenso continuo en todas las bolsas del mundo. 
Desde el primer día en las oficinas de la delegación provincial en las que fueron ubicados, el finado confundió su buena disposición con servilismo y supo acceder a él mediante una impostada camaradería que adornó con una lacrimógena historia personal para conseguir llegar a su corazón. Lo demás fue una vertiginosa  escalada hasta la cumbre de sus mejores sentimientos, y una vez hubo coronado la cima, plantó su bandera y se dedicó a disfrutar de las vistas mientras el amable y confiado compañero con el que compartía despacho en la sección de marketing, trabajaba por los dos y sacaba adelante los proyectos y las necesidades del departamento, sacrificando su tiempo y esforzándose en cumplir con los objetivos que los marcaban desde dirección. La rémora que había decidido alimentarse del sudor de su frente había encontrado un filón en la única mancha que podía ensuciar el expediente del esforzado compañero, cuando este y con el único fin de ayudarlo y evitarle un posible despido, falsificó la firma de un cliente en un documento, firma que debía haber conseguido el hombre cuyo cuerpo ya había comenzado a alimentar a pequeños escarabajos y otros insectos del campo. Aquello sirvió para que durante meses aumentara el nivel de exigencia y todo tipo  de chantajes enmascarados en el  hipócrita discurso sustentado sobre la necesidad de ayudarse el uno al otro.
Hoy lo había citado en el chalé para supuestamente entregarle copia del extenso informe del departamento que deberían presentar a primera hora del día siguiente, lunes, pero cuando llegó a su casa y descubrió que lo había hecho ir con la única intención de poner las cosas claras entre ellos y detener ya el continuo abuso, el muy hijo de puta se permitió el lujo de perder los papeles y después de proferir todo tipo de insultos y amenazas, le golpeó en el rostro con el reverso de la mano. Y entonces la fiera que habitaba dentro de él y que llevaba muchos años aletargada despertó. Ni siquiera se planteó el tratar de anestesiarla y volver a dormirla, no quiso contenerla, simplemente permitió que se manifestara y se apoderase de sus actos, con fatídicas consecuencias para el asombrado compañero. Su rictus tras la muerte aún expresaba asombro.
Regreso a casa sonriendo y tras guardar la pala y los guantes de faena en el garaje, encendió un cigarrillo que fumo con el mismo placer con el que apuraba los deliciosos cigarrillos que seguían a cada encuentro sexual con sus ocasionales parejas.
Ahora debía pensar que hacer con la moto del difunto. Al caer la noche se pondría el casco integral que había dejado su propietario sobre el depósito de la máquina de gran cilindrada y la conduciría hasta uno de los barrios marginales de la vecina ciudad, donde la abandonaría sin candar y con las llaves puestas.  Se iría dando un paseo hasta el centro, disfrutaría de un buen escocés con hielo y cuando hubiese terminado de calmar la sed de la bestia a la que apaciguaba con ese tipo de  caprichos, cogería un taxi hasta el pueblo más cercano a su chalé, al que volvería caminando.
Todo termina bien, cuando aprendes a decir no y al hacerlo dejas de sentirte culpable.

domingo, 2 de enero de 2022

Ilusiones



Puede que nuestras ilusiones nos definan, y las mías no se alejan en exceso de las del resto de los mortales. Quiero ser feliz, pero ya aprendí que la felicidad son pequeños momentos que hacen que sientas que vivir merece la pena. Quizás el resto de los mortales sientan también ese deseo que yo siento de ver felices a los míos, deseo que en muchas ocasiones es más fuerte que el de mi propia felicidad. Quizás es un deseo tan fuerte porque si veo feliz a la gente que quiero, yo también lo soy, y puede que en el fondo realmente sea algo egoísta, no lo sé. En cualquier caso me encanta ese dos por uno en el que veo feliz a alguien que quiero y yo me siento feliz. ¿Dónde hay que firmar? Puede que sea por eso por lo que trato de aportar cuanto está en mi mano para ver felices a los míos. Bueno...voy a dejar de darle vueltas a esto por estoy entrando en bucle.

