Siempre he dicho que escribir es para mi una necesaria catarsis emocional. Y es una gran verdad.
Poder sacarte los sentimientos fuera y convertirlos en relatos, páginas de una novela, cuentos e incluso versos es una bendición, por eso cuando lo que me saco de dentro son ángeles y no demonios, las letras flotan sobre la pantalla del ordenador aleteando juguetonas y desplazándose alegres de un lado a otro hasta que ocupan su posición y conforman las palabras más amables y esperanzadoras.
Sin embargo a veces, como canta Miguel Campello en el tema que encabeza esta entrada, "mancho las hojas con letras sin sentido, letras de lástima y pena, letras de olvido". En esos momentos, en los de tristeza, angustia o miedo, la catarsis es mucho más poderosa y violenta, porque aún siendo una terapia eficaz y reponedora escribir llega a dolerme y cuando termino el texto de desahogo al que me entrego, estoy cansado y me siento débil.
Como escribió Saramago al hablar del paso de la correspondencia epistolar a la mantenida mediante correos electrónicos, "las lágrimas no podrán borrar las letras de un email", y es cierto. Desde hace unos años ya no he tenido que tirar a la papelera folios emborronados a base de tinta y lágrimas, ahora incluso los más tristes y los que más me han dolido al sacármelos de dentro sobreviven a la implosión de emociones que me revienta el alma. Puede que desde que escribo en el ordenador en vez de en cuartillas, si lloro mientras escribo todo quede en nada, en mejillas húmedas y suspiros, en hipo y en sensación de vacío, pero ya está, no hay que lamentar pérdidas materiales ni otros daños colaterales.
Quizás es por eso que compré un cuaderno para ella y en él escribo los relatos, los poemas y los textos que considero que no le interesan a nadie más ya que ella es la única lectora para los que los escribo. Puede que en alguna ocasión escriba en ese cuaderno alguno con pequeños borrones producidos por una lágrima inoportuna, pero no me avergonzará entregarle un día esta colección de textos inspirados por ella y cargados hasta el extremo de la más absoluta sinceridad.
Llevo una temporada alternando relatos nacidos de mi estrecha relación con la novela negra como escritor y como lector, con relatos y textos muy románticos nacidos de mi estrecha relación con sus ojos del color del sol. En los primeros, que utilizo como campo de pruebas para mis personajes o para situaciones de las distintas tramas de mis libros, pruebo a convertir en literarios los crímenes que me hubiera gustado cometer y los puñetazos que no llegué a pegar a aquellos que los merecieron. Y es una buena catarsis emocional pues mis demonios se apoderan del teclado y golpean, torturan y asesinan a aquellas personas que con otros nombres y otras realidades me han hecho daño en este plano en el que no me cubro con la armadura que protege al autor. Cuando es el miedo el que escribe por mi, llego a abrir las puertas de todos los armarios de mi alma y a mirar debajo de todas las camas de mi inconsciente y al convertir lo que veo en historias que puedo manipular, nada esta oscuro, nada me asusta y cuando termino de escribir no necesito más luz que la que aportan a mi vida la razón y la esperanza.
La angustia es algo tan humano como la alegría o la ilusión, y si bien es cierto que cuando me siento muy angustiado por circunstancias o experiencias demoledoras de mi día a día al sentarme al ordenador lo hago temeroso del resultado, ya sabéis que en mi credo personal rendirme nunca es una opción y, prefiero sacarme de dentro este sentimiento tan peligroso y tan dañino y me obligo a alejarlo de mi dando rienda suelta a la imaginación y convirtiéndolo en energía positiva.
Mis textos románticos son quizás los más sinceros de cuantos escribo, porque en ellos me desnudo emocionalmente por completo y procuro ser fiel a lo que me dicta el corazón y a lo que me inspira ese sentimiento tan intenso que me alborota, a veces me confunde, pero siempre me colma. Y cuando escribo lo que cierta persona de nombre bifronte me regala con sus besos o sus caricias, al finalizar y leer lo escrito me emociono porque de alguna manera la leo a ella y solo la veo a ella. Y por supuesto me reafirmo en que del desamor nacen los textos más hermosos, por lo que prefiero que todos los que llegue a escribir durante el resto de mi vida no pasen de agradables o bonitos, no quiero que su rechazo o su abandono me llegue a inspirar lo suficiente para convertir la muerte de mi corazón en uno de esos hermosísimos textos.
Escribir es una suerte y un completísimo tratamiento para diversos males del ser humano. Al escribir estás obligando a esforzarse al cerebro y ejercitando neuronas y conexiones neuronales, estás limpiando el alma con una catarsis de lo más provechosa y estás trabajando concentración, introspección, atención y dedicación.
Por eso el día que me nombren presidente del gobierno uniré los ministerios de Cultura, Educación y Sanidad, para diseñar una medicación multifuncional a base de libros, folios en blanco y bolígrafos, o en su defecto de ordenadores personales y e-books.
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