sábado, 21 de agosto de 2021

Génesis (segunda parte)


 Tal y como le habían informado los policías vallisoletanos que la agencia había puesto en nómina para que la ayudasen en su misión, a mediodía la organización de empresarios que Laertes tenía en su punto de mira ser reunirían para lo que en su tierra se denominaba brunch, y aquí "vermú torero".

Adán pudo elegir entre infiltrarse como camarera o como miembro del equipo de relaciones públicas del hotel donde tendría lugar el evento, dado que al recibir también la asistencia de empresarios estadounidenses, el hotel facilitaría traductores y personal cualificado para atender cualquier necesidad.

No le fue difícil deambular de un lado a otro de los jardines del hotel donde se había dispuesto todo para el evento y, poder controlar los accesos y las vías de escape en caso de que el tal Laertes hubiera tramado actuar allí. Y su sospecha no carecía de fundamento ni de acierto. Mientras los The Shower singers daban el relevo a la también vallisoletana formación musical Cover club, contratadas ambas no solo por su calidad musical sino también por su extenso repertorio de temas en castellano y en inglés, Adán reparó en el técnico de sonido vestido completamente de negro que parecía más interesado en los asistentes que en acertar a colocar cableado y pantallas de sonido. Susana, privilegiada cantante de los Cover Club es una mujer muy exigente con la parte técnica de sus conciertos y pese a haber cruzado unas palabras con Pablo Acebal, cantante y guitarrista del grupo que les dio paso y haber tomado nota de sus indicaciones sobre la acústica del espacio, reclamó la presencia de  un técnico para seguir los consejos del artista que toca con los Shower singers y con Ultraviolet, y que además fornó el exitoso grupo de brit pop Blow, y de esto entiende un poco. Cesar, el virtuoso multiinstrumentista del grupo de Susana, llama al técnico más cercano, que no es otro que Laertes, quien en un momento de descuido de la empresa de sonido contratada para sonorizar las intervenciones musicales durante el evento, pasó al interior del hotel como un miembro más del equipo técnico. Laertes se desentiende de la llamada y abandona el lugar con sigilo y discreción parapetándose entre las columnas de altavoces al reconocer entre las personas que pululan por allí con un vaso en la mano a Adán, la agente de la CIA  enviada para darle matarile. Pero no se lo va a poner tan fácil. 

Adán, quien con disimulo ya ha quitado el cierre de la funda de su arma, se encamina con paso decidido hacia el último punto donde creyó ver al asesino de bigote bicolor disimulado bajo la mascarilla negra a juego con el resto de sus prendas. Laertes ya no está allí y tras dar aviso a la policía nacional destacada junto al hotel para echar una mano en caso de necesidad y realizar una ronda de inspección por los jardines, Adán asume que su objetivo ha puesto pies en polvorosa. Molesta e impaciente, deduce que no va a ser una misión sencilla y que aunque le pese, acabar con aquel tipo le va a llevar su tiempo. Pero es una mujer tan inteligente como bonita y sabe que todo termina llegando, incluso lo bueno, por lo que aprovechando su tapadera optimiza recursos y mientras disfruta de una copa de  vendimia nocturna de Yllera, de la D.O Rueda, va ubicando a quienes Laertes podría haber elegido para recibir un disparo en la sien, cortesía de sus pagadores.

Poco más de hora y media después Nogueira y Pinacho la acompañan con sendas copas del mismo y delicioso vino y le proponen jugar al cazador cazado y tender una trampa al escurridizo asesino vallisoletano.


Continuará

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