Ayer amanecí muy creativo a nivel literario, con ideas nuevas y enriquecedoras para una de las novelas en la que estoy trabajando, y en la que me había estancado un poco al no conseguir encontrar el camino para conseguir que sea esa novela que sorprenderá al lector y le hará bucear en sus páginas buscando el tesoro sumergido. Creo que ayer amanecí con el cerebro activo y creativo y me levanté de la cama en "modo escritor", lo que está genial, pero a un tiempo es delicado, porque cuanto expreso pasa por ese filtro literario y todo, desde un wasap al post en una red social, va cargado de literatura y puede confundir a quien lo lee al no distinguir la realidad del mensaje de lo literario del mismo. A veces no soy capaz de contenerme y permito que ese "modo escritor" adultere cuanto expreso.

Pasé unas cuantas horas del primer día del año sentado ante el ordenador escribiendo en la novela y desarrollando esa idea con la que amanecí y que al ver plasmada en el archivo sobre el que trabajo y corrijo constantemente, me hizo sentir bien y me animó a cerrar el documento con una sonrisa y con la certeza de que había encontrado el camino. Ya se verá.

Puede que una de mis mayores ilusiones sea el llegar a ser el escritor que me gustaría llegar a ser, ilusión esta que tiene mucho en común con otra de mis ilusiones más grandes que es llegar a ser la persona que me gustaría ser. Ambas ilusiones van de la mano y se complementan y en ambas estoy trabajando desde hace tiempo, cuando descubrí que para hacerlas realidad debería esforzarme, que no llegaran por casualidad y no caerán del cielo. Así que desde luego, por mi que no quede.

Espero despertarme muchas mañanas con la sensación con la que me desperté ayer y poder trabajar duro para sentirme más cerca de esas ilusiones que en ocasiones se acercan un poco a la realidad. Si a eso le sumo el ver sonreír a las personas que quiero, la felicidad de la que hablaba al principio de este texto se presenta un instante para guiñarme un ojo.

Venga. Hagamos de este año un buen año. Nadie me va a regalar nada.

 

lunes, 27 de diciembre de 2021

Beso de gorrión


Puede que este cuadro de Gustav Klimt sea uno de mis preferidos por lo intrínsecamente cálido de la escena que representa. No es un beso pasional, o al menos yo nunca lo he visto así. Me parece más bien un beso de esos que simbolizan el mayor de los cariños, el amor contenido en un instante, el roce furtivo de unos labios. 
Y es que hay muchos y muy distintos tipos de besos. Desde ese beso apasionado en el que las lenguas se buscan con avidez al paternal beso en la frente, nos encontramos un amplio abanico que abarca los adorables y sanadores besos en las sienes que representan vida, los correctos y corteses besos en las mejillas y los rápidos y nada desdeñables besos en las comisuras de los labios que dotan a quien los entrega del valor suficiente para arriesgarse a una acción que aunque por norma lleva aparejada amor, cariño o deseo, en ocasiones es tan solo un intento por acceder a lo que le está vetado.
Este año he descubierto los besos de gorrión y me han parecido algo precioso. Son esos fugaces besos en los labios que te entrega la persona amada sin pretender otra cosa que demostrarte que tu boca es territorio común, que pese a las seguridad impuesta por la temida distancia social aun hay formas de demostrar que entre las personas que comparten algo especial, hay también momentos para driblar el peligro y esquivar la enfermedad, pues apenas unas milésimas de segundo unen las almas a través de ambas bocas. Son besos generosos y deliciosamente frágiles que no se acompañan ni de caricias ni de palabras bonitas, que no necesitan de miradas incandescentes ni alteración de la frecuencia cardiaca, aunque luego al rememorarlos el corazón se te hinche y rebose felicidad.
Puede que cada uno vea en este cuadro lo que prefiera ver, eso es lo que tiene el arte, que aunque el artista pintase, esculpiera, compusiera o escribiese buscando transmitir una idea, aquellos que disfrutan de su creación no pueden evitar hacer suyo el momento de contemplación y atribuir a la obra su realidad, su deseo o su mayor ilusión. Yo en este cuadro veo a una pareja que se ama pese a todo, que se quiere pese a todo y que pese a todo, se regala un beso. 
Cuantos besos hemos dejado de darnos en estos años de pandemia, cuantos besos hemos detenido contra nuestra voluntad y cuantos besos se nos han arruinado a través de las mascarillas. Este año que termina me ha regalado dos besos que no olvidaré nunca, un beso excepcionalmente cálido y cargado de promesas que denominé beso del milenio, y un beso generoso y consolador de velocidad del rayo y mínimo contacto al que denominé beso de gorrión.
No todo está perdido.

