Una vez me dijo que pertenezco a otra época y eso me gustó. La verdad es que me gusta todo en ella, me gusta todo de ella.
No puedo evitar sentarme ante un teclado y abrir la espita del pecho para permitir que desagüe parte del caudal de emociones contenido en el embalse de mi alma, y que a punto ha estado de destruir las paredes de esta presa emocional con la crecida derivada de todo lo sentido al haber besado sus labios. Y este vertido del caudal excesivo que puede reventar la estructura etérea que contiene y alberga todo lo que me hace sentir, se traduce en textos en mi blog, relatos en el disco duro de mi ordenador y post en diferentes redes sociales.
Pero hoy le he escrito cual amanuense o cual analfabeto funcional, un manuscrito que solo leerá ella y que recoge en apenas dos folios todo lo que me desborda. Y se lo entregaré en mano, dentro del sobre adecuado y en el momento perfecto, no a través de la red y a ojos vistas de todo aquel que quiera disfrutarlo, criticarlo o incluso puede que mofarse de ese inequívoco rastro de almíbar que han dejado mis palabras, pues ella es DULCE y todo lo que me inspira es acorde a su increíble y tierna personalidad.
En este manuscrito le doy mi amor, como cantan Pablo y Miguel en el tema que encabeza esta entrada, y que sé que es una de las canciones que más le gustan de Blow. Y es que mi amor es todo suyo porque lo ha inspirado ella, lo ha despertado ella y ella es quien le ha dado sentido. Y sin haberlo querido me ha enseñado la diferencia entre el amor y el cariño, el deseo, el capricho, o la necesidad. Me ha enseñado el sentido de una palabra que he utilizado en diferentes idiomas y con diferentes mujeres a lo largo de mis vidas, sin conocer su verdadero significado y sus deliciosas consecuencias.
Este manuscrito no necesita de copias, pues su contenido nunca se perderá, siempre vivirá en mi memoria mientras me mire con esos ojos del color del sol que me han robado la razón y me han devuelto la fe en el creador, pues algo tan hermoso y tan bueno como ella solo puede ser obra de Dios y no de los hombres, por mucho que la genética y la biología hayan sido los instrumentos mediante los cuales la trajo al mundo.
Ya no me duele haber perdido muchos de mis recuerdos, pues sé que los más hermosos aún están por llegar y no se irán nunca, por muchos golpes que me de en la cabeza. Ya no me pesa haber sido tan estúpido, haberme equivocado tanto y haberme caído una y otra vez, pues el levantarme, el rectificar y el aprender de mis errores me ha servido para poder ofrecerle una versión mejorada de mi. Y es que no merece más que lo mejor que pueda darle, y aún así y todo me aterra pensar que no llegue a aceptarlo...a aceptarme.
Por un instante Laertes piensa en terminar rápido y salir de allí sin ensuciarse las manos más de lo que ya se las ha ensuciado, pero no. De alguna manera es lo que tiene que hacer, y aunque de un tiempo a esta parte haya encontrado a la mujer que el destino le ha reservado para hacer de él una persona mejor, hay cosas que no se pueden dejar a medias.
Su objetivo despierta del golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente unos minutos antes y que permitió al rubio asesino de bigote bicolor trasladarlo sin llamar la atención hasta la casa abandonada junto a la antigua estación de ferrocarril en desuso, cuyo cierre terminó por convencer a la juventud de aquel pueblo de tierra de campos de que las oportunidades y el futuro viven en la ciudad, a poco más de cuarenta minutos en coche de las casas que construyeron sus ancestros.
Nadie en kilómetros a la redonda, noche cerrada y gruesas paredes de piedra y adobe. El muy hijo de puta puede gritar cuanto quiera, a él no le importa y nadie vendrá a ayudarlo,
El cliente que contrató este trabajo pagando una considerable suma por encima del precio standard para que no se privase de aplicar los métodos más dolorosos, le especificó que por mucho dolor que pudiera sentir antes de morir, aquel individuo había causado mucho más a su familia. Al parecer no solo había maltratado de todas las formas posibles a su mujer, también había derrochado crueldad con las dos pequeñas gemelas fruto de ese matrimonio que solo se rompería a los ojos de Dios al separarlos la muerte. Y hoy Dios mira para otro lado. Y el primo carnal de la inmediata viuda, con un pasado turbio que implica algunos años en la cárcel y contactos poco recomendables, se conjuró para ocuparse de terminar con el dolor de su prima y de las niñas. Una cosa llevó a otra, un número de teléfono a otro y al final el ex convicto adecuado le facilitó a cambio de una nada despreciable cantidad de dinero el contacto de alguien que lo haría bien, de la forma más profesional y sin dejar cabos sueltos.
