Resulta que por fin encontré la flor que me representa y que quiero que crezca sobre mi tumba el día que me vuelva a llamar la blanca señora y esta vez se asegure de que nadie me rescate de su gélido abrazo.
El diente de león representa entre otras cosas la supervivencia y la satisfacción personal. Pues bien, he sobrevivido, pero aún no estoy satisfecho.
Quiero más, quiero llegar a ser el Juan que quiero llegar a ser, el escritor que trato de alcanzar, la perfecta pareja para aquella que se decida a compartir conmigo el resto de sus días, el mejor de los amigos para esos que me quieren a pesar de mis múltiples defectos, el hijo devoto y agradecido, el hermano entregado a sus hermanos y en definitiva, esa persona que intento dibujar con metáforas y que quisiera encarnar algún día.
No aspiro a la perfección porque la perfección humana no existe y de existir, no estaría jamás a mi alcance. El autor de la eterna tragicomedia escribió mi personaje plagado de fallos, de incorrecciones y de sorprendentes incongruencias, pero al fin y al cabo este es mi personaje y hasta que termine la función lo defenderé en escena con todas mis energías.
Intento aprovechar todos y cada uno de los segundos que se me han regalado. Intento aportar cuanto puedo a aquellos que me necesitan, intento hacer las cosas bien, pero intentarlo no sirve, al final lo único válido es conseguirlo. Y no es en absoluto fácil. No hay trucos, no hay atajos, no hay manual de instrucciones ni comodines.
No pienso rendirme, se me han dado herramientas y se me ha enseñado a utilizarlas, y si aún no soy el artesano de mis días y el orfebre de mis sueños, no es por falta de ganas, es por torpeza y por debilidad. Soy tan jodidamente humano que tiendo a engañarme con escusas miserables para aplazar el esfuerzo definitivo y delegar en terceros aquello que solo me corresponde a mi y que no enfrento porque sueño con que mi ángel me libre de volver a salir derrotado. Pero mi angel no puede pelear por mi, debe librar sus propias batallas y aunque su flamígera espada de sonrisas deliciosas amedrente al enemigo, su brazo ya no es el más fuerte. Y no le culpo por abandonarme a mi suerte, es más, le agradezco que me reconforte con cada celestial abrazo que me regala durante el fragor de la contienda.
El diente de león es hermoso en su sencillez y en su fragilidad y es más hermoso aún al ser desmembrado por el viento y compartir con todos la sinfonía de su adiós en forma de semillas voladoras. Sabe morir y resucitar constantemente, asume la belleza en su muerte y hace de ella al convertirla en vida para sorpresa de todos, el momento glorioso. No se lamenta de su suerte porque su sino es deleitarnos en su agonía y embellecer nuestros prados con aquellas semillas que engañaron al destino.
Puedo escribir de mil maneras distintas todo lo que siento al pensar en aquella que se ha instalado en el interior de mi pecho. Puedo ser el escritor más romántico, el más pasional, el más tierno, el más erótico, el más agradecido y el más respetuoso, pero no por ello seré capaz de conservarla a mi lado y, seguramente se terminará marchando como todas las demás, destrozándome por dentro sin haber querido hacerlo. Y volveré a desear estar muerto para no respirar con cada bocanada de oxigeno la certeza de su ausencia. Pero de nuevo llegará la redentora, quien con sus besos me devolverá las ganas de vivir, la sonrisa más franca y el sentimiento más noble. Y creceré de nuevo en el jardín de la vida irguiéndome atrevido frente al vendaval inoportuno de las circunstancias adversas, dispuesto a matar y a morir por ella, dispuesto a existir en negro sobre blanco y, a cerrar filas con todas mis ilusiones, con mi esperanza y con mis ansias de una vida plena a pesar de lo que parecerá una muerte segura.
Algo maravilloso me está esperando en alguna parte, lo sé y voy a ir a por ello, pase lo que pase y le pese a quien le pese. Rendirse nunca será una opción para mi y aunque ahora todo se me presente extremadamente confuso y complejo, encontraré la luz y el camino hasta ese lugar donde el viento esparcirá mis semillas creyendo haberme destruido.
Volveré a ser yo, pero en versión mejorada. Un día llegaré a estar satisfecho.