martes, 21 de diciembre de 2021

Aportar


 Laertes enciende el que cree que será su último cigarrillo y aspira la primera calada con algo de sentimiento de culpa. Va a dejar de fumar, quiere hacerlo, puede hacerlo. Sabe que lo más seguro es que no llegué a la senectud, y que probablemente sepulten su cadaver con un par de agujeros de bala en la frente o en el pecho, pero no va a dejar de fumar por salud. Al fin y al cavo de algo hay que morir, y no será el tabaco el que termine con su vida. Lo va a dejar por ella, aunque ella no se lo ha pedido. Pero sabe que no le gusta que fume.

Es curioso. Mientras consume este último pitillo rubio cargado de recuerdos, viene a su mente la idea de que hasta hace más bien poco, nunca se había detenido a pensar en qué podría hacer para ayudar a una persona a ser feliz. Y es que debido a su profesión, el pensar profundamente en alguien conllevaba estudiar sus rutinas, sus horarios y sus puntos débiles para encontrar el mejor momento en el que terminar con su existencia sin testigos, sin complicaciones y sin dejar huellas, rastros o evidencias.

Dedicar toda su atención a una persona no era más que parte de la preparación del encargo y siempre iba asociado a la muerte. De un tiempo a esta parte no puede evitar pensar continuamente en ella y estos pensamientos son completamente opuestos a los que acostumbraba a dedicar a sus objetivos. Ahora solo piensa en vida, en su vida, en la vida en común, en proyectos de futuro. En todo lo que siempre pensó que le estaba vetado y que pertenecía únicamente a las letras de las canciones de amor, o al argumento de esas espantosas películas que ponen en Antena 3 los domingos después de comer, a esos poemas que  se escriben los adolescentes o la publicidad con la que te machaca El corte Inglés para aumentar las ventas en San Valentín. Pero no. Desde que conoció a esa hermosa y elegante pelirroja de dulces maneras y de ojos cargados de luz, algo cambió en el interior de su pecho y supo que sus días como profesional de la muerte estaban llegando a su fin. 

No ha sido en absoluto un cambio radical. Desde el día en que coincidió con ella en un concierto al que acudió realizando un seguimiento del objetivo al que debía eliminar, y que eliminó de dos certeros disparos en los baños del pabellón donde se celebraba el show, Laertes ha seguido siendo el más eficaz de los asesinos de la ciudad. A aquella víctima cuyos estertores fueron silenciados por las guitarras del grupo que levantó al público entre aplausos, le siguieron media docena más, todas eliminadas de forma impecable e inmisericorde, pero es cierto que a medida que su relación con esta maravillosa mujer fue creciendo, también crecieron en él distintos sentimientos a los que al igual que al amor, no estaba acostumbrado, y le confundían. No solo iba a dejar de fumar, también abandonaría su oficio. Quería aportar a la única mujer que consiguió conquistar su corazón y demostrarle que eso del amor es mucho más que una excusa para vender anillos, flores y cajas de bombones, todo cuanto estuviera en su mano para hacer de la vida un lugar a la altura de todo lo hermoso que había logrado despertar en él, y claro, esto de llenar  los cementerios y las portadas de los periódicos a costa de balazos y de puñaladas en la espalda precisamente hermoso no es que se diga.

El destino parece que le ha dado otra oportunidad, y esta vez va a seguir los neones de la vida que le indican el camino a tomar.

Arroja la colilla al rio desde el puente elegido para deshacerse del vicio, del paquete de tabaco con los restos de su adicción, del viejo y fiable mechero de gasolina, de su Pietro Beretta de 9 mm y de la afilada y eficaz navaja automática. Sonríe mirando al cielo donde luce un sol radiante que le recuerda a sus ojos y traga saliva antes de abandonar el lugar donde supo que un día tendría que venir para ponerle fin a todo. Y para comenzar todo.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Obstáculos


 

Manchado era un potro de treinta meses nacido del encuentro entre Alba, una yegua torda de hermosas hechuras, y Pistolero, un poderoso semental, alazán y coqueto, que cubrió a Alba a la luz de la luna tras un rápido galanteo.