Laertes se asegura de que las bridas que sujetan los pies y las manos del dolorido cincuentón de apellido compuesto y reputación intachable no le den una desagradable sorpresa rompiéndose por la tensión de los músculos, cuando el dolor le lleve a sacar fuerzas de flaqueza. Espera a que recobre por completo todas sus facultades y a que vaya tomando conciencia de la realidad y cuando lo hace y comienza con las súplicas y con los lloriqueos, le aplica un breve pero intenso masaje en la espalda con su puño americano.
Los gritos al sentir el intenso dolor de cada vértebra rota con los certeros golpes espantan a los ratoncitos que corretean por el suelo del garaje.
El eficaz asesino saca de la funda artesanal que pende de su cinturón el afilado cuchillo japonés que emplea en los trabajos más exquisitos, y procede a realizar media docena de cortes a lo largo del pecho desnudo de su objetivo, No permitirá que se desangre, no terminará tan pronto ni será tan indoloro.
Aprovechando uno de los gritos del canalla que hoy va a pagar sus culpas con el talonario de su vida, le sujeta la lengua con unas tenazas y de un único tajo se la secciona limpiamente con precisión cirujana. Las cuerdas vocales de su víctima emiten unos desagradables sonidos que ya no amplifica la garganta, inundada de sangre.
Merece mucho más dolor aún, pero como el verdugo se ha enamorado cual colegial de la mujer más maravillosa y más dulce del universo conocido, al recordar todo lo que le transmiten sus ojos del color del sol decide regalarse en su honor un ápice de clemencia y terminar de una vez con el desesperado fulano atado a una vieja y dura silla de madera maciza en el garaje de la casa abandonada.
Un único disparo en la frente con su Pietro Beretta de 9 mm pone fin al festival del sufrimiento y tras limpiar la sangre y los restos de sexos y de huesos esparcidos por el suelo de hormigón, secciona un dedo del fiambre para que le sirva de prueba frente al cliente, y asegurarse así el cobro del segundo plazo. Con esmero envuelve el cadaver en un plástico oscuro cortado a medida, y cava un agujero lo suficientemente profundo para deshacerse del paquete y taparlo con la tierra levantada tras cubrirlo previamente con un saco de gravilla de obra, de los que guarda en el garaje, y que dificultará el posible descubrimiento casual del cuerpo por parte de niños jugando a indios y vaqueros, o de amantes entregados a la pasión sobre una manta sin saber que están consumando su amor sobre los restos de alguien que nunca supo lo que era eso.
De camino a Valladolid, no deja de pensar en ella , en sus caricias, en sus besos, en su sonrisa, y en como ha sido capaz de conseguir que quiera ser la mejor persona posible, para ofrecerle el mejor Laertes que pueda llegar a ser. Y es que ella lo merece todo, y en ese todo no entra un asesino profesional que supera sus traumas y sus frustraciones eliminando objetivos a cambio de dinero.
A sus 47 primaveras y después de creer haber conocido y disfrutado y sufrido las mieles del amor, por primera vez sabe que se ha enamorado de verdad.
Laertes hace un repaso mental de sus oportunidades para comenzar una nueva vida y sonríe al pensar en el dinero escondido en un trastero de la calle Ferrocarril, con el que podrá comprar el tiempo suficiente para conseguir hacerse un nombre con una profesión legal y socialmente aceptada.
La vida pasa y pesa, pero a él le pesaría mucho más perderla y moriría gustoso antes de renunciar a ella.
Después de aparcar el coche en un parking público junto al bar donde ha quedado con ella, comienza a subir de dos en dos los escalones de la escalera que le conducirá hasta el cielo de su boca.
Esta es la tercera vez que voy a utilizar el hermoso dibujo de la artista vallisoletana Estela Labajo Duque, excelente creativa y mejor persona aún, para ilustrar uno de mis textos.
Todo llegó con Bancos de piedra, incluido en mi libro Historias para según qué días, para el que Estela derrochó talento, generosidad cariño y acierto. Después y en este mismo blog, me redimí de la traición sufrida, del dolor de la pérdida y del rencor que me devoraba las entrañas y que inspiró el texto original,con Bancos de piedra 2. Y ahora, once años después del relato germen de todo esto, puedo escribir El banco del silencio.
Pese a lo enigmático de su título este es un texto en el que voy a tratar de volcar la felicidad que hoy siento, y el maravilloso descubrimiento al que he podido acceder en estos últimos días, al haber encontrado sin querer buscarla, a la persona más increíble con la que al fin han decidido cruzarme los hados, y que me ha devuelto la fe en la humanidad, en el amor, y sobre todo y por encima de todo, en mi mismo.
Si he llegado hasta ella y he conseguido que me mire como me miró hace dos noches, entonces es que por fin estoy haciendo las cosas bien y me voy acercando a ese Juan que quiero llegar a ser. Y no cejaré en el empeño de ser tan buena persona como se me permita, tan acertado en mis decisiones y tan hábil en mis textos como el hacedor me conceda. Porque ella merece que le ofrezca mi mejor versión y creo que yo merezco alcanzar la plenitud, y no solo con sus caricias, sino también con la certeza de que esa persona que llevo buscando todas mis vidas realmente existe, huele como ella, sabe como ella y se llama como ella.
Desde que aceptó que me mirase en su pupilas y descubriera que sus ojos del color del sol iluminarían mis sueños, soy otra persona. He vuelto a mutar, o mejor dicho, he evolucionado. Ahora soy capaz de todo y no temo nada. Ni a nadie.
El título de este texto nace de algo que me pidió hace pocos días y que hace tan solo dos, traté de llevar a cabo. Hablamos cada jornada al caer la noche, hablamos mucho, pero ella, que es una personita muy especial y que domina la palabra mejor que yo y sabe conjugar con soltura ironía y ternura, me propuso sentarnos juntos en un banco y escucharnos en silencio, con los oídos del alma, con los auriculares del aura.
Me senté junto a ella sobre unas frías escaleras de piedra que hicieron las veces de banco, y conseguí enmudecer y que me escuchase. Y creo que realmente pudo hacerlo, porque al poco de detener el caudal incontenible de palabras que llenan mi boca, me miró fijamente a los ojos, me acarició con ternura el rostro y me besó. Me regaló un primer beso que sé que me acompañara hasta mi próximo baile con la blanca señora, y que seguiré recordando cuando el Sino me permita regresar a este valle de lágrimas con otro nombre, con otros rostro, con otra carne, pero con el mismo corazón. Y es que mi corazón ya no me pertenece, y esto no es literatura es una verdad absoluta. Suyo es mío no, por eso la quiero tanto que mi corazón es solamente una parte de todo lo que quisiera darle.
La vida nunca dejará de sorprenderme y los caprichosos dioses son capaces de lo peor, si, pero también de regalar a los mortales sentimientos como el que me inunda el pecho. Por eso son dioses y los rezamos desde que el mundo es mundo.
Hay tantas cosas que quiero decirte, que necesito callarme para que puedas escuchar el discurso de mi corazon. Él te hablará en silencio y sabrá pronunciar con los labios del alma todo lo que se volvería vulgar al seguir un código, al adoptar la estructura preconcebida y diseñada por otros, al transformarse en palabras. Porque hace miles de años alguien decidió que lo que siento por ti se llama amor y se dice amor, amore, love,amour,liebe...y la verdad es que me da igual como se ensucie este sentimiento al abandonar la boca, ya que ninguna de las palabras estará a la altura de lo que me haces sentir, ni de los segundos que me has regalado hoy al escuchar mis latidos convertidos en el estruendoso silencio que se adueñó de la noche y del espacio donde solo estábamos tu y yo, y donde el universo tan solo comprendía la distancia entre mis ojos y tus ojos del color del sol. Y tú sonrisa era una galaxia infinita y cada vez más cercana.
Gracias por ratificarme en la idea de que jamás conocí tanta belleza concentrada en una cadena de ADN, gracias por demostrarme que la felicidad existe y se sonroja al comprender que hay momentos irrepetibles a los que los poetas no han acertado a cantar aún. Gracias por haberme retado a sumergirme sin la bombona del dialecto que me ha permitido respirar inútilmente a lo largo de mis vidas, cuando todavía no sabía que nací para ahogarme y renacer en tu mirada, gracias por desafiarme a bucear en las aguas del silencio, donde las emociones se amplifican y se escuchan con sorprendente nitidez.
Bendito silencio. Bendita expresión de cariño la tuya. Bendito el momento en el que me decidí a callarme de una vez por todas, por todo, para todo. Para ti.
Esta canción se ha ganado por derecho su lugar en la BSO de mis vidas y ocupa espacio junto a otras de Jorge Drexler, Kase O, René, Héroes del silencio, Dario Martín H, Blow, Fleet Foxes y Kurt Cobain.
El día que me de por grabar un disco con todas ellas, además de dejarme una pasta en royalties y derechos de autor, habré conseguido un CD perfecto. Al menos perfecto para mi.
En cualquier caso este tema, (que me lleva acompañando un par de años ya desde que lo descubrí), a fecha de hoy ha tomado un sentido muy especial y diferente. Lo escucho varias veces al día y se ha convertido en la canción recurrente que no puede faltar cuando me embarga la nostalgia y necesito sentir a cierta persona a mi lado. Firmaría haber escrito todas y cada una de las palabras de la letra de esta canción porque una vez más, René ("Residente", cantante y compositor de Calle13) ha buceado en el interior de mi alma tras sumergirse en ella y encontrar los sentimientos y las imágenes que me inspiran lo más hermoso a la hora de enfrentarme al teclado de ordenador o a un folio en blanco, y parece haber expoliado el cofre del tesoro oculto entre el pecio de mi corazón hundido tras la última tormenta.
Esta canción habla de ella, es ella, y cuando la escucho puedo verla a ella, sentirla junto a mi e incluso escucharla reír tímidamente sonrojándose con sinceridad al creer que en absoluto es la persona especial y maravillosa que asocio con la dueña de los ojos del color del sol a la que cantan Rene y Silvio.