La manada vivía en las extensas praderas californianas y la abundancia de pastos y de agua permitía que hasta que llegó el hombre blanco, solo tuviera que preocuparse de los ocasionales ataques de pumas, lobos y otras criaturas con las que compartía territorio. Pero el hombre blanco llegó y con él los lazos, las cercas, los alambres de espino y las sillas de montar.

Pistolero había enseñado a Manchado que, aunque los hombres rojos eran respetuosos con la manada, en ocasiones se llevaban a alguno de los potros o de los adultos a sus poblados para utilizarlos como monturas o como animales de carga, pero sin la tortura de sillas, bocados o espuelas. Y el alambre de espino no delimitaba su nuevo hogar.

Manchado creció libre y feliz y cuando abandonó los cuidados de Alba y se unió a otros potros y sementales para aprender a ser un macho adulto, descubrió la responsabilidad de ser un verdadero miembro de la manada. Aprendió a defender a los más pequeños de los peligros, a emplear sus cascos y su poderoso cuello como armas de defensa y a correr atrayendo hacia a él a los depredadores para alejarlos de los más débiles a sus ataques.

Una soleada mañana de primavera la manada sufrió el ataque del más despiadado y cruel de los depredadores, el hombre blanco. Antes de que pudiesen darse cuenta media docena de aquellos desalmados humanos, cabalgando sobre sus tristes y sumisas monturas otrora nobles hermanos de la pradera, se lanzaron sobre ellos ondeando enormes lazos que al trabar entre las patas de Manchado y de dos de sus compañeros de agitado y desenfrenado galope, consiguieron derribarlos y reducirlos. Después llegó el infierno del látigo y la fusta, el doloroso y aterrador hierro que marcó su ancas y la desesperación del picadero, donde dos de los hombres blancos se turnaban para agotarlos y humillarlos hasta que los prisioneros accedieron a la mayor de las vejaciones y accedieron a la silla de montar y al bocado de castigo con el que si no obedecían las órdenes de mando recibidas a través de las riendas, sufrían la más dolorosa reprimenda en sus quijadas.

Manchado comprendió que la vida presenta obstáculos que hay que aprender a esquivar para no caer sin posibilidad de levantarse. Y al igual que aprendió a vadear los ríos evitando las fuertes corrientes, a correr junto a los árboles sin que las ramas golpeasen su cabeza y a calcular la potencia del salto para no caer por los desfiladeros, decidió esperar su momento para regresar junto a sus padres y al resto de los suyos.

Unas cuantas lunas después de su secuestro, cuando los hombres blancos creían haber doblegado su espíritu por completo y haber hecho de él otra obediente bestia, Manchado puso en práctica el plan que había trazado con la meticulosa precisión que le inspiró su deseo de libertad.

El hombre que lo fue a buscar a la caballeriza, conociendo la nobleza del potro, se confió al ensillarlo con la puerta del corral abierta, y antes de que pudiese apretarle las cinchas, cargó contra él con fuerza derribándolo y despojándose de la silla al ponerse de manos encabritado. No dudó en galopar hacía la puerta abierta y abandonar el vallado recinto. Una vez fuera solo tuvo que sortear los inútiles y torpes intentos de otros de aquellos crueles animales de dos patas que intentaron detener su carrera y galopar hacia las lejanas praderas cuyos pastos lo hicieron crecer fuerte y decidido. No se detuvo hasta que cayó el sol y aunque la espuma de su belfos y lo empapado de sus crines evidenciaban el tremendo esfuerzo empleado en su huida, el fogoso potro despreció el agotamiento y recuperado el resuello comenzó de nuevo el camino de regreso hasta su hogar.

Y es que en la vida a veces las circunstancias nos atrapan y nos retienen apresándonos y doblegándonos, pero si sabemos esperar el momento adecuado y no abandonamos la ilusión, volveremos a galopar libres.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Con la cabeza bien alta

Se ajustó con delicadeza y esmero  el nudo de la corbata y antes de pedir a su secretaría que facilitara el acceso a los ejecutivos y abogados que participarían en la importante reunión, echó un vistazo a su imagen en el reflejo de la ventana. Todo bien, una vez más se encontraba impecable y eso para él era muy importante. En el mundo empresarial en el que a diario debía nadar entre voraces escualos, proyectar aspecto de hombre de éxito era algo fundamental, pues por desgracia lo de que una imagen vale más que mil palabras era una gran verdad.