Y es que sus ojos hacen magia, son magos, los abrió, y hoy el sol no hace falta. El sol está en receso porque la vitamina D me la podría dar ella con sus besos. La luna sale a caminar siguiendo sus pupilas, que es la ruta más hermosa de las del senderismo emocional.
Mis sueños son reales porque los sueño despierto cada vez que la escucho al otro lado del teléfono o puedo leer uno de sus oportunos y reponedores mensajes que me dan la vida, y me ayudan a enfrentar cualquier cosa que se me ponga delante. Mis sueños tienen nombre y apellido, pasado y descendencia, y una situación complicada que me sujeta a la hora de pedirle que forme parte de esta novela por entregas que es mi vida. Y no sé si algún día lo hará, pero desde luego mi novela ya cuenta con notas a pie de página donde explico el significado de cada metáfora, de cada acertada analogía, de cada frase bonita y aclaro que todas son un acrónimo de su nombre.
Abrió los ojos y el sol guardo su pincel porque ella pinta el paisaje mucho mejor que él.
Desde que llegó a mi vida me cuesta escribir relatos violentos, textos donde expresar lo peor de la condición humana y profundizar en Temporada de caza, el tercer volumen de mi trilogía Crímenes de temporada del que ya llevo más de 50 páginas escritas. De un tiempo a esta parte la novela avanza más despacio, pues solo acierto a escribir escenas románticas, y a llenar página tras página de momentos de complicidad, de silencios en los que los personajes se miran a los ojos y permanecen callados sentados en el banco de un parque, y en los que el inspector del grupo de homicidios del cuerpo nacional de policía, Iván Pinacho, se deleita disfrutando de los ojos del color del sol que tiene frente a lo suyos redimiéndolo de todas las muertes, de toda la crueldad, de todos los errores. Y no sé porqué ( ya que no está basado en hechos reales), tras unos minutos de callada contemplación se levanta, le aparta el cabello del rostro, retira la mascarilla y la besa en los labios con un beso eterno, cálido y dulce. ¿Lo véis?...es superior a mis fuerzas, no puedo evitarlo. Será mejor que deje de escribir por hoy.
En el vídeo que encabeza la entrada, las elegantes y maravillosas voces de Pablo Acebal y Rocio Torio nos deleitan el oído con la canción de Blow, Oceans of time. Y el gran hacer de Fran, bajista del grupo y artista tras la cámara y en el montaje y edición del hermoso videoclip grabado para ilustrar el tema compuesto por el propio Pablo con letra de Marola Varela, su compañera en los Showers Singers, nos deleita la vista.
No me canso de ver este video, de escuchar a Pablo con Rocio ni de pedir a Pablo, buen amigo y mejor persona, que me cante este tema cada vez que nos reunimos en fiestas y celebraciones.
Esta canción que tanto me gusta es mucho más que una canción para mi. Obviamente es un homenaje a la famosa novela, Drácula, del irlandés Bram Stoker, cuando el desafortunado, sediento de la sangre que da vida y enamorado príncipe maldito, le dice a Mina, "he cruzado océanos de tiempo para encontrarte", pero es también algo que sorprendentemente he tenido la fortuna de experimentar en mis propias carnes. He tenido que gastar dos de mis siete vidas para encontrarla y curiosamente la encontré cuando había dejado de buscarla. Y lo cierto es que aunque apenas nos conocemos, sé que la voy a seguir queriendo el resto de mis vidas.. Y que un día, conseguiré ser su AMIGO.
Mis lectores más asiduos estaréis cansado de mis desengaños amorosos, mis continuos fracasos sentimentales y mi persistente búsqueda de esa persona que simboliza el ideal de amor, el sentimiento más noble en estado puro y la belleza del alma, que es la más importante de entre las bellezas, sin duda. He tenido la suerte de vivir historias de amor con mujeres de todo tipo y condición, y he tenido la suerte de enamorarme una vez tras otra, o de creerme enamorado confundiendo necesidad, cariño y deseo con amor. He sufrido y he creído morirme cada vez que las circunstancias me abofeteaban el rostro con el guante de la realidad y he maldecido a los hados y al puto angelote del arco y las flechas con cada decepción y con cada certeza de que me había vuelto a equivocar. Unas veces dolió más, otras dolió menos, pero siempre me hizo daño y siempre pensé que ya no buscaría más. Pero que os voy a contar...para mi rendirse nunca es una opción.
Y ahora resulta que cuando no la estaba buscando va y aparece. El destino no es caprichoso, es un auténtico hijo de puta, porque además me ha permitido llegar hasta ella para demostrarme que no basta con encontrarla, que una vez encontrada tengo que conseguir que me acepte y esa es una segunda parte de la historia que no acostumbran a escribir en las novelas, donde cuando el amante encuentra a su amada, siempre termina conquistándola.