Decidió hacer esperar a los citados en la sala de juntas unos minutos más y se encendió un cigarrillo en su despacho. Fumó con algo de cargo de conciencia pues le había prometido a su entrenador personal que abandonaría aquel dañino vicio y aunque ciertamente estaba reduciendo mucho el consumo, aún necesitaba de esos pitillos de recompensa y de los necesarios para calmar los nervios ante determinadas situaciones. Tampoco había renunciado al que fumaba tras hacer el amor con su chico, que le consentía hacerlo por generosidad emocional, dado que Rubén era un verdadero deportista y jamás había fumado.

Lo conoció en la universidad veinte años antes. Ismael aún no había salido del armario y quedar para estudiar con Ruben era algo habitual, sin otro interés que compartir apuntes y ayudarse mutuamente a resolver dudas. Ambos fueron aprobando los cursos de la carrera alternando la primera y la segunda posición en el ranking de calificaciones. Ismael entonces tenía novia formal, una estudiante de Derecho de buena familia y con un prometedor futuro en el bufete de su padre. Si bien es cierto que él disfrutaba mucho más cuando quedaba con Rubén para estudiar que cuando salía con Marta a cenar o a tomar unas copas, hasta que no se matriculó junto a su atractivo amigo en el más prestigioso Master de dirección de empresas, no comenzó a plantearse su sexualidad. Rubén dedicaba sus horas de ocio a modelar su escultural cuerpo y jamás le había conocido novia, ni novio alguno. Simplemente parecía que entre los estudios y el ejercicio su vida ya estaba suficientemente llena, y no necesitaba nada ni a nadie más que pudiera distraerlo de su cometido. 

Todo sucedió la noche previa a uno de los exámenes más difíciles del segundo año del Master. Una noche de café a espuertas, de complicados ejercicios prácticos de balances y cuentas, y de calor, pues estaba terminando un tórrido mes de junio en Madrid y el apartamento donde vivía Rubén situado en una buhardilla en las cercanías de la calle Princesa carecía de aire acondicionado por lo que el pequeño ventilador de sobre mesa apenas refrescaba el ambiente. Rubén se despojó de la camiseta y una cosa llevó a la otra. Tras un primer beso confuso y tímido, Ismael se dejó llevar por el torrente de sensaciones que le despertaba su amigo y enfrentándose a su educación tradicional católica y a los prejuicios asimilados durante su vida, que dotaban a las relaciones homosexuales de todo tipo de despectivos calificativos y de un acceso directo a los dominios de Belcebú en la prometida vida futura, no supo contener su pasión y el amanecer los sorprendió desnudos y abrazados en el sofá del minúsculo saloncito. Aprobaron el examen y cuando hizo pública la lista de calificaciones finales del Master otorgando a la feliz pareja matrícula de honor, Ismael telefoneó a Marta para contarle los resultados y que había encontrado al verdadero amor de su vida y los dos premiados estudiantes aprovecharon para hacer pública su relación.

La familia de Ismael pasó el trago a duras penas y aunque toleraron en sociedad la recién descubierta condición del que fue a ojos de todos el mejor de sus hijos, no se privaron de juzgarlo en un tribunal familiar que lo condenó al desprecio y el ostracismo.

Ismael no tardó en encontrar un buen trabajo en una multinacional de esas consideradas como empresas sin alma, que no dudaban en embargar su piso a una adorable ancianita ni en cerrar la fábrica de un esforzado pero desafortunado empresario. que a costa de mucho esfuerzo había conseguido emplear a los cientos de trabajadores que pasarían junto a él a engrosar las listas del paro.

La vida no es fácil, la vida no es amable y desde que Ismael decidió no ocultar su verdadera sexualidad lo sabía mejor que nadie. Pero haber reunido el valor suficiente para enfrentar a la hipócrita sociedad que aplaudía en público su coraje. y lo tildaba de despojo humano en privado, lo había ayudado a discernir entre la moral y la practicidad y tardó muy poco en convertirse en el más eficaz y meritorio de los ejecutivos de la delegación de su empresa en España.

Apagó el pitillo en el cenicero absorbe humos de su mesa, extrajo un caramelo de menta del oportuno paquete que llevaba en el bolsillo interior de su traje de Vitorio&Lucchino y le pidió a su secretaria que anunciase el comienzo de la reunión.

Espero un  minuto a que los asistentes ocupasen sus puestos en la enorme mesa de reuniones y. jugando con la puesta en escena, hizo su aparición al mismo tiempo que se apagaban las luces y en la pantalla gigante colocada en la pared principal de la sala, comenzaba la proyección del video donde su empresa detallaba la adquisición y remodelación de gran parte de los edificios del madrileño barrio de Chueca. Mediante una multimillonaria operación hostil en la que cerrarían un buen número de los negocios existentes y. solo facilitarían el acceso comercial a las empresas cuyas actividades pasaran su criba moral, lo despojarían de su conocida fama de barrio de ambiente con locales destinados al ocio gay y lo convertirían en la zona residencial más exclusiva destinada a familias de triunfadores de la clase media, elegantes matrimonios con niños que encontrarían en la zona colegios de élite, guarderías bilingües, ludotecas, modernas iglesias donde recibir catequesis para la primera comunión, y todo tipo de atracciones para  favorecer el gasto y la inversión de las familias acomodadas.

"Come o serás comido", pensó Ismael mientras finalizaba el video comercial, al fundir en negro la imagen de un matrimonio jugando con tres adorables mellizos en un parque infantil abarrotado de niños y elegantes baby sitters que vigilaban sus juegos.


 

jueves, 9 de diciembre de 2021

El porqué de esta pasión.


 Siempre he dicho que escribir es para mi una necesaria catarsis emocional. Y es una gran verdad.

Poder sacarte los sentimientos fuera y convertirlos en relatos, páginas de una novela, cuentos e incluso versos es una bendición, por eso cuando lo que me saco de dentro son ángeles y no demonios, las letras flotan sobre la pantalla del ordenador aleteando juguetonas y desplazándose alegres de un lado a otro hasta que ocupan su posición y conforman las palabras más amables y esperanzadoras. 

Sin embargo a veces, como canta Miguel Campello en el tema que encabeza esta entrada, "mancho las hojas con letras sin sentido, letras de lástima y pena, letras de olvido". En esos momentos, en los de tristeza, angustia o miedo, la catarsis es mucho más poderosa y violenta, porque aún siendo una terapia eficaz y reponedora escribir llega a dolerme y cuando termino el texto de desahogo al que me entrego, estoy cansado y me siento débil. 

Como escribió Saramago al hablar del paso de la correspondencia epistolar a la mantenida mediante correos electrónicos, "las lágrimas no podrán borrar las letras de un email", y es cierto. Desde hace unos años ya no he tenido que tirar a la papelera folios emborronados a base de tinta y lágrimas, ahora incluso los más tristes y los que más me han dolido al sacármelos de dentro sobreviven a la implosión de emociones que me revienta el alma. Puede que desde que escribo en el ordenador en vez de en cuartillas, si lloro mientras escribo todo quede en nada, en mejillas húmedas y suspiros, en hipo y en sensación de vacío, pero ya está, no hay que lamentar pérdidas materiales ni otros daños colaterales.

Quizás es por eso que compré un cuaderno para ella y en él escribo los relatos, los poemas y los textos que considero que no le interesan a nadie más ya que ella es la única lectora para los que los escribo. Puede que en alguna ocasión escriba en ese cuaderno alguno con pequeños borrones producidos por una lágrima inoportuna, pero no me avergonzará entregarle un día esta colección de textos inspirados por ella y cargados hasta el extremo de la más absoluta sinceridad.

Llevo una temporada alternando relatos nacidos de mi estrecha relación con la novela negra como escritor y como lector, con relatos y textos muy románticos nacidos de mi estrecha relación con sus ojos del color del sol. En los primeros, que utilizo como campo de pruebas para mis personajes o para situaciones de las distintas tramas de mis libros, pruebo a convertir en literarios los crímenes que me hubiera gustado cometer y los puñetazos que no llegué a pegar a aquellos que los merecieron. Y es una buena catarsis emocional pues mis demonios se apoderan del teclado y golpean, torturan y asesinan a aquellas personas que con otros nombres y otras realidades me han hecho daño en este plano en el que no me cubro con la armadura que protege al autor. Cuando es el miedo el que escribe por mi, llego a abrir las puertas de todos los armarios de mi alma y a mirar debajo de todas las camas de mi inconsciente y al convertir lo que veo en historias que puedo manipular, nada esta oscuro, nada me asusta y cuando termino de escribir no necesito más luz que la que aportan a mi vida la razón y la esperanza.