Pero me da igual. Me basta con saber que no es un producto de mi romántica imaginación, que no es una ilusión ni un sueño, que realmente existe y que en efecto, personifica todo aquello que simboliza lo más hermoso de la condición humana. El que un día llegue hasta ella o no ya es algo secundario y no voy a consentir que me rompa el alma. La pista de baile está llena de bailarinas y siempre habrá con quien danzar, aunque mataría por sacarla a bailar una pieza interminable, pero bueno...la vida da muchas vueltas, como un vals. Espero que la vida no vuelva a pisarme. Y si me pisa otra vez sé que no dolerá ni la mitad de lo que me han dolido otros desafortunados cambios de ritmo. Me consuela y me llena el haber tenido la suerte de mirarla directamente a los ojos, de escucharla reír y de haber compartido con ella noches de wasaps y complicidad a distancia.
Qué le voy a hacer...a veces soy un tipo con suerte y no soy capaz de darme cuenta de ello. Pero ya no soy un niño. Ya le dedico a las cosas la importancia que realmente tienen. Y este encuentro marcará una antes y un después en mi trayectoria existencial.
Debería aprender a controlar mi vehemencia a la hora de expresarme. Y de sentir.
Tengo muchos, muchos defectos, pero nadie podrá acusarme jamás de falta de sinceridad, ni de tibieza. Para mi desgracia es esta forma tan mía de decir las cosas lo que me convierte unas veces en un bicho raro, otras en un patoso, y en alguna ocasión en un redicho.
De alguna manera el haber pasado por lo que he tenido que pasar, que recibe el nombre de ECM (en la Wikipedia podéis encontrar una definición muy interesante de lo que simbolizan estas siglas) me ha llevado a despojarme del filtro que la sociedad pide que coloquemos para hablar de aquello que nace de dentro, ese filtro que nos lleva a autocensurarnos para no destacar entre la masa, para no demostrar que a veces se puede dar forma real y casi tangible a un sentimiento en negro sobre blanco, y que a veces las palabras son la herramienta perfecta para traducir suspiros, lágrimas e incluso esos besos que no te atreves a dar. Y el haber comprobado cuan doloroso puede llegar a ser a dejarse algo en el tintero ha hecho que apenas me mida a la hora de hablar con esas personas que despiertan en mi los sentimientos más hermosos. Que le voy a hacer, la vida se construye a base de experiencias y esas experiencias te marcan y te definen como persona, forjan tu carácter y te llevan a querer compartir con los demás las emociones que supuestamente deberían ser para consumo propio y privado. Pues lo siento, pero no soy capaz de esconderlo, me niego a esconderlo. Una vez un primo carnal al que quiero mucho y con el que he compartido muchos y muy buenos momentos, me acusó de exhibicionismo emocional. Y no le faltó razón.
Para terminar de rizar el rizo debo confesar, aunque alguno no se lo crea, que soy un hombre bastante tímido. A la hora de enfrentarme a un teclado no hay timidez que valga, y soy capaz de desnudarme por completo y darle la vuelta a mi alma, pero otra cosa bien distinta es mantener mi discurso reflejándome en los ojos de aquella persona para la que he escrito las más bellas palabras, las más acertadas metáforas y los más pasionales textos. Entonces debo encomendarme a todos mis dioses y realizar un verdadero acto de valor y vencer el miedo al ridículo o a quedar como un estúpido. Y aunque pueda parecer presuntuoso por mi parte, soy un tipo tan valiente como sincero. Pero en muchas ocasiones esto no es ni de lejos un punto a mi favor porque pueden suceder dos cosas, que la persona que me escucha se asuste ante tanta vehemencia y se cubra con la coraza del rechazo o levante el muro de la prudencia, o que simplemente me considere un talentoso escritor con un particular dominio de la lengua. Puede que entonces me vea como una suerte de vendedor ambulante o de mercachifle, que trata de embaucarla esgrimiendo los recursos que ha adquirido con los años en las carreteras de la vida, y prefiera obviar todos las palabras que me nacen del alma, y que sé que únicamente existen con el fin de describirla a ella y de transcribir la belleza de lo que me inspira. En cualquiera de estos dos supuestos debo tomar mi capa y mi sombrero y tratar de mantener la dignidad mientras intentando no hacerme daño acierta a pronunciar las palabras oportunas para mantenerme a una prudente distancia.
Aquel que piense que esto de tener la habilidad suficiente para saber expresar mi admiración por una persona es una ventaja a la hora de practicar el arte de la seducción, está más que equivocado. Si bien es cierto que para tontear y tratar de conseguir darle rienda suelta a los instintos más carnales, es en verdad un arma muy útil (sobre todo cuando no destacas por tu metro noventa de puro músculo y unos rasgos de modelo de pasarela), pero cuando encuentras a una persona tan especial que es capaz de inspirarte aquello que incluso llega a asombrarte, es un baldón. Es casi podría decirse que hasta una burla del destino; ese destino que te permite sentir algo capaz de hacerte experimentar cosas indescriptibles, pero que te priva de la recompensa de disfrutarlas.
En cualquier caso por mucho que me atraviese de parte a parte con la aguja y no existan dedales para el corazón, no voy a renunciar nunca a hilvanar las palabras para tejer las frases con las que vestir mis emociones. Supongo que como la vida es aprendizaje, terminaré aprendiendo. Mientras, seguiré leyendo esos poemas y esos textos que otros bichos raros escribieron para entre otras cosas demostrarle al mundo que esto que sufro no lo he descubierto yo, y que no es absoluto una enfermedad.
De todas formas al igual que los cantantes que más admiro, si me lo propongo y me esfuerzo un poco, sé manejar distintos registros y cuando es necesario, puedo llegar a expresarme como el más chungo nini poligonero, el tronista más hortera, el perfecto imitador de Chiquito de la calzada (el más grande) o de Torrente, el brazo tonto de la ley. Y no se me caerán los anillos ( los sellos de oro propios del disfraz) ni necesitaré tirar de diccionario choni-castellano, castellano-choni. Si Cervantes levantara la cabeza me retaría a un duelo junto a la tapia del cementerio, pero estoy convencido de que se reiría y me invitaría a una jarra de vino cuando le explicase que debo taponar mi incontinencia oral o camuflarla de vulgaridad, para no alejar de mi a quien no quisiera que desapareciera de mi vida.
Laertes es tan hábil con su Pietro Beretta de 9 mm como con las frases con las que despide a sus víctimas o conquista a las mujeres que, una tras otra, terminan rompiéndole el corazón.
Al levantar la vista y fijarse en el cielo que cubre la noche Vallisoletana, Laertes descubre una única estrella que brilla con fuerza, con una luz muy especial, con cierta magia en su destello. Le parece encantadora en su timidez y en su soledad, en la humildad de su presencia, en lo discreto de su hermosura.
El rubio asesino de bigote bicolor decide concederse unos minutos de paz contemplando la estrella que ha llamado su atención. Según sus cálculos pasará un mínimo media hora hasta que alguien encuentre el cadaver de su última víctima y de parte a las fuerzas del orden. En un guiño a su querida y cada vez más distante Adán, le había seccionado la yugular de un único y preciso tajo efectuado con la precisión cirujana y el mortífero talento de su amiga de la CIA, el populista político por cuya muerte recibiría un par de cientos de miles de euros, ni siquiera había tenido tiempo de suplicar por su vida. No le dio opción. Siguiendo el plan trazado meticulosamente a lo largo de los últimos dos meses, esperó a que regresase a su despacho en la casa consistorial tras haber cenado con el presidente de su partido, de paso por la ciudad para afianzar a sus esbirros en el poder, y sabedor de que todos los cuerpos policiales estarían más preocupados de velar por la seguridad del que aún a fecha de hoy es todavía presidente de la nación pese a sus continuos embustes y desmanes, ya retirado a sus habitaciones en el hotel más exclusivo de la ciudad del Pisuerga, apenas encontró dificultades para eliminar a su objetivo.
En la plaza del Portugalete se detuvo a fumar un pitillo que encendió como siempre con su mechero de gasolina, fiable y seguro como un soldado pretoriano y se permitió relajarse contemplando el firmamento.
Aquella solitaria estrella que le regala su brillo le recuerda a alguien a quien de alguna manera no podía evitar echar mucho de menos, aunque tan solo se hubiesen visto en contadas ocasiones y hubiesen cruzado unas cuantas frases y unos formales y correctos besos en las mejillas. Laertes se ha descubierto un hombre particularmente intuitivo y sabe que en existencias pasadas se conocieron y compartieron algo hermoso. Nos sabe ni cuando ni en que profundidad, pero tan solo necesitó mirarla a los ojos una vez y disfrutar de la paz que transmitía su mirada, para cerciorarse de que una vez la quiso. Y puede que ella a él le entregase entonces algo muy parecido al amor con el que lleva tanto tiempo soñando y que sabe en su interior que ya disfrutó en una ocasión, hace mucho, mucho tiempo. La vida, las vidas, no dejan de sorprenderlo.
Pero ahora a lo que toca, que no es la primera vez que está a punto de mandar todo al carajo por un despiste atrapado en sus reflexiones. Apura la última calada de ese pitillo reponedor que tanto le recuerda al humo de la victoria que saborea tras hacer el amor y, asegurándose de que no lo ha seguido nadie y de que aún no hay un inesperado movimiento policial con su circo de sirenas y luces, pone rumbo hacia su pequeño, discreto y céntrico apartamento donde recogerá la maleta ya preparada con la ropa y el dinero necesario para largarse a un lugar seguro hasta que las aguas se calmen. Dos semanas antes se hizo con el billete de avión para Las Palmas de Gran Canaria y con la entrada para el concierto de Jean Blazer, a los que ha recordado inconscientemente al contemplar la beautiful star.