La angustia es algo tan humano como la alegría o la ilusión, y si bien es cierto que cuando me siento muy angustiado por circunstancias o experiencias demoledoras de mi día a día al sentarme al ordenador lo hago temeroso del resultado, ya sabéis que en mi credo personal rendirme nunca es una opción y, prefiero sacarme de dentro este sentimiento tan peligroso y tan dañino y me obligo a alejarlo de mi dando rienda suelta a la imaginación y  convirtiéndolo en energía positiva.

Mis textos románticos son quizás los más sinceros de cuantos escribo, porque en ellos me desnudo emocionalmente por completo y procuro ser fiel a lo que me dicta el corazón y a lo que me inspira ese sentimiento tan intenso que me alborota, a veces me confunde, pero siempre me colma. Y cuando escribo lo que cierta persona de nombre bifronte me regala con sus besos o sus caricias, al finalizar y leer lo escrito me emociono porque de alguna manera la leo a ella y solo la veo a ella. Y por supuesto me reafirmo en que del desamor nacen los textos más hermosos, por lo que prefiero que todos los que llegue a escribir durante el resto de mi vida no pasen de agradables o bonitos, no quiero que su rechazo o su abandono me llegue a inspirar lo suficiente para convertir la muerte de mi corazón en uno de esos hermosísimos textos.

Escribir es una suerte y un completísimo tratamiento para diversos males del ser humano. Al escribir estás obligando a esforzarse al cerebro y ejercitando neuronas y conexiones neuronales, estás limpiando el alma con una catarsis de lo más provechosa y estás trabajando concentración, introspección, atención y dedicación.

Por eso el día que me nombren presidente del gobierno uniré los ministerios de Cultura, Educación y Sanidad, para diseñar una medicación multifuncional a base de libros, folios en blanco y bolígrafos, o en su defecto de ordenadores personales y e-books. 


lunes, 6 de diciembre de 2021

La duda


 Siempre agradeceré el ser capaz de poder expresarme por escrito, de poder darle forma con palabras a lo que pienso, a lo que siento, a lo que me bulle en el cerebro, me late en el interior del pecho y me desborda el alma condicionando mi existencia. Siempre trataré de mejorar al sentarme ante un folio o ante el teclado de un ordenador. Pero aún me queda mucho por aprender.

Tengo a mi disposición multitud de recursos literarios, un buen número de puntos de apoyo en el verso y la prosa de autores de todos los siglos y la perfecta inspiración de cierta musa de ojos del color del sol que alimenta mi creatividad, mi vida, mi ilusión y mi esperanza en un mañana feliz lleno de folios en blanco para llenarlos con las metáforas que nacen de sus besos y de su mirada. Pero aún debo esforzarme en hilvanar correctamente las letras para tejer ese texto que cuando esté terminado hará justicia a lo que despierta en mi corazón y sabrá expresar de forma real, clara y sincera ese sentimiento al que siempre he querido cantar, pero no pasé de un ridículo tarareo.

Llevo mucho tiempo escribiendo, mucho. En ocasiones ser tan prolífico es contraproducente, pues si uno lo prolífico a lo confuso y lo desacertado de mis emociones en el pasado, me doy cuenta de que en muchos textos que escribí durante los años más difíciles no acerté al explicar el catálogo de sentimientos que trataba de exponer a mis lectores. Pero aunque sigo errando en la forma ya estoy seguro de acertar en el fondo. 

En ocasiones cuando finalice un texto creyendo haber sido capaz de regalarle párrafos escritos por y para ella no me habré dado cuenta de haber suscitado una duda al excederme en los recursos. Con cada empírica declaración de amor por escrito estaré acercándome al texto ansiado. Ensayo error para llegar hasta ella, para lograr acariciarle el alma a kilómetros de distancia. La distancia. Esa distancia que al escribir disfrazo de social, de física, de impuesta, de obligada. Esa distancia que en la discreción de un texto que tan solo era un canto a sus labios y a mi nostalgia de ellos, sirvió para ratificarme que aún estoy lejos de lo que persigo como escritor.