El clima de las islas afortunadas le vendrá muy bien ahora que el frio comienza a adueñarse de la dura estepa castellana y no ve el momento de saborear un buen vino junto a Victor y a Samuel, el cantante y el pianista del grupo canario que ha ocupado un lugar muy especial en la BSO de su vida.
Antes de subir al apartamento, se cerciora de que el afilado cuchillo japonés que decidió utilizar en este trabajo sigue en la funda que guarda en el bolsillo interior de su cazadora de cuero. Allí está. Una vez lo haya limpiado a conciencia lo devolverá al maletín de herramientas profesionales con las que acostumbra a ejecutar sus trabajos. Le encanta su oficio, es muy bueno en él, y sabe que si pone los medios un día podrá retirarse y dedicarse a seguir buscando lo que tanto ansía, aunque sinceramente cree haberlo encontrado ya.
La vida sigue, pasa y pesa, pero su conciencia sigue a salvo, sus valores intactos y su corazón recuperándose poco a poco.
Resulta que por fin encontré la flor que me representa y que quiero que crezca sobre mi tumba el día que me vuelva a llamar la blanca señora y esta vez se asegure de que nadie me rescate de su gélido abrazo.
El diente de león representa entre otras cosas la supervivencia y la satisfacción personal. Pues bien, he sobrevivido, pero aún no estoy satisfecho.
Quiero más, quiero llegar a ser el Juan que quiero llegar a ser, el escritor que trato de alcanzar, la perfecta pareja para aquella que se decida a compartir conmigo el resto de sus días, el mejor de los amigos para esos que me quieren a pesar de mis múltiples defectos, el hijo devoto y agradecido, el hermano entregado a sus hermanos y en definitiva, esa persona que intento dibujar con metáforas y que quisiera encarnar algún día.
No aspiro a la perfección porque la perfección humana no existe y de existir, no estaría jamás a mi alcance. El autor de la eterna tragicomedia escribió mi personaje plagado de fallos, de incorrecciones y de sorprendentes incongruencias, pero al fin y al cabo este es mi personaje y hasta que termine la función lo defenderé en escena con todas mis energías.
Intento aprovechar todos y cada uno de los segundos que se me han regalado. Intento aportar cuanto puedo a aquellos que me necesitan, intento hacer las cosas bien, pero intentarlo no sirve, al final lo único válido es conseguirlo. Y no es en absoluto fácil. No hay trucos, no hay atajos, no hay manual de instrucciones ni comodines.
No pienso rendirme, se me han dado herramientas y se me ha enseñado a utilizarlas, y si aún no soy el artesano de mis días y el orfebre de mis sueños, no es por falta de ganas, es por torpeza y por debilidad. Soy tan jodidamente humano que tiendo a engañarme con escusas miserables para aplazar el esfuerzo definitivo y delegar en terceros aquello que solo me corresponde a mi y que no enfrento porque sueño con que mi ángel me libre de volver a salir derrotado. Pero mi angel no puede pelear por mi, debe librar sus propias batallas y aunque su flamígera espada de sonrisas deliciosas amedrente al enemigo, su brazo ya no es el más fuerte. Y no le culpo por abandonarme a mi suerte, es más, le agradezco que me reconforte con cada celestial abrazo que me regala durante el fragor de la contienda.
El diente de león es hermoso en su sencillez y en su fragilidad y es más hermoso aún al ser desmembrado por el viento y compartir con todos la sinfonía de su adiós en forma de semillas voladoras. Sabe morir y resucitar constantemente, asume la belleza en su muerte y hace de ella al convertirla en vida para sorpresa de todos, el momento glorioso. No se lamenta de su suerte porque su sino es deleitarnos en su agonía y embellecer nuestros prados con aquellas semillas que engañaron al destino.
Puedo escribir de mil maneras distintas todo lo que siento al pensar en aquella que se ha instalado en el interior de mi pecho. Puedo ser el escritor más romántico, el más pasional, el más tierno, el más erótico, el más agradecido y el más respetuoso, pero no por ello seré capaz de conservarla a mi lado y, seguramente se terminará marchando como todas las demás, destrozándome por dentro sin haber querido hacerlo. Y volveré a desear estar muerto para no respirar con cada bocanada de oxigeno la certeza de su ausencia. Pero de nuevo llegará la redentora, quien con sus besos me devolverá las ganas de vivir, la sonrisa más franca y el sentimiento más noble. Y creceré de nuevo en el jardín de la vida irguiéndome atrevido frente al vendaval inoportuno de las circunstancias adversas, dispuesto a matar y a morir por ella, dispuesto a existir en negro sobre blanco y, a cerrar filas con todas mis ilusiones, con mi esperanza y con mis ansias de una vida plena a pesar de lo que parecerá una muerte segura.
Algo maravilloso me está esperando en alguna parte, lo sé y voy a ir a por ello, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Rendirse nunca será una opción para mi y aunque ahora todo se me presente extremadamente confuso y complejo, encontraré la luz y el camino hasta ese lugar donde el viento esparcirá mis semillas creyendo haberme destruido.
Volveré a ser yo, pero en versión mejorada. Un día llegaré a estar satisfecho.
Lejos de enfadarse, sonrió a leer su nombre en la pantalla del smartphone a altas horas de la noche. Al escuchar a Radio Head cantando Creep en su teléfono móvil, rezó pidiendo que fuese ella y no un cliente demandando algún trabajo de urgencia. La diferencia horaria entre España y los Estados Unidos no hace que la comunicación sea algo sencillo ni cómodo, pero francamente, a él eso le importa lo que viene siendo una mierda. Su teléfono siempre tendrá batería y cobertura para ella y él siempre estará disponible para atender sus llamadas, las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Así es él cuando encuentra una mujer como Adán, aunque bien pensado, nunca conoció a nadie como ella.
Adán trabaja para la C.I.A y la misión que la llevó a España un par de meses antes le había reportado algo más interesante que un ascenso. Laertes y ella iniciaron una relación tan pasional como difícil. Un buen número de distintos factores hacían de su historia de amor la crónica de una muerte anunciada.
El rubio asesino a sueldo supo que lo suyo tenía fecha de caducidad en el mismo instante en el que decidió no matarla y en su lugar la condujo hasta su piso franco, donde una cosa llevó a la otra. Es bueno en lo suyo, muy bueno. Algunos lo consideran un artista en su disciplina, pero el suyo es un arte para el que no existen museos. En cualquier caso la distancia no es lo único que los aleja. Laertes mata por encargo, bajo demanda y a gusto de consumidor. No tiene un mecenas fijo ni firma sus obras. A diferencia de otros grandes artistas, él huye de la gloria y del reconocimiento.
Adán es una excelente profesional, metódica, astuta y realmente eficaz. Su destreza en el manejo del cuchillo y de las armas cortas semi automáticas lo sedujeron de inmediato. Y su forma de sonreír con los ojos, su absoluta sinceridad, su decisión ante el peligro y su demostrada valentía al enfrentarse a los enemigos más complicados ratificaron su idea de que aquella era una mujer fuera de lo normal. Pero cada vez tiene más claro que llegará un día en el que la despedida definitiva suene como un disparo del 45, y no habrá silenciador que amortigüe el ruido que hará su corazón al estallar en mil pedazos.
El clandestino trabajo de Laertes lo lleva de un lado a otro de la geografía española, pero en contadas ocasiones le ha hecho cruzar la frontera. Viaja lo justo y necesario y, sinceramente evita viajar por placer a excepción de cuando elije el destino donde ocultarse durante el tiempo suficiente para quitarse de en medio, y no terminar con sus huesos en el talego, en un agujero en el campo o en el fondo del rio.
Ella vive en un remoto estado norteamericano donde ni siquiera sus vecinos más cercanos habrían sospechado jamás que aquella profesora de la escuela de artes y oficios, divorciada y excelente madre de dos niños a los que deja en casa de unos parientes cuando debe salir a algún seminario fuera de la ciudad, es en realidad una peligrosa agente secreto a la que no le tiembla el pulso al degollar a un objetivo o descerrajarle un tiro en la sien a cualquier sicario enviado para acabar con ella.
La desea. La desea mucho. Laertes desea a Adán más de lo que ha deseado jamás a ninguna mujer y las ocasiones en las que han podido entregarse al placer carnal en la forma en que les fue posible, el asesino a sueldo vallisoletano perdió por completo la sensación de control que ejerce siempre sobre todos sus actos para así evitar consecuencias desagradables. Quizás debió haberla matado cuando no era más que la seductora yanqui colaborando con los agentes de la ley de Valladolid que trataban de impedir que eliminase a los objetivos que le reportarían un buen número de ceros en su cuenta bancaria, pero algo le llevó a perdonarle la vida y tras llegar a un acuerdo con ella, uno a uno los blancos fueron eliminados y uno a uno cambio cada bala que llevaba el nombre de la agente americana en el cargador de su Pietro Beretta, por los besos reservados a aquella que un día secuestraría su corazón.
—Buona sera, princippesa–dijo Laertes al descolgar, sabiendo que ella prefiere evitar el inglés para hablar con él– ¿Cómo estás?
—Muerta "matá" –contesta ella con su fuerte acento tejano– Hoy he tenido mucho trabajo y estoy agotada.
Unos minutos después y con la promesa de verlo cuando el trabajo se lo permitiera y pudiera dejar a sus hijos a buen recaudo, Adán cuelga el teléfono sin saber que está cortando algo más que la comunicación. Mientras deja el teléfono junto a la pistola en la mesilla de noche, Laertes siente que un día morirá por ella, pero antes se habrá desangrado con los afilados cortes de sus caricias y habrá perdido el conocimiento entre sus besos y sus brazos. Da igual, piensa mientras enciendo un pitillo con su mechero de gasolina, merecerá la pena, y total ¿Qué es lo peor que me puede pasar?
La muerte no lo asusta en absoluto. Prefiere morir a vivir sin ella.