Puede que llegue el día en el que consiga acompañar su desvelo en las noches más difíciles y que al releer las páginas que crearé para que se sienta feliz en negro sobre blanco, consiga dormir tranquila y segura, con la sonrisa en esos labios que me han vuelto loco, y liberada de las angustias y los problemas que han interrumpido su descanso. Y si consigo hacerlo, podré decir satisfecho que al fin soy el escritor que siempre he querido ser. Porque ahora sé que la literatura en mi tiene un único sentido, y no es otro que devolver a mi musa parte de lo recibido y aportarle lo necesario para que sus ojos siempre brillen y regalen vida pese a que las sombras del mundo pretendan adueñarse de lugares donde no han sido invitadas.

Y ya sabéis. En mi credo personal rendirse nunca es una opción y creo que ya he demostrado que no estoy dispuesto a tirar la toalla, ni a arrodillarme implorando clemencia. Prefiero equivocarme mil veces y morir en el intento antes de abandonar el deseo de ofrecerle lo que merece.

Y esta es la llama eterna que arderá en mi alma y se alimentará del oxígeno que me regaló al acariciarme y besarme por primera vez. En aquella ocasión estuve a punto de perder el sentido y ahora sé que lejos de perderlo, encontré el sentido a todo. 

domingo, 5 de diciembre de 2021

¿Distancia social?




 Se puede acompañar de cualquier adjetivo, pero la distancia siempre será distancia y todo lo que me separe de ella merecerá cuando menos mi desprecio y mi repulsa.

Llegar hasta sus labios sorteando los obstáculos más peligrosos que el destino juguetón quiso añadir al camino, ya fue de por si bastante complicado, pero soy peleón y en mi credo personal rendirse nunca es una opción, por lo que a base de esfuerzo y de ilusión conseguí hacerme con ese fabuloso premio de su boca.
Al probar el nectar que guarda en la bodega de su sonrisa descubrí que mi vida ya tenía sentido, y al hacerlo me volví irremediablemente adicto a sus besos. Y sé que no habrá tratamiento ni terapia que me pueda desenganchar de ella porque soy el más feliz de los yonkis, y cada vez que me besa me santiguo agradeciendo a Dios el haberme permitido disfrutar de una nueva dosis.
Pero los hados siempre encuentran la manera de enloquecer y desesperar a los mortales, y al ver que yo había sido capaz de esquivar sus trucos y de superar las dificultades, se inventaron una nueva estratagema y la disfrazaron de virus extremadamente contagioso del que solo escaparíamos al evitar cualquier tipo de contacto estrecho, y al respetar lo conocido como distancia social. Lo que no saben es que no me importa lo más mínimo contraer el mal que pueda matarme, porque vivir sin saborear sus labios y sin sentir sus caricias es ya  la peor y más dolorosa de las muertes, y que además, me consta que nada malo vendrá de ella y que nunca encontraré en sus besos algo que pueda perjudicarme, pues aunque en el pasado hubo otras bocas cargadas de engaño, de mentira, de veneno y de traición, la suya solo alberga verdad, sentimientos hermosos y placer, y no voy a renunciar a ella, aunque se me amenace con la muerte. Morir es permanecer a distancia de lo que más me gusta y lo que más necesito. De lo único que me permite abrir los ojos cada mañana, respirar y desear seguir vivo. Morir es pretender subsistir sin besarla. Agonizar es la distancia, la distancia de ella. Querido destino, por favor, entiéndelo y no te lo tomes como algo personal, pero si me privas de sus besos me estarás forzando a renunciar a tu juego y a maldecirte por siempre. Volveré una vida tras otra para reivindicar mi derecho a amarla y a ser amado. Resurgiré de mis cenizas para intentar conquistarla y llegar de nuevo a su boca. y sobornaré a Caronte para que me cruce la laguna Estigia una eternidad tras otra escondido en su barca y así poder  besar cada día por última vez a la mujer más bonita a la que he besado nunca. Y moriré dichoso para resucitar al momento, y volver a besarla para morir dichoso y resucitar al momento, y volver a besarla. Y volver a besarla y a morir y a resucitar y volver a besarla.
Porque si no la beso no tengo nada, no quiero nada, no me sirve nada, no espero nada y nada me hará feliz...tan solo su recuerdo.